Aclaro que el blasón que aparece abajo en la portada es el del linaje Palomo que desde Cantabria se encaminó a Extremadura, y de ahí al norte de Córdoba, desde donde nos encontramos al menos desde mediados del siglo XVI: dos jabalíes rampantes sobre una encina con bellotas doradas. ¡Vaya!, pensé cuando lo conocí, ni a cosa hecha se podría haber escogido mejor emblema para alguien que vive en las mejores dehesas del mundo, las de los Pedroches.
VILLANUEVA DE CÓRDOBA
PREGÓN DE FERIA 2015
PRESENTACION DEL PREGONERO
DE LA FERIA
2015
Daniel Pizarro
Camacho,Pregonero de la Feria
2014
Ilma. Sra. Alcaldesa, miembros de
la Corporación
Municipal, Cronista oficial, anteriores pregoneros, Reinas,
Damas y Mister de las fiestas, Director de la banda de música y componentes de
la misma, medios de comunicación, paisanos, asistentes y amigos:
Parece que fue ayer cuando ocupé
esta tribuna como Pregonero de la
Feria 2014 y ha pasado ya un año. Nos encontramos de nuevo en
este magnífico escenario para hacer ahora la presentación de quien tomará el
relevo como protagonista del Pregón de Feria 2015.
No puedo negar que siento una especial
satisfacción por esta oportunidad de llevar a cabo una, necesariamente limitada
en el tiempo, exposición de la personalidad de quien este año nos iniciará en
nuestras fiestas. Y lo es por su calidad humana, su preparación cultural y su
vocación intelectual: nuestro paisano Juan Palomo Palomo.
El hogar de Juan Antonio y Petra,
padres de Juan, se enriqueció con la llegada de un nuevo jarote que vio la luz
del día en la calle que lleva el nombre de nuestro Patrón San Miguel. Corría el
1963, año que albergó luctuosos sucesos como las desapariciones del Papa Juan
XXIII y del Presidente John F. Kennedy, pero también ilusiones esperanzadoras
como la enorme manifestación en el Lincoln Memorial de Washington DC, que vivió
el discurso I have a dream (yo tengo un sueño) de Martin Luther King.
Ignoro si Juan vino con un pan debajo
del brazo, como dice el refrán, pero la verdad es que la llegada al mundo de
nuestro pregonero coincidió con la implantación, por vez primera, del salario
mínimo en España. Bien es cierto que el mismo ascendía a la exorbitante
cantidad de sesenta pesetas al día (treinta y seis céntimos de euro, de ahora),
pero eran otros tiempos. Vino también apareada su nascencia, tal vez como
premonición de su futura vocación arqueológica, con el descubrimiento ese año
del Tesoro de Villena, en Alicante. Constituyó el hallazgo de orfebrería
prehistórica más importante de la península ibérica y segundo de Europa, sólo superado por el de las Tumbas
Reales de Micenas en Grecia. Lo constituyen 59 piezas de oro, plata,
hierro y ámbar, con un peso de unos 15 kilos, una antigüedad de unos 1.000 años
A.C. y procedente de la Edad
de Bronce tardío.
Juan se considera genética y
espiritualmente, con el mayor orgullo, descendiente de pizarreros,
concretamente de los originarios de la zona entre los Puntales y el Barranco de
los Tolones. No le falta razón, porque aquellos intrépidos y tesoneros paisanos
supieron, a través del esfuerzo, la abnegación y las privaciones, domeñar la
agreste Sierra Morena haciéndola productiva.
Su niñez y adolescencia estuvo
imbricada en la trastienda de uno de aquellos pequeños comercios de la época.
Recuerda, orgulloso de su familia y entorno, que colaboró a la economía
familiar partiendo en el patio, con martillo y cincel, miles de kilos de
pescada congelada, o subiendo a pie, por las graces, hasta la cámara,
centenares de cajas de galletas.
Su cualificación académica es
Diplomado Universitario en Trabajo Social, aunque reconoce que disfruta mucho
más como archivero de la
Parroquia de San Miguel de Villanueva. Historiador
autodidacta, anda lidiando académicamente la materia en la Universidad a
Distancia.
Con su exquisita sencillez
confiesa que no tiene vocación de escritor, y lo que más le place es leer,
conocer cosas nuevas. Sin embargo, movido por su afán de compartir, por hacer
llegar a los demás las cosas de las que ha disfrutado conociendo, ha dado a
luz, -dándole a la tecla como dice él-, hasta el presente, a tres libros:
-Del origen de Cardeña (Notas para la historia de
Cardeña, Azuel y Venta del Charco) 1999.
-Villancicos de las Misas de la Virgen de Villanueva de
Córdoba (De la tradición de los Pedroches), 2000.
-Historia de la Cooperativa San
Miguel de Villanueva de Córdoba (1959-2011).
Se manifiesta también como
articulista, y entre los trabajos publicados destacan:
- "La red viaria antigua en los Pedroches orientales
(Córdoba)”, El Miliario Extravagante 87, 2003.
- "Los molinos hidráulicos en la Antigüedad", Espacio,
Tiempo y Forma 19-20, 2006-2007.
- "Evolución de los caminos de Córdoba a Toledo por el
norte de Córdoba desde la
Antigüedad hasta la Edad Moderna", Almirez 18, 2012.
