Javier Torralbo
Gallego. Juan Palomo Palomo.
La de este año 2020 pasará
a la historia como la romería que no se pudo festejar, la gente de Villanueva
de Córdoba no podrá acompañar a la imagen de la Virgen de Luna desde su santuario
de la Jara hasta la iglesia de San Miguel. Las circunstancias obligan.
En muy escasas
ocasiones el pueblo jarote ha faltado a esa cita, pues el día tradicional de la
romería, el Lunes de Pentecostés, es por excelencia el Día de Villanueva; o
hubo algún suceso muy especial en ella. Podemos repasarlas desde las más
recientes a las más antiguas.
Romería de 1936.
La II República
modificó sustancialmente el papel que había tenido secularmente la religión,
implantándose un estado laico. El artículo 27 de la redacción final de la
Constitución de 1931 establecía que “las manifestaciones públicas de culto
habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno”. Es decir, no se
prohibían pero podían dar lugar a un tedioso trámite o al silencio administrativo.
Pero tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 aumentó la tensión a
nivel nacional entre el clericalismo y anticlericalismo, con disputas continuas
por asuntos como el toque de las campanas, entierros católicos o procesiones.
En
esas circunstancias la romería del Lunes de Pentecostés de 1936 estaba en
peligro. Así que tres jarotes encontraron la solución. En la noche anterior al
día tradicional de la romería de Villanueva, Juan Gómez (a) “Cebón”, Juan
Alonso Galán (sacristán y sochantre de la parroquial de San Miguel) y don
Patricio Bermudo (abogado, Presidente de la Hermandad y reorganizador de la
misma tras la guerra civil), se trasladaron con el camión del primero al
santuario de la Jara, y en el silencio de la noche hicieron el camino de vuelta
con la imagen. Al amanecer, al abrirse las puertas del templo, la Virgen de Luna estaba ya
dentro de la iglesia de San Miguel, causando el asombro del vecindario. Mantuvieron,
sin mayores problemas o consecuencias, la tradición de traer la imagen de la
Virgen de Luna a Villanueva el Lunes de Pentecostés.
Fue
la última romería que se hizo con la imagen primigenia del siglo XIV, pues fue
destruida, junto con todo el mobiliario religioso, el 25-07-1936.
1777-1780
En
enero de 1777 comenzó a desmantelarse la vieja torre de San Miguel construida a
finales del siglo XVI, pues amenazaba derrumbarse sobre el nuevo edificio
recién terminado de la iglesia. En el verano del año siguiente comenzaron a
hacerse los cimientos para la torre actual, que se concluyó en el verano de
1780.
Fue
en este tiempo, cuando materiales y andamiaje ocupaba buena parte de la plaza y
el camino que va desde el de la Plata y se dirigía a Pedroche (actuales calles
Adamuz, Córdoba, San Sebastián, Real, Plaza, Herradores, Pedroche, Paseo de
Andalucía), cuando se produjeron los hechos que recogió don Juan Ocaña Torrejón
en su Callejero de Villanueva de Córdoba
(pág. 82):
“Aprovechando
aquella vieja costumbre de hacer salvas a la Virgen de Luna y que el estado de
las obras de la iglesia permitía ver desde el lado de la calle Real… gran parte
de la Plaza, cierto individuo, por motivos ignorados, en ocasión de la llegada
de la imagen de la Virgen a la Parroquia, momento en que eran más nutridas las
salvas, disparó desde el lado de la calle Real, hallándose casi oculto, en las
obras, un tiro de bala sobre otro vecino que se hallaba en la Plaza, causándole
la muerte instantánea”.
Este
macabro suceso parece ser que fue el motivo de la cruz e inscripción sobre la
fachada de la Plaza del edificio de la Audiencia, en la que pone: “Aquí murió Juan Cabre[ra]”. (Sobre el
uso de armas por la Hermandad, manteniendo su tradición militar, la costumbre
se mantuvo hasta que, con la creciente conflictividad social, en 1917 las
autoridades locales prohibieron el uso de armas de fuego por parte de la misma
como medida preventiva.)
1680-1681.
