En el dolmen de Las Agulillas

jueves, 5 de septiembre de 2013

Esculturas romanas de Majadaiglesia

       De Majadaiglesia proceden varias muestras de esculturas romanas, a las que dedicamos esta entrada. No se incluirán en ella dos fragmentos de carácter funerario porque se recogerán en otra entrada posterior sobre epigrafía del yacimiento.

1.- En el estudio que hicieron Juan Ocaña Torrejón y Antonio Rodríguez Adrados en 1962 sobre Majadaiglesia incluyen el fragmento de un capitel de orden corintio de alabastro, y conservado en el Museo de Villanueva de Córdoba. Está incluido como "Bien Mueble" en el Decreto 62/2010, de 16 de marzo, por el que se inscribe en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, el yacimiento de Majadaiglesia.


(Fuente: Ocaña Torrejón  y Rodríguez Adrados, 1962, fig. 4.)

2.- En el mismo decreto se incluye también el fragmento de una escultura sedante, tipo togado, de mármol blanco, y con una datación cronológical general del periodo romano.

3.- Otro bien mueble incluido en el decreto es muy interesante. Se trata del fragmento de un tablero correspondiente a un ara o altar a la diosa Deméter (el Director del Museo de Córdoba, D. Samuel de los Santos, consideró que podría tratarse del fragmento de un sarcófago, pero valoró la opinión de Almagro Basch de que se trataría del único caso conocido de un sarcófago hecho exprofeso en varios trozos reconstruibles.) Sus dimensiones son 72 cm de alto, 75 cm de ancho y 16,5 cm. de grosor. El material es mármol blanco y las técnicas aplicadas en su elaboración cincelado, alisado, esculpido y desbastado. En el  Decreto 62/2010 es datado en el siglo III d.C., durante el Bajo Imperio Romano.
(Fuente: de los Santos, 1948, 51.)
     
       Fue encontrado en el lugar denominado "El Coto", perteneciente al término de El Guijo, de donde fue llevado a una casa de la calle Teresa Cejudo de Pozoblanco, empotrándose en una de sus paredes. En la posguerra, con objeto de realizar obras urbanas, hubo de demolerse la casa donde estaba, y el abogado y alcalde de Pozoblanco, D. José Estévez Rodríguez la entregó al Museo de Córdoba en 1941.
       El relieve es una representación de los misterios eleusinos, en el que, en la lectura de J. Beltrán Fortes y Mª L. Loza Azuaga, aparecen Deméter, Perséfone y Triptólemo, junto a una cuarta figura femenina interpretada como la madre del último, Metáneira.
       Deméter (Ceres en su equivalente romano) era la diosa de la naturaleza y la fecundidad. A diferencia de Gea, que representa a la tierra en sentido cosmogónico, Deméter es la diosa de la tierra cultivada, la que alimenta a los hombres. Con su hermano Zeus tuvo una hija a la que adoraba, Core. Pero Hades, dios de los Infiernos, se enamoró de ella. Un día que Core recogía flores en las praderas de Sicilia la tierra se abrió, saliendo un carro tirado por cuatro caballos negros que arrastró a la joven al reino de las sombras. Su madre escuchó sus gritos, y, angustiada, pasó nueve días y nueve noches buscándola en vano. Helios, que todo lo ve, le reveló la verdad, y presa del desconsuelo, Deméter se negó a regresar al Olimpo, errando hasta llegar a Eleusis, donde sus reyes le ofrecieron su hospitalidad. Agradecida, quiso hacer inmortal al hijo de los reyes, pero sorprendida una noche por la reina Metáneira, dejó caer al niño y abandonó el palacio, haciendo saber antes quién era y reclamando la construcción de un templo. (Triptólemo era hermano de ese niño, y desde entonces siempre fue relacionado con Deméter en los misterios eleusinos; en otras versiones, es un héroe que aprendió de Deméter el arte de la agricultura y se la enseñó a los griegos.)
       Durante el tiempo que Deméter estuvo desaparecida la tierra se sumió en la desolación, con los campos yermos y hombres y bestias a punto de perecer. Ante el desastre, Zeus ordenó a su hermano Hades que liberase a la joven, pero éste, arteramente, consiguió que Perséfone (Proserpina entre los romanos), que era el nombre que Core recibió en los infiernos, comiera un grano de granada, sellando su destino: nadie que hubiese comido en el reino de los muertos podría salir ya de él. Como Deméter seguía insistiendo en recuperar a su hija, Zeus, en plan salomónico, encontró una solución de compromiso: Perséfone permanecería junto a su esposo Hades la tercera parte del año, pero volvería a subir a las moradas olímpicas, junto a su madre, el resto del año. Así, en primavera Deméter cubre a la tierra con un manto de vegetación que se mantiene durante el verano, cuando las semillas caen al suelo y se hunden en la tierra, volviendo la desolación del invierno.
       Se hace evidente el sentido del mito: el misterio de la germinación, el ciclo de la vegetación, al alternancia de las estaciones, confirmando, a la par, la profunda relación entre el alimento, fuente de la vida, y la muerte. Esa alternancia que se aprecia en la naturaleza es un reflejo del destino del hombre, quien al abrirse a la idea de muerte y de resurrección accede a la vida eterna. Ésta era la revelación que recibía un iniciado en los misterios de Eleusis, que constituían el elemento fundamental del culto a Deméter.
(Fuente: AA. VV., 196, 752.)

