En el dolmen de Las Agulillas

domingo, 17 de mayo de 2020

Apellidos jarotes: Gutiérrez-Blanco, un apellido que se convirtió en dos


     En la actualidad hay personas en Villanueva que portan los apellidos Gutiérrez y Blanco. Son, obviamente, distintos, pero, paradójicamente, tienen el mismo origen, un tronco común del que se separaron ambas ramas en el siglo XIX. Es un magnífico ejemplo de lo lioso que resulta el estudio de las genealogías de los distintos linajes locales. 

     Hay que dejar bien claro que la transmisión de apellidos entre padres e hijos, tal y como la conocemos y empleamos hoy, se debe a la imposición del Registro Civil en toda la nación en 1871; y que hasta esa fecha, sobre todo en los siglos XVI al XVIII pero también hasta mediados del XIX, hubo una completa libertad para llevar los apellidos que se prefiriesen en el ámbito rural del norte de Córdoba, de tal modo que el hijo podía tener unos apellidos absolutamente distintos de los de sus padres. No es que esto tuviese que pasar obligatoriamente, pero sí algo que hay que tener en cuenta. 

     Era también frecuente que los apellidos, como los nombres de pila, se transmitieran de abuelos a nietos aunque fuera por vía materna, como es en el linaje que veremos a continuación, los Gutiérrez-Blanco. Esa libertad en la imposición de apellidos a la que nos referimos motivo que Gutiérrez-Blanco, apellido que se mantuvo unido al menos durante siete generaciones, diese lugar a dos apellidos diferentes que tienen como propios hoy en día personas de Villanueva de Córdoba: Gutiérrez y Blanco.

     El apellido Gutiérrez-Blanco tiene al menos más de cuatro siglos de antigüedad en Villanueva: Benito Gutiérrez-Blanco se casaba en 1617, por lo que debió de nacer hacia 1590.

     Siguiendo la norma de la libertad absoluta, la hija de Benito Gutiérrez-Blanco se llamó Catalina Martínez (nacida en 1620), y se casó en 1641 con Bartolomé Sánchez Barroso (si se prefiere, es recomendable seguir la relación de nombres y fechas siguiendo el árbol genealógico del linaje Gutiérrez-Blanco que se adjunta; también por la confusión que genera el mismo nombre a lo largo de varias generaciones).



     El matrimonio de Bartolomé y Catalina tuvo al menos un hijo que, por su abuelo materno, fue llamado Benito Gutiérrez-Blanco, quien se casaba en 1670 con Juana Ruiz la Pozuela (es también muy característico de los siglos XVI al XVIII que el apellido de las mujeres se feminizara, adelantándose en esto a las tendencias actuales).

     Benito Gutiérrez-Blanco y Juana Ruiz tuvieron un hijo que sí tuvo los mismos apellidos (y nombre) que su padre: Benito Gutiérrez-Blanco (nacido en 1674), casado en 1705 con María López.
La transmisión del apellido Gutiérrez-Blanco se hizo por la hija de Benito y María López, Ana Ruiz Orozco (nacida en 1710) quien se casó en 1733 con Bartolomé Ruiz Cachinero y tuvo un hijo, llamado, como no podía ser de otra manera, Benito Gutiérrez-Blanco (nacido en 1736), quien a su vez se casó en 1762 con Catalina Ximénez Rico (debe pronunciarse “Jiménez”, pues hasta 1804 el sonido [j] se escribía indistintamente con “J” o con “X”).

     Debemos detenernos ahora en el matrimonio entre Benito Gutiérrez-Blanco y Catalina Ximénez de 1762, pues si durante seis generaciones el apellido Gutiérrez-Blanco se había ido transmitiendo aunque fuese de abuelo a nieto, este matrimonio tendrá dos hijos (Bartolomé y Miguel) que darán lugar a dos apellidos diferenciados en la actualidad: Blanco y Gutiérrez.

