En el dolmen de Las Agulillas

sábado, 9 de marzo de 2019

¿DÓNDE APARECIÓ EL TRIFINIUM DE VILLANUEVA DE CÓRDOBA? (CIL, II, 2349 = CIL II2/7,776)


La respuesta a la pregunta es, desde el siglo XVI: en el Pozo de las Vacas de Villanueva de Córdoba. Por lo que podríamos haber planteado la cuestión de otro modo: ¿dónde estuvo este Pozo de las Vacas?


     El trifinio de Villanueva de Córdoba es un documento básico en la historia del norte de Córdoba, pues demostraba la existencia de una población romana en los Pedroches durante el reinado del emperador Adriano: Solia.
     Conocido desde el siglo XVI, no fue hasta 1912 cuando el jesuita P. Fidel Fita hizo su transcripción correcta. De él escribió: “El trifinio de Villanueva de Córdoba es, a todas luces, un monumento de sumo precio desde el triple punto de vista histórico, jurídico y geográfico (Fita, 1912: 51). Desde el punto de vista histórico, dio a conocer la presencia en el norte de Córdoba del “pueblo –municipio o no– de Solia” (Stylow, 1985: 659), del que no había constancia en los textos de los escritores latinos conocidos. Geográficamente, pues nos permitía conocer de la administración territorial romana del territorio. Y jurídica también, pues el proceso al que dio lugar el trifinio fue avalado por la máxima instancia, el emperador Adriano.

     Se trata de un hito territorial que marcaba los límites conjuntos de tres municipios: Sacili Martialium (Alcurrucén, Pedro Abad); Epora (Montoro) y Solia (¿Virgen de las Cruces? El Guijo), las dos primeras junto al río Guadalquivir y la tercera al norte de la provincia de Córdoba.
     Dado su carácter básico, marcar dónde confluían los términos de las tres ciudades romanas, conocer dónde apareció es fundamental para la mejor comprensión e interpretación del documento.
     A mediados del siglo XVI el epigrafista Juan Fernández Franco (nacido en Pozoblanco, también en la comarca de Los Pedroches) escribía que en el llamado Pozo de las Vacas de Villanueva de Córdoba había una gran piedra “que poco ha la truxeron a la iglesia”, templo que entonces se estaba construyendo bajo la advocación de San Miguel, añadiendo que es mojón de término (Fita 1912: 38). El maestro de Fernández Franco, el humanista, historiador y arqueólogo cordobés Ambrosio de Morales, también cita en sus Antigüedades a “una lápida en la Xara con el patronímico de Solienses” (Ocaña Torrejón, 1962: 115). [Villanueva de Córdoba fue también conocida en los siglos XVI al XIX como Villanueva de la Jara, aunque nunca fuera éste su nombre oficial. El motivo es que se asienta en la Dehesa de la Jara, mancomunal a las Siete Villas de los Pedroches).
      El epigrafista Fita pudo hacer una transcripción en 1912 correcta gracias a las fotografías que le remitió el Secretario municipal, D. Juan Ocaña Prados. Un año antes, en 1911, Ocaña Prados publicó su obra Historia de la Villa de Villanueva de Córdoba, diciendo (Ocaña Prados, 1911: 47-50) que el lugar donde apareció el trifinio, el Pozo de las Vacas, está “situado entre el callejón de este nombre y el de Torrecampo, a distancia de 400 metros del pueblo aproximadamente, habiéndose conservado gracias al buen acuerdo que alguien tuvo de embutirla en el muro de la fachada principal de la iglesia, al lado izquierdo entrando en ella”. Cuando el edificio fue reconstruido en el siglo XVIII, el trifinio continuó embutido en la nueva torre.


(Fuente del Sordo, al este del camino de Villanueva de Córdoba a Torrecampo.)

     Todos quienes se han ocupado del trifinio asumieron (asumimos) el lugar que dijo Ocaña Prados. Pero al indagar en la biografía de Bernardo Moreno de Pedrajas (fundador del Hospital de Jesús Nazareno de Villanueva de Córdoba) he encontrado un documento que trata sobre el Pozo de las Vacas. En el tomo I del Libro de Hacienda de Seglares del Catastro de Ensenada, de mediados del siglo XVIII, vienen las propiedades de Bernardo y sus hermanos. Entre ellas figura (folios 826vº-ss) “una pieza de tierra de secano de prado en el sitio del Pozo de las Vacas, distante de la población 300 pasos… [que] consisten en una fanega y ocho celemines de cuerda de segunda calidad, producen pasto. Confronta a levante con el callejón que llaman de las Vacas, a poniente con Andrés de Luna, al norte con Bartolomé García de las Navas, al sur con el camino de Pedroche, y su figura es la del margen”. Es decir, que estaba en el extrarradio, pero a unos cien metros del límite la población, entre el camino a Pedroche y el Callejón de las Vacas.
     Por otra propiedad del padrastro de Moreno de Pedrajas, D. Bernardo Moreno y Luque, que también aparece en el Catastro de Ensenada (Libro de Hacienda de Seglares, tomo I, folios 803rº y 804vº), se sabe cuál era el límite de la población en 1753: “Una pieza de tierra de secano, murada, en el ruedo de la población, y consiste en 4 celemines de cuerda de primera calidad, y produce prado; confronta a saliente con el callejón de la Cuesta; a poniente con María Sánchez de Velasco, viuda de Miguel Capitán; al norte con José Fernández del Castillo, al sur con la salida de la calle Pedroche” (Esta parcela corresponde con el actual Convento de Cristo Rey). A mediados del XVIII el límite de Villanueva por este sector era la confluencia de las actuales calles Dolores Herruzo (Callejón de la Cuesta) con la de Pedroche. El Convento de Cristo Rey ya estaba en el extrarradio, en el ruedo de la población.
     Además, en el Catastro aparece otro topónimo, el Callejón de las Vacas, que también es conocido: en esa época la calle Casas Coloradas (nombre de la calle Bailén hasta que tomó este en 1864) iba desde las calles Juan Blanco a la de Egido. El callejón que continuaba prosiguiendo dicha calle (y que hoy en parte ya forma parte de la calle Bailén), era el Callejón de las Vacas.
     En el detalle de abajo de la hoja 881 del Instituto Geográfico y Estadístico de 1893 se observa que los límites de la superficie edificada de Villanueva eran las calles Pedroche y Bailén hasta su intersección con la de Egido:



     Los topónimos que aparecen en el Catastro que nos permiten ubicar la situación bastante aproximada del Pozo de las Vacas son inequívocos, inconfundibles. Pero también contradictorios con la situación que le daba Ocaña: de un lugar a otro hay casi setecientos metros, y en caminos diferentes. Según el Catastro de Ensenada, el Pozo de las Vacas estaría próximo a la actual parada de autobuses, entre el camino a Pedroche y el Callejón de las Vacas. Ocaña lo sitúa al noroeste, por el camino a Torrecampo.
     La Fuente del Sordo es un pozo ovalado al servicio de los caminos de la Mesta, que se adentraban en la actual Villanueva por el camino a Torrecampo, que está próximo al pozo. En el barrio se le conoce así, Fuente del Sordo. Me da la impresión de que solo los que hemos leído la obra de Ocaña llamamos Pozo de las Vacas al que la gente del barrio conoce como Fuente del Sordo.
    También me he encontrado en protocolos notariales de comienzos del siglo XIX, pocas décadas después del Catastro de Ensenada, que la Fuente del Sordo, a la salida a Torrecampo, era llamada así entonces.
     El 01-09-1867 el ayuntamiento de Villanueva decidía la composición de varios caminos a su entrada a la población para aliviar el desempleo existente. Uno de ellos, según se escribe en el acta de la sesión, fue "el de Torrecampo en la Fuente del Sordo". Es, evidentemente, el que Ocaña Prados llamó el Pozo de las Vacas.
     Sabemos que, por el lugar que indica el Catastro, a un centenar de metros del cruce de la calle Pedroche y el Callejón de la Cuesta, hubo un pozo (hoy en día tapado), en la acera sur de la calle Egido, a una quincena de metros de la esquina con la calle Pedroche (y que a mediados del XVIII era el camino para Pedroche).

(Pozo en la calle Egido, inmediato a la esquina con la calle Pedroche, en un plano de 1919.)

     Sobre este pozo de la calle Egido y la Fuente del Sordo escribe el hijo de Ocaña Prados, Juan Ocaña Torrejón (1981, 13-14): “Fuente del Sordo, denominado anteriormente ‘de las Vacas’ nombre que parece indicar tener señalados lugares para cada clase de ganados, pues induce a confirmarlo el que existe, aunque tapado, al final de la calle Egido y que se le conoció con el nombre ‘de los burros’ en la antigua Plazuela de los Esquiladores“. Quizá a finales del XIX o principios del XX al pozo de la calle Egido se le conociera como “Pozo de los Burros”, pero cuando se hizo el Catastro no había allí plazuela alguna, estaba en pleno campo.
     El único aval de que la Fuente del Sordo fue antaño el Pozo de las Vacas, donde se descubrió el trifinio, es la opinión de Ocaña Prados. Ante la evidente contradicción entre Ocaña y el Catastro, me parece más fiable este último, pues los datos eran aportados por personas peritas que conocían de sobra el lugar y sus microtopónimos. A Ocaña Prados se le debe el primer estudio histórico de Villanueva de Córdoba, pero no era natural del lugar, llegó como Secretario del Ayuntamiento, y pienso que buscó una situación para el Pozo de las Vacas que citaban los epigrafistas del siglo XVI. El lugar que señaló, conocido también como Fuente del Sordo, no estaba lejos del Callejón de las Vacas, pero tampoco inmediato, como a unos quinientos metros de él.


     Si esto fuera así, si el trifinio estuvo en el siglo XVI junto al camino a Pedroche, habría que buscar otros hitos que delimitasen los territorios de las tres ciudades romanas, pues la manida referencia a la divisoria de aguas de Guadiana y Guadalquivir ya no sería factible.
     Junto al pozo se cruzaban dos caminos históricos. El primero era el que por la calle Pedroche y Paseo de Andalucía se encaminaba a la capital histórica de los Pedroches, la villa de Pedroche. Formaría parte del camino que desde el Camino de la Plata (principal vía de comunicación entre el valle del Guadalquivir y la Meseta durante la Edad Moderna), transitaba por las actuales calles de Villanueva hacia Pedroche.
     El segundo, por las calles Egido e Industria, sería un ramal que se apartaba de la vía pecuaria que entraba desde Torrecampo, pasando por la Fuente de Juan Blanco (otro pozo ovalado de la Mesta) e iba por el Rongil y Obejo en dirección a Córdoba.
     Las referencias al uso de ambos caminos es de la Baja Edad Media, aunque podrían asentarse sobre antiguas vías romanas: el trazado principal de la Cañada Real Soriana por los Pedroches es el de una calzada romana en desuso durante gran parte de la Edad Media, y rehabilitada y puesta en uso en el siglo XIV.
     Sea como fuera, las puertas quedan abiertas.