En el dolmen de Las Agulillas

miércoles, 13 de julio de 2016

Vidrios para una exposición


     A primeros de junio he asistido a un congreso internacional sobre cerámicas altomedievales en Zamora, y he podido constatar que la etapa visigoda en el norte de Córdoba está siendo conocida y reconocida entre los especialistas nacionales. Desde este blog llevamos ya más de tres años con esa intención, dar a conocer, divulgar el patrimonio histórico del norte cordobés.

     La exposición en el Museo Arqueológico de Córdoba celebrada entre marzo y mayo de este año corrobora este creciente interés, aunque la muestra es solo un reflejo del volumen de documentación arqueológica disponible de los Pedroches. Por ejemplo, se expusieron seis objetos cerámicos, cuando sólo en el museo cordobés hay unas ochenta piezas de barro, en su mayoría íntegras. Una exposición con no muchas piezas, pero sí muy representativas, en la que se incluían una de las rarezas de la arqueología de la etapa visigoda de toda la península: los objetos de vidrio.

     En primer lugar están los platos de vidrio. Le hemos dedicado bastante espacio en este blog a los platos de vidrio que han aparecido en tumbas del norte de Córdoba. El vidrio tiene el gran problema de la fragilidad, es un tipo de elemento al que hasta hace no mucho apenas si se le ha concedido importancia, sobre todo por la dificultad de obtener ejemplares íntegros. En algunas zonas del NE cordobés, no en todas, han aparecido casi tres docenas de platitos de vidrio, bastantes intactos, otros muchos fragmentados pero que podían recomponer. En el resto de la península son solo una decena los que se han encontrado íntegros: cinco en Aldaieta (Álava), dos en el barrio bizantino de Cartagena; otros dos en las Delicias (Granada); y uno en Castiltierra (Segovia). En definitiva, en el norte de Córdoba se concentra la mayoría de este tipo de recipientes de vidrio conocidos en Hispania.


     Hay que hacer alguna precisión sobre estos platitos (o cuencos, como también se les llama). En las fichas de la Red Digital de Colecciones de Museos de España (CERES, para los amigos), de los platos depositado en el museo cordobés se dice que pertenecen a la forma Ising 116 (por cierto, que Clasina Isings es autora, y no autor, como se dice en las fichas). Pero cuando Ana María Vicent y Alejandro Marco dieron a conocer los vidrios de los Pedroches en una publicación de 1997 en absoluto asimilaron los platos cordobeses a esa forma, y conocían de sobra el libro de C. Isings. Sin dudarlo un momento asociaron estos platos al oeste y centro europeo: “Como es bien sabido, vasos de vidrio similares en la forma y en la decoración han sido descubiertos en cementerios de los francos, merovingios y alamanes del norte de Francia, Renania y Bélgica” (Marcos y Vicent, 1998, 215). La especialista en vidrios hispanos de época visigoda, Blanca Gamo Parras (2008, 479-485), considera que estos cuencos de Hispania son “herencia de la tradición tardorromana”, y “de igual manera es común en los repertorios de vidrio merovingio (T. 81 de Feyeux)”. Estas precisiones terminológicas no son, sólo, una pijotada, pues una clasificación desacertada induce a errores. Es lo que ocurre con el siguiente objeto de vidrio que también se mostró en la exposición.

     El segundo objeto es un vaso campaniforme carenado con un botón terminal debajo. Apareció en 1975 en la finca La Indiana, al oeste de Adamuz, en el interior de una tumba en la que también había un cuenco y una olla, ambos cerámicos. Este particular vaso tuvo una entrada propia en este blog.


     Esta pieza es definida como “lámpara” en su ficha del CERES. Pero si un arqueólogo francés lo viera en absoluto estaría de acuerdo con tal calificación, sino que diría que es un “gobelet caréné Feyeux 52”. Como hemos visto arriba, Feyeux es el autor de una clasificación de vidrios de época merovingia, y este objeto se adapta sin la menor duda a su tipo 52, un vaso de cuerpo largo, campaniforme, con carena en su parte baja, y un característico botón rematando su fondo.

     El ejemplar del Museo de Córdoba es único en toda la península, pero en el norte de Francia y Bélgica es el objeto más significativo de las tumbas del periodo merovingio en esos sitios durante el siglo VI: estos gobelets carénés "constituent la production la plus communément rencontrée dans nos tombes mérovingiennes [de Bélgica]" (Janine Alenus-Lecerf, 1995, 65); creo que se entiende bien sin necesidad de traducción. Han aparecido por docenas, lo que ha permitido establecer clasificaciones tipocronológicas:

 (Janine Alenus-Lecerf, 1995,73.)

     En este dibujo se muestran los "gobelets carénés" encontrados en el cementerio de Vieuxville (Bélgica) de época merovingia:

 (Janine Alenus-Lecerf, 1995, 79.)

