En sus algo más de cinco siglos de existencia la
población de Villanueva de Córdoba ha tenido que afrontar distintas epidemias:
peste en 1649; de paludismo en 1679; tifus exantemático en 1684 y 1738; nuevamente malaria en 1785-1787 y 1804; viruela en
1827, 1839 y 1874. Al menos se libraron de la fiebre amarilla de
1804, y de las cuatro oleadas de cólera en el siglo XIX que asolaron España.
Pero la gripe de 1918 ocasionó 107 muertes solo en Villanueva. Así que la
pandemia actual de este siglo XXI no es algo nada nuevo.
Ya afirmó Cicerón que la Historia es testigo de los
tiempos y mensajera del pasado. Podemos recordar a la epidemia que más miedo
produjo en los primeros siglos de historia jarota: la peste.
La peste.
La peste es una enfermedad causada por una bacteria,
Yersinia pestis, y fue responsable de
la pandemia que estalló durante el reinado de Justiniano (siglo VI), y de la
gran pandemia medieval de 1346-1353. En principio su principal reservorio eran
roedores de Asia central, aunque a lo largo de su historia evolutiva tuvo tres
mutaciones que le permitieron ampliar su rango de acción: la primera le
permitía inyectar a las células unas proteínas que inutilizaban el sistema
inmunológico; la segunda creó una enzima que la hizo capaz de invadir los
tejidos profundos; con la tercera creaba una biopelícula que le permitía
sobrevivir en el estómago de las pulgas. “Cuando la ruta digestiva quedaba bloqueada, las
hambrientas pulgas mordían desesperadamente en busca de comida y en el proceso
regurgitaban bacterias en nuevas víctimas. Esta adaptación genética permitió a
la Y. pestis utilizar con mucha más facilidad vectores artrópodos para saltar de un
huésped a otro y la convirtió en un viajero sumamente eficiente” (Kyle
Harper, El fatal destino de Roma,
pág. 252).
Esta capacidad de viajar en las pulgas le permitió
saltar desde sus huéspedes tradicionales, roedores asiáticos como jerbos y
marmotas, a otros tipos, como la rata negra (Rattus rattus), una especie asiática que llegó a Europa en la época
romana republicana tardía, hacia el siglo II a.C. “Sus hábitos, su personalidad y sus
poblaciones masivas la convierten a la vez en una víctima indefensa de la peste
y en un recluta involuntario para la propagación de la bacteria. No es una
reserva permanente ideal, pero sí de especial importancia para facilitar
pandemias humanas. La peste negra es inseparable de la historia de la peste tal
como la conocemos…
En el siglo VI las condiciones genéticas y ecológicas previas se
alinearon con mortíferos resultados… La difusión de la rata negra y la conectividad
del imperio sentaron las bases para la propagación de una cepa letal de Y. pestis a escala
pandémica… La cepa que ocasionó la
primera pandemia habría surgido de un lugar ancestral situado en las tierras
altas de la China occidental” (Kyle Harper, El fatal destino de Roma, págs.
254-257), logrando llegar hasta Pelusio, en el extremo occidental del delta del
Nilo en el año 541. Desde aquí se expandió por el norte de África, Próximo
Oriente y Europa, causando estragos. Según el contemporáneo Juan de Efeso solo
en Alejandría produjo 300.000 muertos en una población de medio millón de
habitantes.
La del siglo VI fue la primera gran pandemia de
peste en Europa. La segunda, en el siglo XIV, marcaría toda una época,
convirtiéndose en uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Se estima que la
Peste Negra medieval acabó con la vida de la tercera parte de la población
europea. A pesar de estas cifras catastróficas, lo paradójico es que “los humanos son
tan solo víctimas fortuitas atrapadas en el fuego cruzado de lo que en realidad
es una enfermedad de roedores. Desde la perspectiva de la bacteria somos
tristes huéspedes, ya que tenemos tendencia a morir antes de que la
concentración de bacterias en sangre sea suficiente para que las pulgas la
lleven a futuras víctimas. La mayoría del tiempo, un ser humano infectado de
peste es una terminal, no un transmisor” (Kyle Harper, El fatal destino de Roma, pág. 250).
La peste en los Pedroches.
