Así, a modo de Plutarco con sus Vidas paralelas, hay similitudes entre Heinrich Schliemann y Ángel
Riesgo Ordóñez. Ninguno de ellos contaba con formación histórica académica, ni
era profesional de la Arqueología; pero sí tenían a la Fortuna de su lado,
además de demostrar un gran tesón y capacidad de trabajo. Los hallazgos de
Schliemann son mucho más deslumbrantes pero, en cuanto al valor histórico, los
de Riesgo son destacables, aunque en vez de máscaras funerarias de oro hallara
en las tumbas jarros de barro o recipientes de vidrio, puntas de flecha o
hachas de piedra.
Riesgo abrió el camino del conocimiento arqueológico
del pasado de los Pedroches. Gracias a él se tuvo conocimiento de que las
culturas megalíticas sembraron de monumentos funerarios la penillanura del
batolito de los Pedroches. También fue Ángel Riesgo el que sacó a la luz tres
centenares de tumbas de la Antigüedad Tardía; si bien es cierto que en un
comienzo se tomaron por neolíticas, no hubo ninguna duda posteriormente para
otorgarles una cronología que iría desde finales del Impero romano en Hispania
hasta las primeras etapas de al-Andalus.
Procedentes de las sepulturas megalíticas y
tardoantiguas recogió Riesgo un nutrido ajuar funerario, que se conserva
actualmente en los museos arqueológicos de Córdoba (Colección Riesgo) y Madrid
(Colección Aulló). Con una carencia absoluta de textos también durante el
periodo visigodo referentes a los Pedroches, estas piezas, junto con sus
libretas de campo (que, por desgracia fueron parcialmente destruidas durante la
guerra civil, y restauradas posteriormente) son el medio para intentar conocer
la economía, la sociedad, la ideología y las creencias de las gentes que
habitaron en el Noreste de Córdoba hace mil o mil quinientos años.
El trabajo de Ángel Riesgo Ordóñez es prácticamente
único también, pues salvo muy honrosas excepciones, como el ingeniero Antonio
Carbonell-Trillo Figueroa y el matrimonio Leisner (todos contemporáneos de Riesgo),
apenas si se ha avanzado en el conocimiento de los dos periodos de los que más
restos obtuvo, el megalitismo y la Antigüedad Tardía; aunque en esta etapa sí
que hay que destacar la labor del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid (con
las excavaciones de las iglesias del Germo (Espiel) y la Losilla (Añora), más
la actualización de las inscripciones latinas del conventus cordobés).
Hay similitudes, pero también diferencias. Schliemann
se preparó toda su vida para hacer renacer a los héroes de Homero que conoció
de niño; pero lo de Riesgo no fue buscado, sino que se topó con él, supo
entender lo que veía y, como buen vaqueiro, lo pilló al vuelo. Por su formación
profesional era minucioso en sus anotaciones, y tanto estas como sus métodos de
trabajo no eran muy diferentes a la de los arqueólogos de carrera
contemporáneos, como Molinero o Santa-Olalla.
Una prueba del meticuloso trabajo de excavación es
la magnífica colección de platos de vidrio que extrajo de las cistas. A pesar de la gran fragilidad del material, extrajo
íntegros numerosos ejemplares. Estos objetos, muy escasos en el conjunto
arqueológico peninsular y que concentran en el NE de Córdoba la mayoría de
ejemplares conocidos, fueron descritos por primera vez por Ángel Riesgo
Ordóñez.
Por estos motivos es por lo que se puede denominar a
Ángel Riesgo Ordóñez, con total propiedad, “Padre de la Arqueología” de los
Pedroches.
DATOS BIOGRÁFICOS.
ANTECEDENTES: ORÍGENES VAQUEIROS.
En una conferencia dada en el Círculo Asturiano de
Madrid en 1979 se denominaba a Ángel Riesgo Ordóñez como “vaqueiro”. Riesgo es
un apellido típico vaqueiro, y Cudillero, su lugar de nacimiento, es uno de los
tradicionales concejos vaqueiros.
