En la historiografía de los descubrimientos
arqueológicos es frecuente que el azar tome forma animal. María, hija de Don
Marcelino Sanz de Sautuola, acompañaba en 1879 a su padre mientras este
excavaba en el exterior de la cueva de Altamira. Su perrito se adentró en su
interior, y al entrar en su búsqueda es cuando dijo las tres palabras que
cambiaron el conocimiento de la Prehistoria: “¡Mira, papá, bueyes!”. Los
bisontes de Altamira volvían a ser contemplados miles de años después de
hacerse.
También en 1940 Robot¸
el perro del joven francés Marcel Rabidat, descubrió un pequeño hoyo en la
colina de Lascaux. Días después volvió acompañado de tres amigos, ampliaron el
agujero y se adentraron en su interior; aquí sí había toros pintados: habían
descubierto las imponentes pinturas de Lascaux.
En el noreste de Córdoba el indirecto responsable del
descubrimiento de los restos arqueológicos (especialmente del Calcolítico y el
periodo Tardoantiguo) no fue un mamífero, sino un lepidóptero, una mariposa.
Insectos y tumbas compartían el mismo espacio, y una plaga de los primeros
ocasionó la llegada de Ángel Riesgo Ordóñez, que descubrió las segundas. Pero
antes de ir con el protagonista, Ángel Riesgo, podemos ver algo de esa plaga
por tres razones: la primera, por ser el motivo que nos llevó al conocimiento
del megalitismo en los Pedroches; la segunda, porque fue una plaga que también
formó parte de la historia de la comarca; y la tercera porque es muestra de que
el hombre no es el único responsable de su destino, sino que hay factores
ambientales o climáticos que pueden
condicionar su existencia.
LA LYMANTRIA
DISPAR, O LAGARTA PELUDA.
Ambos nombres, el científico y el común, definen a
la especie. Lagarta es, en la undécima acepción el DRAE, una “mariposa cuya
oruga causa grandes daños a diversos árboles, principalmente a la encina. El
macho es bastante más pequeño que la hembra, de coloración oscura, y tiene
antenas plumosas, que en la hembra son sencillas”.
El epíteto de peluda proviene de las pilosidades de
las orugas, que unidas a los hilos de seda que segrega le permite transportarse
por el aire hasta otros árboles, pudiendo desplazarse varios kilómetros. Parece
el medio de dispersión de la especie, en tanto que la mariposa hembra no puede
volar.
Oruga de Lymantria dispar, que da lugar a su nombre común, lagarta peluda.
En cuanto al nombre científico, Lymantria,
viene a significar en latín “destructor”, pues cuando llega a la fase de oruga
se alimenta de hojas y brotes tiernos, pudiendo convertirse en una devastadora plaga
defoliadora de árboles. El término dispar
hace mención a las diferencias del macho y hembra cuando alcanzan la fase de
mariposa.
El ciclo biológico de la especie
comienza con la subida de temperatura de la primavera. Hacia finales de marzo o
comienzos de abril, a medida que aumenta el calor, las larvas salen de sus
huevos, completando seis etapas de crecimiento antes de llegar a una nueva fase.
El nacimiento está relacionado con el aumento de temperatura ambiental, por
lo que las larvas aceleran o retrasan su crecimiento en función de este. Esta
circunstancia hace difícil la lucha química contra ellas, pues los insecticidas
solo son eficaces en las primeras etapas, e incluso poblaciones muy cercanas
pueden encontrarse en distintas fases en
función de la orientación, relieve, orografía… La
aplicación de fitosanitarios cuando ya han pasado las primeras fases sería
contraproducente para el ecosistema, en tanto no afectaría a la lagarta y sí al
resto de insectos, entre los cuales se encuentran los que controlan de forma
directa la población de Lymantria.
Si estas dificultades se hacen patentes en la actualidad, cuando se cuenta con
conocimientos y recursos, podemos imaginarnos lo sucedido en épocas anteriores.