En su Callejero
de Villanueva de Córdoba (1972, pág. 5) don Juan Ocaña Torrejón recogía que
“la tradición
nos dice que el primer núcleo de pobladores de nuestra villa lo constituyó el
grupo de vecinos que huyendo de la peste en el año 1361 vinieron a establecerse
en estas tierras, quedando definitivamente en ellas. Otros testimonios nos
dicen que mucho antes de esta fecha ya había moradores en estos lugares…”.
En realidad, eso es lo que escribió en 1840 Luis
María Ramírez y las Casas-Deza en su Corografía
histórico artística de la provincia y obispado de Córdoba, pero
refiriéndose a Torrecampo: “Es tradicion que despues del año de 1236 en que fué
conquistada Córdoba, algunos vecinos de Pedroche buscando terrenos que cultivar
más feraces y productivos que los de su pueblo, hicieron varios caseríos hacía
el norte á no mucha distancia del lugar que ocupa Torre-campo; y que despues
los que huyendo de una peste horrorosa (que fué sin duda la que principió en
1345 y corrió todo el globo) emigraron de su patria Pedroche, y se unieron á
dichos colonos, hicieron asiento permanente en aquel parage…”.
(Villanueva de Córdoba tiene un origen muy posterior a la gran peste del siglo XIV, pues
comenzó a poblarse por la década de 1480 y, como adelantó Ocaña Torrejón, nació
a consecuencia de los caminos).
No sabemos en qué medida la Peste Negra afectó a los
habitantes de entonces de los Pedroches, ni cuánto hay de cierto de su
importancia en la fundación de Torrecampo, pero sí que el temor a ella quedó
reflejado en la toponimia religiosa de la comarca, pues en todas y cada una de
las Siete Villas de los Pedroches existía bien una ermita, bien la parroquia,
bajo la advocación de San Sebastián, tradicional abogado contra la peste.
La ermita de San Sebastián de Villanueva se hizo pronto, apenas cuarenta o cincuenta años
después de que el lugar comenzara a poblarse, pus ya consta en documentos de
1534. Su ubicación no fue arbitraria, al pie del camino a la Campiña, que
comunicaba a Pedroche con el camino real de la Plata (la principal vía de
comunicación entre el centro de la Meseta y el Valle del Guadalquivir en le
Edad Moderna), y casi fuera del lugar, lo que le permitía servir de lugar de
cuarentena para personas sospechosas de portar la peste. Además, San Sebastián
era el especial protector contra la peste (al igual que lo había sido Apolo en otra
epidemia que asoló el imperio romano en el siglo II d.C.).
Después de la terrible Peste Negra del siglo XIV la
provincia de Córdoba se vio afectada cíclicamente por nuevas epidemias de la
enfermedad. José Luis Fortea Pérez (Córdoba
en el siglo XVI) y Juan Ballesteros Rodríguez (La peste en Córdoba) han analizado su incidencia provincial, de la
que se deduce que en contadas ocasiones llegara a atacar a alguna villa de los
Pedroches. La provincia cordobesa se vio afectada sobre todo en 1523, 1583,
1600-1602, 1648-1650 y 1680-1682.
Solo tenemos noticia de que la peste atacara a dos
villas de las siete de los Pedroches en la epidemia de 1648-1650. Casas-Deza,
en su Corografía… escribía que en
Alcaracejos “en
la peste que se padeció en 1649 murió la tercera parte del vecindario, por lo
que se arruinaron muchas casas y calles de que aun se ven los vestigios.”
Juan Ballesteros Rodríguez (La peste en Córdoba) incluye a Villanueva de Córdoba entre las
poblaciones afectadas en 1649, sin aportar más información.
(Juan Ballesteros Rodríguez, La peste en Córdoba, pág. 133.)
En la serie de nacimientos de la segunda mitad del
siglo XVII se observa que la tendencia lineal aumenta en todo el periodo, desde
una media de 123 anuales al comienzo a 152 a finales de siglo. En 1650 y 1651
los nacimientos disminuyen a 108 y 101, respectivamente, pero a partir de 1652
vuelven a remontar en número durante una década.