     Viendo los dibujos de arriba resulta imposible sostener que el vaso aparecido en el olivar de Adamuz es una “lámpara” y no lo que resulta evidente, un vaso campaniforme carenado tipo Feyeux 52 para los vidrios merovingios. Que no apareciera en tierras dominadas por los francos es otro cantar. Resulta evidente que quien definió en la ficha del CERES a este objeto como “lámpara” lo hizo porque ignoraba esta forma de vidrio al norte de los Pirineos. Pero, sin ser arqueólogo, sólo teniendo ojos en la cara se constata que no hay duda alguna de que es un “gobelet caréné Feyeux 52”, su morfología es inconfundible. Espero que corrijan la ficha y la información que se derive de ella, sobre todo para que el presunto arqueólogo francés que decía arriba no considere que somos unos ígnaros.

     No es el caso de Alejandro Marcos y Ana María Vicent, que cuando lo dieron a conocer en 1998 lo definieron como “Bicchiere campaniforme carenato tipo Feyeux 52”; ni tampoco de una buena especialista como Blanca Gamo Parras, quien dice de él (2008, 484): “Hay otras [formas en la península] como el vaso de la necrópolis de Adamuz en Córdoba, formalmente del tipo 52.0 de Feyeux, por el momento un unicum”. Como ya se apuntó desde la primera vez que se publicó en 1998, este vaso campaniforme carenado con botón terminal es único en toda la península.

     La tercera pieza apareció la Losilla (Añora), y en la exposición del museo cordobés aparecía como “jarrita con pie de copa”. El problema está en que si bien para los vidrios franceses o belgas hay clasificaciones estándar reconocidas y admitidas, para los vidrios hispanos no se ha hecho tal labor. Desde que "el hombre puso nombre a todo ganado y a las aves del cielo y a todo animal del campo" (Génesis, 2:20) no hemos parado de hacer clasificaciones, pero a ésta de los vidrios de la época visigoda no hemos llegado aún.

     El objeto se compone de dos piezas: un recipiente de cuello largo y cubeta de escasa cabida; y un pie alto con el centro engrosado:

      Difícilmente puede encajar en el concepto de “jarrita”, “jarra” o “jarro”, por ser un tipo de recipiente que se caracteriza por contar con un asa, además de no contar con pie. Una “copa” sí lo lleva, según el DRAE, es un “vaso con pie para beber”, pero la parte superior de este objeto no responde a lo que se entiende por vaso, según el mismo DRAE “pieza cóncava, de mayor o menor tamaño, capaz de contener algo”. Y, evidentemente, la parte superior ni es cóncava ni es un vaso. En realidad, la pieza cerrada es una forma de vidrio de sobra conocida entre los arqueólogos (gremio en el que, por cierto, no me encuentro), denominada “ungüentario”. En los tiempos de Riesgo (1921-1935) se llamaba “lacrimatorio”, por suponerse que había servido para recoger las lágrimas de los deudos de un finado (imaginación al poder...). También se denomina como “balsamatorio” o “balsamera”, por su utilidad para contener bálsamos o ungüentos valiosos: su largo cuello permitía verter el caro contenido gota a gota. Lo peculiar de la pieza es el alto pie sobre el que se apoya el recipiente.

     Blanca Gamo (2008, 480) solventa la cuestión terminológica denominándolo "ungüentario de pie alto o candelero", y considera que es un diseño genuinamente hispano:
      “En el repertorio hispano junto a modelos que son comunes al resto [de Europa], como los cuencos [que vimos arriba] hay otras formas para las que los paralelos no se conocen en el exterior y por tanto, al menos por ahora, deben ser individualizadas como piezas propias del gusto hispánico.
     El grupo más significativo es el compuesto por ungüentarios de pie alto o candelero. Se conocen un total de cinco recipientes: dos procedentes de la provincia de Alicante, dos de la de Cádiz y una de Badajoz. Todos ellos han aparecido en sepulturas… Por lo que respecta a las cronologías, se fechan en el s. VII y algunos con más precisión en su segunda mitad”.


 (Blanca Gamo Parras, 2008, 481.)

     Así pues, este recipiente con pie alto aparecido en la Losilla es el sexto de su tipo que se conoce en Hispania.

     Por lo expuesto, se puede afirmar que la colección de vidrios procedentes de la etapa visigoda en el norte de Córdoba es auténticamente excepcional para todo el conjunto peninsular. Han aparecido muchos vidrios en otros lugares, como la villa de la Olmeda, pero los de los Pedroches son peculiares y hasta únicos.

Créditos de las imágenes numeradas:
1: Ángel Martínez Levas, http://ceres.mcu.es/
2: Ana María Vicent, 1999.
3: Guadalupe Gómez Muñoz, http://ceres.mcu.es/