Una de las leyendas más conocidas de Pedroche es la de la Reina Cava. Se trata de una
leyenda asociada al fin del Reino de Toledo y la conquista de al-Andalus que ha
sido estudiada por numerosos eruditos. Veamos primero lo que se dice de ella en
las fuentes locales, para ascender luego a las nacionales.
La tradición local.
En Pedroche se recogen distintas variantes. En la primera, Pedroche era un castillo construido por el
rey godo Teodoredo, donde se reunían los hijos de los nobles para su formación.
Entre ellos se encontraba Cava, hija del conde don Julián, de gran belleza y al
servicio de la reina Egilona, esposa del rey don Rodrigo. Impresionado por la
joven, el rey se apasionó por ella, y ante sus negativas, la violentó por la
fuerza. Cava informó a su padre, el conde don Julián, que se
encontraba entonces en el norte de África. Julián se hizo el tonto, y convenció
al rey del peligro que había por el norte de la península, mandando allí el
grueso de sus ejércitos. La circunstancia fue aprovechada por los musulmanes
para invadir Hispania, y combatiendo a su lado estuvo el conde don Julián.
Según otra versión, Florinda era la hija del conde don
Julián, gobernador del norte de África, que había sido enviada a la corte
toledana para adquirir la educación de una noble. El rey Rodrigo se enamoró de
su belleza, y aunque la joven se resistió el rey acabó violándola. A partir de
entonces fue conocida como Cava, que en árabe significa prostituta. Una criada
la convenció para que le contara a su padre lo que había ocurrido, haciéndole
llegar una carta. Don Julián disimuló no conocer nada, pero en secretó tramó
su venganza, entrando en contacto con los musulmanes y facilitándoles su
entrada en la península. En el año 711 los musulmanes cruzaron el estrecho, y
el rey Rodrigo salió a su encuentro. Julián y los hijos del anterior rey,
Witiza, al principio estaban entre los combatientes de Rodrigo, pero apenas
iniciado el combate se pasaron al enemigo, causando la derrota y muerte de
Rodrigo.
Tras la conquista, Cava se refugió en el castillo de
Pedroche, construido por Teodoredo, donde, según recoge el Cronista Francisco
Sicilia Regalón, “llevó una vida llena de
penitencia y virtudes, puesto que durante toda su vida ella consideró que había
sido la causa indirecta de la pérdida de España. Antes de morir arrojó sus
tesoros al fondo de un pozo, que desde entonces lleva el nombre de Fuente de la Cava, el mismo al que solía acudir
para llorar la muerte de su hijo y maldecir su destino y al que ella misma se
arrojó”. Tras su muerte, fantasmas de una mujer y un hombre armado
aparecían en el torreón del castillo, hasta que un ermitaño bendijo la Fuente de la Cava, acabando con el
fantasma de Florinda la Cava.
La leyenda de la
pérdida de Hispania
La leyenda de Florinda o de la Cava, como se la ha venido a
conocer, se encuadra dentro de un grupo de leyendas surgidas tras la conquista
de al-Andalus.
La derrota de Rodrigo ante los invasores musulmanes fue
rápida y contundente, tras la batalla de Guadalete los peninsulares no
presentaron un frente unido; aunque hubiera algún foco de resistencia, muchos
de los aristócratas indígenas trabaron pactos con los recién llegados que les permitían
seguir manteniendo el poder en sus territorios.
Tras los hechos, aparecieron relatos que describían los
primeros momentos de la conquista musulmana a través de los personajes más
relevantes: Don Rodrigo, los hijos del anterior rey Witiza y el conde Don
Julián por un lado; y Tariq y Muza por el otro. Como expone Julia Hernández
Juberías (autora a la que seguiremos en este epígrafe), los autores musulmanes
no sólo tenían intención de dar cuenta de la conquista, sino que “a medida que avanzan los relatos, se puede
observar cómo la opinión del lector está siendo dirigida con un objetivo
concreto: justificar la actuación de los principales protagonistas y el
desarrollo que tomaron los acontecimientos” (Julia Hernández, 1996, 163). Junto a las crónicas musulmanes existieron tradiciones
propias de los mozárabes (cristianos que vivían en al-Andalus) y de los
cristianos del norte, que irán añadiendo a sus versiones elementos de las
crónicas árabes.
