Prosiguiendo con las tumbas excavadas en la roca que se encuentran en la comarca de los Pedroches vamos a dedicar un par de artículos más a ellas. Este primero trata de la historiografía, a cómo se tuvo conocimiento de ellas y su repercusión bibliográfica. El siguiente lo será a su distribución espacial, pues hay una enorme diferencia según qué lugares, y dado que el volumen que se maneja es alto, casi el centenar, esta disposición no parece deberse al azar, sino a algún tipo de causa que al menos podemos intentar vislumbrar.
Quizá deba aclarar que el estudio que estamos realizando se centra en las sepulturas excavadas en la roca viva, que son por definición inmuebles. Quedan fuera, al menos por ahora, aquellas tumbas a modo de sarcófago, muebles, que pueden transportarse de un lugar a otro. El ámbito territorial son las históricas Siete Villas de los Pedroches (Alcaracejos, Añora, Dos Torres, Pedroche, Pozoblanco, Torrecampo y Villanueva de Córdoba), los dos municipios que surgieron de ellas (Conquista y Cardeña), y la porción norteña adscrita al término de Montoro, pero que es una extensión del batolito de los Pedroches, y que geológica, cultural y económicamente se vinculan directamente con los Pedroches.
Revisando artículos sobre las tumbas excavadas en la roca no me he encontrado ninguna referencia a las existentes en el noreste de Córdoba, aparte de las referencias en autores locales. Y pienso en la moraleja de la Cenicienta, la que resultaba ignorada resultó ser la más esplendorosa de la fiesta (o en Sandy al final de la película Grease, deslumbrando). Tanto por el número (casi un centenar) como por su distribución y su relación con el paisaje histórico, estas sepulturas se convierten en unos excelentes testimonios del pasado, con un gran potencial para conocer y comprender lo que ocurrió en la comarca durante el tránsito entre la Antigüedad y la etapa romana a la Alta Edad Media, con el reino de Toledo primero y al-Andalus después, un tiempo en el que no referencias en las fuentes documentales.
El primer autor en dar a conocer las tumbas excavadas en la roca del norte de Córdoba fue Manuel Aulló Costilla, en su artículo "Excavaciones arqueológicas en diversos yacimientos sitos en las provincias de Segovia y Córdoba", publicado en 1925 en Memorias 1924-25 de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades 71. Manuel Aulló, ingeniero agrícola de profesión, llegó a Villanueva de Córdoba en 1921 para combatir una plaga forestal que asolaba al encinar de los Pedroches. Con él vino Ángel Riesgo, auxiliar de montes (equivalente a un ingeniero técnico agrícola actual), que es quien descubrió el potencial arqueológico de los Pedroches.
Manuel Aulló, que firmaba pero no excavaba, obtuvo una concesión para practicar excavaciones arqueológicas por Real Orden de 20 de septiembre de 1923. En 1925 publicaba el artículo citado, donde resumía los descubrimientos que se habían llevado hasta la fecha. Pero las excavaciones, absolutamente todas, fueron realizadas por Ángel Riesgo, quien se indignó con el ingeniero Aulló al considerar que éste pretendía arrebatarle el mérito de la autoría de los hallazgos. Es cierto que la concesión original para excavar se le otorgó a Manuel Aulló, pero también lo es que no le dio un palo al agua en las excavaciones, y que todo el trabajo lo llevó a cabo Ángel Riesgo.
[Una pequeña digresión: en su segunda libreta de campo, al tratar del dolmen del Atalayón de Navalmaestre (Villanueva de Córdoba), escribía Ángel Riesgo: "En la Revista del Auxiliar de la Ingeniería y Arquitectura, nº 315 a 320, año 1934; y 354 y 355 de 1936, se publican fotografías por mí de este túmulo y rebato al Sr. Aulló la paternidad que quiso usurparme de estas excavaciones, que toleré en un principio y luego no pude soportar".
Fuera del ámbito arqueológico, y por el éxito de ambos en la extinción de la plaga del encinar, fueron proclamados Hijos Adoptivos de Villanueva de Córdoba, concediéndosele además al ingeniero Manuel Aulló que una de las plazas de la localidad, que por entonces se estaba urbanizando, llevara su nombre. Fin de la digresión.]
En las Memorias 71 de la Junta Superior de Excavaciones, Manuel Aulló, al tratar de las sepulturas en cista de la Loma de la Higuera (Montoro), escribía (página 6): "De allí merecen también citarse las correspondientes [tumbas] a la lámina XVII, abiertas en piedra y todas sin tapas, por cuya razón no hemos podido conocer su ajuar funerario".