En cuanto a los matrimonios, es previsible que tras
una epidemia aumentase el número de viudos, incrementándose el número de nuevas
uniones. Es lo que ocurrió, de los 18 matrimonios de 1650 se pasó a 42 en 1651,
y 50 en 1652, volviendo a recuperar su número normal a partir del año
siguiente.
Los descensos en las series de nacimientos y
matrimonios del año 1650 son notables, pero si se observa el gráfico se ve cómo
hubo otro momento, entre 1678-1685, en que los nacimientos descienden aún más.
En este caso la causa fue la concatenación de malas cosechas durante varios
años consecutivos y “nuevas” enfermedades (paludismo y tifus). Esta combinación
parece que resultó más desastrosa que la peste de 1649. Si en esa ocasión se
hubiera producido una alta mortalidad, con una disminución notable de los
individuos reproductores, el número de nacimientos en años posteriores hubiera
sido muy inferior al que ocurrió.
Parece pues que la peste de 1649 no tuvo una
especial relevancia en Villanueva de Córdoba en cuanto al aumento de la
mortalidad, como sí parece que ocurrió en Alcaracejos. Otras villas de los
Pedroches se libraron del mal, lo que atribuyeron a la protección de santos
intercesores, a los cuales le mostraron su agradecimiento: el voto a San Roque
de Torremilano:
“El
día 26 de junio de 1650 se congregaron en la iglesia de Santa María (actual
parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción), el Clero, Cabildo, Justicia,
Regimiento y numerosos vecinos de la antigua villa de Torremilano para, en
presencia de Jesús Sacramentado, elegir a San Roque como patrono perpetuo de la
villa, en acción de gracias por haberles librado de la peste mediante su
intersección y para que mediara por los entonces habitantes de Torremilano y
por los que en adelante lo fueran, pues hacía ya muchos años que los vecinos de
Torremilano, temerosos del mal de la peste, dedicaron imagen, ermita y cofradía
a San Roque, “con que no hay memoria de que se haya padecido en esta villa el
dicho mal”. Y prometieron honrar y guardar el día y fiesta de San Roque todos
los años, ellos y sus sucesores, así como celebrar dicha fiesta “con público
regocijo para mayor memoria y recordación de este voto; y para ello, cada
vecino pagará veinte y cuatro maravedíes cada año al obrero y mayordomo del
dicho santo”. Como la cofradía de San Roque, por tradición antigua, el 16 de
agosto le decía vísperas, maitines y misa en su ermita y, para mantener dicha
costumbre y devoción, resolvieron celebrar la fiesta con vísperas y misa
solemne en la iglesia de Santa María, en la que estaban reunidos, a la que
llevarían en procesión la imagen del santo, después de la función religiosa de
la cofradía. Ésta de 1650 fue la primera ocasión en que los vecinos de
Torremilano celebraron la festividad del patrono de la villa.” (https://dostorres.es/voto-de-san-roque/)
Años después, a finales de la década de 1670, la
peste volvió a presentarse en algunos lugares de España, y las autoridades
locales de los Pedroches tomaron medidas para evitar el contagio.
Medidas: confinamientos y prohibición de corridas de toros.
La gente de la Edad Media y Moderna a la que le tocó
lidiar con la peste nada sabía de bacterias, o de la importancia de la pulga y
la rata para su propagación. Para ellos la peste, además de ser un castigo
divino por sus pecados, estaba originada en una conjunción astral de Saturno,
Júpiter y Marte, que producía una corrupción del aire que era la causa de la
peste. No es extraño pues que peste sea una palabra polisémica, que da nombre
tanto a la enfermedad como a un olor fétido. De ahí que hubiera medidas encaminadas
a purificar el aire, bien eliminando
las acumulaciones de basura, bien quemando plantas aromáticas como romero y
tomillo.
Por esta teoría aerista de la peste el Concejo de
Pozoblanco ordenó el 17-03-1687 “que no se pueda quemar estiércol ni paja ni otras cosas
que causen mal olor, y que la basura se llebe al campo, desbiado del cerro,
donde no puedan perjudicar sus malos olores…” (García Herruzo y
Carpio Dueñas, Pozoblanco en sus actas
capitulares, pág. 283).
“La concepción aerista de la enfermedad, heredera de la
antigüedad, gozó de enorme predicamento en la medicina oficial de la época.