Colabora frecuentemente con el
Boletín Informativo de la
Asociación de Cabezas de Familia, publicando sustanciosos
textos. En la Revista
de Feria anual, su firma aparece cada año. También hace sus pinitos con los nuevos
mecanismos de comunicación en los que, con su acostumbrada modestia, manifiesta
en el argot jarote que no es, precisamente, un aguililla, pero que ha aportado
sus granitos de arena, como:
- Contenidos históricos de la página en internet de la Cofradía de la Virgen de Luna de
Villanueva de Córdoba.
- Creador del blog Historia desde la Jara, dedicado
exclusivamente a la historia y arqueología de los Pedroches.
A título personal recomiendo, a
todos los presentes, hacer inmersión en sus publicaciones y en su blog, porque
estoy seguro que disfrutarán de sus trabajos y aumentarán el conocimiento
cultural sobre nuestra tierra.
Es un impenitente buscador e
indagador de funerarios dólmenes e inhiestos y fálicos menhires, investigador
infatigable de datos y circunstancias arqueológicas, históricas,
socioeconómicas, culturales e incluso gastronómicas de nuestro amado pueblo y
comarca. Se mueve en todos los terrenos y lo mismo investiga la antroponimia
local, las necrópolis en roca, los molinos hidráulicos, los ilustres paisanos
de la época del Califato, la industria lanera o el salmorejo jarote.
Recuerdo que hace algunos años
coincidimos en un Congreso Internacional de Molinología, en el cual presentaba
una ponencia, precisamente, sobre el encuadre histórico de los molinos
hidráulicos. A partir de entonces tuve un especial interés en conocer su
trabajo porque aprecié en Juan una gran dedicación y un excelente cuidado hacia
el enfoque científico de la historiografía: con basamentos firmes en
documentaciones serias y una fiable información bibliográfica, todo ello unido
a un exhaustivo y analítico trabajo de campo.
Baste para ello, como ejemplo,
hacer referencia a un amanecer del solsticio de verano,-que tuvo el placer de
contemplar y transmitir fotográficamente-, a los pies de un dolmen en Torrubia,
inusualmente orientado, para comprobar “in situ” su teoría basada en una
justificación astronómica que originaría la disposición topográfica particular
del megalito.
Reflejan su sensibilidad hechos
como la ilusión con que realiza las excursiones ecológico culturales con su
sobrino Juanito, iniciándolo en el conocimiento de los yacimientos
prehistóricos, así como, -aún autoclasificándose encuadrado en el grupo tercero
que define Caro Baroja, como un no incondicional amante de todas las
tradiciones- en la gran inenarrable emoción que sintió cuando fue alabardero de
la Virgen de
Luna, el año 2012, como hermano mayor, y portó la enseña empuñada por tantas
generaciones de manos jarotas.
Es exigente en sus
investigaciones. Crítico con las, con frecuencia, conclusiones erróneas,
equivocadas o infantiles emitidas sobre yacimientos o restos. Lo hace, incluso
en ocasiones, con enfoque humorístico, como es el caso del petroglifo de la Venus Oronda de Las
Aguzaderas, al que califica procedente, ni mucho menos de época prehistórica,
como algún advenedizo aseveraba, sino del bautizado por él Pizarriense
Reciente.
Para estar a tono con el carácter
historiador que impregna la personalidad de nuestro pregonero, y contando en
parte con su sentido del humor, quiero finalizar su presentación con unas
referencias pretéritas relacionadas, de alguna manera, con su figura.
Luce nuestro amigo el apellido
Palomo y además por duplicado. A titulo anecdótico recojo la exótica,
pintoresca y cronológicamente increíble versión sobre su linaje. Según el
genealogista Piferrer, en su obra Nobiliario de los reinos y señoríos
de España, tiene su origen en el jefe de una tribu importante en la
provincia del Chaco, en la India
oriental. Al parecer, con gran fervor religioso, a finales del siglo XIV, deseó
abrazar el catolicismo y Juan I de Castilla le concedió la Condecoración de la Orden de la Paloma, pasando a
llamarse, -imagino que en honor al rey y a la orden concedida- , el primer Juan
Palomo de la historia.
Tiene Juan asimismo un homónimo,
aunque no por supuesto relación de parentesco que yo sepa, en Diego Padilla,
uno de los siete niños de Ecija, que adoptó el nombre de batalla de Juan
Palomo. Intrépido bandolero, romántico y altruista, amigo de El Tempranillo, que
cabalgó Sierra Morena y se refugiaba en la Casa Grande de la
cercana Fuente la Lancha.
Pero quizá la referencia más
usual y tópica relacionada con su apellido deba su origen a Francisco de Quevedo que, en una de sus
múltiples poesías burlescas titulada “Letrilla Satírica III”, que forma parte
de un conjunto de veinticinco, versifica:
Más estimo un dan que un don;
y es mi fuerza y vigor tanto,
que un testimonio levanto,
aunque pese más que plomo.
Yo me soy el rey
Palomo:
yo me lo guiso y yo
me lo como.
En la transmisión oral popular,
con el tiempo, el original vocablo rey fue trastocado por Juan y, en esta
transferencia, aparece el protagonismo de nuestro pregonero: “Juan Palomo, yo
me lo guiso y yo me lo como”.
Es cierto que en el día de hoy,
esta paremia es correcta tan solo a medias, ya que si bien el pregón ha sido
cocinado en su totalidad por nuestro amigo Juan -se lo ha “guisado” él solo-,
también es verdad que nos va a hacer participes a todos de él, compartiendo con
nosotros tan preparado manjar.