       Los "misterios de Eleusis" recibían tal nombre porque no eran ritos abiertos a todos los ciudadanos, como los cultos cívicos, sino que se accedía por una opción voluntaria de participar, para lo cual era necesario un rito de paso llamado iniciación. El conocimiento sobre los mismos es defectuoso precisamente por su carácter privado; algunas de sus partes no podían revelarse. Dado su vínculo con la agricultura se ha supuesto que podría tener su origen en el Neolítico, aunque parece confirmada su existencia desde el menos el siglo VI. a.C., hasta que Teodosio los prohibió (como al resto de religiones no cristianas) a finales del siglo IV d.C.
       Como explica Alberto Bernabé (U. C. M.), "todo apunta a que en los orígenes de estos ritos mistéricos pueden estar, por una parte, ritos de iniciación y por otra, ritos agrarios, y que la unión de iniciación, exaltación agraria y sexo pueden ser los vehículos de representar en el rito el triunfo de la vida sobre la muerte... Antes que cualquier otra cosa, la iniciación en los misterios es una experiencia. Una gran experiencia que opera por vívidos contrastes: vida/muerte, luz/oscuridad, terror/felicidad. Tales contrastes, producidos bruscamente, someten al espíritu a un fuerte shock no racional, que libera de la propia identidad y hace que cada individuo se comunique con una realidad superior. Se siente así situado en la naturaleza del cosmos, como si al fin lograra comprender sin palabras el lugar del hombre en el mundo, el sentido de su vida y su destino futuro en el más allá, del que la iniciación viene a ser una especie de ensayo general. Un instrumento, en suma, para liberar de incertidumbres y zozobras y aceptar la situación y el destino del hombre en este mundo y en el otro".
       Aunque antes se creyera lo contrario, hoy se considera que es un falso prejuicio que esta religión mistérica preparase el camino al cristianismo. Si se acepta la cronología, siglo III d.C.; y presuponiendo que este altar a Deméter perteneciera al ámbito de la ciudad romana de Solia, significaría la existencia en este tiempo de cultos paganos, es decir, no cristianos.

4.- Una pieza que no ha sido citada ni en el Catálogo artístico y monumental de la Provincia de Córdoba (AA. VV., 1986), ni en otros artículos de referencia sobre el yacimiento (AA. VV., 1993; Rosas Alcántara, 2006), ni en el Decreto 62/2010 de la Junta de Andalucía, pero sí en el trabajo de Ocaña Torrejón y Rodríguez Adrados (1962, 126), es el fragmento (pierna y pie) de una estatua romana: "Empotrada en el arco de entrada al cortijo de Majadaiglesia existió un fragmento de una estatua de mármol blanco de gran tamaño; comprendía un pie, pierna hasta hasta poco más arriba de la rodilla con ligera inclinación hacia delante, y pliegues de la túnica; hace años fue trasladada a Córdoba por un particular". En la nota 3 de su obra (pág. 142) amplían la información: "Los detalles que sobre esta pieza nos han sido facilitados coinciden con los de un fragmento de estatua que forma parte de la colección privada de la familia Romero de Torres, de Córdoba)". Con esta clara referencia sería cuestión de (intentar) indagar sobre este objeto.
       En realidad, la primera cita sobre este fragmento de estatua procede de los cuadernos de campo de Ángel Riesgo Ordóñez, quien fue el primero que intentó excavar en el lugar. Escribió en ellos: "Majadalaiglesia o Nª  Sª  de las Cruces. Torrecampo [sic]. 1926... Al hacer la cimentación del pajar del cortijo se halló una estatua de hermosa talla, en mármol blanco, tamaño natural de mujer sentada, quizá una diosa. Talla de tipo de las romanas halladas en Mérida, a juzgar por una pierna y pie que se conserva en la fachada del cortijo embutida en la pared. Según manifestaciones de albañiles, peones y pastores de la finca, fue hallada entera y rota en pedazos para utilizarla como piedra para la construcción, ante el temor de que yo me enterase suspendiese las obras e hiciese allí excavaciones, asunto que supe después de construido este edificio, no logrando hallar aquellos restos, ni aun la cabeza, a pesar de demoler y picar algunos lienzos de pared…". El texto de Ángel Riesgo es suficientemente explícito, no precisa de glosa alguna.