Pero la realidad del contagio era tan evidente y estaba tan enraizada en la
población que esa misma palabra sirvió de sinónimo de la peste… La idea de su
transmisión por contagio directo de personas y mercancías está claramente
expuesta y sobre esa realidad evidente actuarán las autoridades… De esta forma,
las ciudades se aislarán unas de otras, se supervisará la procedencia de
viajeros y mercancías, se atenderá a que los mercados estuviesen bien provistos
de mantenimientos, se establecerán medidas de cuarentena para enfermos y familiares, se
hará, en definitiva, todo lo posible para poner muros al contagio… En el siglo
XIV el médico almeriense Ibn Hatimah advertía que ‘la mortalidad es menor en
las ciudades que prohíben la entrada a los viajeros procedentes de otros
lugares’. Esta observación empírica será, en lo sucesivo, ampliamente
reproducida… Uno de los recursos más generalizados para asegurar el aislamiento
era el exigir a todo viajero la presentación de testimonios de salud de los lugares de donde procedían”
(Fortea, 1981, 189-197).
En 1678 la peste volvió a hacerse presente en
algunas partes en Málaga, extendiéndose al resto de Andalucía. Aún se tenía
vivo el recuerdo de la última epidemia en los Pedroches, en 1648-1650, por el
que el Concejo de Villanueva tomó en noviembre de ese año las medidas
habituales, como se refleja en las actas capitulares:
“Sobre que no se introduzcan personas afectadas de peste.
En la villa de Villanueva de Córdoba, a doce días del mes de
noviembre de 1678 años, sus mercedes, Pedro Martín Pozuelo y Martín Muñoz de la
Cámara, Alcaldes Ordinarios; Juan de la Cruz del Castillo y Pedro Díaz de Luna,
Regidores, Oficiales del Concejo de esta villa, dijeron que por la noticia que
se ha tenido de la falta de salud y enfermedades contagiosas que hay en algunas
ciudades y lugares del Reino, se ha mandado cercar y cercado las bocacalles de
esta villa, y se han puesto guardas para que ninguna persona pueda entrar en
ella sin testimonio ni despacho legítimo donde conste venir de parte donde hay
salud, y es así para que los vecinos de esta villa no den mal ejemplo, ni
quebranten los cercados y tapias para que los demás que no lo son pretendan
hacer lo mismo, y por ello suceda alguna desgracia infectándose la salud, que
Dios nuestro señor es servido dar en esta villa. Tanto que vía de buen gobierno
en la mejor ha lugar en derecho, mandaron se publique por voz de pregonero en
la plaza pública y demás cantones acostumbrados que ningún vecino ni forastero
sea osado a salir ni entrar en esta villa si no es por las puertas que se han
dejado para su comercio pena de mil maravedís y tres días de cárcel al que lo
contrario hiciere y quebrantare las cercas y tapias…”.
Acta capitular del Concejo de Villanueva de Córdoba
sobre medidas para que no se introduzcan personas afectadas de peste.
12-11-1678.
El Concejo de Pozoblanco tomaba el 07-06-1680
medidas similares:
Además de estas medidas preventivas, otras que tomaron los concejos era contar con los recursos sanitarios necesarios, algo de lo que se percató José Luis González Peralbo: “Una prueba más del pánico que comenzaba a afectar a la zona es que buena parte de las villas de los Pedroches se afanó en la contratación inmediata de facultativos de la salud. Pozoblanco, en concreto, escrituró convenio en el citado 1680 con un nuevo médico –Pedro Fernández Calero- y un nuevo boticario –Juan Francisco Birto Buitrago, que traslada su farmacia desde Torremilano-. Conocemos otros ejemplos de la comarca en igual sentido y en las mismas fechas” (José Luis González Peralbo, “Rivalidad entre Pozoblanco y Villanueva por la Virgen de Luna. El pleito iniciado en 1681”, Boletín de la Cofradía de Nuestra Señora de Luna de Pozoblanco, 33, 2008).
