Tras el paréntesis oleícola volvemos al blog, reservando su
espacio ahora a un objeto procedente de la comarca de los Pedroches y que se
encuentra depositado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid: un colador de
plata romano datado en los dos últimos siglos anteriores a nuestra era, es
decir, durante la etapa republicana.
(Fotografía de Miguel Ángel Otero en http://ceres.mcu.es/pages/Main )
Se trata de uno de esos objetos en el que al interés
arqueológico e histórico se une el artístico, pues es una pieza muy bella,
aunque lo desconocemos todo del contexto de aparición. Junto con otros muchos,
pertenecía a un conjunto adquirido por el Estado Español a D. José Ignacio Miró
en 1875, para dotar al por entonces joven Museo Arqueológico Nacional (el
Decreto por el que se fundó tiene fecha 20 marzo 1867); lo único que se indica
de él es que procede de Pedroche, o la comarca de los Pedroches. (Lo que no es
categórico, pues ya se trajo al blog una lucerna tardoantigua que aparecía en una publicación del Museo Arqueológico Nacional. Se indicaba en el artículo que su origen estaba en
Villaricos, Almería, cuando procedía de la Loma de la Higuera (Montoro, Córdoba), habiendo sido
fotografiada y publicada en 1925.)
El objeto del que se trata de un colador (mejor, su nombre
específico, trulla¸ con número de
inventario del MAN 16871), realizado en plata mediante las técnicas de
torneado, perforación y martillado. Tiene 6,4 cm de altura, 8,8 cm de diámetro y un peso
de 108,21 gr.
De forma hemisférica, la parte superior presenta una pequeña
franja lisa, pero la mayor parte de su superficie se encuentra decorada con
pequeños puntos que traspasan su superficie en cuatro zonas decoradas con
esvásticas entrelazadas, hojas acorazadas, un reticulado geométricos y
estrellas con un número variable de puntas.
En el Arqueológico Nacional hay otro colador similar a éste
(nº inv. 16870), procedente de Mangíbar (Jaén), que presenta una decoración
parecida, con la franja más ancha de esvásticas entrelazadas. [Quizá no esté de
más recordar que este tipo decorativo, una cruz griega con el extremo de sus
lados doblados en ángulo recto, es muy frecuente de encontrar, v. g. en urnas
de la Edad del
Hierro o en mosaicos romanos contemporáneos al colador.]
(Fotografía de Gonzalo Cases Ortega en http://ceres.mcu.es/pages/Main )
Su funcionalidad de filtrado de líquidos parece evidente por
sus perforaciones, pero para conocer mejor a este tipo de objetos nos puede
ayudar el denominado “tesoro de Arcisate”, que cuenta con un colador como éste.
Este conjunto fue encontrado en la ciudad homónima, al norte
de Lombardía, en el año 1900, siendo vendido casi de inmediato al Museo
Británico, donde se conserva. Consta de cinco objetos, todos hechos en plata:
un jarro, una taza (con sus dos asas perdidas), un colador, una cuchara y una
espátula. Es decir, se trata de un servicio para mezclar y servir vino.
Estudios recientes datan el conjunto entre el 100 y el 50 a.C.
Para los romanos, al igual que antes los griegos, el beber
vino puro, sin añadir agua u otros aditamentos, era algo propio de bárbaros
(curiosamente, ahora se considera muestra de enorme salvajismo echarle gaseosa
a un Vega Sicilia Valbuena 5º…), para lo cual los helenos ya crearon un nutrido
número de formas cerámicas. Así pues, existían cráteras donde echar el vino y
el agua; jarros para sacarlo; coladores para eliminar impurezas del vino en
rama; cucharones para la mezcla; copas y cuencos para beberlo.
Hay varias inscripciones que dicen que los propietarios
fueron Titus Utius, hijo de Vivio; y Utia, hija de Titus. Parece ser que era
una familia acomodada, con origen en Samnio (al sur de la capital, Roma), que
por motivos quizá comerciales se desplazó muy al norte.
Se ha discutido sobre la funcionalidad última del conjunto; su
empleo como depósito ritual funerario se desechó al no haber fórmulas
dedicatorias, por lo que se ha considerado su uso cultural en libaciones
domésticas, o en ceremonias realizadas en el hogar, banquetes, entierros o
sacrificios. Las inscripciones lo vinculan más al ámbito doméstico que a un
santuario.
Tanto por la cantidad de plata empleada, como por el trabajo
artístico el conjunto debió de ser bastante caro, pues la inscripción del
cucharón dice que pesaba tres libras romanas y cuatro onzas, por lo que sólo
estaría al alcance de las familias más pudientes. Las de economía más modesta
también podían realizar el mismo tipo de ritos usando recipientes de barro, por ejemplo.
Extrapolando estos datos al colador de los Pedroches, creo
que podría haber pertenecido a alguna familia romana que, por cualquier
circunstancia, vino a recalar a la tierra de los Pedroches, del mismo modo que
la familia Utia se desplazó a las tierras fronterizas con las Galias. La ausencia de datos sobre su origen hace que solo se puedan
hacer conjeturas sobre él, pero eso no impide que podamos disfrutar de su
belleza y echar la imaginación a volar.