En el dolmen de Las Agulillas

martes, 30 de septiembre de 2014

La controvertida cronología de las tumbas excavadas en la roca.

     En la entrada sobre los "protojarotes" de época visigoda incluía dos sepulturas excavadas en la roca muy próximas a Villanueva de Córdoba. Quizá a alguien le haya extrañado, pues este tipo de tumbas se dató tradicionalmente en épocas más tardías que la visigoda, por los siglos IX-XI. Pero, como decía el antiguo lema de la UNED, el conocimiento es la cosa más móvil de entre cuantas cosas se mueven (mobilior sapientia omnibus mobilibus), y desde el artículo de Alberto del Castillo que generó esa datación, publicado en 1970, hasta hoy nuestra información sobre ellas se ha incrementado notablemente y, a la par, ha variado la percepción sobre este tipo de enterramiento respecto al tiempo en que se hicieron.
     Para exponer, y argumentar, mi punto de vista hay que hacer un poco de historiografía. Las tumbas labradas en la roca natural están extendidas por la mayor parte de la Península Ibérica. Quienes primero se fijaron en ellas, a finales del siglo XIX, las consideraron de época ibera; no fue hasta bien entrado el siglo XX cuando se les reconoció su carácter altomedieval.
     Los primeros estudios llevados a cabo con rigor arqueológico los efectuó el equipo dirigido por Alberto del Castillo en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, en el noreste peninsular. Su trabajo no fue nada fácil, pues muchas estaban abiertas y contaban con muy documentos arqueológicos con los que trabajar.
     Este investigador consideró que se podía establecer con ellas una tipocronología: las que tenían forma rectangular, oval, de bañera o trapezoidal las situó, sin ambigüedad, en época visigoda, mientras que las de forma antropomorfa (con cabeza y cuerpos diferenciados, siendo éste de forma oval o trapezoidal) serían posteriores, de los siglos IX-XI.
     [Abajo puede verse distintos tipos de tumbas empleadas en el yacimiento burgalés de Cuyacabras:

(Roberto Rodríguez Violat, 2013, 13.)

     En los Pedroches la tumba de la Huerta del Rubio (arriba), en el cercado inmediato a las instalaciones de la Cooperativa San Miguel de Villanueva, es de forma rectangular. La que hay en la Cañada de la Viga (abajo), en el término de Pedroche y a unos 8 km al NE de Villanueva, puede considerarse antropomorfa: cabeza diferencia y cuerpo con perfil de trapecio alargado:]



     Como el trabajo de Alberto del Castillo y su equipo era muy amplio y realizado con rigor científico obtuvo un gran predicamento, quienes se interesaron por las tumbas en la roca lo utilizaron como referente y pronto se extendió la consideración generalizada de que eran de la época citada, siglos IX-IX. Aunque este autor estimó, como se ha visto, que las tumbas cuya forma no era la del cuerpo humano eran de época tardoantigua y visigoda, sus epígonos no parece que tuvieran esto en cuenta y, por un extraño mecanismo de sinécdoque, la parte se tomó por el todo: la mayoría de las sepulturas labradas en la roca, fuera cual fuese su forma, pasaron a convertirse en antropomorfas o, para mayor inri, antropoides.
     En Andalucía, en general, o los Pedroches en particular, quienes han reparado en estas tumbas han seguido los parámetros de arriba.
     El profesor Emilio Cabrera (1998-1999, 158), medievalista, tomó en consideración que la época en que se consideraba se labraron estas tumbas los Pedroches formaban parte de la administración territorial omeya, por lo que las labradas en los canchales de granito evidenciarían la presencia de núcleos mozárabes.
     Igual datación consideró Silvia Carmona Berenguer, quien al citar las sepulturas excavadas en la roca de Sanlucarejo, Cádiz, comentaba (1998, 55): "El tallado de las fosas con formas antropomorfas no es habitual documentarlo en la etapa que estudiamos [época tardoantigua y visigoda]. Este tipo de sepulturas se viene fechando entre los siglos IX al XII". Al tratar del mundo funerario en los Pedroches en ese tiempo, decía (1998, 61): "Un caso especial se recoge en la Colección del Valle de los Pedroches. Según el inventario de Riesgo, el conjunto de tumbas documentadas presentan [sic] sus fosas abiertas en la roca y con registro material adscrito a la cultura visigoda... Como ya hemos mencionado, las fosas talladas en roca y con tendencias antropomorfas responden a un periodo inmediatamente posterior al nuestro, enclavándose cronológicamente en el siglo IX y perdurando hasta el siglo XI". [Esto no es así, como ya comentamos en otra ocasión, y sólo se demuestra no haber leído el inventario que se cita. Ángel Riesgo descubrió tres centanares de sepulturas pero excavadas en el suelo, en su inmensa mayoría de tipo fosa con sus paredes revestidas con lajas de piedra y cubiertas por grandes losas de granito. También dio cuenta de 23 tumbas excavadas en roca, de las que escribió en sus cuadernos de campo: "Hasta la fecha, 1934, hemos podido localizar veintitrés sepulturas [talladas en la roca]. Todas ellas profanadas de tiempo inmemorial, cuyas tapas correspondientes no recuerdan los más viejos habitantes y pastores del valle haber visto ni una sola".
     Tampoco es correcto que las sepulturas labradas en la roca de los Pedroches sean en su mayoría antropomorfas, pues son más frecuentes otros tipos de planta, como se puede ver en la del Rosalejo (arriba), las Navas (centro) o la Serrezuela, todas a 4-7 km de Villanueva de Córdoba:]