(fol. 16rº) Estando en
las Casas del Ayuntamientto desta villa de Pozoblanco en siete dias del mes de
junio de mill seiscientos y ochenta años juntos en su ayuntamientto sus
merzedes los señores lizenciado Don Pedro Camacho Madueño, abogado de los
Reales Consejos, Governador y justicia maior destas Siete Villas de Los
Pedroches y de La Conquista, Antonio Venitez Bejarano, Juan Moreno de Pedrajas,
alcaldes hordinarios, Miguel Sanchez Cantador, Juan Porras de Sepulveda,
rexidores, y Alonso Lopez de la Torre, procurador sindico del Conzejo, todos
capitulares del y asi juntos y congregados acordaron y dijeron que por quanto
la peste y contajio que se a padezido estos años pasados en algunas ziudades,
villas y lugares de Andaluzia este presente se a thenido notizia se ba
estendiendo y azercando mucho y se deven poner para la preservazion desta
reppublica los medios mas eficazes que ser puedan asi dibinos como umanos y
poniendolo en efecto y dando prinzipio a esta probidenzia sus merzedes
acordaron lo siguiente.
Que se zerquen todas
las bocas calles desta villa y se barden de forma que no pueda entrar persona
alguna a pie ni cavallo por ninguna dellas de forma que solo tenga comerzio
esta villa por las puertas que se señalaren para ello.
Y asi mismo acordaron
que respecto de thener muchas casas de los vezinos desta villa, postigos que
salen al campo (fol. 16vº) y asi mismo otras las paredes de los corrales de chalidad
que las pueden saltar y abanzar a pie y a cavallo y otros bezinos tienen
guertos y zercados en la misma conformidad se les notifique a todas las
personas cuias casas tienen postigos dentro, zercas, guertos y corrales en la
conformidad referida se les notifique dentro de segundo dia tapien los dichos
postigos y asi mismo las zercas y corrales quedando todo de forma que por ellas
no pueda entrar persona alguna theniendo de altor dos tapias con aperzevimiento
que no haziendolo se les apremiara a ello y se haran a su costa las dichas
zercas y tapias de postigos.
Asi mismo acordaron que
aya en esta villa solo dos puertas para su comerzio que es la una la del Pilar
y la otra la de el Callejon de la Yndiana en las quales an de asistir dos
guardas una maior y otra menor los que por este cabildo se nombraren los quales
an de entrar a las quatro de la mañana y an de asistir hasta el segundo dia a
la mema ora sin hazer ausenzia de dichas
puertas si no es a ora de comer a medio dia que a de ser a las doze para
lo qual an de zerrar la puerta con su llave y an de bolver a las dos a dicha
puerta.
Asi mismo acordaron que
por una de las dos puertas sea solo a donde se rezivan los testimonios la qual
a de ser la dicha del Callejon de la Yndiana escepto los que binieren con
harina, trigo y azeitte que traiendo sus testimonios lexitimos an de entrar por
la Puerta del Pilar en considerazion de la mucha utilidad que se le sigue a
esta villa de que la socorran con estos alimentos (fol. 17rº) pues de otra
forma obligandoles a dar la buelta que ay para yr a la otra puerta se ponia en
ocasion de que se fuesen a otras villas.
Asi mismo acordaron que
para la maior custodia desta villa tengan obligazion las guardas y diputados
que asistieren a las puertas de zerrarlas a la ora que queda referida de dia o
de noche a las diez della sin abrirlas a persona alguna sin lizenzia espresa de
la justicia hasta las quatro de la mañana.
Asi mismo acordaron que
respecto de ser el trato mas jeneral en esta villa el labrar ropa y paños y
este jenero ser de chalidad que perzibe en si qualquiera mal contajioso que
para que aya de entrar en esta villa la lana a de ser de las que estubieren
linpias y sanas constando por testimonio que son dellas y los que las trujeren
se detengan en la puerta y el diputado della no los dexe entrar hasta que por
los señores capitulares deste Cabildo se reconozcan los testimonios y se provea
sobre ello lo que conbiniere.
Y respecto de que
algunos vezinos desta villa hasta aora an hecho algunos biaxes por ropas al Puertto
y otras partes acordaron que ningun vezino no continue en dichos biajes pena de
dos años de destierro y en la puerta destinada en esta villa no se les deje
entrar.