Por ello, en su condición de
pregonero 2015, aprovechando esta analogía culinaria, con el mayor afecto:
tienes la palabra “chef”.
Villanueva de Córdoba, 2 de agosto de 2015.
PREGÓN DE LA
FERIA Y FIESTAS DE VILLANUEVA DE CÓRDOBA
2015
Juan Palomo Palomo.
Ilma.
Sra. Alcaldesa; señoras y señores concejales; señor Cronista, Reinas, Damas y
Místers de nuestra feria; queridos paisanos y amigos.
Cuando en
nombre de la Corporación
la Alcaldesa, Doña Dolores Sánchez Moreno, me propuso dar el Pregón de la Feria de este año intenté
unas hábiles maniobras elusivas, que, evidentemente, resultaron infructuosas. Como
dijo un famoso personaje literario, hay
ofertas que no se pueden rechazar.
Asumida
la cuestión, el asunto, además de orgullo, y satisfacción, me llenó sobre todo de
responsabilidad. Y de auténtica zozobra. En primer lugar, porque no estoy aquí
como individuo particular, sino como depositario de la confianza de nuestros
representantes democráticos, para, en nombre de la comunidad de Villanueva de
Córdoba, realizar un “discurso elogioso
en el que se anuncie al público la celebración de nuestra feria y se le incite
a participar en ella”.
En
segundo lugar, por la forma de dicho discurso elogioso. Dado su carácter, es
frecuente que se haga desde la emotividad, desde los sentimientos; desde unos
recuerdos y vivencias comunes que nos hacen sentir y considerar que
pertenecemos a un cuerpo social. Mis ilustres antecesores han tratando desde
este enfoque, de modo magistral, a la feria, a Villanueva y a sus gentes.
Proseguir por esa senda hubiera sido iterativo, y no tendría mucho nuevo que
aportar.
Esta
era mi preocupación: ¿qué puedo ofrecerle a mi pueblo? Mi ámbito de
conocimiento es la Historia,
y ya que en el cartel anunciador dice: “Feria y fiestas de Villanueva de Córdoba”,
les invito a que demos un paseo histórico por eso, por las ferias, las fiestas
y los orígenes de Villanueva de Córdoba. Un paseo para hacer gana de feria
1.- FERIA.
1.1.- Las ferias en general.
Las
ferias son el primer elemento a tratar.
Hace más
de un siglo que el Padre de la Historia
Jarota, don Juan Ocaña Prados, describía la tradicional feria
de San Miguel, diciendo: “La llamada
impropiamente feria se componía de algunas tiendas de juguetes, puestos de
cristal y loza, de calzado, espartos, cordeles, hierros y otras menudencias,
sin faltar los turrones y golosinas”. Don Juan Ocaña sabía que desde la
Edad Media las ferias habían sido otra cosa.
Desde
sus orígenes medievales las ferias tuvieron sustanciales diferencias con los
simples mercados. Como decía Alfonso X en sus Partidas, mercado es el lugar
“do se ayuntan los homes a comprar e a vender las sus cosas”. Su frecuencia
era alta, celebrándose diaria o semanalmente. El objetivo primordial del
mercado era abastecer a la población de productos básicos, dando salida a los
excedentes de los campos cercanos.
Las
ferias, en cambio, se celebraban una o incluso dos veces al año, con una
duración superior a una semana. Los productos que se mercadeaban en ellas
podrían proceder tanto de las inmediaciones como de lugares lejanos, y su
finalidad no era proveerse para el día a día, sino el abastecimiento durante
largo tiempo o de mercancías poco frecuentes.
A
partir del siglo XII Europa occidental se llena de ferias; la más antigua de
los reinos hispánicos es de 1116, aunque fue en el siglo XV cuando se creó la
más famosa de todas, la de Medina del Campo.
Durante
la Edad Moderna
los reyes españoles protegieron y apoyaron con privilegios las más destacadas,
pues sabían que formaban el principal circuito de mercancías y capitales
imprescindibles para sostener la monarquía. Así que durante el siglo XVI el
auge de las ferias castellanas fue extraordinario.
En el
siguiente siglo, el XVII, tuvo lugar su irreversible declive, cuya principal
causa fue el enorme apuro de las finanzas de la monarquía, que acabaron que
agotar y arruinar a estos circuitos comerciales: al estar la hacienda real tan
estrechamente vinculada a las ferias, su déficit crónico las arrastró consigo
al desastre.
Entre
los siglos XVII y XIX se produce un gran desarrollo industrial, y las ferias
tienen una importante transformación: de ser lugares donde se realizan
intercambios comerciales, pasan a ser medios para promover los avances
tecnológicos de un país y mecanismos para impulsar la actividad comercial.
En
definitiva, el concepto de feria y sus elementos han ido evolucionando a lo
largo de los siglos. En la Edad Media,
cuando las comunicaciones eran peligrosas y difíciles, cuando eran escasos los
sitios donde encontrar objetos de lujo o de primera necesidad, esas grandes
reuniones de gentes de todos los lugares eran florecientes y tenían un objetivo
de aprovisionamiento. Posteriormente, a la feria se le unió el concepto de fiesta:
con sus tenderetes móviles, sus mercancías variadas y no frecuentes, con
espectáculos, con asistentes que acudían solo por divertimento, las ferias
tenían como principal cometido proporcionar diversiones a la población. Y es en
este ámbito donde se encuadra nuestra feria jarota.
1.2.- Las ferias de Villanueva de Córdoba.