     En el ámbito de los Pedroches se realizó el inventario de este tipo de sepulturas conocidas (nueve) en el término de Conquista, opinando los autores sobre su cronología: "La mayoría de las necrópolis excavadas en la roca ofrecen una cronología centrada, básicamente, en los ss. IX-XI, centurias en las que podrían encajar las tumbas de Conquista, sin descartar que pudieran existir algunos precedentes de época visigoda".
     En definitiva, en el estudio de este tipo de tumbas "la ausencia de un marco interpretativo coherente y sólido ha determinado que una parte relevante de los trabajos arqueológicos sobre las manifestaciones funerarias altomedievales haya tenido por objeto casi exclusivo la elaboración de cronotipologías a partir de la diversidad estructural de las arquitectura sepulcrales. Es posible, pues, que se haya confundido el fin con los medios, y las herramientas con los objetivos de trabajo" (Alfonso Vigil-Escalera, 2013, 267).
     Hoy contamos con más elementos de trabajo y, también con nuevas perspectivas.
     En primer lugar, sabemos que las tumbas excavadas en la roca no son exclusivas de la Península Ibérica. Se conocen igualmente en Italia, principalmente en la Toscana, con dataciones entre los siglos VI-VIII. También en Francia (Herault o Picardía), con una cronología similar, siglos VII-VIII. Más antiguas parecen ser las Tipasa (Argelia), entre los siglos IV y VI (R. Rodríguez Violat, 2013, 8-9). Estos datos desvirtúan por completo la posibilidad de que las sepulturas peninsulares fueran debidas a los mozárabes, de quienes mantuvieron la fe cristiana con el dominio musulmán. (En otros yacimientos de Argelia, como Constantina y Tebessa, hay tumbas excavadas en la roca "que podrían ser de época púnica o romana, ya que apenas hay diferencia en los ajuares desde el siglo II a.C. hasta el III d.C." (R. Rodríguez, 2013, 11).
     Igualmente, se ha constatado que personas de otras religiones diferente a la cristiana que habitaron en la península fueron inhumadas en tumbas talladas sobre la roca natural: es el caso de musulmanes en Marroquíes Bajos, Jaén, o de judíos en Lucena, Córdob
     Lo segundo es que se ha podido corroborar en diversos yacimientos, en los que estas tumbas han permanido intactas, la presencia en ellas de diferentes elementos de vestimenta personal y objetos de depósito ritual (como pendientes, pulseras, broches de cinturón, vasijas de jarro o vidrio), que denotan una cronología que se remonta, al menos, a finales del siglo VI o comienzos del VII. Se ha podido comprobar, repito, en numerosos lugares de la península, destacando en este aspecto como uno de los estudios pioneros el de Antonio González Cordero (1998) para la provincia de Cáceres. En la necrópolis de Sanlucarejo, Cádiz, que se citaba arriba (con sepulturas antropomorfas), las jarras cerámicas o un broche de cinturón de placa rígida, "apunta a una una necrópolis hispanovisigoda en uso al menos durante la primera mitad del siglo VII" (Mora, 1981, 76). En Fuente del Moro (Madrid) apareció un ungüentario de vidrio en una sepulturas de este tipo, y, en la misma necrópolis, broches de cinturón de placa liriforme y piezas cerámicas que databan la necrópolis entre finales del siglo VI y comienzos del VII. La especialista en vidrios hispánicos de época visigoda, Blanca Gamo Parras (1995, 305), se mostraba contundente: "Tradicionalmente, se ha pensado que las tumbas talladas en la roca son de época posterior al momento que estudiamos, de la Reconquista, pero la no aparición de materiales de esta cronología, y sí otros típicamente visigodos... zanja la cuestión de las cronologías".
     En tercer lugar, algunas de estas tumbasde la comarca de los Pedroches tienen en su estructura un elemento que indica que su cronología más reciente no supera el siglo VIII. Son unas hornacinas labradas a la derecha de la cabecera que, como ya observó Ángel Riesgo en sus cuadernos de campo, sirvieron con gran posibilidad para depositar ofrendas. Pueden verse en la Loma de la Higuera (arriba), entre Montoro, Cardeña y Villanueva de Córdoba; o en las Navas (abajo), unos 6 km al SE. de Villanueva:



     A la Iglesia nunca le gustó que se mantuvieran tradiciones como banquetes funerarios o libaciones por el difunto que, aunque fueran revestidas de cristianismo, tenían un indudable origen y tufillo pagano. El propio Isidoro de Sevilla exponía en el IV Concilio de Toledo (año 633) la diversidad de ritos empleados en el ámbito cristiano peninsular, reclamando una unificación de los mismos. En el siglo VIII acabaron por completo los banquetes y libaciones funerarias, y también la introducción de un depósito ritual en la sepultura. Comenta a este respecto un buen conocedor de este tipo de sepulturas, Iñaki Martín Viso (2007, 32): "En este cambio convergieron diversos factores, como el aumento de la estabilidad del poder local con la subsiguiente consolidación de los cauces de dominio y la influencia de la Iglesia, cuya proyección social permitió que buena parte de la inversión aristocrática destinada a fortalecer su estatus se dirigiera precisamente hacia ciertos centros de poder locales o hacia nuevas prácticas distributivas".
     Algunos autores siguen manteniendo que las sepulturas con forma antropomorfa son posteriores, del siglo VIII, pero Roberto Rodríguez Violat (2013) muestra un nutrido repertorio de lugares, tanto fuera como dentro de la península, en que sepulturas con tal forma son de los siglos VI-VII. Un ejemplo lo tenemos en la ciudad de Baelo Claudia, fundada por lor romanos y abandonada definitivamente en el siglo VII. En la cimentación de un mausoleo altoimperial se talló una tumba con forma netamente antropomorfa:

(Arévalo et al., 2006, 69.)


     Por lo expuesto, no puede seguir manteniéndose una datación sobre estas tumbas de los Pedroches basándose sólo en su forma, ni se pueden atribuir por completo a los mozárabes. Tampoco se puede considerar bajo un mismo modelo general lo que debieron de ser manifestaciones muy diversas, que sólo tuvieran en común la forma de enterrar en tumbas talladas en la roca natural. Por ejemplo, las agrupaciones de muchas decenas o incluso centenares junto a algún edificio religioso en el norte peninsular no parece que tengan demasiado que ver con las que se encuentran en los Pedroches, en su inmensa mayoría aisladas, a centenares de metros o incluso kilómetros unas de otras. Es más, hay que intentar relacionarlas con los procesos sociales del periodo postromano-preislámico, y aquí las tumbas en la roca de los Pedroches encajan perfectamente en los tiempos de la Hispania Tardía. Eso se merece otra entrada.