Parece ser que tras la muerte del rey Witiza su sucesión se
vio llena de polémicas. Sus hijos se consideraban sus legítimos herederos, pero
la tradición germana, sancionada en el IV Concilio de Toledo, mandaba que el
proceso de sucesión fuera electivo entre la elite de la aristocracia goda (los
hispanorromanos quedaban relegados de poder acceder al trono. La elección de
Rodrigo no fue del agrado de los hijos de Witiza, pero no era ese el único
problema. En el NE, en las provincias Tarraconense, Cartaginense marítima y
Narbonense gobernó otro rey, Agila, entre 710-713, que acuñó su propia moneda.
“La zona catalana sólo llega a tener
noticias de la existencia y reinado de Rodrigo en el 1266, cuando se traduce la
obra del obispo toledano Ximénez de Rada” (J. Hernández, 1996, 168-169).
La visión de cada tradición sobre la sucesión de Don Rodrigo
es muy diferente: “Las crónicas
cristianas afirman casi con unanimidad que Rodrigo llegó legítimamente al poder
mientras que para las fuentes musulmanas Rodrigo usurpó el trono a los
descendientes de Witiza. Entre ambas posiciones se encuentran las versiones de la Crónica mozárabe de 754, un pasaje de la Crónica del moro Rasis recogido en la Crónica Sarracina y el texto que
ofrece Ajbar maymu’a, en los que se
defiende el acceso legítimo de Rodrigo al trono pero que, asimismo, dejan constancia
de que este hecho vino acompañado de serios desórdenes internos.
Es lógico pensar que,
dado el curso de los acontecimientos, éstos dieran lugar en ambas culturas al
nacimiento de relatos con los que se intentó explicar el rápido y concluyente
cambio de poder. Desde época temprana queda constancia de que la versión de la
leyenda de la pérdida de Hispania que circulaba entre mozárabes y cristianos
del Norte fue atribuida, en la misma medida aunque con ciertas diferentas, a la
figura del rey Witiza hasta que esta leyenda cristiana acaba por fundirse con
la versión musulmana. Entre los relatos defendidos por la tradición cristiana
del Norte y musulmanes, encontramos un puente intermedio: las versiones
mozárabes que utilizan y transforman a su gusto elementos pertenecientes a
ambas y, ya posteriormente, aquellas versiones cristianas que, conocedoras
asimismo de la tradición musulmana, refunden los dos relatos en un mismo texto
hasta que la leyenda atribuida a Rodrigo termina por absorber a la protagonizada
por Witiza” (Julia Hernández, 1996, 173-174).
Oliba, la hija del
conde Don Julián, luego conocida como Cava o Florinda.
“El ciclo de la
conquista de Hispania da comienzo en las fuentes árabes con el fragmento que
hace alusión a la violación de la hija del conde Don Julián por el rey Rodrigo.