La población rural se dividió tradicionalmente en en el occidente asturiano en tres grupos, prácticamente antagónicos: “marmuetos”
o “marinuetos”, habitantes de la zona litoral; “xaldos”, habitantes de la zona
rural de vida sedentaria; y los “vaqueiros de alzada”.
En una carta de Gaspar Melchor de Jovellanos
(también asturiano) fechada en 1793 decía que “Vaqueiros de alzada llaman aquí a los
moradores de ciertos pueblos fundados sobre las montañas bajas y marítimas de
este Principado, en los concejos que están en su ocaso, cerca del confín de
Galicia. Llámanse vaqueiros porque viven comúnmente de la cría del ganado
vacuno; y de alzada, porque su asiento no es fijo, sino que alzan su morada y
residencia, y emigran anualmente con sus familias y ganados a las partes altas…
Las poblaciones que habitan, si acaso merecen este nombre, no se distinguen con
el título de villa, aldea, lugar, feligresía, ni cosa semejante, sino con el de
braña, cuya denominación peculiar a ellas significa una pequeña población
habilitada y cultivada por estos vaqueiros… Los vaqueiros viven, como he dicho,
de la cría de ganados, prefiriendo siempre el vacuno, que les da su nombre,
aunque crían también alguno lanar y caballar. Las demás ocupaciones son
subsidiarias, y sólo tomada como suplemento de su subsistencia. Tan cierto es
que el interés, este gran móvil a que obedece el hombre en cualquier situación,
no ha inspirado todavía a estas gentes sencillas otro deseo que el de suplir a
sus primeras y menos dispensables necesidades” (Díez).
Los vaqueiros tenían un modo de vida distinto al de
sus vecinos. Las brañas se localizaban en lugares altos de abruptas pendientes.
Sus viviendas eran similares a las de los primeros colonos del olivar de los
Pedroches, chozas con muros de piedra y cubierta vegetal. Pasaban el invierno
cerca del mar, y a llegar el verano toda la familia, ganado y útiles se trasladaban
a la montaña, dedicados a guardar el ganado y segar el heno con la guadaña para
garantizarse el forraje invernal.
Muy endogámicos, poco proclives a mantener
relaciones con otros vecinos, los vaqueiros engendraron una tradición cultural
propia, y un gran orgullo en mantenerla, con leyendas, bailes, vestimentas, y
folclore particulares y distintivos. Pero este modo de vida, libre de la
servidumbre del azadón o de señores, no era bien visto por sus vecinos
sedentarios, que vertieron sobre ellos una leyenda negra, basada en la
ignorancia y la desconfianza. (Visto desde la distancia, no me parece que xaldos o marmuetos fueran un dechado de cultura, refinamiento o sibaritismo,
precisamente, para mostrarles tal inquina.) En realidad, el tipo de vida que llevaban
los vaqueiros, trashumante cada año con sus rebaños, hacía que fuera muy
diferente del de los “xaldos”; y esta diferencia les llevó a la marginación, a
todas luces injusta.
El tiempo supo poner las cosas en su sitio, y
reconocer el valor de la cultura vaqueira que sobrevivió a lo largo de los
tiempos. Y aunque sus antepasados hubiesen abandonado la trashumancia varias
generaciones antes de que naciera Ángel Riesgo, sus genes vaqueiros parece que
se mostraron especialmente activos, buscando actividades en contacto con la
naturaleza, dándole una gran inquietud intelectual y haciéndole interesarse en
disciplinas completamente opuestas, pero destacando en ellas.
Sobre los orígenes de los vaqueiros se han lanzado
numerosas hipótesis: esclavos romanos huidos, esclavos árabes, vikingos,
moriscos… En realidad, lo más probable es que los vaqueiros descendieran
directamente de los astures que habitaron los castros del occidente asturiano
desde antes de la llegada de fenicios al sur de Península Ibérica, y que mantuvieron
su estilo de vida, completamente adaptado a un clima y geografía rigurosos, a
lo largo de milenios, sobreviviendo a romanos, germanos, musulmanes o xaldos.