Las larvas se alimentan de brotes y hojas nuevas,
pero si su densidad es muy alta pueden acabar con todas las hojas, dejando las
ramas, en el decir popular, “escobilladas”, pues las ramillas quedan mondas de
hojas, a modo de escobillas.
Tras llegar a su fase reproductora a finales de
junio y julio, y transformándose en mariposas,
se hacen patentes las diferencias entre ambos sexos. Las hembras son
blanquecinas, con unas bandas oscuras en forma de “V”. Su abdomen es muy
abultado, por lo que no pueden volar. Para atraer a los machos emiten
feromonas.
Hembra de Lymantria dispar.
Los machos tienen unas antenas plumosas para
detectar esas sustancias, y, al contrario que las hembras, tienen una gran
capacidad voladora; su coloración es mucho más oscura.
Macho de Lymantria dispar.
Realizado el acoplamiento, la hembra busca los
mejores lugares para depositar su puesta, de 250 a 500 huevos, aunque puede
llegar a los 1.500. Para ellos escoge preferentemente la parte inferior de las
ramas horizontales, aunque también puede hacerlo en el tronco, tocones o rocas
cercanas a los árboles. Protege la puesta con un plastón de unos 4x2 cm, que
los aísla y protege de la intemperie, pasando los huevos el otoño e invierno en
su interior. Con la venida de la primavera, comienza un nuevo ciclo.
Tronco seriamente afectado por puestas de lagarta peluda.
Al alimentarse de hojas y brotes tiernos, si la población de insectos alcanza el nivel de plaga se
ven afectados no solo la economía de estas áreas al verse reducida la
producción de bellota, sino el crecimiento de los árboles y su misma
supervivencia especialmente en los ejemplares jóvenes.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA PLAGA.
Aunque el problema de la plaga se agravó
notablemente a comienzos del siglo XX, parece que su origen es bastante
anterior. En el acta del Concejo de Pozoblanco de 25-07-1684, al describir los
males que asolaban entonces al municipio, se habla de “la plaga que había en esta villa de gusanos
y nuevas enfermedades”. Las “nuevas enfermedades” eran tifus y
paludismo, y la “plaga de gusanos” parece muy probable que se refiera a una
plaga forestal.
Más concreta es la decimotercera respuesta al
cuestionario general del Catastro de Ensenada de Villanueva de Córdoba (datado
en 1752), sobre los productos arbóreos. Los peritos dicen “que cada fanega de tierra de la expresada
medida poblada de encinar ocupará sesenta encinas, y que con este conocimiento
y el que tienen de la continuada plaga
de oruga que padecen, y helarse los más años, pueden decir que la de
primera calidad producirá tres fanegas de bellotas, la de segunda dos y la de
tercera, una”. O sea, que al menos desde al menos mediados del siglo XVIII
el milenario encinar de los Pedroches padecía una “continuada plaga de oruga”.
[En este mismo año de 1752 el párroco de Regensburg
(Sajonia), J. C. Schäffer, publicaba por primera vez la biología y morfología
de la Lymantria dispar en su obra Informe sobre la oruga que causo grandes
daños en ciertos lugares de Sajonia hace algunos años (Azcárate, 1977, 22).]
Hay que considerar que cuando se elaboraba el
Catastro de Ensenada, hace dos siglos y medio, el paisaje de los Pedroches no
era similar al de ahora, la actual dehesa arbolada no cubría entonces toda la superficie.
El mismo Catastro describe grandes áreas abiertas para el cultivo de cereales,
junto con espacios arbolados donde había dos cosechas anuales, la de grano y la
de bellotas.
En la tasación realizada en 1641 de la Dehesa de la
Jara en sus 24.747 fanegas del marco de Córdoba había un total de 163.777
árboles, lo que supone menos de nueve encinas por hectárea, una densidad unas
seis veces inferior a la de hoy en día. Ello supone que no toda su extensión
era monte hueco adehesado, sino que, como decía, existían amplias zonas limpias
de vegetación para labrantío junto a otras donde se mantendría el bosque
mediterráneo primigenio, y zonas de pradera con arboleda dispersa (lo que
entendemos hoy por dehesa). Sería, pues, un paisaje en mosaico en el que se
alternarían distintos ecosistemas, mientras que nuestra uniforme dehesa contemporánea
deriva de la acción antrópica tras las desamortizaciones del siglo XIX, cuando
cada propietario en particular puso en valor su propiedad, adehesándola.