Cuanto
menos, las romerías de ambos años fueron muy peculiares. La de 1680 no se
celebró, hubo la fiesta en el santuario, pero los vecinos de Villanueva se
quedaron sin traer la imagen a su localidad:
“En 1680, tras
proceder a la llevada de la Virgen a su ermita por Pentecostés y permitir la
fiesta en el santuario de los vecinos de Villanueva, los pozoalbenses pensaron
en volver a traer la imagen a la villa para tenerla presente junto a ellos como
protección ante la peste e igualmente para disfrutarla en festividades muy
señaladas del comienzo del verano. Pero como esta decisión incomodaría
sobremanera a los vecinos y autoridades de Villanueva (molestos por no poder
disponer de Nuestra Señora en fechas en las que también celebraban, desde las sentencias de finales
del XVI, fiestas en su honor y atemorizados como estaban igualmente ante la
amenaza de la epidemia), y ante la previsible reclamación, las autoridades de
Pozoblanco salieron al paso ordenando en reunión del cabildo de 19 de junio de
1680 la celebración de un novenario a Jesús Nazareno y la traída de la Virgen
de Luna, al día siguiente de la festividad de San Pedro, para que intercediera
y evitara el posible contagio de peste que amenazaba a la población y a toda la
comarca. La decisión se hacía sustentar en una cuestión religiosa y de salud
pública pero también, de manera oportunista,
se pretendía con ella mantener la imagen en la villa hasta que
trascurrieran las fechas de las mencionadas festividades en las que antaño los
pozoalbenses habían tenido la Virgen y evitar, de paso, su más que probable
traslado a Villanueva” (José Luis González Peralbo, “Rivalidad entre
Pozoblanco y Villanueva por la Virgen de Luna. El pleito iniciado en 1681”, Boletín de la Cofradía de Nuestra Señora de
Luna de Pozoblanco, 33, 2008).
Recordemos
que había una sentencia del Provisor del Obispado de Córdoba, Don Cristóbal de
Mesa Cortés, fechada el 23-05-1590, por la que ambas poblaciones podían llevar
la imagen a su pueblo: “tanto los de uno como los de otro pueblo podían celebrar
fiestas separadamente en la ermita, y previa licencia del ordinario, llevar la
imagen al pueblo con la decencia y acompañamiento necesarios, y que con la
misma la tornen a traer a dicha ermita, sin que ni uno ni otro concejo pueda
poner ni consienta poner contradicción alguna, so pena de excomunión mayor y
cincuenta ducados de oro, y que el Concejo, Regimiento y vecinos de Villanueva
pueda hacer y celebrar en la ermita con el Vicario receptor y clérigos de la
dicha iglesia de Villanueva las fiestas que por su devoción quisieren hacer y
celebrar en cualquier día en que no sea en los días y tiempo que el dicho
Concejo y vecinos de Pozoblanco lo hicieren y celebraren, sino en otros días
fuera de aquellos de manera que no se encuentren a hacer y celebrar las dichas
fiestas ambos en un día”. Pero en esta sentencia no se reglamentaban las
fechas para cada población, lo que dejaba la puerta abierta a polémicas y disensiones.
Con los precedentes del año anterior,
la romería de 1681 fue especialmente rocambolesca. Según la denuncia de
Pozoblanco, los de Villanueva “de caso pensado y premedittado junttaron mas de cientto y
cincuentta hombres con arcabuzes y otras Armas ofensivas y defensivas y
vinieron con gran tumulto a media noche del día veintte y siette del mes de Mayo
pasado de este presente año y se llevaron dha Imajen a dha villa de Villanueva
poniendo cuatro guardas que alli existe en dicha hermita porque no viniese a
dar cuenta a mi pte. en cuyo echo de violencia an cometido grave delito de
despoxo dando ocasion a que mi pte. y sus vecinos se pongan en Arma para
repeler el agravio e injuria que se le ha echo privando de dha Santa Imajen que
la an tenido y Posehido y tienen como suya y propia”.
Juan Ocaña Torrejón recogió en su obra Historia
de la villa de Villanueva de Córdoba (1911) el texto íntegro de la denuncia
de Pozoblanco, y la respuesta de Villanueva.