El interés que ha suscitado este episodio se ha dirigido unánimemente hacia el
origen de este modelo presente, asimismo, en otras literaturas. Se ha venido
defendiendo procedencias germánica, mozárabe y musulmana, todas ellas apoyadas
en la existencia de tradiciones semejantes que comparten el mismo desarrollo
argumental aunque en ellas se hace recaer mayoritariamente el papel femenino en
la esposa y no la hija del consejero… Entre los siglos V-VII este modelo será utilizado
por dos literaturas ajenas: la denomina por Menéndez Pidal ‘novela general
europea’ y la musulmana que lo reproduce al menos en dos episodios recogidos
por Marcos Marín: la seducción de Abriza por el rey al-Nu’man y la batalla del
valle de Yarmuk…
La primera versión
cristiana del relato [de la conquista de Hispania], recogida en la Crónica de Moissac (siglo IX), no hace una referencia
explícita a este episodio [de la violación de la hija del conde Don
Julián]. La primera ocasión en que se encuentra, no ya simplemente mencionado
sino recreado literariamente, es en una obra nacida en un entorno musulmán. La Crónica Pseudo-Isidoriana [de
hacia el año 1000 d.C] es la primera obra
mozárabe en la que se halla incluida la historia de Oliba, hija de Julián,
conde de la Tintigana,
versión cuyo desarrollo argumental es semejante al de las fuentes árabes. [El
nombre en ella es Oliba]; la tradición
cristiana posterior olvida este nombre para denominarla en el siglo XIV
Alacaba, Alataba o la Taba,
y ya en el siglo XV, Cava. La oscilación en los nombres recibidos queda patente
en el fragmento recogido en la
Crónica de 1344… A partir del siglo XV se intenta
buscar la etimología de este nombre en el que se quiere ver una deformación del
nombre hebreo de Eva. Posteriormente, el nombre se convierte en epíteto,
haciéndolo proceder del término árabe cava (ramera) por lo cual se necesitaba
buscar otro nombre para la hija del conde, que pasa a llamarse Florinda…
El relato que recoge la Crónica Pseudo-Isidoriana ofrece elementos que se hallaban ya presentes en la ‘novela general europea’ de la que Menéndez Pidal ofrece dos ejemplos: la obra de Procopio de Cesárea (m. hacia s. VI d.C.) y la narración recogida por Fredegario (s. VII d.C.) protagonizada por el emperador Avito y la mujer del senador Lucio, siendo los francos el pueblo invasor… La influencia de la versión musulmana de la conquista puede explicar por qué el episodio de la violación está presente en la versión mozárabe mientras que se halla ausente de la crónicas cristianas anteriores y contemporáneas a ella…
La tradición cristiana del Norte debió conocer igualmente este elemento de la ‘novela general europea’ pero los textos consultados ponen de manifiesto que en las versiones cristianas tempranas este episodio se halla ausente o bien alterado ya que la violación es transformada en deshonra al incumplir el rey la promesa de matrimonio dada a la muchacha que termina convertida en concubina. Las distintas versiones cristianas a las que hemos tenido acceso muestran claramente que, aun cuando termine por introducirse en ellas el motivo de la violación o deshonra de la hija del conde, este episodio carece del significado que le otorga la tradición musulmana ya que la pérdida de Hispania sigue recayendo, sin vacilación, en los diversos pecados del rey Witiza y, en igual medida, en la traición de los hijos de Witiza y de sus concejeros más cercanos, Julián, conde de la Tangitana. La transformación del episodio de la violación en deshonra ha querido explicarse por el hecho de que la mayor parte de los redactores de las versiones cristianas y mozárabes eran monjes, a los que este elemento no agradaría. Esta teoría no explicaría, sin embargo, la relativa o escasa importancia que este relato guarda en estas versiones cuyo objetivo, en nuestra opinión, es el de no desviar la atención de un hecho que todas ellas recogen: la participación de los hijos de Witiza en la entrada de los musulmanes y la función de intermediario entre ambos grupos que desempeñó Julián. Esta intención queda patente en algunas de las versiones, según las cuales la participación de Julián (recordemos que se le describe como uno de los consejeros más cercanos de Witiza), estuvo motivada en primer lugar por el deseo de ayudar a los hijos de Witiza a recuperar el trono. Una vez que Julián accede a participar en la trama estas versiones añaden que, además, le movían razones personales al haber deshonrado Rodrigo a su hija…
El episodio de la violación de la hija del conde Don Julián desempaña una función primordial en la versión musulmana al ser el factor que desencadena la entrada en la península del ejército musulmán. Las versiones de este relato que hemos encontrado coinciden en el desarrollo de la trama: la hija de Julián, siguiendo las costumbres de los nobles de la época, es enviada al Palacio Real de Toledo para completar su educción, añadiendo algunas fuentes que al mismo tiempo se concertaban matrimonios entre los hijos de los notables, enlaces que eran favorecidos por el rey… La versión de Ibn Abd al-Hakam… podría formar parte de una tradición oral cuyo origen es difícil de establecer: ‘Julián había enviado a una de sus hijas a Rodrigo, señor de al-Andalus, para que éste la educara y enseñara y Rodrigo la violó. Este hecho llegó a conocimiento de Julián, que dijo: “No veo más castigo ni más retribución que enviar a los árabes contra él”. Julián envió un mensaje a Tariq que decía así: “Yo te hare entrar en al-Andalus”…’.La versión ofrecida por Ibn Abd al-Hakam recoge los elementos principales del relato que serán reproducidos más tarde por otros autores…
La influencia
musulmana en las versiones mozárabes y cristianas tardías ha sido ya
mencionada; sin embargo, esta influencia debió de darse, asimismo, en el otro
sentido. Es curioso observar el diferente marco en el que la tradición árabe y
la primer versión mozárabe, recogida en la Crónica Pseudo-Isidoriana, localiza la acción.