Escribía
don Juan Ocaña Torrejón que desde tiempo inmemorial se celebraban en la Fuente Vieja las fiestas de
septiembre o San Miguel. Creo que es algo lógico al ser el espacio público más
amplio (su extensión se vio reducida en el siglo XIX al vender parte de sus
terrenos), dado que la explanada inmediata a la iglesia de San Miguel, lugar
utilizado como cementerio hasta 1813, estaba circundada por una pared que iba
de una a otra de las puertas laterales de la iglesia, manteniéndose dicho muro
hasta mediados del siglo XIX.
En
principio, las fiestas en honor al patrono local, San Miguel, comenzaban el 29
de septiembre y terminaban el primer domingo de octubre. En la Fuente Vieja se instalaban
puestos de venta de cristal, loza, calzado, etc. para los adultos; y los
tenderetes de juguetes, turrones y golosinas, caballitos de madera, pim, pam
pum para los niños. En los primeros años del siglo XX aparecieron novedades
feriales, como cine, o corridas de toros en una plaza construida al final de la
calle Luna.
En 1910
el alcalde de Villanueva, don Matías Moreno Blanco, se propuso darle más
carácter y entidad a la única fiesta popular anual de la localidad.
Dado
que no existía disponibilidad presupuestaria desde el Ayuntamiento, el alcalde
recurrió a la iniciativa privada, convocando una reunión entre los principales
comerciantes e industriales, a quienes expuso su proyecto. Fue aceptado con
entusiasmo, creándose una comisión ejecutiva para hacerlo realidad.
La
feria de 1911 discurrió entre el 29 de septiembre y el 2 de octubre. Cucañas,
globos aerostáticos, corridas de toros, funciones de teatro y cinematógrafo,
bailes públicos y de sociedad, fin de fiesta con una función de fuegos
artificiales en el nuevo y flamante Paseo de la Estación, compusieron el
programa de festejos. Decía Ocaña Prados que “lo que más llamó la atención del público en esta festividad fue la
soberbia iluminación colocada en la Plaza Constitucional,
en la plazuela de la Fuente Vieja
y en el trayecto que media entre ambas… Construyéronse arcos adornados con
esmero, escudos, banderas, gallardetes, farolillos a la veneciana… realzado por
la intensidad del alumbrado eléctrico… en cada arco había cinco bombillas de 16
bujías”. El siglo XX había llegado a Villanueva.
Anticipándose
a la tendencia de las ferias sectoriales actuales, se celebró una feria de
ganado en el recién estrenado Paseo de la Estación ese mismo año de 1911.
A
partir de entonces, la feria fue cambiando de fechas y de localización. En 1913
fue trasladada al Paseo de la
Estación, aunque duró poco allí, ya que en 1914 pasó al
Calvario, donde continúa. En 1917 se modificó su fecha, llevando su inicio al
19 del mismo mes, aunque tres años después se consideró que debería comenzar el
15 de septiembre. Quizá para ajustar más su celebración al ciclo agrícola, pues
a mediados de septiembre, generalmente, se estaba a la espera de las primeras
lluvias otoñales que permitieran las labores en el campo.
En 1971
pasó a celebrarse el 4 de agosto, para permitir, sobre todo, que las personas
que habían emigrado recientemente pudieran retornar a sus orígenes en las
vacaciones estivales.
En 1997
se produjo la última modificación, decidiendo que comenzase el primer martes de
agosto y acabase en la madrugada del domingo, ocupando prácticamente una semana
natural completa.
Durante
buena parte del siglo XX se celebraba una feria de ganado coincidente con la de
San Miguel, al principio en el Paseo de la Estación y posteriormente en el Calvario. En la
de 1968 tuvo lugar la I Feria
Exposición de Maquinaria Agrícola del Valle de los Pedroches, lo que era un
salto cualitativo en la oferta ferial.
Aunque
la mayor innovación en este aspecto ha sido la creación, en 2001, de la Feria del Jamón Ibérico, al
comienzo de Villanueva en particular, y luego de los Pedroches en general.
Tiene como objetivo dar a conocer la excelente calidad de los productos
derivados del cerdo ibérico criado en la comarca, siendo sobre todo la
degustación de jamón lo que prima.
Esta
feria del Jamón, junto con la
Denominación de Origen de Ibérico de los Pedroches, ha
contribuido a que desde nuestra tierra se inicie en serio una nueva forma
económica, pasando de ser de meros vendedores de ganado a industriales que
venden sus jamones. Hasta hace poco, todas las plusvalías y valor añadido del cerdo
ibérico salían de nuestro centro de producción; el objetivo es que todos ellos
repercutan en los productores y en la comarca. La Feria del Jamón tiene el
cometido primordial de dar a conocer la excelente calidad de nuestros
productos: lo que no se conoce, no se compra.
2.- FIESTAS.
2.1.- El carácter de las fiestas.
Las
fiestas son el segundo elemento a considerar. Aunque parezca una contradicción,
las fiestas son una cosa muy seria. El mismísimo Yahvé, poco dado a las bromas,
se lo dejó bien claro, y por escrito, a Moisés en sus tablas de la ley:
santificarás las fiestas; él mismo se había tomado un día de fiesta tras la
creación del Universo.