(Sepulturas en el término de Montoro. Manuel Aulló Costilla, 1925, lám. XVII.)
Junto con Ángel Riesgo Ordóñez, el otro gran pionero del conocimiento histórico del norte de Córdoba es Antonio Carbonell Trillo-Figueroa. Ingeniero de minas, hidrólogo, paleozoólogo... poseía una erudición auténticamente envidiable. Además, era de los que gustaba patear el campo para conocer de primera mano el territorio, por lo que sus notas y observaciones son una continua fuente de conocimiento histórico, disciplina por la que se interesó vivamente. En el Boletín de la Real Academia de Córdoba 19, de 1927, escribió un artículo titulado "Contribución al estudio de la Prehistoria cordobesa: la zona de Villanueva de Córdoba", en el que, siguiendo el artículo de Manuel Aulló de 1925, indicaba la presencia de tumbas abiertas en la piedra en la zona de la Loma de la Higuera, Montoro.
Ni Manuel Aulló ni Antonio Carbonell plantearon una cronología sobre este tipo de sepulturas, dando cuenta únicamente de su existencia.
Años después, en 1934, Ángel Riesgo Ordóñez daba a conocer sus trabajos en la revista El Auxiliar de la Ingeniería y Arquitectura (números 315 al 320). Trató de las tumbas labradas en la roca en los números 317 y 318 de dicha publicación. Después de nombrar a las tumbas más frecuentes en los Pedroches (tipo cista, una fosa excavada en el suelo con las paredes revestidas por lajas verticales y cubierta por otras horizontales) escribía Riesgo:
"De época posterior a dichas sepulturas, a mi juicio, o contemporáneas, existen otras, aisladas de las viviendas, talladas en rocas de granito, apareciendo irregularmente, en número de una, dos o tres, sobre cada peñasco; existe uno de estos peñascos, al S. del Castillo de Almogábar, que posee ocho sepulturas de distintas dimensiones y colocadas irregularmente, sin orientación alguna, aprovechando los planos que la misma roca presentaba. La más curiosa de todas estas sepulturas es la llamada por los naturales del Valle "Sepultura del Pozo del Moro"; se halla en la cañada de la Boca del Puerto, sur del Cerro de la Fresnedilla, entre éste y Valpeñoso, sobre el camino de Montoro; es un enorme pedrusco esférico de 3,50 metros de diámetros, que está sobre la superficie del suelo cual si la erosión de las aguas lo dejasen al descubierto por completo. En la cima de este pedrusco está tallada la sepultura, cuya tapa de 2,50 x 0,85 0 0,20 es utilizada para brocal de un pozo que hay al pie con riquísima y cristlina agua, que lleva el nombre de "Pozo de la sepultura del Moro".
Estas sepulturas son de formas distintas: rectangulares unas, trapezoidales otras, y muchas compuestas de forma trapezoidal la parte correspondiente al cuerpo y de sección circular unos huecos donde descansa, en unos, la cabeza, y en otros, los pies: tipo fenicio; algunas de éstas poseen una hornacina o entalladura en el paramento de la derecha, a la altura del hombro, para la colocación de ofrendas. Para subir a la sepultura del Pozo del Moro hay desde la mitad de la roca a la cima, tallados en la misma, unos peldaños, con el fin de subir para orar o dejar ofrendas, construcción que demuestra era el yacente persona muy importante".
(Ángel Riesgo, 1934, 183.)
Riesgo consideraba que este tipo de sepulturas pertenecía a el último periodo de la Prehistoria o la Protohistoria, con influencias fenicias según deducía de las de planta antropormorfa. En sus cuadernos de campo anotaba veintidós tumbas talladas en roca, entre ellas, y siendo el primero en darlas a conocer, ocho del grupo del Haza de las Ánimas (Torrecampo), donde hemos contabilizado in situ un total de dieciséis.
[El grupo de la Haza de las Ánimas es el más numeroso, y podría decirse que el más espectacular, de las tumbas labradas en la roca de los Pedroches; pero en absoluto es el más significativo. Fuera de él y del cercano de la Nava, con seis sepulturas, en los Pedroches lo más frecuente son sepulturas aisladas. De las 34 que llevamos anotadas en los términos de Conquista y Villanueva de Córdoba, 24 son individuales, y las otras diez en cinco grupos de dos.]
