Recientemente se han colocado unos monolitos de
granito junto a los edificios más emblemáticos de Villanueva, ofreciendo
información sobre ellos. Es una excelente idea, pues el soporte elegido, un
monolito granítico, es de lo más idóneo y representativo.
En el que se encuentra en la plaza frente a la
iglesia de San Miguel se dice que comenzó a construirse cuando la localidad
alcanzo el título de villa en 1553. Eso es exactamente lo que escribió don Juan
Ocaña Torrejón (Historia de la Villa de
Villanueva de Córdoba, 1911, pág. 131): “El primer templo que se conoció fue una
ermita que, bajo la advocación de San Sebastián, estuvo instalada en una de las
casas que hoy existen en la calle Casas Blancas… Al concederse a este pueblo el
título de Villa en 1553, se construyó una iglesia parroquial en el sitio de la
que hoy existe, y se la puso bajo la advocación de San Miguel Arcángel”.
Don Juan Ocaña recogió la tradición oral que hablaba de la ermita a San
Sebastián en la calle Casas Blancas, pero la fecha de construcción de la
iglesia parroquial de San Miguel Arcángel (la única parroquia en la localidad
hasta mediados de la década de 1950) es una suposición del autor.
Lo que sabemos a partir de la documentación conocida
es otra cosa. La primera referencia documental sobre Villanueva de Córdoba, con
su antiguo nombre de Encina Enana, data de 1437 (M. Muñoz Vázquez, “Documento
inédito para la historia de Villanueva de Córdoba”, Revista de Feria de Villanueva de Córdoba, 1989.) Lo más probable
es que surgiera a finales del siglo XIV o comienzos del XV como consecuencia de
las vías pecuarias que se establecieron con la Mesta y que atravesaban la población actual.
El 6 de mayo de 1499 cambia su denominación oficial
por el actual de Villanueva de Córdoba (J. Ocaña Torrejón, 1981, “Villanueva de Córdoba. Apuntes Históricos”,
Córdoba, pp. 16-ss), contando también a partir de entonces con autoridades
propias, alcalde, alguacil, mayordomo de propios y escribano, aunque desde la perspectiva
de la jurisdicción seguía siendo un “lugar” dependiente de Pedroche, de la que
se independizó en 1553 al alcanzar el título de Villa.
Esperar más de un siglo desde la primera mención a
Encina Enana para construir una iglesia parece extraño. Y más cuando la única
referencia que se conoce a la primigenia ermita a San Sebastián de la calle
Casas Blancas es la de Ocaña Prados.
Luego seguiremos con la
ermita de San Sebastián, continuemos con la iglesia de San Miguel. El hijo de
Ocaña Prados, Juan Ocaña Torrejón, retrasó la construcción al tiempo en que fue
obispo de Córdoba Leopoldo de Austria (1541-1557), que fomentó y promovió la
labor pastoral de San Juan de Ávila (Juan Ocaña Torrejón, Villanueva de Córdoba. Apuntes Históricos, Córdoba, 1981, p. 65).
Ocaña Torrejón se basaba en dos documentos. El
primero es una carta que el rector de la parroquia de San Miguel Arcángel de
Villanueva de Córdoba envió al Sínodo Diocesano de 1566: “Sabrá vuestra Señoría Ilma. como Villanueva
de Córdoba es un pueblo de 400 vecinos y tiene mucha necesidad en la iglesia
porque toda la fábrica della se lleva Villa Pedroche, y el pueblo está muy
agravado de limosnas, que ha dado cerca de dos quentos en librarse de Pedroche
porque recibían agravios notables, y en hacer una iglesia en que Dios se
honrase, y en esta iglesia se han hecho dos veces, porque la primera iba mal
fundada, y falta cerca de la media por cubrir, y el Santísimo Sacramento está
en una hermita que se cae y es pequeña…” (Ocaña Torrejón, 1981,
165).
El segundo es otra carta que remitió al Obispado el
Concejo de Villanueva el 05-06-1567: “Ilmo. Sr. El Concejo, justicia y regidores de Villanueva
de Córdoba… dezimos que ha mucho tiempo que este pueblo no tiene iglesia a lo
menos decente… [por] lo cual tenemos al Santísimo Sacramento en una ermita casi fuera del
lugar… [solicitando] mandase que a lo
menos fuesen restituidas las partes que la iglesia y fábrica de Villa Pedroche
y Torremilano llevan de nuestra iglesia con lo qual podrá ser reedificado el
templo y acabado” (Ocaña Torrejón, 1981, 61).