Mientras que para ésta última el rey, informado de la extraordinaria belleza de
la hija del conde, la hace acudir a su palacio de Sevilla, las fuentes árabes,
ya desde la primera versión conservada, sitúan la acción en Toledo y bajo unas
circunstancias diferentes: la muchacha había sido enviada al Palacio Real para
completar su educación. El hecho de que este relato conociera esta costumbre, cuya
existencia está confirmada y que se mantuvo en la corte de los reyes de León y
Castilla, herederos de la tradición institucional y cortesana hispano-gótica,
indica la presencia en el relato de información que debió de proceder de
fuentes o informadores cristianos al tanto de las prácticas de la corte
visigoda” (Julia Hernández, 1996, 177-183).
En definitiva, la leyenda de la Cava, hija del conde Don
Julián, pertenece a una tradición literaria conocida en el mediterráneo en los
siglos VI y VII, tanto en ámbitos cristianos como árabes. La primera vez que
aparece la historia de Oliba en la literatura mozárabe es el año 1000, en la Crónica Pseudo-Isidoriana, por lo que intentar
relacionar a la leyenda de la
Cava con los eddas islandeses no parece posible, éstos se
escribieron dos siglos más tarde que la crónica mozárabe.
El castillo de
Pedroche.
Toda leyenda surge de algún hecho real. En la de la cava de
Pedroche hemos de desdeñar que la presunta hija del conde Don Julián residiera
en el castillo de Pedroche; quizá ese hecho histórico es que durante la etapa
visigoda hubiese una fortificación en Pedroche, como recogen las variantes de
la tradición de Pedroche.
En ambas se dice que fue mandado construir por Teodoredo. Hubo dos monarcas con tal nombre, más conocido como Teodorico. Ambos gobernaron el reino de Tolosa, al norte de los Pirineos, y sus relaciones con Hispania fueron escasas. Teodorico II vino a combatir a los suevos, a los que derrotó en la batalla del río Órbigo, cerca de Astorga, regresando a la Galia tras cumplir su cometido.
En absoluto se puede considerar que la mayor parte de la península estuviese en sus tiempos, primera mitad del siglo V, bajo control visigodo, pues nominalmente pertenecía al Imperio romano, aunque éste careciera de medios para imponerse. Es en este tiempo también cuando, ante el vacío de poder, las aristocracias locales asumen el mando en algunas ciudades y regiones, pasando a ser prácticamente autónomas, como Córdoba. Por lo tanto, parece bastante improbable que ninguno de los dos reyes Teodorico construyese castillo alguno en Pedroche; lo cual no quita que otro monarca pudiera haberlo hecho levantar.
El lugar, como recoge la tradición local, se encontraba en un camino hacia el centro de la península, en una antigua vía romana, que dejó de usarse en la Plena Edad Media al habilitarse otros caminos pero que tomó nueva fuerza rehabilitándose con la Mesta, y pasando a formar parte de la Cañada Real Soriana.