Hubo de pasar más de medio siglo para que alguien volviera a interesarse por las sepulturas excavadas en la roca de los Pedroches. Fue un natural de la tierra, concretamente de Torrecampo: Esteban Márquez Triguero. Era ingeniero de minas de formación, pero también desde pronto un auténtico apasionado por la Historia, especialmente la del norte de Córdoba: en 1962, al describir unas lucernas romanas procedentes de Majadalaiglesia (El Guijo), escribía Juan Ocaña Torrejón en Historia de la villa de Pedroche y su comarca (pág. 143): "Posee estas lucernas y algunas monedas que a continuación citamos don Esteban Márquez Triguero, a quien agradecemos su colaboración". Solo con sus medios y sus recursos, creó la Casa Museo Posada del Moro en Torrecampo, germen de lo que hoy es el Museo PRASA.
El señor Márquez Triguero publicaba dos artículos sobre este tipo de sepulturas en el Boletín de la Real Academia de Córdoba en 1985 y 1993, con el título de "Sepulturas antropoides del valle de los Pedroches". El epíteto dado a estas tumbas es bastante raro, pues lo habitual es la forma "antropomorfa", en tanto que el sufijo "-oide" tiene a veces un carácter despectivo en castellano. Cae también en algo frecuente, como expresa Roberto Rodríguez Violat (2013, 2) al tratar de las sepulturas antropomorfas: "A la hora de estudiar este tipo de inhumación hay que estar seguros de mencionarlas correctamente, ya que algunos investigadores caen en el error de denominar como antropomorfas a las sepulturas excavadas en roca y a las que presentan otra tipología de planta". Esteban Márquez Triguero se interesó en sus artículos por las tumbas excavadas en la roca, fuese cual fuese su forma interna.
A pesar de que el título del artículo indica que el ámbito territorial es la comarca de los Pedroches, incluye sepulturas en el término de Fuente Obejuna, que está fuera de la comarca, o incluso de Monterrubio de la Serena, en la provincia de Badajoz.
En sus artículos recogió 117 sepulturas, 74, según él, talladas en la roca viva. Pero si eliminamos las de del términos de Fuente Obejuna y Monterrubio; las que el señor Triguero consideró que se habían trasladado (en nuestro estudio nos interesamos por las que están labradas en el propio paisaje, por lo que si se trasladan pierden su carácter de inmueble) e incluso una de la Haza de las Ánimas (Torrecampo), que no es una tumba, en realidad es una pila (a la derecha en la fotografía):
el número de sepulturas talladas en la roca (antropomorfas o no) que ofreció el señor Márquez Triguero llega a 64, distribuidas en los siguientes términos municipales:
* Torrecampo, 36;
* Villanueva de Córdoba, 8;
* Pedroche, 6;
* Conquista, 2;
* Villaralto, 2
* Belalcázar, 1;
* Montoro, 6;
* Cardeña, 3.
Hay que concretar sobre este comentario del señor Márquez Triguero de las procedentes de Villanueva de Córdoba (1993, 223): "En primer lugar, llama la atención que otros investigadores de la localidad no se hayan ocupado de dar a conocer las sepulturas antropoides de su término que constituyen un grupo de once diseminadas por su territorio". Sin duda se refiere al historiador de Villanueva Juan Ocaña Torrejón, pero éste no se interesó demasiado por la arqueología; su única incursión en la materia, un artículo titulado "Túmulos de los Pedroches", se limitaba a copiar de los cuadernos de campo de Ángel Riesgo. En realidad, son ocho las tumbas talladas en la roca viva las que expone el señor Márquez Triguero en el término de Villanueva de Córdoba, las otras tres que cita son sarcófagos, que quedan ajenos a nuestro estudio (Román y yo llevamos ya contabilizadas 21 sepulturas de este tipo en el término de Villanueva de Córdoba, pues esta misma semana nos han informado de la existencia de otra que no conocíamos al SE del término).
Los primeros autores que dieron cuenta de la presencia de tumbas talladas en la roca en el norte de Córdoba, como hemos visto al principio, fueron Manuel Aulló y Ángel Riesgo, a quienes se les concedió el ser Hijos Adoptivos de Villanueva. En la revista El Auxiliar de la Ingeniería y Arquitectura (nº 355, año 1936, página 32), se despedía así Riesgo de su pueblo de adopción:
Sobre la datación de estas tumbas, el señor Márquez Triguero consideraba en su primer artículo (1985, 103) que "cronológicamente, podemos situar a las sepulturas antropiodes grabadas en la roca granítica del Valle de los Pedroches como de edad prerromana -aunque en esta comarca de Sierra Morena llegasen hasta los tiempos de la romanización-. Su configuración antropiode nos remonta a influencias lejanas, tal vez tartésicas". Al día de hoy hay una práctica unanimidad en considerar que aparecen en un periodo mucho más avanzado.