Todo lo qual sus
merzedes mandaron se guarde, observe, cumpla y ejecute y todo lo demas que estrajudicialmente
sus merzedes acordaren en esta raçon para su maior azierto y que los gastos que
en esta raçon se hizieren y causaren se libre de propios deste Conzejo y que el
presente escribano (17vº) en las puertas destinadas ponga testimonio con
precauzion de las condiziones que requieran saver los diputados dellas para que
las observen y executen y lo firmaron =".
En aquellos tiempos se creía que uno de los medios del contagio era la ropa, de ahí las medidas relacionadas con el comercio de la lana. Pero interrumpir ese abastecimiento en una localidad como Pozoblanco, que basaba su economía en "labrar ropa y paños", suponía un desastre, como le exponía al Concejo el procurador síndico de la localidad el 26-07-1680:
"(fº 34r) Yo, Alonso Lopez de la Torre, procurador
general sindico desta villa, en nombre de todos los veçinos della ante vuestras
mercedes como mas aya lugar de derecho. = Digo que por (mandato de) vuestras
mercedes esta prohibido entrar lana en esta villa de fuera parte de qualesquiera
lugares, assi achacosos como sanos, por qualesquiera personas assi veçinos como
forasteros, lo qual a sido y es en grave perjuizio de los veçinos y contra la
utilidad publica deste Conçejo por las causas y raçones siguientes. Porque como
es notorio y a todos consta el prinçipal trato de esta villa y donde mas
personas se ocupan, se entretienen y trabaxan, y de que mas probecho y utilidad
viene comunalmente a todos los moradores, es de el obraxe y fabrica de los
paños, pues se a experimentado (muchas veçes) que quando este cessa [o anda]
poco corriente se an hallado todos, en particular los pobres, muy alcanzados y
desvalidos, sin poder pagar (los pechos) a Su Magestad ni prevenir el alimento
corporal quotidiano como se vee oy sucediendo esto mesmo, y que para remedio de
tantas neçesidades cada uno que tiene malbarata sus heredades malbendiendo y
tomando çensos sobre ellas, y el que no las tiene haze lo mismo en sus bienes
muebles y alajas de casa, y las mas veçes no halla por estas ni por otras vias
de donde remediarse, sino (es) del trato y comerçio referido. Y aunque ay el
trato de los ganados este es muy corto y de poca utilidad, y solo es de alguna
a sus dueños y no a otros porque luego que venden tienen el dinero parado (mucho
tiempo) hasta que buelben a emplear (en) ganado nuevo, y asi no aprobecha a
todos en comun, si solo a algunos veinte personas que tratan. = Y porque con la
baxa de la moneda y aver tan poco dinero, y con los muchos años que an venido
tan esteriles y calamitosos an venido los veçinos en tan grande quiebra y
disminuzion de sus haçiendas y caudales que si no buscan lana fuera fiada o por
el dinero con algunas combeniençias en lugares buenos y sanos abran de pereçer
o dexar esta villa desierta. = Y porque en esta villa se desquila alguna lana
es muy poca respecto de ser tan grande el trato y quando se a permitido no a
çesado de entrar forastera y toda se a gastado en dicha fabrica, y aun con todo
eso ha faltado muchas veçes. Y prohibiendose del todo (fº 34v) la entrada no
abra ningun cosechero que la quiera vender si no es a muy muy (subre) preçio de
manera que no la podran [arear] los fabricadores, antes si [perder] muc[ho] y
cesara del todo el dicho trato en grave perjuiçio de los veçinos y de Su
Magestad por la imp[osi]bilidad de pagar sus tributos y de los recojedores de ellos,
y finalmente de toda esta republica porque =
Supplico a vuestras mercedes que contestando por
testimonio de escrivano que de fee con todas las circunstancias que se
requieren para el buen gobierno y guarda de esta villa por la lana que a ella
se truxere de la villa de Palma, por ser de aquella con esta el m[a]yor
comerçio y mas util y provechoso, o de otro qualquier lugar desde el rio de [Gua]dalquivir
aca que no padezca achaque, y de toda La Mancha y Estremadura, mande se abra el
comerçio y se permita entrar la dicha lana, o que se haga cabildo abierto
llamando a todos los veçinos a sonido de campana como es costumbr[e], y que a
los mas votos se determine sobre ello lo que mas combenga oy en todo el dia,
por ser caso que no sufre dilaçion. Y de lo contrario hablando con el respeto
de[bi]do apelo por ante Su Magestad y pretesto los daños, perjuicios e
yntereses de los veçinos. Y pido testimonio, justicia etcetera y juro lo
necessario =".