     El primero de estos hijos de Benito Gutiérrez-Blanco y Catalina Ximénez, llamado Bartolomé Gutiérrez-Blanco, nace en 1772. El hijo de éste también se llamará del mismo modo, Bartolomé Gutiérrez Blanco (nace en 1806). A partir de las dos generaciones siguientes, el hijo de este segundo Bartolomé Gutiérrez Blanco, Juan Basilio–nacido en 1847– y su nieto Julián –nacido en 1879­ se produce la alteración en el orden de los apellidos, pasando “Blanco” a primer lugar. Veamos la documentación que permite hacer esta afirmación, desde la más reciente a la más antigua:



(Inscripción del nacimiento de Julián Blanco, nacido en 1879.)

     En la partida del nacimiento de 1879 de Julián Blanco consta que sus padres son Juan Blanco y Catalina Díaz; abuelos paternos, Bartolomé Blanco y María Mohedano; abuelos maternos, Francisco Díaz y Catalina Moreno.

     Sin embargo, en la inscripción de matrimonio de sus padres Juan Basilio y Catalina en 1874, éstos aparecen con otros apellidos. Aquí se llaman Juan Basilio Gutiérrez y Catalina Díaz; los nombres de sus padres son, evidentemente, los mismos que los de los abuelos de Julián (nacido en 1879): Bartolomé Gutiérrez y María Mohedano por rama paterna; Francisco Díaz y Catalina Buenestado (“Moreno” en la inscripción de nacimiento de su nieto Julián).



(Inscripción del matrimonio de Juan Blanco y Catalina Díaz en 1874.)

     Como comprendemos que con los cánones que rigen hoy en día esto suena muy raro, no nos cansamos de insistir que hasta que no se implantó el Registro Civil en 1871 fijando el modo de poner los apellidos de forma constante, la libertad en adjudicarlos fue completamente absoluta. No es una confusión con otro matrimonio con componentes llamados también “Juan” y “Catalina”, ningún otro Juan Basilio se casa con una mujer llamada Catalina en ese tiempo en esta localidad. Los nombres de los padres de ambos concuerdan completamente.

     En la partida de nacimiento de Juan Basilio de 1847 consta que su padre es Bartolomé Gutiérrez (nacido en 1806). Por lo tanto entre la generación de esta persona y la de su hijo Julián (nacido en 1879) es cuando se produce el cambio pasándose a apellidar “Blanco”.



(Inscripción del nacimiento de Juan Basilio Blanco o Juan Basilio Gutiérrez, nacido en 1847.)

     La descendencia del segundo hijo de Benito Gutiérrez-Blanco y Catalina Ximénez, Miguel Gutiérrez Blanco, mantuvo la primera parte del apellido compuesto, Gutiérrez. La sucesión patrilineal es la siguiente: Miguel Gutiérrez-Blanco (nacido en 1777), Matías Gutiérrez-Blanco (nacido en 1803), José Félix Gutiérrez-Blanco (nacido en 1845), Juan Antonio Gutiérrez Madero (nacido en 1874) y Juan Gutiérrez Cano (nacido en 1917).

     Así, estas personas de nuestra localidad con apellidos completamente diferentes, Gutiérrez y Blanco, tienen el mismo origen que podemos remontar hasta el matrimonio de Benito Gutiérrez-Blanco con Magdalena Martínez el 08 de mayo de 1617.

     D. Patricio Bermudo, en su libro Notas sobre la evolución de la propiedad rústica privada en Villanueva de Córdoba en el último tercio del siglo XVIII y en el siglo XIX (páginas 177-178), nos trae un ejemplo de cambio de apellidos. La familia Martínez Moreno, de las más opulentas de nuestra localidad en el último tercio del siglo XVIII, estaba compuesta por tres hermanos. Francisco Martínez Moreno fue durante muchos años Párroco de San Miguel Arcángel, y a sus expensas costeó el retablo del altar mayor de la iglesia, en madera de ébano y con un coste nada desdeñable de 10.400 reales. Su hermana María Josefa Martínez Moreno se caso con Juan Cañuelo Pozo, y al morir éste y quedar viuda, “antepuso su apellido Moreno como primero de ellos”, escribe don Patricio Bermudo.