El siguiente estudio sobre las tumbas labradas en la roca se centró en un municipio, Conquista, llevado a cabo en 2003 por un equipo de tres personas: un excelente arqueólogo, J. A. Morena López y dos naturales de Conquista que han sido o son Cronistas Oficiales, Juan P. Gutiérrez García y José Merino García (José Antonio Morena es, además, Cronista Oficial de Cañete de las Torres).
El artículo apareció en Crónica de Córdoba y sus pueblos, nº 9, publicación de la Asociación Provincial Cordobesa de Cronistas Oficiales. En él describían nueve yacimientos, uno de los cuales contaba con un sarcófago pétreo junto a un pozo. En los otros ocho, con las sepulturas que nos interesan, grabadas en la roca natural, constataban la presencia de once tumbas, cinco de ellas individuales y las otras seis en tres grupos de dos.
Posteriormente, Juan P. Gutiérrez daba cuenta de otras dos sepulturas más en el término de Conquista (no contabilizamos un sarcófago que nombra, ni otra en la Dehesa de Minas, pero ya en el término de Villanueva de Córdoba). Así pues, se conocen trece tumbas talladas en la roca en el término municipal de Conquista.
Considerando que el término es muy pequeño, 38,55 kilómetros cuadrados, resulta una densidad muy alta para este tipo de tumbas, una por cada tres kilómetros cuadrados. Creo que ello se debe al buen trabajo de prospección de los autores.
En este estudio no sólo se ocupan de la descripción y distribución de las sepulturas, sino que también se preocuparon del encuadre cronológico y su adscripción cultural. Para ellos, "la fecha de construcción de estas tumbas... se centra en torno a los siglos IX-XI".
Para argumentar estar cronología se invoca el artículo pionero del profesor Alberto del Castillo Yurrita: "El profesor Del Castillo fue uno de los primeros que analizó la cronología al estudiar estas tumbas que él llamaba "olerdolanas" debido a su especial abundancia en Olérdola (Alto Penedés) y en función de su evolución tipológica determinó unas fechas de los ss. X-XI". No, Alberto del Castillo no dijo eso. Para él, "olerdonala" era sinónimo de "antropomorfa", y consideró que aparecieron entre los siglos IX-X, asociadas a la repoblación cristiana del norte peninsular. Pero para el resto de tipologías de tumbas excavadas en la roca (en forma de bañera, rectangular o de trapecio), del Castillo consideró que surgieron en los siglos VI-VII. En Conquista hay cinco sepulturas de forma antropomorfa, dos de planta rectangular, y seis de trapecio: en la terminología del profesor del Castillo, solo hay cinco "olerdolanas" en el término de Conquista.
Ya he trascrito en otras ocasiones lo que escribió el profesor del Castillo sobre la cronología, ahora escaneo la página 838 de su comunicación en el XI Congreso Nacional de Arqueología de Zaragoza (año 1970), donde se puede claramente: "Conocemos tumbas excavadas en la roca de época tardorromana y visigoda".
Prosiguiendo con la cronología de las tumbas de Conquista, los autores del estudio tuvieron en cuenta que algunas de ellas, en Madrid o Cáceres por ejemplo, se habían datado en el siglo VII, pero que la mayor parte eran de siglos posteriores. "En consecuencia, la mayoría de las necrópolis con tumbas excavadas en la roca ofrecen una cronología centrada, básicamente, en los ss. IX-XI, centurias en las que podrían encajar las tumbas de Conquista, sin descartar que pudieran existir algunos precedentes en época visigoda" (pág. 150). A partir de aquí desarrollan una asociación de las mismas con comunidades mozárabes, hablando de pequeñas comunidades monacales en El Germo (Espiel), Cerro del Castillo (Pozoblanco), Almogábar (Torrecampo) o Majadalaiglesia (Torrecampo). [Otra digresión, el Castro del Castillo no está en el término de Pozoblanco, sino en el de Añora.] En Germo hay una basílica, y en la última localidad el baptisterio de una iglesia, parece que ambas del siglo VII, pero, a excepción del segundo edificio del Germo, en ninguno de los otros tres lugares nombrados hay la más mínima evidencia de la presencia de algún monasterio. La existencia de los mismos fue una ocurrencia del señor Márquez Triguero, más fruto de la imaginación que del conocimiento arqueológico. Y lo mismo puede decirse de un presunto "potente fenómeno eremítico" (pág. 151), del que no hay el más mínimo vestigio ni en las fuentes documentales o en las arqueológicas.