Creo
que las fiestas tienen su causa primera en una característica de nuestra
especie que nos distingue del resto de homínidos: la capacidad para entrar en
la mente del otro, para saber lo que piensa. Los conocimientos y la experiencia
se multiplican y se transmiten, tanto horizontalmente, entre los miembros de un
conjunto, como verticalmente, de generación en generación. Esto nos llevó a
evolucionar no como individuos, sino como grupo. Pero esta común unión puede
generar tensiones, tanto en las relaciones de los individuos entre sí como
entre diferentes grupos. Así que de tanto en cuanto haya que realizar ritos o
ceremonias que reafirmen el carácter grupal de una comunidad. Al unirse a la
perspectiva religiosa, los ritos y celebraciones impusieron el acatamiento de
los principios que permitían la cohesión y el orden sociales.
El
carácter comunitario de las fiestas ha sido resaltado por quienes las han
analizado desde un punto de vista sociológico y antropológico. Por citar a dos
grandes, Émile Durkheim consideraba que la fiesta primitiva era como una
efervescencia colectiva, una de las formas elementales de la vida colectiva y
la expresión de una solidaridad mecánica. El uno totalitario predomina sobre el
átomo individual. Don Julio Caro Baroja, en su obra El carnaval, define a la
fiesta como el hundimiento del individuo en el subconsciente colectivo.
El
tiempo es un componente esencial de la fiesta, pues, además de su carácter de
cohesión social, la fiesta es una ruptura del hábito, la negación de lo
cotidiano y la trasgresión de las normas establecidas. El tiempo festivo es
universal y cósmico, se produce y reproduce constantemente; hay un nacimiento,
un desarrollo y una muerte de la fiesta, lo que sirve para generar y regenerar
la cultura de un grupo social.
La
fiesta es también el momento de inserción en la comunidad de nuevos miembros,
que asumen los valores culturales del grupo, o de reencuentro de los que se
encuentran diseminados.
Al
igual que el sueño nos sirve para eliminar los residuos de la actividad diaria,
las fiestas son también las ocasiones que sirven de catarsis, de limpieza
purificadora de la comunidad.
La
fiesta, pues, se nos muestra como una Jano Bifronte (o el águila imperial de
los Austrias de nuestro escudo), con dos caras aparentemente opuestas pero que
forman parte de un único cuerpo, de una única realidad social: ceremonias y
ritos de cohesión social de carácter grupal, pero también “regocijo dispuesto
para que el pueblo se recree”, como dice el DRAE.
Hasta
prácticamente mediados de la década de 1960, cuando la cultura del ocio estaba
aún por descubrirse, eran muchas familias que vivían en los campos durante
meses, y tenían en esos pocos días de feria el único escape anual a la rutina
de las labores agrícolas. Y como tal era vivida, con el regocijo que ofrece lo
escaso.
Hoy en
día nuestros hábitos han cambiado, los motivos que dieron lugar al cambio a
agosto de la feria ya no se dan, y quizá fuera positivo que la feria volviese a
septiembre, al primer martes de septiembre, por ejemplo, para que no
coincidiera con las vacaciones de agosto de la mayoría de la población, ni
tampoco con el calendario escolar. Nuestra feria y fiestas locales deben potenciarse,
pues no debemos olvidar que constituyen un elemento primordial de nuestra
identidad grupal, tanto para nosotros mismos como ante las comunidades vecinas.
2.2.- Otras fiestas de Villanueva de Córdoba.
La
feria de agosto, antes de San Miguel, es la fiesta que celebra de forma
institucional la comunidad de Villanueva de Córdoba, pero hay en el ciclo anual
otras que también pueden definirse de jarotas, tanto por su forma o por la
manera de manifestarse.
La
primera en el calendario es la de San
Sebastián, el 20 de enero. Es la fiesta de los aceituneros, pues era en
esos días cuando se estaba desarrollando la plena recolección de aceitunas. Es
una fiesta jarota en tanto otras localidades cercanas celebran la misma fiesta
días antes, el de San Antonio. Cuando las gentes pasaban largos periodos en los
olivares, este era un día especial; la víspera del Santo se hacían grandes
candelas en los cortijos, visitándose unas faneguerías a otras y culminando la
velada con cantos y bailes. Hoy en día, las candelas que se hacen en lo Alto
del Santo, junto a la ermita de su titular, mantienen esta tradición.
Prosiguiendo
en el calendario, a la espera de la primera luna llena de la primavera, la Semana Santa se
inaugura en Villanueva diez días antes del Domingo de Ramos, en una procesión
exclusivamente jarota: La procesión de
las Velitas. Su origen pudo estar en el traslado de la imagen de la Virgen de los Dolores desde
la iglesia de San Miguel a la ermita de Jesús, en la calle Real, aunque luego
acabara consolidándose como uno de los elementos más singulares de la cultura
jarota, pues junto a la Virgen,
los protagonistas de ella son los niños, que la acompañan portando velas, cuyo
adorno tradicional eran azucenas de papel. El desfile de los niños acompañando
a la Virgen de
los Dolores es absolutamente entrañable y lleno de emotividad, y sientes que es
el futuro de Villanueva el que pasa delante de ti.