Por lo tanto, el problema de la Lymantria se agravó al aumentar la superficie de encinar a finales
del siglo XIX y comienzos del XX. Las dehesas actuales de Cardeña (entonces
pertenecientes a Montoro), nacen cuando con la desamortización de Madoz, a
mediados del XIX, las propiedades comunales pasan a ser privadas, transformando
el mayoritario bosque mediterráneo original en monte hueco adehesado; tendrían,
por tanto, unos 50-70 años cuando la Lymantria
se expandió en la década de 1920. También en la segunda mitad del siglo XIX, en
1872, se daban a conocer los estragos que estaba produciendo la Lymantria en la provincia de Salamanca y
Cáceres.
EL CONTROL DE LA PLAGA.
Los ingenieros forestales que tuvieron que enfrentarse
a la lagarta peluda en el siglo XIX aplicaron el mismo principio que Sun Tzu en
El arte de la guerra: conoce a tu
enemigo si quieres derrotarlo. Comprendiendo la importancia para el control de
las plagas forestales de las aves insectívoras, no es extraño que Manuel Aulló,
el ingeniero superior jerárquico de Ángel Riesgo, fuera socio fundador y
presidente de la Sociedad Española de Ornitología. También se interesaron por
insectos predadores o parasitarios de la Lymantria,
como el Calosoma.
En la medida de lo posible intentaban un control
natural y una lucha biológica contra la plaga, pero no siempre era posible por
lo extraordinariamente prolífica que se mostraba la lagarta peluda. En 1946
escribía el ingeniero forestal Augusto González de Regueral, que en zonas donde
había trabajado en su extinción había encontrado encinas con 3.000 plastones, con
una media del millar por árbol, que a una media de 500 huevos cada uno, suponían
¡¡500.000 huevos por encina!! (González de Regueral, 1946, 130).
Los ingenieros del XIX propusieron impregnar los
troncos con yeso o arcilla para evitar que emergieran las orugas de los huevos.
En la estación de control de plagas forestales de El Plantío Manuel Aulló
ensayó una nueva fórmula a partir de esa idea, aplicando una mezcla de
alquitrán y gasoil sobre los plastones. La idea se llevó a la práctica en 1921
en el norte de Córdoba, estableciéndose una Estación del Servicio de Estudios y
Extinción de Plagas Forestales en marzo de 1921 en Villanueva de Córdoba, con
ámbito de trabajo en los términos de Villanueva, Conquista, Adamuz y Montoro.
Su director fue Manuel Aulló, pero quien estaba a cargo del día a día de las
actividades y del trabajo de campo era el Auxiliar de Montes (equiparable a un
ingeniero técnico forestal actual) Ángel Riesgo Ordóñez.
El ingeniero González de Regueral explicaba el
funcionamiento del método ideado por Aulló. Se hacía una mezcla de cuatro
partes de alquitrán por una de gasoil, y cuadrillas de trabajadores, portando
cubos con la mezcla, brochas, pértigas y escaleras, iban aplicándola por el
tronco y ramas de las encinas, con lo que se mataba a los huevos en el interior
de los plastones y se repelía que la hembra hiciera su puesta en los árboles.
Había en la biología de la Lymantria otro factor que favorecía este método. Cuando las orugas
están en la mitad de su crecimiento la gran mayoría se alimenta durante la
noche, bajando del árbol al comenzar la mañana para buscar refugio en el suelo
(Departamento de Entomología de Pensilvania). Al impregnar de alquitrán y
petróleo los troncos se dificultaba ese tránsito diario de las orugas a sus
fuentes de alimentación.