BIOGRAFÍA
(Los
datos para este apartado proceden de una conferencia pronunciada por Fernando
Robledo Junco el 22-03-1979 en el Centro de Asturias de Madrid. En el
documento, que gentilmente me ha brindado su familia, no hay referencia a dónde
fue publicado.)
Aunque de brava estirpe vaqueira, los antepasados de
Ángel Riesgo Ordóñez hacía tiempo que habían dejado la vida trashumante con el
ganado. Su abuelo paterno, Juan Riesgo Fernández, era contable comercial. Se
casó con Josefa de Aldayturriaga y Aranoa, de una familia hijodalga alavesa.
Esta no veía bien la unión, para al final triunfó el empeño de Juan y Josefa.
De esta unión nació Ángel Riesgo de Aldayturriaga, padre de nuestro
biografiado, que llegó a ser un reconocido médico en la comarca. Su esposa,
Concepción Ordóñez del Campo, falleció al dar a luz a una niña (su esposo
estaba atendiendo otro parto, y cuando llegó ya era tarde).
El matrimonio de Ángel Riesgo y Concepción tuvo
varios hijos que sobrevivieron, el más pequeño de los cuales fue Ángel Julián,
nacido en Cudillero el 07 de enero de 1882, en el número 57 de la calle Sagunto.
Pasando su infancia en Cudillero, en las orillas del
Cantábrico, con unos catorce años entró de interno en la escuela particular del
pueblo cercano de Muros de Nalón, regida por un viejo cura, conocido por Don
Francisquín. El carácter inquieto de Angelín (como era conocido) chocó con el
del cura preconciliar (entiéndase, de mentalidad anterior al Concilio de
Trento), hasta que su padre, Don Ángel, lo sacó del internado, ingresando en la
academia de la Merced de Avilés, donde cursó estudios de Comercio.
En 1898, con dieciséis años de edad, se marchó a El
Paso, en la frontera de México y Estados Unidos, donde residía su hermana Paca,
casada con un comerciante natural también de Cudillero, trabajando con ellos un
par de años. Eran los tiempos en que Pancho Villa comenzaba sus correrías.
Villa conoció a Paca y se encaprichó de ella, y ante la negativa de esta a sus
pretensiones, ordenó la detención de su marido. Con la impresión Paca sufrió un
aborto, muriendo poco después. El viudo regresó a España con su hijo pequeño, y
Ángel Riesgo se fue con unos tíos maternos a Cuba.
Llegó a finales de 1900, poco después de la
ocupación norteamericana, y comenzó a trabajar en el comercio de su familia.
Poco después ingresa como agente de seguros marítimos en la compañía Lloyd,
hasta que el 20-05-1906 regresó a España, trayendo consigo una joya inestimable
para Ángel Riesgo: La última bandera española que ondeó en la Habana
fue la del fortín de la Playa del Chivo, en el castillo del Morro. El teniente
de voluntarios que la arrió la ocultó debajo de su ropa, cambiándola por otra,
y se la entregó a Ángel Riesgo con la condición de que la trajera a España.
Permaneció en Cudillero hasta que en 1909 se
desplaza a Madrid para prepararse como ayudante de montes (equivalente, digamos,
a un ingeniero técnico forestal de la actualidad), obteniendo una plaza en
1911. Abandonaba así la carrera comercial de su abuelo, acaso porque su
inquietud intelectual le llevaba a buscar nuevos espacios y fronteras y un
contacto directo con el espacio natural.
Se especializó en algo que no era de lo más usual en
tiempo, la entomología forestal, y en 1918 fue destinado al laboratorio de la
Fauna Forestal Española. En este tiempo mantuvo correspondencia con don Miguel
Aulló, padre del también ingeniero de montes Manuel Aulló.
Por esta época Ángel Riesgo contrajo matrimonio con
una joven de Luarca, Prudencia Reguera del Campo, a la que visitaba montado a
caballo todos los domingos. El matrimonio se celebró el 12 de febrero de 1914,
teniendo dos hijos, Ángel Francisco (también ingeniero técnico forestal) y
Conchita. Poco después del nacimiento de esta, Prudencia fallecía durante la
epidemia de gripe de 1918. Ángel Riesgo renunció a un nuevo matrimonio para
dedicarse plenamente a sus hijos y sus trabajos entomológicos y arqueológicos.