Cincuenta
días después del Domingo de Resurrección, en el Lunes de Pentecostés, tiene
lugar la que considero la auténtica fiesta nacional jarota: la romería de la Virgen de Luna, en la
que su imagen es traída desde su ermita a Villanueva, donde permanece hasta el
segundo domingo de octubre, en que es llevada de nuevo al santuario. El que
podamos hacer hoy esta romería no fue gratuito, nuestros antepasados jarotes
tuvieron que luchar, y no solo en sentido metafórico, para realizarla. Los
primeros pleitos con otro municipio cercano datan de 1589, reactivándose
durante 1681-1685. No cejamos en nuestro empeño, y cada año celebramos su
llegada. La procesión del Lunes de Pentecostés en Villanueva de Córdoba es como
el Aberri Eguna o la Diada
jarota, pero con la diferencia de que es mucho más antigua, y no es artificial,
sino que nació del pueblo, quien la
mantuvo y la vive con júbilo. Es cuando se muestra de modo inequívoco el,
digamos, sentimiento nacional jarote. Por eso, cuando se produjo el gran éxodo
migratorio de los años 60-70 del pasado siglo, en los dos lugares donde
residían más personas naturales de Villanueva, en Barcelona y Madrid, se
crearon hermandades de la
Virgen de Luna. Fue usual entre los emigrantes andaluces que,
para reafirmar su identidad al residir en otros lugares, se unieran o crearan
cofradías de la Virgen
del Rocío. A los jarotes que habitaban en Madrid o Barcelona no les hacía
falta, nuestra Virgen de Luna era el símbolo, el icono de nuestra comunidad,
Villanueva de Córdoba, lo que la representaba y lo que la definía. No nos hacía
falta nada más, y mucho menos si era ajeno a nuestra tradición. Bien visto,
¿cuántos pueblos hicieron lo que nuestros paisanos allí, seguir manteniendo su
cultura, ritos y símbolos, allá en tierra extraña?
3- VILLANUEVA DE CÓRDOBA.
3.1. Encina Enana, Villanueva de la Jara, Villanueva de Córdoba.
El
tercer y último elemento a considerar en nuestro paseo es Villanueva de
Córdoba.
Don
Juan Ocaña Prados recogía la tradición según la cual nuestra localidad surgió
tras la Peste Negra
de 1348, a
partir de vecinos de Pedroche que huyeron de ella. En realidad, eso es lo que
dice Luis María Ramírez de las Casas-Deza en 1840, pero refiriéndose a
Torrecampo.
La
hipótesis más extendida sobre el origen de las villas de la comarca las hace
proceder de Pedroche. Es lo que escribió en 1660 el franciscano Fray Andrés de
Guadalupe en su Historia de la
Santa provincia de los Ángeles.
Ninguna de las dos tradiciones se basa en ninguna
fuente escrita, sino que entran dentro de lo legendario.
Basándonos
en los documentos, la primera referencia sobre Villanueva de Córdoba, con su
primigenio nombre de Encina Enana, es de un siglo posterior a la Peste Negra, ya en el siglo XV.
En el
traslado de una escritura fechada el 26
de septiembre de 1437, un testigo, natural de Adamuz, “...dixo ql tenia de por suya la dicha posada dl
guijo q gla qmo un ome de Ensina Enana...” (“dijo que él
tenía de por suya la dicha posada de El Guijo que la quemó un hombre de Encina
Enana”). [Una pequeña digresión: se había comentado que el prístino nombre
podría haber sido Encina Nava, que no Encina Enana, pero en este documento, que
dio a conocer don Miguel Muñoz Vázquez en la Revista de Feria de Villanueva de Córdoba de
1989, es perfectamente legible la palabra “Enana”; al igual que en el documento
de 1499 que se citará a continuación. Fin de la digresión.]
El lunes 6 de mayo 1499 un
representante de los habitantes de Encina Enana solicitaba del cabildo de
Córdoba que se cambiase el nombre por Villanueva de Córdoba, lo que aceptó el
cabildo, mandando igualmente que se proveyese de un alcalde y un escribano. Hay
que reseñar que Encina Enana no tenía entonces entidad jurídica municipal
propia, era un “lugar” dependiente administrativamente de Pedroche. Ese alcalde
(cuyo nombre proviene del árabe al cadí, juez) era un juez, que sólo entendía en
asuntos de materia civil de cuantías no superiores a 300 maravedís. Para
apelaciones a sus sentencias, o en cuestión penal, tenía que remitirse a las
instancias superiores de Pedroche o Córdoba.
Al analizar la documentación del
proceso que desembocó en la independencia jarota, don Juan Gregorio Nevado
Calero (de la Real Academia
de Córdoba), hace unas interesantes apreciaciones. Encina Enana no es
denominada nunca “aldea”, sino “lugar”, habiendo diferencias entre ambos
conceptos: Lo que define a esta palabra, lugar, es que no tiene jurisdicción
propia, está sujeto a otra entidad local superior. Aldea, al contrario, es una
expresión que generalmente va acompañada de su villa matriz, y que tiene un
gran peso económico y social en el territorio. Al ser nombrada siempre como
lugar, en opinión del señor Nevado Calero, “expresan
la inexistencia del vínculo directo entre el pueblo matriz y el nuevo centro de
población”.
Una muy interesante
consideración, que rompe el mito del origen común de las villas en Pedroche de
Fray Andrés de Guadalupe. Costumbres jarotas únicas en la comarca como el uso
de nuestra hierba de San Juan, Sedum
ampexicaule, o la ausencia del yeyeo en el habla, tan frecuente en el resto
de la comarca, parecen apuntar a ese origen diferenciado de los jarotes
primigenios (o, al menos, de un grupo significativo) que, por ahora, de
existir, se nos muestra oculto.