Otro linaje jarote Blanco.

     En Villanueva también hay otras personas que tienen el apellido Blanco pero que pertenecen a un linaje diferente del que hemos visto arriba de Gutiérrez-Blanco.

     Son descendientes del matrimonio (celebrado en 1828) entre Juan Rafael Blanco Moreno y Catalina Josefa Moreno Sánchez. Catalina era hija de D. Bartolomé Moreno Luque, escribano y sobrino de don Bernardo Moreno de Pedrajas. Consta en la documentación que estudiamos que Juan Rafael Blanco, nacido en 1804 era hijo de Juan Blanco y nieto de Pedro Blanco y Antonia de la Cerda, naturales todos de Torrecampo, pero su descendiente (y amigo nuestro) Juan López Blanco nos dice que se ha conservado en la tradición oral familiar que su origen está en Castuera, Badajoz. Es muy probable que este apellido Blanco viniese desde Extremadura a Villanueva pasando por Torrecampo.


(Inscripción del nacimiento de Juan Rafael Blanco, 1804)

viernes, 8 de mayo de 2020


LA CASA HOSPEDERÍA DEL SANTUARIO

     Por la documentación que conocemos junto a la ermita de la Virgen de Luna existía un edificio hacia 1680, conocido como la casilla de los santeros, en la que vivía el santero que se encargaba del mantenimiento del santuario junto con su familia. En las romerías que celebraban los jarotes anualmente en Pentecostés, tras la misa y procesión los miembros de la Hermandad se unían para tomar el habitual refrigerio de vino y garbanzos tostaos junto a una encina inmediata al sur de la ermita, “como demostración de gratitud al árbol que durante largos años fue cobijo y templo de la imagen que se venera” (Juan Ocaña Torrejón La Virgen de Luna. Bosquejo histórico, 1963, pág. 26). Es la que hace pocos años sucumbió víctima de un rayo, pero una hija suya, procedente de una de sus bellotas, ocupa su lugar. (Hay otra encina que también nació de una bellota de la encina del santuario, en el patio del Hospital de Jesús Nazareno de Villanueva de Córdoba.)

     No sabemos exactamente cuándo, pero sí que a mediados del siglo XIX Villanueva ya contaba con una casa propia en el santuario de la Virgen de Luna, a cuyo cargo estaba el Ayuntamiento. En la relaciones de bienes del Concejo en el Catastro de Ensenada (1752) el Concejo poseía tres casas, pero no se especifica que ninguna estuviera en el santuario.

     Siendo edificio en el santuario de propiedad municipal en el acta de la sesión celebrada el 10 diciembre 1865 por la corporación de Villanueva de Córdoba se exponía: “Por el señor alcalde se manifestó que según parte del Santero de la Hermita de Nra. Sra. de Luna la casa de dicho Santuario se hallaba en completa ruina, por haberse undido el tejado de ella, peligrando el resto del edificio si no se acude pronto a su reparación. Enterado el Ayuntamiento acordó que inmediatamente se proceda á la reparación de la casa del Santuario, y que en atención á la prontitud con que debe acudirse a la reparación, se proceda a ella por administración para evitar la dilación de una subasta que sería sumamente perjudicial a el edificio; y que mediante a no haber consignada cantidad alguna en el presupuesto vigente para atender a dicho reparo, se satisfaga del capital de imprevistos según las facultades que concede a esta corporación el artículo ciento dos de la Ley de Ayuntamientos, a cuyo efecto se autoriza al Primer Teniente de Alcalde Don Matías Moreno y Moreno para que vigile las obras, y se haga con la posible economía.


Acta del Ayuntamiento de Villanueva de Córdoba, 10-12-1865.