La parte de Villanueva,
al contrario, aducía que, tras ciertos actos en la iglesia de San Miguel, “el dia beinte
y siete del mes de maio procximo pasado se juntase este Conçejo con muchas personas capitulares, vezinos desta villa, y
acordasen el yr y traer a la yglesia parroqial desta villa la santa ymajen de
Nuestra Señora de Luna con animo de zelebrarle fiestas y rrendirle cultos
como antes se solia haçer en esta villa y se ejecuto esta aczion con la maior
obstentaçion que fue posible traiendo en proçesion general a Nuestra Señora
a la yglesia parroqial desta villa donde esta de pressente y luego se acudio a
dar quenta al señor Probisor de la çiudad de Cordova...”. Y que el “Concejo y Reximiento de Pozoblanco y sus vecinos y no son
partes legítimas para seguir dcho juicio que por ningún Título pueden impedir
que mi Parte hagan fiestas en dcha. Hermita de Nuestra Señora de Luna, ni que
la lleven en procesión a Villanueva de Córdoba quando sus vecinos tienen
necesidad de alivio en sus necesidades espirituales y temporales y se hallan en
quietta posesión de tiempo inmemorial de dchas. Fiestas y de llevar la Santa
imagen en procesión a dcha. villa y así por los contrarios no pueden ser
molestados ni perturbados en dcha posesión”.
Aunque Juan Ocaña hace
más de un siglo dejó constancia, como se decía, de estos pleitos iniciados en
1681, desconocíamos los verdaderos motivos que ocasionaron lo que unos
consideraban un robo violento, y los otros una romería más a la que tenían
derecho sin intromisión de la otra parte. Los hechos desencadenantes y el
proceso posterior están siendo analizados por Javier Torralbo Gallego en un
libro que se espera sea de pronta aparición. Las circunstancias mandan.
Un
documento de 1681 (que reproducimos al final) nos dice cómo se festejó la
romería de Pentecostés de ese año: “para el rregoçijo que se çelebra an llebado mui de
hordinario algunas danças asi de bailes como dança de espadas y conpañia de
soldados todo a fin de haçer la dicha fiesta con la maior ostentaçion que a
sido posible y que en esta misma conformidad se hiço el año pasado de mill y
seiscientos y ochenta y uno al tienpo y quando acordo esta villa el yr por
Nuestra Señora de Luna a su santa casa y traerla a la yglesia parroqial della
como con efecto la trujo a donde estubo algun tienpo mientras que se çelebraron
dos nobenarios de misas y se hiçieron fiestas de toros…”.
La compañía de soldados debe de ser la “Hermandad
y Compañía de Soldados de Nuestra Señora de Luna” de Villanueva, que existía al
menos desde 1604. En cuanto a la danza de espadas, es la única referencia que
hemos encontrado a algo así. Dada la cercanía no sería de extrañar que los
danzantes de Obejo hubieran venido a la romería de Villanueva.
También resulta interesante la mención a
fiestas de toros ese año de 1681. Los bailes que igualmente se nombran implican
músicos, pero no sabemos quiénes pudieran ser ni qué instrumentos interpretaban,
o dónde tenían lugar los festejos.
Dentro
de la mentalidad de los hombres y mujeres del Barroco la religión y sus
manifestaciones colectivas eran las características definitorias de esta
sociedad. Aun así, desde la Baja Edad Media, existía otro rasgo que definía a
la mentalidad de la sociedad de la Corona de Castilla; la hidalguía.
Dentro de
la mentalidad colectiva de la época ser noble no es solo tener tierras, no
ejercer oficios manuales y pertenecer a un linaje antiguo y distinguido, hay
una característica que sobresale y es la preeminencia sobre los demás. Eso en
el lenguaje de Bernal Díaz del Castillo es “señorear” al resto de personas.
Dentro
del conflicto entre las villas de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba por la
Virgen de Luna que se viven a finales del siglo XVII se mezclan diversas
razones: las económicas por los aprovechamientos de la Dehesa de La Jara, las
religiosas por la protección que brinda la imagen de la virgen y sociales
basadas en el deseo de preeminencia. Debido a esto, durante la reunión
celebrada en San Miguel entre las hermandades de ambas villas, vemos que el
conflicto en ese momento estalla por motivos de honra: “el dia sigundo de Pascua de Espiritu Santo
que paso en este presente año se çelebro por esta villa fiesta a la santa
ymajen de Nuestra Señora de Luna y abiendo concurrido a dicha fiesta el hermano
maior, maiordomo y diputados de la Cofradia o Hermandad de la villa de
Poçoblanco siendo asi que esta villa a çelebrado de tienpo ymmemorial a esta
parte todos los años su fiesta en la hermita de Nuestra Señora de Luna sin
ynterbencion de la dicha villa de Poçoblanco ahora nuevamente el dicho
maiordomo quiso yntroduçir el que abia el suso dicho y sus diputados de
rrejentear en la proçesion de la fiesta que haçia esta villa gobernando la
proçesion de la yglesia y dando los puestos e ynsinias de su mano con lo qual
ubo rreplicas de una y otra parte y fue motibo lo rreferido para que esta villa
y su Conçejo se rresolbiese a haçe[r] su fiesta como antes la solia y acostunbraba
haçer sin ynterbençion de dicho maiordomo y oficiales de la villa de Poçoblanco
de lo qual rresulto que el dia beinte y siete del mes de maio procximo pasado
se juntase este Conçejo con muchas personas capitulares, vezinos desta villa, y
acordasen el yr y traer a la yglesia parroqial desta villa la santa ymajen de
Nuestra Señora de Luna”.