En definitiva, para los autores "las tumbas excavadas en la roca de Conquista y, seguramente, la mayoría de las tumbas rupestres dispersas por el norte de Córdoba, podrían tener un origen mozárabe, y que en algunos casos corresponderían a comunidades pequeñas o familias (quizá también a anacoretas o ascetas solitarios), lo que justificaría que, en no pocas ocasiones, dichas tumbas se encuentren solas o, todo lo más, en parejas" (págs. 151-152). Recordemos que el principal argumento es que como la mayoría de las tumbas de este tipo de la península son de los siglos IX-XI, las de Conquista, también. Pero debe valorarse que las circunstancias y los procesos históricos son muy diferentes entre el norte de Córdoba y Cataluña, por ejemplo, y que ya en absoluto se tiene en consideración la hipótesis del profesor del Castillo sobre las tumbas en Cataluña de que se debían a repobladores mozárabes.
También se puede recordar que el yacimiento de Marroquíes Bajos (Jaén) rompe la ineluctable relación entre tumbas en roca y mozárabes, pues existe allí una maqbara con los sepultados según el ritual islámico, pero en sepulturas talladas en la roca viva.
Es algo curioso, después de haber visto personalmente docenas de estas sepulturas por todos los Pedroches e indagar por los alrededores a ver qué vestigios del pasado afloraban a la vista en la superficie del suelo, no me he encontrado ni un solo fragmento cerámico (lucernas de piquera, la abundante cerámica vidriada melada, la muy característica verde-manganeso...) que se pueda adscribir al periodo de al-Andalus. Así que se da por supuesto su pertenencia a un tiempo del que no hay testimonios arqueológicos, ignorando las tégulas que aparecen en las inmediaciones de algunas de estas sepulturas, como los propios autores reconocen. En la fotografía de abajo se muestran fragmentos de tégulas presentes al lado de la tumba en roca del Molinillo, unos 4,5 km al norte de Villanueva de Córdoba:
También la Haza de las Ánimas, la mayor concentración de sepulturas de la comarca, hay numerosísimos fragmentos de tégulas e ímbrices:
Me parece más lógico vincular estas sepulturas con los vestigios arqueológicos que hay visibles e inmediatos que con otra época de la que no se conoce ningún resto material.
Aparte de esta presumible relación con la sociedad mozárabe a partir de la cronología otorgada, no hay vinculación con los procesos históricos que explique una sencilla pregunta: ¿por qué alguien invierte tantos recursos (de tres a seis meses al mínimo para un obrero especializado con herramientas de la época) en labrar una de estas sepulturas? Se dice que las tumbas aisladas podrían pertenecer a pequeñas familias o aldeas, pero no explica el motivo de labrarlas en la roca viva, en vez de hacerlas en el suelo, revestidas de lajas por los laterales y parte superior, que suponen muchos menos trabajo o dinero.
De las trece sepulturas descritas en Conquista, dos estaban en la relación del señor Márquez Triguero, por lo que con ambos artículos quedaban descritas 75 sepulturas excavadas en la roca en los Pedroches cordobeses.
Para terminar esta relación, en la Revista de Feria de Villanueva de Córdoba del año 2010 escribí un artículo sobre ellas, que si traigo a colación no es por sus méritos (escasos, de habellos), sino en cumplimiento de la labor autoimpuesta de recopilador bibliográfico. En él se incidía sobre todo en su cronología, que comienza mucho antes del periodo mozárabe; para saber más de sus orígenes es muy recomendable leer los trabajos de Jorge López Quiroga, que ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo en la cuestión de cuándo comienzan a aparecer este tipo de sepulturas.
En definitiva, la información sobre las tumbas en el norte de Córdoba es muy escasa. Las primeras referencias de 1925 y 1934 se limitaron a citar sucintamente su presencia. El primer intento de inventario es de finales del siglo XX, y de comienzos del XXI la única labor prospectiva e intensa, pero sobre un territorio de muy escasa extensión. Las publicaciones más antiguas son difíciles de encontrar ya, mientras que las más actuales lo son en publicaciones de ámbito provincial. Como consecuencia de esta escasez es la ausencia de citas al norte de Córdoba en los estudios que tratan de las sepulturas que fueron labradas en la roca y pasaron a formar parte del paisaje, como esta en Las Navas (unos 8 km al SE de Villanueva de Córdoba), que parece contemplar desde siglos la magna dehesa de los Pedroches, de la que sin duda forma parte.