Las obras se consideraban de especial importancia, y de ahí que el Ayuntamiento tomara las medidas inmediatas por el modo más rápido que permitía la ley, sin tediosos trámites burocráticos. El edificio resultante debe ser el que se aprecia en algunas fotografías de la década de 1950, que fueron publicadas en la revista de la Hermandad.




La casa hospedería de Villanueva en el santuario de la Virgen de Luna, en una romería de la finales de la década de 1950.

     Al ser una secular propiedad municipal, al implantarse el Registro de la Propiedad la casa de Villanueva en el santuario de la Virgen de Luna fue inscrita en él. Por eso aparece en el inventario de bienes pertenecientes al municipio que dio Juan Ocaña Prados (Historia de la villa de Villanueva de Córdoba, 1911, págs. 366-367): Una casa hospedería del santuario de la Virgen de Luna, en el sitio denominado de La Jara, quinto de Navarredonda. Ocupa una superficie de 100 metros cuadrados y está comprendida dentro de los muros que guardan la ermita y otra casa hospedería que pertenece a Pozoblanco. Se halla inscrita en el Registro al folio 30 del tomo 272, libro 45, finca núm. 3.423, inscripción 1ª, y ha sido valorada en 500 pesetas.

     Pasado más de un siglo, la casa hospedería del santuario estaba amortizada y nuevamente en ruina, como escribía el alcalde Juan Blanco Mohedano en la Revista de Feria de Villanueva de Córdoba de 1971 (la primera que se celebraba en agosto): “Como todos sabéis, la casa-hospedería que el pueblo de Villanueva tiene en la ermita de la Virgen de Luna está en estado ruinoso y diría más, vergonzoso, por lo que quiero anticiparos que tenemos el proyecto de construir una nueva, que además de servir para la celebración de las fiestas en los días de la romería estará a la disposición de cuantos quieran servirse de ella para que tengan lugar bodas u otros actos de índole familiar o social.
Las obras se concluyeron pronto, pues en la Feria de Villanueva de Córdoba de 1972 daba cuenta el alcalde: “En el recuento de las obras municipales realizadas este año tenemos que anotar la terminación de las captaciones y electrificación del futuro abastecimiento de agua, la red de distribución que se está llevando a cabo, y la Casa Hospedería en la ermita de la Virgen de Luna”.
La nueva obra, a la entrada del recinto del santuario por el camino de Villanueva, quedó a la altura de las expectativas, pues al estar dotada de todos los elementos de nuestra arquitectura tradicional se integra plenamente en el paisaje de la ermita entre las dehesas, a la par que equilibra el conjunto arquitectónico.




     El interior, amplio, despejado y luminoso, permite, como decía el alcalde, la celebración de actos sociales, además de los convites anuales de la Hermandad tras las romerías. Destaca la calidad de su techo de bóveda de aristas, peculiar de las construcciones de los Pedroches, y cuenta con amplio pórtico que también permite realizar ceremonias al aire libre.

LA CASA DE LA HERMANDAD EN VILLANUEVA

     La Hermandad de la Virgen de Luna de Villanueva está rehabilitando para casa de la misma el antiguo local del Círculo Recreativo, en la calle Ramón y Cajal. El solar sobre el que se asienta es el más antiguo de tipo civil, que sepamos, en uso continuado en Villanueva, pues se remonta a antes de la independencia de Pedroche en 1553.

     El año anterior a la concesión del rango de villa, el 18-07-1552 el mayordomo del Concejo (encargado de la administración de los bienes del mismo), Anton Martin Serrano, dio cuenta de los gastos e ingresos del municipio, entre los que se encontraban seis reales y medio que pagó a Anton Lopez, carpintero, por ciertas obras “que hizo para la carneçeria desta villa”.


Pareçio por otro libramiento firmado del alcallde y escribano aver dado el dicho mayordomo a Anton Lopez, carpintero, quatro rreales de una esanpra que hizo para la carneçeria desta villa, y otros dos rreales y medio de una tablilla que puso al bajon de la dicha carneçeria”: Acta del Concejo de Villanueva de Córdoba, 18-07-1552.