Estimaba González de Regueral que un obrero ya
avezado podía tratar 25 encinas al día, por lo que en las 60.000 hectáreas
afectadas en los Pedroches se podrían haber generado unos 120.000 jornales de
trabajo.
El problema era muy grave, pues, como cuantificaba
este ingeniero, en 150.000 hectáreas de encinar de las provincias de Cáceres y
Salamanca que habían alimentado a 100.000 cerdos en una montanera, en un año de
plaga no podían albergar más de 20.000, lo que suponía una pérdida de más de
cuarenta millones de pesetas de 1946, mientras que la aplicación del método
químico habría supuesto quince millones.
[Una pequeña digresión. El Instituto Nacional de
Estadística solo ofrece el cálculo de la actualización de rentas con el IPC
general a partir de 1954 (http://www.ine.es/calcula/calcula.do
). Cuarenta millones de pesetas de ese año equivalen a 14.145.852€ de
septiembre de 2018. En la década de 1920 serían mucho más, claro. Fin de la
digresión.]
Ante la gravedad del asunto todos los sectores se
implicaron. La administración central aportaba los técnicos y el material; el
Ayuntamiento de Villanueva de Córdoba asumía el gasto de transporte desde la
estación del alquitrán y petróleo; y los propietarios
costeaban la mano de obra, según la normativa legal creada al efecto. Esta
colaboración, junto a la genial idea de Manuel Aulló, logró el control de la Lymantria en el NE de Córdoba. Además,
todo el trabajo generado contribuía a disminuir la conflictividad social
generada por el desempleo.
Como ya nos detendremos con Ángel Riesgo en la
segunda parte del artículo, transcribo ahora la reseña biográfica que le dedico
a Manuel Aulló la Real Academia de la Historia:
“Aulló y Costilla, Manuel. Alicante, 22.IV.1883 – Madrid, 19.I.1959. Ingeniero de montes y entomólogo.
Finalizó la carrera en 1906, en la Escuela de Montes, ubicada entonces en
El Escorial, incorporándose a la 3ª División Hidrológico-forestal. En 1911 fue
nombrado profesor de la Escuela, donde impartió diversas asignaturas, entre
ellas la de Zoología forestal. Al constituirse en 1913 la Comisión de la Fauna
Forestal Española, se le encargó su dirección, al igual que del Laboratorio de
la Fauna Forestal Española, creado en 1918, y del Servicio de Estudios y
Extinción de Plagas Forestales, en 1921. Fue un decidido impulsor del estudio y
lucha contra las plagas forestales, en especial mediante el recurso a la lucha
biológica, en cuyos métodos fue pionero en España. Algunas de sus actuaciones,
como la extinción de la “lagarta peluda” en Villanueva de Córdoba, tuvieron
repercusión internacional, llamando la atención de los más prestigiosos
entomólogos mundiales. Durante la década de 1920 fundó y dirigió la Revista de Fitopatología (1923-1928)
y la Revista de Biología Forestal y
Limnología (1929-1930), destinadas a dar a conocer los trabajos
desarrollados en el Laboratorio de la Fauna Forestal. Después de la Guerra
Civil estuvo destinado en diferentes organismos, hasta alcanzar la presidencia
del Consejo Superior de Montes en 1952.
En 1921 fue nombrado presidente de la Real Sociedad Española de Historia
Natural, en 1925 miembro de honor de la American Association of Economic
Entomologists y, en 1954, socio fundador y presidente de la Sociedad Española
de Ornitología. Formó parte también de diversas comisiones científicas, tanto
nacionales como internacionales.”