Prosigue don Juan Gregorio Nevado
que, "al cambiar el nombre de Encina
Enana escogieron uno que asume la identificación jurídica y al mismo tiempo el
ámbito jurisdiccional: por un lado villa y por otro Córdoba. Seguro
que fue un acto de inteligencia y valentía mezclado con audacia",
porque, en puridad, no tenía la condición de villa, aunque pretendiera defender
los intereses de sus habitantes, planteando un pleito ante la Chancillería de
Granada en 1541-1545 contra Pedroche sobre el control y el aprovechamiento del
término.
Algunos
motivos para buscar la independencia de Pedroche aparecen explícitos en la
documentación de la época, mientras que otros se nos muestran implícitos. Los
jarotes de entonces argumentaban los perjuicios que les producía estar a tres
leguas de la villa donde se impartía justicia, lo que hacía que muchos
renunciasen a pleitear por los gastos e inconvenientes que acarreaba dejar sus
labores y heredades: ello suponía desgobierno e injusticia. También debían
sentirse perjudicados en el reparto de los bienes de gestión comunal, o en el
repartimiento de impuestos a satisfacer. Podría ser, en realidad, que las
élites locales buscaran el dominio directo de la población sin intromisión de
otro concejo, algo que las beneficiaba a ellas e igualmente a la ciudad de
Córdoba, que contaba con un nuevo centro de recaudación y aumentaba su poder
como entidad jurisdiccional intermedia, reforzando su influencia en el gobierno
central al ser una ciudad con voto en Cortes.
La
oportunidad se produjo a finales del reinado de Carlos V. Las enormes
necesidades de la corona en su lucha con protestantes alemanes, católicos
franceses, sarracenos norteafricanos y turcos hicieron que obtuviera nuevos ingresos
por la venta de jurisdicciones de lugares y aldeas dependientes de la
monarquía.
El 18
abril 1553 se expedía el documento que concedía la exención jurisdiccional de
Villanueva de Córdoba, otorgándole el título de villa. Sus 280 vecinos y
moradores (entre mil y mil doscientas personas) pagaron por ello 700.000
maravedís, equivalentes a 2.000 escudos de oro. A razón de 3,38 gramos por escudo,
entraron en las reales arcas 6,76 kilos de oro, por lo que la independencia
habría equivalido a unos 200.000 euros de hoy.
Otro
nombre con el que aparece nuestra localidad es el de Villanueva de la Jara, hasta en mapas o
enciclopedias del siglo XVIII. No fue nunca su nombre oficial, pero al haber ya
en la zona otra Villanueva, primero del Marqués y después del Duque, y estar en
el corazón de la Dehesa
de la Jara, fue
llamada así, Villanueva de la Jara. Y
jarotes sus habitantes.
3.1. Al principio, fueron el agua y los caminos.
El marco
general en que nuestra localidad nace, crece y alcanza su mayoría de edad
(siglos XV a mediados del XVI) fue favorable para el crecimiento de la
población española en general. La cuestión es por qué Villanueva surgió donde
hoy nos encontramos. La respuesta, que ya anticipó don Juan Ocaña Torrejón,
está en los caminos, que constituyeron los ejes que articularon el inicio y
desarrollo urbano.
El
primero de estos caminos fue el que denominamos popularmente “del Armillat”,
por transitar por el río Guadalmellato. Fue la principal vía de comunicación
entre Córdoba y Toledo durante el califato omeya, en los siglos X y comienzos
de XI. Discurría por la actual Villanueva por las calles Laguna del Pino, Sol,
Nieve, Cruz de Piedra, Ventura, las Cañadas, Torrecampo, para continuar al
norte en dirección al Puerto Mochuelo. Precisamente en la calle Ventura existía
una inscripción árabe fechada en el año 1002, de carácter conmemorativo, aunque
no sabemos exactamente sobre qué. Con la disolución del califato en el año 1031
el camino de Armillat se abandona.
Tras la toma de Córdoba en 1236
la red viaria entre el centro y el sur peninsular va variando y ampliándose. En
el año 1273 se crea el Honrado Concejo de la Mesta, que se reglamenta en 1347, y aparecen las
vías pecuarias para el tránsito del ganado trashumante, en muchas ocasiones
empleando caminos antiguos y vías romanas.
Uno de estos caminos de carne, la Cañada Real Soriana
llegaba a tierras cordobesas tras cruzar el Guadalmez, separándose de ella un
ramal que, dejando a su derecha a Torrecampo continuaba hasta los parajes donde
se halla Villanueva, y aquí se dividía en tres caminos: el llamado de Encina
Enana a Adamuz; el camino del Rongil, que se dirigía a Obejo, y el tercero el
camino del Armillat que se citaba anteriormente.
No se sabe cuándo surgió Encina
Enana. El catalizador para que fuera aglutinándose población pudo ser una venta,
como propone Ocaña Torrejón, pues sí tenemos constancia de que Conquista,
Cardeña, Azuel y Venta del Charco son localidades que nacieron al albur de una
venta en un camino.
Acaso colaboró otro factor: la
abundancia de agua subterránea. Hay que recordar que Villanueva se encuentra
inmediata a la divisoria de cuencas del Guadiana y Guadalquivir, por lo que no
hay arroyos de entidad, y esos acuíferos son muy importantes para el ganado
trashumante o de simples viajeros.
Según la tradición, la zona más
antigua del pueblo es la comprendida por las calles Casas Blancas, Cañadas,
Torrecampo y Castillejos, pero no hay ningún documento que avale, o no, esta
hipótesis.