La declaración expresa del
rector de las dos construcciones de la iglesia concuerda con lo expuesto por el
Concejo de Villanueva, pues éste no dice que, en 1567, Villanueva de Córdoba no
tenga o no haya tenido iglesia parroquial, sino que hace mucho tiempo que ésta
no está “a lo
menos decente” para albergar el Santísimo Sacramento, y que hacen
falta fondos para poder ser “reedificado el templo”.
Hemos tenido acceso a
documentos que nos aclaran sobre este asunto. Uno está fechado el 30 de marzo
de 1539, y es un padrón de repartimiento de 3.000 maravedíes entre 181 vecinos
pecheros, que podrían equivaler a unos 670-720 habitantes, que transcribo
literalmente: “En Villanueva de
Cordoba villa de la muy noble e muy leal çibdad de Cordoba en treynta dias del
mes de março anno de mil e quynientos e treynta e nueve annos este dia estando
en la yglesia de San Myguel yglesia mayor desta dicha villa a canpana tannyda a
Conçejo llamados los ofiçiales desta dicha vylla segund que lo hacen de uso e
de antigua costumbre conviene a saber Pero Diaz de Luna…” (ARCHGR01RACH Caja 1741-1, fº 55r).
Ese mismo año de 1539 el alcalde (que entonces tenía
funciones judiciales) tenía audiencia para resolver las cuestiones de los
vecinos (particiones, herencias, querellas, denuncias…), de donde le vendría el
nombre al edificio de la Audiencia, en la plaza frente a la iglesia, pero su
tamaño sería demasiado pequeño y quizá la iglesia de San Miguel fuera entonces
el único edificio capaz de albergar a la numerosa gente que asistiera a un
concejo abierto. Podemos conjeturar con que si esta era la “yglesia mayor” es
porque habría otra “menor”, una ermita, por ejemplo.
Podemos remontar los orígenes de la parroquia de
Villanueva de Córdoba a finales del siglo XV, pues mantenía un “excusado” a
favor de la obra de la Catedral de Córdoba (I. Sanz Sancho, 1989, La
Iglesia y el Obispado de Córdoba en la Baja Edad Media (1236-1426)” Universidad
Complutense de Madrid, Tomo I, p. 266). El “excusado” consistía en que el
tercer mejor diezmero de cada parroquia entregaba íntegro su diezmo a la
catedral: la existencia de este “diezmero excusado” implica la coexistencia de
una parroquia.
También es cierto que la
existencia de una parroquia no implica necesariamente que también hubiera un
templo a tal fin, pues para la constitución de una parroquia el “hecho decisivo
lo constituye la delegación ordinaria de la jurisdicción episcopal [por lo que] el
templo no es esencial para la existencia o no de una parroquia, aunque sí es
evidentemente necesario” (I. Sanz Sancho, 1989, pp. 129-130).
Resultaría extraño además,
como decía antes, que a partir del cambio de nombre, y de contar con
autoridades propias aunque siendo aun un “lugar” dependiente de Pedroche, no
hubiera templo digno del rango alcanzado, sino una ermita pequeña y ruinosa,
cuando “el templo
constituía un símbolo y un distintivo para sus parroquianos, quienes a su
arreglo y magnificencia dedicaban muchas mandas en sus testamentos”
(I. Sanz Sancho, 1989, p. 131). Como la
iglesia ya existía indudablemente en 1539, es posible que su primera
construcción se hiciera a finales del siglo XV, cuando la localidad comienza a
tomar entidad propia con su alcalde y otras autoridades. Pero su mala fábrica
motivó que hubiese que reedificarla cuando Villanueva se convierte en Villa en
1553, o algo más tarde, hacia la década de 1560.
Volvamos con la ermita de San
Sebastián. Es una advocación generalizada en las Siete Villas de los Pedroches,
pues todas ellas cuentan con una ermita o iglesia parroquial en su honor.
Ocaña Torrejón, en 1911, atribuía el nacimiento de
Villanueva a habitantes de Pedroche que huyeron de la pandemia de peste de
mediados del siglo XIV. Pero eso es, exactamente, lo que decía del origen de
Torrecampo Luis María Ramírez y las Casas-Deza en 1839: es evidente que Ocaña
lo leyó y lo atribuyó a Villanueva. (Curiosamente, la ermita a San Sebastián de
Pedroche está en el camino a Torrecampo).
La devoción a San Sebastián estuvo muy difundida en
la Edad Media por su carácter antipestífero. Parece ser que se debe a la
antigua creencia que relacionaba la peste con las flechas y, según la
tradición, San Sebastián fue atado a un madero y asaeteado, aunque sobrevivió a
los flechazos.
En la Antigüedad se consideraba que Apolo, el dios
arquero, era capaz de desencadenar una plaga de peste lanzado flechas, y
también podía detener la epidemia. Con el cristianismo San Sebastián (que
compartía con Apolo el aspecto de un bello y armonioso joven) asumió la
capacidad de detener la epidemia de peste, pues había sobrevivido a las flechas.