El éxito de Manuel Aulló y Ángel Riesgo en la lucha
contra la lagarta peluda fue rotundo, atrayendo la atención de ingenieros de
todo el mundo, especialmente de los estadounidenses, pues la Lymantria había causado estragos en el
noreste de su país a pesar de los ingentes recursos aportados, y sin lograr un
control efectivo. La repercusión de su trabajo fue muy amplia, recibiendo
incluso la atención de Alfonso XIII. Informaba el periódico ABC de su visita al Insectario del Pardo
el 2 de mayo de 1924, recibiendo información del jefe de servicio de plagas forestales,
Manuel Aulló: “Don
Alfonso se enteró minuciosamente de la marcha y organización de estos servicios
del Insectario, y especialmente del éxito obtenido en la extinción de la plaga
de Lymantria dispar L. en los encinares de Villanueva de Córdoba, donde
mediante una acción colectiva de todos los propietarios en una extensión de más
de 60.000 hectáreas que han abonado los jornales, recibiendo de la
Administración los insecticidas y aparatos pulverizadores, se ha conseguido
llevar al ánimo del vecindario la seguridad de que se evitará definitivamente
dicha plaga en la próxima campaña, plaga que ocasionaba daños por valor de
algunos millones de pesetas”.
ABC de 2 de mayo de 1924.
Sobre el reconocimiento del pueblo de Villanueva de
Córdoba a la labor de Manuel Aulló y Ángel Riesgo, Ana María Vicent Zaragoza
(quien fue Directora del Museo Arqueológico de Córdoba, y conoció personalmente
a Ángel Riesgo), escribía (1997, 116): “La
agradecida población de Villanueva de Córdoba solicitó para M. Aulló la Gran
Cruz del Mérito Agrícola y más tarde le concedió el título de Hijo Adoptivo
(Baragaño, 1997, pág, 107), lo mismo que al Sr. Riesgo. Por unanimidad se le
dio el nombre de Manuel Aulló a una plaza de Villanueva de Córdoba (Ocaña
Torrejón 1972, pág. 94”.
Por su parte, el historiador local Juan Ocaña
Torrejón decía en su Callejero de
Villanueva de Córdoba (1972, 94): “En
1927, y con motivo de haber sido nombrado ‘Hijo Adoptivo del Pueblo’ el
ingeniero de motes don Manuel Aulló Costilla, por sus trabajos y campañas para
combatir la plaga de orugas en el encinar, se le dio el nombre que hoy lleva
[Plaza de Manuel Aulló]”.
Ninguna de las dos referencias es completamente
correcta. Fue en el mismo acto, en la sesión
plenaria de la Corporación Municipal de Villanueva de Córdoba de 24 de marzo de
1924, cuando se les otorgó a Manuel Aulló, Ángel Riesgo, y al superior de
ambos, el ingeniero Subdirector de Montes, D. Andrés Avelino de Armenteras, el
nombramiento de Hijos Adoptivos; se le concedió el nombre de Plaza de Manuel
Aulló (que hoy mantiene) a la llamada entonces Plaza Avenida de la Estación; y
se elevó una solicitud al Directorio (recordemos que en durante la Dictadura de
Primo de Rivera el Gobierno era denominado Directorio Militar) para la
concesión de la Gran Cruz del Mérito Agrícola para los señores Aulló y
Armenteras, reclamando para ello la colaboración de otros ayuntamientos con
importantes masas forestales.
Todo ocurrió a la par, y no por etapas, como se
había dicho hasta ahora. La lectura del acta plenaria de la Corporación de
Villanueva de ese día no da lugar a dudas:
“El Presidente dio cuenta a la Corporación del favorable
éxito obtenido por la solicitud de este Ayuntamiento presentada al Directorio
para la concesión de crédito, con destino a la extinción de la plaga de los
encinares de este término (conocido con el nombre vulgar de lagarta peluda), y
para la publicación de un Decreto Ley y una R. O. especial para los de este
pueblo y los de Adamuz, Montoro y Conquista, declarando obligatoria la cooperación
de todos los propietarios, necesaria para conseguir la extinción de la plaga y
salvar la riqueza forestal de este Valle, que lo es a la vez nacional.
El feliz éxito de estas aspiraciones es debido al celo,
entusiasmo, ilustración y tenaz laboriosidad del ilustre jefe y fundador en
España del Servicio de Estudio y Extinción de Plagas Forestales, el ingeniero
de montes D. Manuel Aulló, y de su Ayudante D. Ángel Riesgo. Asimismo, a la
eficacísima colaboración del Ilmo. Sr. Subdirector de Montes, el ingeniero D.