El camino del Armillat, ya
convertido en vía pecuaria, pudo ser el primer eje urbano de Villanueva,
aunque, como ya observara don Juan Ocaña Torrejón, con una ligera variante
respecto a su trazado original: en la calle Sol, en su cruce con calle San
Blas, comienza una larga cuesta que culmina en el Cerrillo de la Nieve. Para evitarla
desde el callejón de los Mazacotes giraría a la izquierda, y por la calle
Empedrada llegaría a la
Fuente Vieja, que podría haber sido el primer foro urbano.
Cerca de ella, en la esquina de las calles Cerro y Conquista (frente al teatro)
estuvo la cárcel vieja, acaso construida cuando en 1499 se dieron las primeras
autoridades. El final de la calle Cerro enlazaría con el trazado del antiguo
camino califal.
Junto al camino se encuentran numerosos
pozos públicos: la Fuente
de la Estrella,
la Fuente Vieja,
el de la Cruz de
Piedra, Cañada y Fuente del Sordo.
Durante los siglos XII al XIV la
presión cristiana sobre la zona del noreste de Córdoba hizo que los caminos que
iban desde el Guadalquivir hasta el centro peninsular fueran desplazándose al
oeste, por Pedroche y Belalcázar; pero esta no es la dirección natural, pues
Toledo queda al noreste de Córdoba. Una vez que la situación bélica se había calmado,
y la frontera estaba al sur de la provincia, el concejo cordobés solicitó del
rey en 1394 que se le otorgaran beneficios fiscales a una docena de ventas para
reactivar el tráfico comercial y de viajeros por dos caminos que tenían un
trayecto más corto y cómodo para viajar desde Córdoba a Toledo.
Uno de ellos, llamado del Villar,
iba desde Córdoba por la cuesta de Santo Domingo hasta Obejo, donde enlazaba
con el que se dirigía hacia Villanueva que se nombraba arriba.
El otro cruzaba la sierra para
llegar a Adamuz, prosiguiendo hasta el norte. Fue el que se pobló de las ventas
franquiciadas que a todos nos suenan, como Venta Orán, Venta los Locos, Venta
Velasco o Ventas Nuevas. Este camino de Toledo a Córdoba por Conquista y
Adamuz, el Camino Real de la
Plata, se convirtió en la vía más importante de comunicación
entre el centro y sur peninsular (hasta que Carlos III desplazó el camino por
Despeñaperros). Al llegar a las inmediaciones de la estación del AVE el viajero
podía ir desde el Camino de la
Plata hasta Villanueva por la vía pecuaria de ésta a Montoro.
Al entrar en la actual población
el camino discurría por las calles Adamuz, Córdoba, San Sebastián, Real, Plaza
de España. Desde aquí el viajero podía ir hasta Pedroche por la calle
Herradores, o enlazar de nuevo con el Camino de la Plata por las calles
Mártires, Conquista, Cruz de Piedra y Navaluenga.
Este tramo de camino se
convertiría en el nuevo eje urbano de Villanueva. Una amplia explanada, la
plaza, donde el agua subterránea es abundante, fue el núcleo de la vida social
jarota. Se levantó la iglesia principal, la de San Miguel, aunque en el mismo
camino también se construyeran dos ermitas en el siglo XVI, la de Jesús y la de
San Sebastián. Quizá como consecuencia de la nueva categoría de Villa a partir
de 1553, se levanta un edificio para el Concejo municipal, la audiencia.
También se construye en el mismo sitio un pósito, para almacenar las cosechas
de cereales, el actual ayuntamiento. Como en todas las poblaciones de entonces,
junto a la iglesia principal se hizo el cementerio, que se mantuvo allí, como
decíamos, hasta 1813.
El otro camino que buscaba
potenciar el cabildo cordobés, el del Villar-Obejo-Villanueva, también influyó
en la configuración del callejero: entraba en el pueblo por el Calvario,
prosiguiendo por la calle Moreno de Pedrajas. Al llegar a la Cruz Chiquita se
bifurcaba, pudiendo ir por la izquierda, calle del Torno o de Ramón y Cajal,
hasta la Plaza,
y enlazar hacia Pedroche o Conquista. Por la derecha proseguía por las calles
Atahona, Cervantes, Empedrada para llegar a la antigua Fuente Vieja.
Y tras este paseo por nuestra
historia y nuestras calles, debemos recordar el sabio consejo de nuestros
mayores: “En tiempo de melones, pocos sermones; y en época de sandías, menos
todavía”.
Pero como pregonero vuestro que
soy, os debo exigir que nos regocijemos con la feria, y esa exigencia, os la
voy a pedir. (Bueno, a los adolescentes no hace falta, sus hormonas ya se
encargan de eso.)
Que salgan los matrimonios a complacerse
de la buena compañía de familia y amigos, y a deleitarse con las ricas tapas
que hay por la calle la Feria,
la Ronda del
Calvario o la Calle Ancha.
Vosotros, quienes ya estáis en la
edad del júbilo, porque con vuestro trabajo, tesón e ilusión construisteis
nuestra realidad, vosotros, que sabéis que en vuestra mocedad sólo estaba la
feria para olvidar la rutina anual, invadid la caseta municipal y las muchas
que se levantan para la ocasión. Y recogeos más tarde que los zorollos.
Abuelos en buen uso y tíos
agregados, coged a vuestros nietos y sobrinos porque la mejor manera de
disfrutar de la feria es con un niño de la mano.
Los latinos decían: Carpe diem, aprovecha el momento, no lo
malgastes. Jarotes, seamos sensatos, y disfrutemos de nuestra feria.
Gracias.