     La carnicería se encontraba a la salida de la plaza, en la esquina del camino del Torno (nombre primigenio de la calle, hoy calle Ramón y Cajal) y a Obejo. La carnicería tenía la función de la del abastecimiento a la población de un bien básico, pues, como nos informa don Juan Ocaña Torrejón en su Callejero de Villanueva de Córdoba (pág. 92), hasta 1936 el mercado de abastos estuvo enclavado en la plaza.

     La carnicería tenía, además, una importante labor recaudatoria, para controlar la cantidad de consumo y pagar los impuestos pertinentes.

     Así, el 04-12-1592 Gonçalo Maduenno se obligaba de pagar a Juan Gonzalez de la Tejera, vecino de Córdoba, de 4.000 reales de plata castellanos “por la compra de la pierna de los borregos y cegajos dezmados y por dezmar perteneçientes a la dicha pierna del menudo de esta villa del presente año”. El diezmo era un impuesto que se pagaba sobre diversos productos. El más importante era el de cereal, pero también se pagaba por el vino, aceite o ganado, y en el Reino de Córdoba la carne se incluía en el denominado “menudo” del diezmo. La “tercia” del diezmo, dos novenas partes, correspondía a la hacienda real, siempre ávida de recursos. Usualmente se hacía un encabezamiento, un acuerdo de cuánto y cuándo había que pagar, y los municipios decidían si hacían un reparto entre los vecinos o se arrendaba el impuesto, en este caso el vecino de Villanueva pagaba una cantidad bastante importante por “la pierna del menudo” de borregos y cegajos, para controlar lo cual era importante que el Concejo contase con una carnicería.

     El lugar, a la entrada a la plaza por el camino del Torno y Obejo, mantuvo su ocupación a lo largo del tiempo, pues en la 23ª respuesta del Catastro de Ensenada (1752) decía el Concejo de Villanueva que “tiene por propios bienes de ella las casas de su ayuntamiento [el edificio de la Audiencia]; la escribanía de él; la cárcel pública en que está su pósito [el actual Ayuntamiento]; tres casas, que la una ha servido de cárcel; las carnicerías; corral de Concejo…”

     El tiempo fue haciendo mella en su estructura: en la sesión del ayuntamiento del 08-01-1865 el alcalde, don Francisco Herruzo Moreno, “dijo que el estado en que se encontraba el edificio matadero y carnicería de esta villa era casi ruinoso, y que careciendo de medios la municipalidad para su reparación, lo hacía presente al Ayuntamiento para que en su vista acordase lo más conveniente. Enterado el Ayuntamiento, y después de una larga discusión acordó: que se imponga un arbitrio a cada cabeza o res menor de cincuenta céntimos, y de cuatro reales a cada res mayor, con destinos estos productos a la reparación de aquel edificio”.
No debió de ser suficiente la medida, pues en la misma sesión en que se informaba de la caída del tejado de la casa del santuario de la Virgen de Luna, el 10-12-1865, el responsable del matadero, Justo Márquez, informaba que lo había cerrado por estar “amenazado su próximo undimiento” y evitar desgracias, entregando las llaves al Ayuntamiento. La corporación decidió que los alarifes de la corporación reconociesen el edificio y elaborasen un presupuesto.

     El 15-04-1866 la corporación municipal aprobaba el presupuesto para la construcción de la carnicería en la calle del Torno Baja “por la completa ruina del edificio existente”, que ascendía a 1.333 escudos con 70 milésimas.

     Nuevamente, el 07-10-1866, el concejal don Justo Márquez informó que “á virtud de la obra de la carnicería que se está practicando no había matadero, y se estaba en el caso de proceder a su construcción”. Otra vez por la corporación se “acordó que por el alarife del municipio José Pedrajas se forme el presupuesto de dicha obra”.