El Concejo permitió que siguiera entrando lana de lugares donde no hubiera contagio. Como se observa, el conflicto entre salud y economía no es actual.
Al año siguiente la peste continuaba en España, y el procurador síndico de ese año de Pozoblanco, Bartolomé Muñoz Bravo, pidió al Concejo que se hicieran rogativas a la Virgen de Luna y volviera a cercarse el pueblo dejando puertas para el comercio:
"Bartolome Muñoz Bravo, procurador sindico y general deste Conzejo, digo que la peste y contajio que se padeze en algunas çiudades, villas y lugares de la Andaluzia e tenido notizia ba en aumento y para que en esta villa seamos preserbados del mediante la dibina misericordia es nezesario solizitar i poner todos los medios asi divinos como umanos aziendo nobenarios y rogativas a Nuestra Señora de Luna patrona desta villa ymajen propia della trayendola de su santuario a la parrochial de ella a donde los fieles le rindan los devidos obsequios para que ynterçeda con su presiosisimo hijo nos libre desta epidemia y a los que la padezen le por libre y consuele =
Por tanto a vuestras merzedes pido y supplico den probidenzia de que se trayga a esta billa dicha santa ymajen de Nuestra Señora de Luna para que se le agan los nobenarios y rogativas que [llevose siendo] pues asi se a acostumbrado en esta villa sienpre que se a estado en alguna aflizion o trabajo comun disponiendo asi mismo se çerque esta dicha villa dejando las puertas nezesarias para su comerzio donde se pongan personas para su guarda...".
Al año siguiente la peste continuaba en España, y el procurador síndico de ese año de Pozoblanco, Bartolomé Muñoz Bravo, pidió al Concejo que se hicieran rogativas a la Virgen de Luna y volviera a cercarse el pueblo dejando puertas para el comercio:
"Bartolome Muñoz Bravo, procurador sindico y general deste Conzejo, digo que la peste y contajio que se padeze en algunas çiudades, villas y lugares de la Andaluzia e tenido notizia ba en aumento y para que en esta villa seamos preserbados del mediante la dibina misericordia es nezesario solizitar i poner todos los medios asi divinos como umanos aziendo nobenarios y rogativas a Nuestra Señora de Luna patrona desta villa ymajen propia della trayendola de su santuario a la parrochial de ella a donde los fieles le rindan los devidos obsequios para que ynterçeda con su presiosisimo hijo nos libre desta epidemia y a los que la padezen le por libre y consuele =
Por tanto a vuestras merzedes pido y supplico den probidenzia de que se trayga a esta billa dicha santa ymajen de Nuestra Señora de Luna para que se le agan los nobenarios y rogativas que [llevose siendo] pues asi se a acostumbrado en esta villa sienpre que se a estado en alguna aflizion o trabajo comun disponiendo asi mismo se çerque esta dicha villa dejando las puertas nezesarias para su comerzio donde se pongan personas para su guarda...".
El 14-08-1681 el Concejo de Pozoblanco aprobaba que se trajera a la Virgen de Luna desde su santuario, pero nada dispuso sobre volver a cercar la población.
Además de estas medidas preventivas, otras que tomaron los concejos era contar con los recursos sanitarios necesarios, algo de lo que se percató José Luis González Peralbo: “Una prueba más del pánico que comenzaba a afectar a la zona es que buena parte de las villas de los Pedroches se afanó en la contratación inmediata de facultativos de la salud. Pozoblanco, en concreto, escrituró convenio en el citado 1680 con un nuevo médico –Pedro Fernández Calero- y un nuevo boticario –Juan Francisco Birto Buitrago, que traslada su farmacia desde Torremilano-. Conocemos otros ejemplos de la comarca en igual sentido y en las mismas fechas” (José Luis González Peralbo, “Rivalidad entre Pozoblanco y Villanueva por la Virgen de Luna. El pleito iniciado en 1681”, Boletín de la Cofradía de Nuestra Señora de Luna de Pozoblanco, 33, 2008).