Este
testimonio fue introducido el día 1 de junio de 1681 en el Libro de Acuerdos
del Concejo de Villanueva de Córdoba, aunque sus actas se han perdido un traslado
del Cabildo celebrado ese día ha sobrevivido hasta nuestros días entre los
pleitos de la Chancillería Real de Granada. Así que además de los problemas
económicos derivados de las malas cosechas y la dificultad de gestionar grandes
extensiones de bienes comunales, y las epidemias que asolaban Andalucía en esos
años ante las que se buscaba la salvaguarda de la Virgen de Luna, la causa
detonante del conflicto entre jarotes y tarugos es la mentalidad barroca, o
mejor dicho la honra y el deseo de señorear al prójimo.
Acta del testimonio del
teniente de gobernador y de los alcaldes ordinarios de Villanueva de Córdoba
sobre los derechos de procesión de la Cofradía de la Virgen de Luna, de
celebrar una fiesta anual y llevar la imagen en procesión a la villa. 03 de junio de 1682:
“(fol.
46rº) Juan Moreno de Pedraxas, escribano del Cavildo de la villa de Villanueba
de Cordova, doi fee y testimonio a los señores quel pressente bieren como oi
dia de la fecha deste pareçieron ante mi sus mercedes Francisco de Contreras,
theniente de Gobernador desta villa, y Bartolome Sanchez Pesqueço, familiar del
Santo Oficio, y Pedro Martin Poçuelo, alcaldes hordinarios desta, y con
juramento que de su boluntad hiçieron por Dios nuestro señor y una cruz dijeron
que en esta villa ai fundada de tienpo ymmemorial a esta parte una Hermandad y
Cofradia de Nuestra Señora de Luna la qual a estado en
costunbre de çelebrar cada un año una fiesta solemne de misa y proçesion y
algunos años con sermon el dia sigundo de Pasqua a Nuestra Señora de Luna en su
santa casa para la qual esta villa con asistençia de los dos cavildos
eclesiastico y secular ban en proçesion general a dicha fiesta y para el
rregoçijo que se çelebra an llebado mui de hordinario algunas danças asi de
bailes como dança de espadas y conpañia de soldados todo a fin de haçer la
dicha fiesta con la maior ostentaçion que a sido posible y que en esta misma
conformidad se hiço el año pasado de mill y seiscientos y ochenta y uno al
tienpo y quando acordo esta villa el yr por Nuestra Señora de Luna a su santa
casa y traerla a la yglesia parroqial della como con efecto la trujo a donde
estubo algun tienpo mientras que se çelebraron (fol. 46vº) dos nobenarios de
misas y se hiçieron fiestas de toros y otros rreguçijos traiendo y llebando a
su santa casa la santa ymajen de Nuestra Señora de Luna en proçesion general
con danças de bailes de espadas y conpañia de soldados todo observando la
costunbre con que todos los años esta villa celebra fiesta a dicha santa ymajen
y para que dello conste donde conbenga doi el presente que ba firmado de sus
mercedes dichos señores teniente y alcaldes que declaran saber esto en la forma
que ba declarado como maiordomos y hermanos maiores que an sido de dicha
Cofradia y Hermandad y lo signe y firme en Villanueba de Cordova a seis dias
del mes de março de mill y seisçientos y ochenta y dos años =
Francisco
de Contreras (rúbrica).
Pedro
Martin Poçuelo (rúbrica).
Bartolome
Sanchez Pesqueço (rúbrica).”