(E. Márquez Triguero, 1985, 84.)
Un ejemplo de estación con dos sepulturas de este tipo se encuentra en el Mohedano, en el término de Villanueva de Córdoba y a unos 6,2 km. al NE de la misma:
Podría decirse que son gemelas,
pues sus dimensiones son prácticamente similares (181 y 178 cm de longitud). Se labraron sobre un pequeño canchal de granito que apenas si se eleva medio metro sobre el terreno. Aunque a este tipo de tumbas se les ha denominado genéricamente "antropomorfas" o, para mayor espanto, "antropoides", existen distintos tipos en función de su forma, como mostró Antonio González Cordero en su estudio sobre las tumbas excavadas en roca de la provincia de Cáceres:
(A. González Cordero, 1998, 281.)
Estas del Mohedano corresponden al tipo II C de esta clasificación, rectangulares con cabecera tallada (de nuevo me he encontrado con una encina al sur de ellas que no ha facilitado unas fotografías sin sombras):
Normalmente, los dos únicos aspectos considerados de estas sepulturas han sido su forma y su cronología. Algo que parece tan importante, y evidente, para su análisis, como es su función (el por qué), apenas si se considerado. Lo ideal es un estudio global, que abarque todos los parámetros posibles de valoración, y para eso creo que podemos empezar de abajo hacia arriba, desde las mismas sepulturas hasta su entorno inmediato, para elevarnos luego a un mayor nivel espacial.
Las tumbas se labraron en uno de los numerosísimos canchales de granito que afloran en la superficie de los Pedroches, pero en sus inmediaciones no hay otros del tamaño de éste en los que poder tallar dos sepulturas de este tamaño. ¿Por qué se eligió este sitio en concreto? Tampoco está en un lugar que resalte en el paisaje, ni hay unas vistas prominentes desde el lugar; se encuentra en la parte inferior de una pequeña cañada que se eleva al sur, amesetándose, con una visibilidad general bastante reducida.
Siguiendo el eje longitudinal de las sepulturas (lo que los allí depositados habrían visto) existe a un centenar de metros un villar, los restos de un antiguo lugar de hábitat de categoría y edad indefinida, pero de tamaño superior, más de sesenta metros de longitud, al que correspondería de una pequeña edificación o granja aislada. A unos 150 m al SE se encuentra otro villar, pero el que miraban eternamente los enterrados era el primero citado:
Delatan lo que fue en tiempos antiguos los restos de construcciones, muros, y algún ladrillo de tosca factura, con unos desgrasantes gruesos y una tonalidad que corresponde al barro local:
Se puede argüir, con razón, que no hay evidencias de que este lugar de vivienda y las tumbas estén relacionados, es más, tampoco se conoce la cronología (ni siquiera relativa) del sitio de hábitat, pues no se observan fósiles directores como las tégulas romanas que puedan ser orientativos al respecto. Pero, como comenté, las dos sepulturas están orientadas exactamente al villar, y como no creo en las casualidades pienso que se eligió precisamente aquel roquedo por esta circunstancia: para que los que fueron depositados en aquellos sepulcros pétreos pudieran estar viendo eternamente el lugar donde pasaron sus días:
¿En qué tiempo? Esa es otra cuestión. Pero podemos comenzar considerando que, aunque aparezcan en general aisladas por la penillanura de los Pedroches, no se escogieron al azar los lugares donde se tallaron estas sepulturas en la roca.