Eran tiempos de trabajos fecundos en entomología
forestal, pero los inicios no fueron fáciles, y merece la pena detenerse para
conocerlos. El laboratorio de Fauna Forestal Española no tenía sede, pues la
Diputación y Ayuntamiento de Madrid ni le facilitaron terrenos. Los hijos del
famoso torero Frascuelo cedieron para tal fin una finca en el término de
Torrelodones, comenzando a instalar cimientos de hormigón y alambradas para
estudiar algunas plagas. Los trabajos atrajeron la atención del propietario de
una finca vecina, el conde de Gamazo (que mantenía una buena relación con el
rey Alfonso XIII). Al conocer lo que estaban haciendo, la importancia del
asunto, y la escasez de recursos, lo puso en conocimiento de Alfonso XIII. Este
brindó todo su apoyo al laboratorio, solicitando de Don Miguel Aulló un
presupuesto para su instalación. El presupuesto de 250.000 pesetas se aprobó en
veinticuatro horas, eligiéndose un terreno apropiado cerca de la Puerta de
Hierro.
El insectario del laboratorio se inauguró el
01-05-1924, con la asistencia de Alfonso XIII y su esposa. El Rey siguió
interesándose en los trabajos del laboratorio, y un día que Ángel Riesgo
paseaba por el Paseo de la Castellana de Madrid, vio un coche que pasaba
haciéndole señales. Era Alfonso XIII, que le gritaba: “¡Adiós, Angelín!”.
Al hilo de la primera parte de esta biografía, la
que dedicamos a la lucha contra la Lymantria
dispar en el NE de Córdoba en la década de 1920, a la Estación de extinción
de plagas de Villanueva de Córdoba fueron destinados dos de los profesionales
mejor cualificados de su época. El ingeniero de montes Manuel Aulló y el el
Auxiliar de Montes Ángel Riesgo. El éxito de ambos se comprueba en estas
cifras: durante la plaga de lagarta peluda apenas si se criaban en las dehesas
del noreste de córdoba tres mil cerdos anuales; después, oscilaron alrededor de
las cuarenta mil cabezas anuales.
Ángel Riesgo fue un pionero de la lucha biológica
contra las plagas forestales. En la lucha contra la lagarta peluda el
entomólogo norteamericano Crossman le envió una remesa de Schedius kuwanae, una especie de himenóptero entonces recientemente
descrita y que parasitaba los huevos de la Lymantria.
Los insectos se criaron masivamente en el laboratorio, haciendo sueltas
periódicas en Villanueva de Córdoba y alrededores, hasta que la especie se
estableció, colonizando grandes superficies de la Península.
También estudió la bionomía de otras plagas, Tortrix Viridiana y Catócalas, descubriendo y publicando la localización de sus
puestas.
Igualmente mostró interés por la Graellsia isabelae, la mariposa más
bonita de España, publicando sus descubrimientos sobre esta especie en 1962.
En
reconocimiento a su labor profesional fue nombrado Caballero de la Orden del
Mérito Agrícola en 1922, y, como sabemos, el 24 de marzo de 1924 fue nombrado Hijo Adoptivo de Villanueva de Córdoba, algo que siempre llevó a gala, como escribió en 1936
en el número 355 del El Auxiliar de la
Ingeniería y Arquitectura: “¡Villanueva! ¡Pueblo secular de la Jara! Así corresponde
tu “Hijo Adoptivo” a los honores y distinciones con que le distinguiste”
(Riesgo, 1936, 33).