Fahs al-Ballut.
En cuanto a las crónicas cristianas de los siglos V al VIII
ningún texto que haya llegado hasta nosotros ofrece información alguna de los
sucesos producidos en el norte de Córdoba durante le época visigoda. Juan de
Biclaro hace referencia a la rebelión de la ciudad de Córdoba frente al
emperador Agila, al que derrotaron, mataron a su hijo y se apoderaron del
tesoro real; de cómo la ciudad continuó insumisa ante el nuevo rey Atanagildo,
resistiendo sus ataques, y cómo, finalmente, Leovigildo la conquistaba a sangre
y fuego en 572. Pero de lo que hoy son los Pedroches, repito, no hay nada
escrito en esa época. Gracias a la arqueología, la epigrafía o la numismática,
sabemos que el norte cordobés tuvo un nutrido poblamiento durante el tiempo del
Reino de Toledo, pero nada en absoluto de su articulación territorial,
administración o fiscalidad, por ejemplo. Podemos irnos a la documentación
posterior, de al-Andalus, por si pudiéramos inferir alguna información de
tiempos anteriores.
Como es sabido, el norte de la actual provincia cordobesa
perteneció a una cora (provincia) denominada Fahs al-Ballut (a la que también
se incluían comarcas colindantes de las actuales Ciudad Real y Badajoz). Hay un
par de elementos que avalan que la cora como tal estaba perfectamente definida
a finales del siglo VIII.
Uno es el testimonio del cadí (juez) Sulayman b. Aswad, quien estando próximo a cumplir cien años (lunares) les mostro a sus amigos una carta que le había enviado el emir Hisam I a su padre, Aswad b. Sulayman, juez de la parte norte de Andalucía, del Llano de las Bellotas y comarcas vecinas, en el que se le ordenaba recaudar y distribuir ciertas contribuciones que se detallaban en el documento, y al dorso del cual estaba anotada la fecha de nacimiento de Sulayman b. Aswad. Hisam I gobernó entre los años 788-796, periodo en el que nació el famoso cadí Sulayman b. Aswar.
El otro es la nisba de
dos personas nacidas en la cora. La nisba
es la parte del nombre árabe que indica el lugar de origen, la filiación
tribal o ascendencia de una persona. Si algún andalusí tenía al final de su
nombre la nisba “al-Ballutí” es
porque había nacido en la provincia de Fahs al-Ballut.
Hubo bastantes personajes que portaron esa nisba, pero voy a
destacar a dos de ellos. El primero, Abu Hafs Umar ibn Su’ayb Aliz al-Balluti,
participó en el famoso motín del arrabal de Saqunda
del año 818. Tras la expulsión de los amotinados encabezó a varios miles de
ellos, que desde Alejandría conquistaron la isla de Creta en el año 825.
El segundo fue Ayyub al-Abid al Balluti, del que cuenta
Rafael Pinilla (1990, 176): “Asceta y
hombre pío. Fue considerado en vida como un santón, y se le atribuían
facultades milagrosas contra calamidades de la Naturaleza. Ibn
Hayyan narra una anécdota suya, a propósito de una rogativa contra cierta plaga
de langostas que sembró el hambre en todo al-Andalus, durante el reino de Abd
al-Rhamán II (año 207 H. / 822 d.C.) e Ibn Sa’id cita otra en la que hizo
llover después de una prolongada sequía”.
Por las fechas en que se produjeron los hechos
protagonizados por estos personajes, años 825 y 822, se infiere que debieron
nacer en las décadas finales del siglo VIII, en un lugar plenamente conformado
y nominado, Fahs al-Ballut, que le dio su nombre, Ballutí.Resulta evidente que la provincia de Fahs al-Ballut existía
a finales del siglo VIII.
Fahs al-Ballut no tiene nada que ver con la administración territorial romana. Con Roma el norte de Córdoba estaba integrado en el
convento jurídico cordobés, mientras que con los omeyas éste aparece
desvinculado de la antigua Colonia Patricia.