     Las obras comenzaron, pero parece que no con firmeza, pues el 10-02-1867 Francisco Luis de la Cámara y María de los Ángeles Bermudo “manifestaban los perjuicios ocasionados á sus casas por el hundimiento de la carnicería en construcción”. Se acordó que los peritos reconociesen la parte de la carnicería que había quedado en pie y derribar la considerada ruinosa, pero el 17 de dicho mes el arquitecto provincial disponía la demolición total de la carnicería por no ofrecer seguridad.

     Hubo intentos posteriores para rehabilitar la carnicería en la calle del Torno. En la sesión del ayuntamiento del 15-03-1868, se trató de “acordar los medios que se creyeran convenientes a ocupar la multitud de jornaleros que carecían de trabajo y poder sofocar así la crisis que amenazaba ya por el crecido precio que tienen los granos y también por la escasez de trabajos que a consecuencia de la sequía se experimentaba”. Se acuerda la transferencia de 2.729,209 escudos para reedificar la carnicería, pero como los jornaleros no podrían participar en dicha obra, se prefirió emplear ese dinero en los empiedros de caminos y calles, que generaban más mano de obra.

     El 21-11-1869 se decidía construir en el lugar una escuela, cosa que tampoco se llevó a efecto, pues el edificio de la Audiencia, sede tradicional del Ayuntamiento, quedó libre de tal función, instalándose dos escuelas en ella.

     El proyecto de reconstrucción del matadero de la calle del Torno quedó sin retomarse, convirtiéndose el lugar en un solar abandonado. Según informa don Juan Ocaña Torrejón en la última década del siglo XIX había desaparecido el casino Círculo de la Unión (frente al solar de la carnicería, en el edificio que ocupa hoy la Caja Rural, antes de Banesto), y al sentirse la necesidad de una asociación de este tipo, “vuelve la idea de vender por el municipio el solar de lo que había sido carnicería, adquiriéndolo y edificándolo con el propósito de que sirva a la futura asociación. Un grupo reducido de personas destacadas e influyentes acometen esta tarea con entusiasmo y sacada a subasta pública la adquieren con dicho fin esos señores de manera mancomunada, aunque figurase como rematante de la subasta don Juan Moreno Sánchez, según se desprende de escrituras de propiedad más modernas de las casas colindantes al señalar en éstas los linderos” (Juan Ocaña Torrejón, Villanueva de Córdoba en el siglo XIX. (Datos históricos), 1977, pág. 77).

     La obra, continuaba don Juan Ocaña, fue planeada y ejecutada por un maestro albañil de origen portugués, con apellido Barbosa, que ya había construido otros edificios en el pueblo sólidos y de gran firmeza. En la década de 1880 comenzó una gran actividad constructiva en Villanueva, y no solo se habrían nuevas calles con edificios de nueva planta, también se construyeron nuevos edificios en el casco antiguo, como es este caso.

     El lugar continuó con su fin de club social con el breve interludio de la guerra civil, en que según hemos oído decir sirvió de farmacia. Acabada la contienda continuó con su fin, hasta que la sociedad para el que estaba hecho, el Círculo Recreativo, dio por concluida su existencia.

     Estando el local cerrado y sin un uso previsible, las familias Herruzo Sotomayor, Reina Benítez y Torrico Torrico lo donaron generosamente a la Hermandad, que se ha hecho cargo de su remodelación.

     En definitiva un emblemático edificio, sobre un solar histórico, para una institución cuatro veces centenaria: la Hermandad de la Virgen de Luna de Villanueva de Córdoba.

domingo, 3 de mayo de 2020

La "Cruz de Pinchos" de la iglesia de San Miguel

     Hoy, 3 de mayo, es el día más apropiado para tratar de esta cuestión, pues en el calendario católico hoy es el día de la Invención de la Santa Cruz.