La guerra civil lo sorprendió en Cáceres, y en los
disturbios de sus inicios fue saqueada su casa de Madrid, robándole parte de su
colección arqueológica y destrozando sus libretas de campo (que posteriormente
recompuso con sus restos y su memoria). Riesgo dejó constancia de los hechos,
que son, también, muestra de su carácter. Copio el prólogo de su segunda
libreta de campo: “Se reconstruye esta libreta porque la
primitiva ha sido encontrada en mi casa de la Colonia de Ayudantes nº 87,
Madrid, hecha pedazos por los elementos rojos que saquearon mi domicilio del
que con el ajuar propio y de mi hija, se llevaron a la par gran número de
objetos arqueológicos, principalmente hachas, puntas de flecha, cuchillos de
sílex, collares con cuentas de piedra, periodo Neolítico, y de ámbar y cristal
ibéricos, todos procedentes del Valle de los Pedroches de Córdoba, salvándose
milagrosamente la selección de cerámica y una gran parte de utensilios pétreos,
de aquel Valle y otros localizados, éstos del periodo Neolítico. La salvación
de esta importante colección arqueológica se debe, según referencias de gitanos
de Villanueva de Córdoba que vi en Madrid un año después de su liberación, a
tres peones que conmigo trabajaban en la Sierra de Córdoba, y que al parecer
formaban parte de una Checa cordobesa que vino a Madrid, quienes al recordarme,
por el afecto que me tenían, fueron a mi referida casa y viendo que la estaba
saqueando un tal Aguas, limpiabotas de la Puerta del Sol, a quien logré
capturar y entregar a la justicia. Ellos, mis amigos, se hicieron cargo de la
colección arqueológica y otros objetos de mi ajuar, y depositándolos en una
habitación de mi referida casa en cuya puerta pusieron un precinto con el cuño
de su Checa; allí fue hallada por mí, por mi buen amigo Rafael Solís Valdés,
farmacéutico, y mi sobrino Claudio Riesgo del Campo, abogado, el 1 abril 1939,
al ocupar mi referida casa. Por estas causas rehago esta importante libreta en
Madrid, a 6 diciembre 1943” (Libreta 2ª).
Ángel Riesgo era el responsable de los trabajos
realizados en el encinar de los Pedroches por las cuadrillas de trabajadores
(que, recordemos, iban embadurnando con alquitrán y petróleo los troncos y
ramas de encinas para combatir a la Lymantria).
Si se hubiera comportado como un capataz negrero, sus antiguos operarios no le
habrían mostrado respeto ni se habrían preocupado de defender sus intereses,
pues queda claro que fueron trabajadores a su cargo quienes fueron a proteger
su domicilio, motu proprio, sin que Riesgo lo supiera ni se lo pidiera.
Valiente, también, pues dice que sus antiguos operarios eran componentes de una
checa, es decir, miembros activos del Partido Comunista, y aunque él
particularmente no comulgara con esa ideología no duda en calificarlos de
“amigos”. Mentar a tales amistades, en 1943, no eran de lo más prudente, digamos, pero
Ángel Riesgo no tenía miedo en escribir lo que pensaba y sentía.
La destrucción de las libretas originales provocó
una pérdida irreparable, pues ahora hay objetos en los museos de los que no se
tiene ninguna información. Por ejemplo, en el Museo Arqueológico Nacional de
Madrid se encuentra un dedal de guarnicionero de la etapa califal perteneciente
a la Colección Aulló (o sea, descubierto por Riesgo antes de 1925), con número
de inventario 1964/43/89, del que no se tiene ningún dato.
Concluida la contienda, prestó sus servicios de
auxiliar de montes en el distrito forestal de Segovia, donde alternó los
trabajos forestales con los arqueológicos. Jubilado formalmente por edad el 7
de enero de 1952, quiso continuar aportando su experiencia de tantos años, y
fue contratado como agregado al nuevo Servicio de Plagas Forestales,
jubilándose definitivamente, por segunda vez, a los ochenta y cinco años de
edad.
Tras una vida pletórica de actividades, fallecía del
18 de marzo de 1969.
En el siguiente apartado de la biografía de Ángel Riesgo Ordóñez se tratará de su trabajo arqueológico en el noreste de Córdoba. Y debo agradecer a sus nietas toda la colaboración que me han prestado para redactar este artículo.