Conocemos relativamente bien la administración territorial de la comarca durante este tiempo, gracias al trifinio de Villanueva de Córdoba. Hacia donde está actualmente esta población confluían los territorios de tres ciudades. Dos de ellas, Epora (Montoro) y Sacili (Alcurrucén, Pedro Abad) estaban al sur, junto al rio Guadalquivir, mientras que la tercera, Solia (Virgen de las Cruces, El Guijo) se hallaba al norte del trifinio. Esto quiere decir que la jurisdicción territorial de Epora y Sacili llegaba en tiempos romanos hasta Villanueva, siendo quizá la frontera entre estas dos ciudades y su vecina Solia la divisoria de cuencas entre el Guadiana o Guadalquivir, o algún otro hito como una calzada que discurriera en dirección W-E. Como sabemos que en época almorávide la linde meridional de la cora de al-Balatita estaba situada muy al sur de Villanueva, se desprende que los límites por el sur de Fahs al-Ballut no dependieron de la administración territorial romana.
Comentaba en otra entrada que no encuentro razones para que la administración musulmana tuviera interés alguno de comportase de modo distinto de la romana, y dejara de tener a los actuales Pedroches dentro de la órbita de la capital cordobesa, pues por esa tierra transitaban los caminos que unían a la capital de al-Andalus con Toledo y el centro peninsular. Recuerdo haber leído la opinión de que esta vinculación surgió durante la guerra civil de finales de la República romana, estableciéndose la comarca a modo de glacis defensivo que protegiera a Córdoba de posibles ataques de Sertorio. Hay que entender que al tener la categoría de kura, provincia, contaba con un gobernador propio (que atendía a cuestiones fiscales, administrativas y militares) y un cadí, juez, que entendía de cuestiones jurídicas y religiosas.
La cuestión es si la administración territorial andalusí se
creó de nuevas o es heredera de otras anteriores. Historiadores actuales
consideran que eso último pudo ser así, e igual expuso el historiador de la
etapa omeya Ahamad al-Razi, que los musulmanes mantuvieron la división
provincial que se encontraron a su llegada. Esto explicaría que la cora Fahs al-Ballut estuviese plenamente conformada a finales del siglo VIII. Pues si
esta provincia en absoluto tiene relación con la administración territorial
romana lo único que nos queda es que fuera una herencia de la etapa visigoda o una fundación de los emires de al-Andalus que, como digo, no encuentro lógica.
Pedroche, ¿fundación
visigoda?
Las fuentes documentales contemporáneas a la etapa visigoda
son escasas y no dan mucha información, como se comentaba no hay nada ninguna
referencia a Pedroche en particular o el norte de la provincia de Córdoba en
general. Sobre fundación de ciudades los textos cristianos hablan de la
creación por Leovigildo de dos ciudades, Recópolis y Victoriaco. Pero el
historiador musulmán al-Himyari (autor del siglo XV que estudió la historia de al-Andalus basándose en narraciones anteriores), escribe sobre Montoro: "Esta ciudad fue construida por Recaredo, hijo de Leovigildo, rey de los godos; fue este rey quien unificó las sectas cismáticas del país, puso fin a las herejías, suprimió las controversias religiosas y creó ochenta diócesis con otros tantos obispos. Fijó su residencia en Toledo. Edifició grandes iglesias en diversas regiones de al-Andalus y también fue el que reconoció el dogma de la Trinidad".
Epora era el
nombre de la actual Montoro en tiempos romanos, una de las escasas federadas con Roma.
Acaso con la crisis del Imperio del siglo V desapareciera como urbe, al haber
perdido su funcionalidad de centro administrativo. Pero su posición era muy
estratégica, en la antigua Via Herculea que comunicaba la Bética con Roma por el
litoral mediterráneo, y, además, a caballo entre Sierra Morena y la campiña
cordobesa. La rehabilitación urbana de la antigua Epora era beneficiosa para Recaredo, que contaba con un punto
fuerte para marcar a la tradicionalmente levantisca ciudad de Córdoba,
controlando uno de los principales caminos que la comunicaban con el centro
peninsular. Creo que con Pedroche ocurrió algo similar.