Andrés Avelino de Armenteras.
Estos señores han prestado a la riqueza nacional forestal un
servicio inapreciable [sic]; y a este pueblo le han proporcionado un
beneficio para cuya compensación todo el agradecimiento es poco. Convencido de
ello, y de que expresión colectiva de este agradecimiento es la primera y
primordial prueba de correspondencia a esos beneficios que este pueblo puede
dar; y sin perjuicio de secundar con todo entusiasmo la realización de cuanto
tan celosos funcionarios vayan proponiendo para definitivamente extirpar de
estos encinares la plaga que amenaza destruirlos, el Alcalde Presidente
propone:
1º. Que se nombre a los
tres expresados señores Hijos Adoptivos de este pueblo, extendiendo el
nombramiento en un pergamino que a cada uno será entregado en acto público por
el Señor Alcalde.
2º. Que se ponga el nombre
de D. Manuel Aulló a la Plaza Avenida de la Estación.
3º. Que el Ayuntamiento
se dirija al Directorio Militar, solicitando respetuosamente la concesión de la
Gran Cruz del Mérito Agrícola para los Sres. Aulló y Armenteras.
4º. Que el Ayuntamiento se dirija por oficio a los de los
pueblos de este Valle que tienen en sus términos masas de encinares, y a los
demás de España en que tengan riquezas forestales, en el mayor número posible,
rogándoles que se dirijan también al Presidente del Directorio interesándoles
la concesión de las Cruces antes aludidas, y dando gracias al Directorio por
haber aprobado y publicado un Decreto Ley que tan inmensos beneficios ha de
reportar a la riqueza forestar española...”
El Secretario municipal redactor del
acta, Don Juan Ocaña Torrejón, literato e historiador, supo plasmar en el papel
el sincero agradecimiento de Villanueva de Córdoba para con Manuel Aulló
Costilla y Ángel Riesgo Ordóñez.
Casi un siglo después la labor de Aulló y Riesgo, la
lagarta peluda afecta en Andalucía sobre todo a los alcornocales, mas en el
encinar de los Pedroches apenas si tiene incidencia: su trabajo fue muy bueno y
bien hecho. Y, mientras, en Estados Unidos la lagarta peluda sigue asolando bosques y matando
árboles. Tienen muchos medios y recursos, pero no tuvieron a Manuel Aulló
Costilla ni a Ángel Riesgo Ordóñez.
[Debo agradecer expresamente a María Dolores
Carbonero, mi ingeniera agrónoma de cabecera, su generosidad al compartir conmigo
sus conocimientos sobre la Lymantria.]
Bibliografía
específica del artículo:
- Augusto González de Regueral, Campañas forestales. “La lucha anti dispar”, Revista Montes 8, 1946.
- Isabel Azcárate Luxán, Plagas agrícolas y forestales en España (Siglos XVIII y XIX), MAPA, 1997 https://www.mapama.gob.es/ministerio/pags/Biblioteca/fondo/pdf/14985_all.pdf
- Biografía de Manuel Aulló: http://dbe.rah.es/biografias/44993/manuel-aullo-y-costilla
- J. R. Baragaño, “Manuel Aulló Costilla, en La Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes. 150 aniversario, Madrid, Fundación Conde del Valle de Salazar, 1997, págs. 105- 111.
- Limantria dispar. Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía: file:///C:/Users/HP/AppData/Local/Microsoft/Windows/INetCache/IE/XU3P1L99/lymantria.pdf
- Departamento de Entomología del College of Agricultural Sciences de Pensilvania: https://ento.psu.edu/extension/factsheets/es/es-gypsy-moth
Créditos
de las imágenes:
- Oruga, macho y hembra adultos de Lymantria dispar: https://es.wikipedia.org/wiki/Lymantria_dispar
- Puesta de Lymantria dispar: http://www.caib.es/sites/sanitatforestal/es/04_descripcion-3417/
- Hemeroteca de ABC.