     Conocida popularmente como “Cruz de Pinchos”, se trata de una cruz de madera policromada en dorado, con espinas curvas que cubren todos sus lados, a modo de potencias que reflejan la Divina Majestad. Se ubica en un retablo construido ex profeso en 1997-98 por Santiago Lara, en la nave izquierda de la iglesia de San Miguel Arcángel, pegado al muro, en el arco formero que pega al crucero. En esta foto es adornada para el día de hoy:



     El estilo de la cruz es marcadamente barroco, y ya la teníamos documentada en un inventario parroquial de 1763, como integrante de los bienes de la Cofradía de la Santa Vera Cruz. El investigador de Pozoblanco D. José Luis González Peralbo, buscando información en los protocolos notariales de Villanueva de Córdoba, encontró más información de esta cruz y, con total amabilidad y generosidad, la puso a disposición de Luis Ochoa, y que divulgamos.

     En la carta de última voluntad fechada en 1695 de Pedro de Contreras, escribano público de Villanueva de Córdoba entre 1678 y 1712, manifiesta expresamente lo siguiente: “Declaro que la Santa Cruz Dorada que di de limosna a la Cofradía de la Santa Vera Cruz de esta villa por una promesa, fue voluntad de dicha mi mujer se pagase por de ambos y así no se les ha cargar su costo a mis herederos”. Pedro de Contreras se casó en 1673 con Marina López del Pozo, hija del también escribano público Miguel del Pozo Panadero. Así pues, la fecha de la construcción de nuestra cruz estaría entre 1673 y 1695.

     Nos comenta D. Juan Ocaña Torrejón en su Callejero de Villanueva de Córdoba [entrada “Calle Contreras"] que el escribano Pedro de Contreras era propietario de la Venta del Mercader. Fue también uno de los 33 hermanos fundadores de la Congregación y Hermandad del Señor San José en Villanueva, Hermandad a la que, por la profesión de su Santo Patrón, estuvieron muy vinculados carpinteros y aladreros, por lo que un donativo de esta naturaleza parece pertinente.

     Manifiesta asimismo en su testamento don Pedro de Contreras que desea ser enterrado en la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel de Villanueva de Córdoba, “en la capilla del Santo Cristo de la Vera Cruz, en la sepultura terriza que mis padres compraron en dicha capilla”. También manda “a la cofradía de la Santa Vera Cruz de esta villa dos libras de cera”. La relación que tenía don Pedro de Contreras con la Hermandad de la Santa Vera Cruz de Villanueva era ostensible, como demuestra la donación de esta cruz de madera dorada.

     La cofradía de la Santa Vera Cruz es una de las cuatro más antiguas de Villanueva, y ya existía en 1591. En el Callejero de Ocaña Torrejón encontramos información de esta Hermandad, de la que dice salía procesionalmente en el Santo Entierro, Jesús Resucitado y en las festividades de la Invención de la Santa Cruz (3 de mayo) y Exaltación de la Cruz (14 de septiembre). En el año 1632 se contrató al artífice Domingo Guayta para que les construya un retablo, importando las maderas, su transporte desde Almadén y la mano de obra del artista un total de 1.438 reales.

     De este culto a la Santa Vera Cruz derivan las populares fiestas de las cruces que se festejan el 3 de mayo, con altares callejeros  domésticos que se “vestían” con flores, en ocasiones hechas artesanalmente con hojas de estaño recortadas y moldeadas con calor. Es el caso de esta fotografía de inicios del siglo, de la cruz que había a la salida hacia Pedroche (exactamente donde hoy está la acera del parque junto a la parada de autobuses).



     Esta “Cruz de Pinchos” es de los escasísimos restos conservados del mobiliario religioso anterior a la Guerra Civil. El retablo de 1632 fue destruido, junto al resto de los retablos e imágenes que de albergaban en la iglesia de San Miguel, el 25 de julio de 1936, quemándose en la plaza. Si esta cruz se salvó es porque hasta entonces era costumbre que algunas imágenes se guardaran en domicilios particulares, bien porque pertenecían a esa familia bien porque eran miembros de la cofradía de las que eran titulares o las procesionaban. El dueño de la casa donde estaba la cruz en julio de 1936, al ver las circunstancias, decidió esconderla en su domicilio y, acabada la contienda, la restituyó a la parroquia de San Miguel.