Hay también autores que consideran que las hogueras purificadoras que se hacen
en las fiestas populares a San Sebastián (y que se mantiene en Villanueva)
están relacionadas con la peste y el patronazgo de San Sebastián.
Juan Ocaña Torrejón,
que llegó a Villanueva como Secretario del Ayuntamiento, recogió una tradición
oral (en su libro citado de 1911, p. 25): “Se construyó una pequeña ermita bajo la advocación de San
Sebastián, la cual estuvo instalada en el sitio que hoy ocupa la casa núm. 11
de la calle Casas Blancas, en la cual aun se notan vestigios de su primitiva
construcción y, sobre todo, el nicho donde estuvo colada la imagen y la
habitación destinada a sacristía”.
Su hijo, Ocaña Torrejón (Callejero de Villanueva de Córdoba (colección de datos históricos,
1972, p. 112), escribía de la ermita: “La soldadesca y hermandad que aquí le rendía culto en su
primer oratorio de la calle Casas Blancas, acometió la edificación de una
ermita en las afueras del poblado y al lado del camino que llevaba a Córdoba,
dedicada a él, consiguiendo para ello autorización del obispo de la diócesis,
el Rvdo. P Fray Martín de Córdoba y Mendoza [que
fue obispo de Córdoba entre 1578 y 1581]… Hacemos
estas aseveraciones fundándonos en que, en una pequeña pieza, de color rosado,
que coronaba el antiguo campanario que sujetaba la cruz de hierro, había
esculpida la cifra ‘1585’, la que parece señalar la fecha de la construcción,
pues coincide con aquella otra que existió en el primer arco entrando en el
templo en el que en su pilastra del lado izquierdo tenía la figura de un toro
picada e el granito, y en la del lado opuesto, la inscripción, también
enmarcada, que decía: ‘Este arco lo hizo Martín Ruiz. Año de 1585’.”
Pero un documento fechado el 22 de marzo de 1534
hace que tengamos que replantearnos el origen y ubicación de la ermita de San
Sebastián (ARCHGR01RACH Caja 1741-1, fº 32v
y fº 33r). Se trata del inventario de bienes que tras la muerte de Diego Ruiz
de Pedroche hace su viuda, María Sánchez, y sus hijos para llevar a cabo su
partición. Como antes, además de la transcripción se ofrece el documento
original:
“[En el margen:] Inventario de la
partiçion.
En Villanueva de Cordoba villa
de la muy noble e muy leal çibdad de Cordova en veinte e dos dias del mes de março
anno del nasçimiento de nuestro Salvador Iesus Chryspto de mil e quinientos e
treynta e quatro annos ese dia ante honrrado Pero Martin del Pozo, alcallde
hordinario, y en presençia de mi el escribano publico e testigos de yuso
escritos, paresçieron por ante Mari Sanchez, muger que fue de Diego Rruyz de
Pedroche, difunto que Dios perdone, vezina de esta villa, e juntamente con ella
Diego, e Juan e Francisca Rruyz e Leonor Lopez, y Alonso Garçia, marido de la
dicha Francisca Rruyz en su nombre, e Juana e Maria, fijos del dicho Diego
Rruyz e de la dicha Mari Sanchez, e pidieron al dicho alcallde faga partiçion
de los bienes rrayzes e muebles que quedaron por fin e muerte del dicho Diego
Rruyz, difunto, y los byenes que paresçieron serr del dicho Diego Rruyz e de la
dicha Mari Sanchez son los siguientes.Unas casas en que la dicha Mari Sanchez byve que alinda con el hermita de Sancto Sebastian hermita desta dicha villa y con un solar de Andres Garcia de Ledesma y con el camino rreal de Sus Magestades que fue taçada en çinco mill maravedies.”
Por
la calle Casas Blancas ni pasa ni pasaba ningún camino, ni real ni de carne.
Ese camino que se cita en el documento es el que transitaba por las actuales
calles Córdoba, San Sebastián, Real, Plaza, Herradores y Pedroche rumbo a esta
villa, por lo que resulta evidente que la ermita de San Sebastián estaba en
1534 en el mismo sitio en que está ahora, en el lugar que conocemos en el
pueblo como Alto del Santo. Coincide con lo que decía el Concejo en 1567, que había
una ermita “casi fuera del lugar”: es la de San Sebastián en lo Alto el Santo.
Sí parece también lo más
lógico que fuera reconstruida en 1585, como mostraba Ocaña Torrejón por las
fechas labradas en la iglesia. Pero del presunto primer oratorio en la calle
Casas Blancas no hay referencia o prueba alguna, salvo lo que oyó y escribió
Ocaña Prados en 1911.