En el dolmen de Las Agulillas

martes, 12 de agosto de 2014

Lugares de aparición de los platos tipo "Pedroches" en el noreste de Córdoba.

     Nos comentaba un buen profesor de Prehistoria de la UNED, Sergio Ripoll López, que para estudiar un objeto había que responder a una serie de preguntas: qué, cuándo, quién, por qué, dónde... En el caso de los peculiares cuencos (o platos) de vidrio de sepulturas del periodo de la Hispania Tardía en el cuadrante noreste de Córdoba, para poder responder a las cuestiones más importantes (a priori, quién y por qué) podemos comenzar estudiando los lugares donde se encontraron las tumbas en cuyo interior estaban estos platos, respondiendo al dónde. También podemos plantearnos el cómo se fabricaron
     El mapa de distribución de las sepulturas con cuencos de cristal en nuestro ámbito de estudio es el siguiente:


     Puede observarse cómo se concentran en un ámbito muy concreto con tres grandes zonas:
a) El emplazamiento de la actual Villanueva de Córdoba y sus aledaños;
b) el extremo sureste del batolito de los Pedroches, y
c) las sierras que lo orlan al sur.
     Es en esta última zona donde también apareció (concretamente en la Indiana, Adamuz) el único vaso carenado con botón terminal, tipo Feyeux 52, que se conoce en toda la Península (recordemos, este tipo de recipiente es de lo más normal en las sepulturas francas del norte de Francia o Bélgica). Helo en la siguiente fotografía en el Museo Arqueológico de Córdoba (al fondo, uno de los platos tipo "Pedroches" que se estudian"):


      La mayoría de sepulturas con platos está en la parte oriental de los Pedroches, donde el batolito alcanza su mayor anchura norte-sur. Sobresalen Sancho y Aguilillas, con siete y cuatro platos respectivamente. Ambos lugares se encuentran en el término de Villanueva de Córdoba, que es precisamente en el que mayor número de cuencos han aparecido. Esto puede deberse en gran medida a que fue la base de trabajo de Ángel Riego Ordóñez, el descubridor de la gran mayoría de cuencos. Aunque los tres del museo de esta localidad, que no se han incluido en el plano al no conocer a ciencia cierta su origen, muestran que este tipo de objetos es frecuente en las sepulturas del tiempo de la Hispania Tardía de este término.
     Otro lugar con una alta densidad es el de la confluencia de los términos municipales de Villanueva de Córdoba, Cardeña, Adamuz y Montoro, con seis yacimientos y nueve cuencos.
     Ya en plena sierra se encuentran los más occidentales: uno en Maljago (Obejo), tres en Villaviciosa y otros tres en la basílica del Germo (Espiel). Los catorce yacimientos caben en un triángulo de unos 1.200 kilómetros cuadrados.
     Destaca que no haya necrópolis conocidas con este tipo de objetos en la zona oeste de los Pedroches, donde se agrupan seis de las históricas Siete Villas. Una explicación lógica podría ser que Riesgo no trabajó en este lugar. Las excavaciones en la Losilla (Añora) quizá puedan aportarnos más información sobre esta cuestión, al confirmar la ausencia, o presencia, de este tipo de platos en esta parte de la comarca..
     Esto en cuanto a los cuencos de vidrio procedentes del norte de Córdoba. En el resto de la Península, como se dijo en la primera entrada sobre estos platos, este tipo de recipiente es poco frecuente en las sepulturas de época visigoda.
     Fuera de la Península comentan Alejandro Marcos y Ana María Vicent (2000, 215): "Vasos de vidrio similares en la forma y en la decoración fueron descubiertos en los cementerios de los francos, merovingios y alamanes del norte de Francia, Renania y Bélgica... No es fácil de explicar la presencia de estas formas y decoraciones en los dos grandes territorios, cuando vidrios similares parece que por el momento apenas están documentados en regiones geográficamente interpuestas y teóricamente intemediarias, en una o en otra dirección; si tal cosa es cierta, quizá postule relaciones comerciales".

 
     No creo que exista una alta posibilidad de tales relaciones comerciales por una razón muy sencilla: para que haya comercio hace falta gente (que compre o produzca), y aquí había muy poca y aislada.
     Por ejemplo, el lugar donde apareció el vaso con botón terminal, genuinamente franco, está cercano al convento de San Francisco. Este es uno de los lugares preferidos por los jarotes para enviar a alguien a actividades poco gratas como hacer gárgaras o freír espárragos ("¡Váyase a [tal] a San Francisco del Monte!", se dice), por su reconocido aislamiento y soledad. No menos gráfico es el nombre del pago donde aparecio el plato de Obejo, Maljago (y no "Majago" como escriben Marcos y Vicent). "Mal hago..." ("maljago" al pronunciarse la hache aspirada), es lo que debió pensar el primero que llegó allí a intentar poner en producción unos barrancos con pendientes medias superiores al 50%. Las líneas de nivel hablan por sí solas:


     Las tierras orientales de los Pedroches y las sierras que lo orlan al sur son las peores de la provincia desde el punto de vista agrícola, y, por consiguiente, las de menor capacidad de producción y de alimentar a una población. Aunque por el siglo V y posteriores podrían tener un gran atractivo para unos teóricos nuevos llegados, una bajísima densidad de población que permitiría que se asentasen sin tener que pelearse con nadie por el terreno. Es representativo el nombre del lugar de la Loma de la Higuera donde se concentró población durante la Hispania Tardía: Valpeñoso. No era el lugar más práctico para labores agrícolas, pero aún así en el periodo comprendido entre el fin de Roma y la implantación de al-Andalus hubo un poblamiento que parece basado en el modelo de granjas aisladas: Riesgo localizó treinta tumbas en este lugar en diez pequeñas necrópolis (correspondientes cada una a un villar o pequeño lugar de hábitat), aunque sin duda que había más, pues a comienzos del siglo XX, cuando se roturó el terreno, empezaron a aflorar sepulturas, cuyas tapas fueron hábilmente recicladas para fabricar pesebres para los animales:

(Manuel Aulló, 1925, lám. XVI.)

     En este pago de la Loma de la Higuera es donde recogió Ángel Riesgo una lucerna paleocristiana de los siglos V-VI, lo que implica relaciones comerciales con centros productores, probablamente del sur peninsular. Pero el caso de los cuencos, y sobre todo el vaso carenado con botón terminal, es más difícil de explicar por este motivo, básicamente por una cuestión: la logística.
     Traer un vaso franco de vidrio desde el Rin hasta el norte de Córdoba es un trabajo que el mismísimo Hércules se lo hubiese pensado. El séquito de Oppila, que llevó su cadáver desde tierras vascas hasta Villafranca (Córdoba), cerca del Guadalquivir, tardó un mes en llegar, y se supone que dadas las circunstancias irían todo lo rápido posible. Así que el viaje del vaso sería de más de dos meses, a lomos de caballerías, por calzadas que en muchos casos llevaban siglos sin repararse. No parece lógico. Y más si entre Adamuz y los Pirineos no hay ningún otro.
     Más acertada me parece la opinión del profesor Ángel Fuentes (2006, 23), un reconocido experto en vidrios de la Antigüedad. Aunque durante el tiempo de la Hispania Tardía existiesen talleres urbanos (como el conocido en Recópolis, la ciudad fundada por Leovigildo), "en una sociedad altamente ruralizada... [se requiere] mejor de un modelo que sea compatible con esa ruralidad. Ese modelo estaba en funcionamiento desde el siglo IV: los artesanos ambulantes, los aniversari vicini, los artesanos que subidos en un carro apenas necesitan más que sus manos, sus conocimientos... y un instrumental muy sencillo para ejercitar su trabajo por periodos cortos de tiempo y siguiendo un recorrido prefijado: el soplador ambulante.
Se llega a cualquier pueblo, donde ya conoce a todas las personas que necesita (y con las que nunca compite, claro) y es conocido por la población. Tras instalarse en un taller alquilado... constuye un par de pequeños hornos contiguos, quizás uno sobre el otro para ahorrar calorías y espacio y trabajo y allí se instala.
Acto seguido y conocida su estancia en la comarca, comienza a recoger el vidrio roto o amortizado de todas las casas que ha sido cuidadosamente gardado para su trueque por otros productos y por nuevo vidrio soplado.
Conseguida una cantidad suficiente, se procede al lavado y fundido de este vidrio roto, cosa que se consigue con cierta facilidad y a baja temperatura... Conseguida una pasta de regular calidad, el vidriero sopla lo que le ha sido solicitado, lo que ha sondeado que puede vender, lo que le han comentado, una producción prácticamente destinada a ser vendida directamente, elaborada casi por encargo...
[Pasado] el tiempo necesario para realizar todas las faenas en su momento, el vidriero parte con su carro hacia otro lugar donde, vuelta a empezar, la población estaba esperando la llegada del vidriero".
     Esta hipótesis explica perfectamente por qué los cuencos y el vaso Feyeux 52 sólo se conocen en el NE de la provincia de Córdoba, y están ausentes por completo, por ejemplo, en la gran necrópolis contemporánea del Ruedo (Almedinilla, Córdoba), en el extremo sur de la provincia. Estas piezas las fabricó un artesano ambulante satisfaciendo una demanda local.
     Pues ya podemos conocer algo más de estos platos, dónde aparecieron y, quizá, cómo se fabricaron. Y hay dos aspectos que resultan elocuentes:
* Una gran mayoría de cuencos de vidrio íntegros hallados en sepulturas de época visigoda aparece en el 0,25% del territorio peninsular.
* Existen paralelos, tanto en forma como en decoración, con objetos similares de Provenza, NE de Francia, Renania y Bélgica, datados desde finales del siglo V y, sobre todo en la primera mitad del VI.