A esta búsqueda de profesionales sanitarios se debe
la decisión del Concejo de Villanueva tomada el 28-02-1678:
“En la villa de Villanueva de Córdoba, en 28 días del mes
de febrero de 1678 años, sus mercedes Bartolomé Sánchez Pescuezo y Pascual de
Vacas Pozuelo, Alcaldes Ordinarios; Francisco de Contreras y Pedro Martínez
Moreno, Regidores Oficiales del Concejo de esta villa, dijeron que por cuanto
don Francisco Fernández de Castro, doctor de medicina que asiste en esta villa
con salario cerrado para la curación de los enfermos vecinos de ella, ha hecho
trato y asiento con la villa de Pedroche de ir a visitar los enfermos de ella
dos días en la semana, con el cual dicho asiento se ha experimentado hace mucha
falta a la curación de los enfermos de esta villa, y aunque este Concejo le ha
requerido cese en el concierto que tiene hecho con dicha villa de Pedroche, no
lo hace, antes si continúa el ir, como hizo el día de ayer dejando tres o
cuatro enfermos de cuidado sin la asistencia que se requiere, por tanto dijeron
que mandaban y mandaron se le notifique no cobre el salario que esta villa le
da desde hoy, para que si gustare de ir hasta Pedroche lo haga, o tome la
resolución que convenga a su bienestar, que sus mercedes, por dichas razones y
otras que les asisten, acuerdan no cobra ni se le dé salario a dicho don
Francisco desde hoy en adelante, y que si algo se le debe se le pague luego y
sin dilación, y así lo proveyeron, mandaron y firmaron.”
Según un censo para reclutamiento de soldados (Calvo
Poyato J. (1983): “Medio siglo de levas, reclutamientos y movilizaciones en el
reino de Córdoba”, Axerquía 7) en
1694 Pedroche contaba con 262 vecinos, y Villanueva con 837. El médico don
Francisco Fernández de Castro tuvo que decidir a cuál de las dos poblaciones
atender.
El de 1682 fue el último asalto de la peste a los
Pedroches, aunque a cambio otras “nuevas enfermedades”, no menos dañinas, le
tomaron el relevo: tifus y paludismo.
En 1738 una nueva epidemia afectó a Villanueva,
existiendo constancia que también lo hizo en la capital cordobesa. Los jarotes,
viendo el buen resultado que les había ido a los de Torremilano con San Roque,
los emularon fundando ese año una cofradía bajo su advocación (Juan Ocaña
Torrejón, Callejero…, pág. 88).
San Roque era un noble provenzal del siglo XIV que
vendió sus bienes y viajó por Italia, cuidando a los afectados por la peste.
Fue canonizado en 1584, por lo que es un santo mucho más reciente que San
Sebastián, mártir de los primeros tiempos del cristianismo, y con quien
compartía su carácter antipestífero.
Aunque, a pesar de la elección, no fue la peste la causa de la epidemia de 1738, sino que, como vimos en otro artículo, fue por una “fiebre maligna catarral”, una forma de
la época de denominar al tifus exantemático.
En 1720 hubo noticia de que la peste había llegado
al puerto francés de Marsella, que no llegó a afectar a nuestra tierra. El Rey
Felipe V envió a los corregidores una serie de medidas a tomar para prevenir el
contagio, entre las que se incluía la prohibición de asistir a corridas de
toros y comedias, para evitar acumulaciones masivas de gente.
Como se aprecia, hay una gran similitud entre las
medidas adoptadas hace más de tres siglos con la situación creada con el estado
de alarma actual: inmovilización de la población, guardas controlando el cierre
urbano, espacios concretos habilitados para el comercio, fuertes multas y
sanciones para los incumplidores... Incluso pasaportes sanitarios, llamados testimonios de proceder de lugares no
afectados, y prohibición de espectáculos públicos; y el debate por las medidas que podían confrontar salud y economía. Nada nuevo bajo el sol.
PS.- Agradezco a Javier Torralbo Gallego los documentos que me ha facilitado del Concejo de Pozoblanco para elaborar este artículo.
PS.- Agradezco a Javier Torralbo Gallego los documentos que me ha facilitado del Concejo de Pozoblanco para elaborar este artículo.