Los textos de historiadores musulmanes que
hagan referencia a Pedroche son bastante tardías, el primero es al-Idrisi, a
mediados del siglo XII, en una cita muy conocida pero que merece la pena recordar: "Desde Córdoba a Ritraws (Pedroche) hay cuarenta millas. El castillo de Pedroche está bien construido, bien poblado y dotado de altas fortificaciones. Sus habitantes son valientes y emprendedores cuando se trata de rechazar al enemigo. La región, tanto en la montaña como en el llano, está cubierta de encinas, cuyas bellotas superan en calidad a todas las del mundo. Los habitantes se esfuerzan por conservarlas y cuidarlas, pues sus frutos les proporcionan una buena cosecha y son de gran utilidad en años de hambre".
En cuanto a las fuentes arqueológicas, un par de lápidas del siglo XI revelan que había un cementerio musulmán en donde debía de estar en una ciudad andalusí, fuera del perímetro urbano e inmediato a un camino. Pero si existía una cora debía de haber necesariamente una ciudad en la que residiese el gobernador y el cadí dictase justicia. Las dos únicas ciudades que conocemos en la zona de Fahs al-Ballut correspondiente a la actual provincia de Córdoba eran Bitraws (Pedroche) y Gafiq (Belalcázar).
En cuanto a las fuentes arqueológicas, un par de lápidas del siglo XI revelan que había un cementerio musulmán en donde debía de estar en una ciudad andalusí, fuera del perímetro urbano e inmediato a un camino. Pero si existía una cora debía de haber necesariamente una ciudad en la que residiese el gobernador y el cadí dictase justicia. Las dos únicas ciudades que conocemos en la zona de Fahs al-Ballut correspondiente a la actual provincia de Córdoba eran Bitraws (Pedroche) y Gafiq (Belalcázar).
No hay, repito, ninguna cita literaria o documento
arqueológico o epigráfico que relacionen la fundación de Pedroche con la
monarquía visigoda, pero si fuera solo por los documentos cristianos no
sabríamos de la habilitación urbana de Montoro por parte de Recaredo. Pues a
este rey sí que le interesaba que el norte de Córdoba dejara de depender
directamente de Córdoba capital.
Ya hemos comentado el largo tiempo que la ciudad tuvo un
gobierno autónomo, sin reconocer a la monarquía goda, combatiéndola incluso por
las armas. A Recaredo, o su padre Leovigildo, sí que le interesaba controlar
los actuales Pedroches, dado que por la comarca transitaban los caminos más
cortos y prácticos que unían el valle del Guadalquivir con el centro de la Meseta. A tenor de los
restos romanos conocidos, no parece que estuviese muy habitada, lo que
facilitaba que pudiesen llegar a la comarca nuevos habitantes, pues había otro
grave problema al sur: los bizantinos.
Tras llegar a mediados del siglo VI, los imperiales ocuparon buena parte de la franja meridional peninsular, e incluso si se confirma que la basílica de Coracho (Lucena, Córdoba) se rehabilitó para adaptar la estructura anterior a la liturgia bizantina, significaría que los imperiales se asomaban a la campiña cordobesa. Ante el peligro que suponían esas tropas en zonas tan ricas, con los precedentes insumisos de los cordobeses, en los Pedroches se podría conformar una segunda línea ante ambos problemas; la capacidad ganadera de la comarca (patente hoy en día) favorecería la entrada de nuevas gentes, pues el registro arqueológico de ese tiempo muestra una auténtica explosión demográfica que surge ex novo, sin relación de continuidad con tiempos anteriores.
Por estas razones pudo, quizá Recaredo, ordenar erigir
Pedroche, como capital de una nueva provincia acorde a sus intereses,
circunstancia que posteriormente mantuvieron los musulmanes con la cora de Fahs al-Balut.