En la última entrada sobre estos platos de vidrio nos adentrábamos en uno de los postulados teóricos de la Arqueología de la Muerte: el ámbito espacial. Se puede establecer en cuatro niveles: la sepultura individual; la necrópolis (o un grupo de la misma) a la que pertenece; la relación entre sepulturas y el lugar de vivienda; y la distribución de las necrópolis en una comarca o región.
El primer nivel es la propia sepultura: su forma de construcción, orientación, objetos que se han encontrado en su interior. Éstos, a su vez, pueden ser de tres tipos: los pertenecientes al modo de enterramiento (clavos, grapas, sudarios, madera); el ajuar, elementos pertenecientes a la indumentaria personal (anillos, zarcillos, brazaletes, collares...); el depósito ritual, los introducidos con un claro sentido ritual.
En las sociedades en las que apenas se dispone de información por fuentes literarias sobre los rituales (afortunados son en esto los egiptólogos...), o en que conviven distintas formas derivadas de otras tantas manifestaciones religiosas, como es en la Hispania Tardía, estos restos materiales son los que nos pueden aportar alguna información sobre las formas, costumbres y el simbolismo del registro funerario. Más adelante profundizaremos en este nivel, estudiando el depósito ritual que apareció en tumbas que contenían platos de vidrio.
El segundo nivel corresponde a la necróplis como grupo. Ángel Riesgo localizó alguna necrópolis con varias decenas de sepulturas que aunó a lugares de hábitat de cierta entidad que se encontraban próximos, y que podrían definirse como aldeas. Pero la gran mayoría de tumbas que excavó formaban micronecrópolis a escasos metros de pequeñas edificaciones aisladas (podrían llamarse granjas). Por ejemplo, en la zona de las Aguilillas (Villanueva de Córdoba) localizó 48 sepulturas en ocho necrópolis, algunas de ellas formadas por una sola sepultura.
Esto nos lleva al tercer nivel, la asociación entre el lugar de hábitat y necrópolis. En el caso de estas pequeñísimas necrópolis parece manifiesto tal vínculo, tanto por la inmediatez de los lugares de residencia de vivos y muertos como por el pequeño número de tumbas. Es más, si Riesgo localizó 291 sepulturas tipo "cista" en el norte de Córdoba, fue porque se percató de tal circunstancia. En su tiempo eran aún visibles los "villares", los lugares de hábitat antiguos, manteniéndose incluso en pie algunos edificios (en la Alcarria -Villanueva de Córdoba- y Loma de la Higuera -Montoro-), por lo que localizado el villar Riesgo sondeaba las proximidades hasta dar con las sepulturas. Este es un elemento muy importante para el estudio de la materia, pues, por lo general, las necrópolis rurales en la Andalucía de la Hispania Tardía "se encuentran "solas", aisladas, es decir, desconocemos el asentamiento de la comunidad de la que procedían, si exceptuamos aquellas desarrolladas en ámbitos urbanos... La asociación a alguna villa ya amortizada o a algún centro religioso es a lo máximo que accedemos" (S. Carmona, 1998, 38).
El cuarto nivel es la relación entre necrópolis de una misma comarca o región. Ya vimos en el blog que los platos de vidrio se concentran en el sureste de los Pedroches, en tres grandes zonas: las inmediaciones de la actual Villanueva de Córdoba, el extremo SE del batolito de los Pedroches y las sierras que lo enmarcan al sur. Por ahora, no se conocen en la mitad occidental de la comarca.
Bosquejada la teoría, vamos al análisis de las tumbas y, sobre todo, de sus contenidos. Todos los cuencos de vidrio que se estudian estaban depositados en sepulturas. El tipo más común de ésta en el NE de Córdoba era el de una fosa excavada en el terreno y revestida y cubierta por lastras, tipo "cista" ("caja", en griego), que Riesgo definió así en sus libretas de campo: "Están formadas por una cámara de sección trapezoidal, con paredes de grandes losas colocadas verticalemente, cubiertas con enormes piedras y losas de estructura irregular... perfectamente acopladas unas a otras, retocadas sus junturas con otras pequeñas piedras y barro, con el fin de que no pudiese entrar en ellas tierra ni agua. Hallánse algunas pocas en que sus paredes son de mampostería en seco perfectamente construidas. La costumbre de enterramiento en estos villares debía hacerse sin rellenar de tierra, pues fueron halladas muchas en que por estar sus tapas perfectamente ajustadas no había entrado ni la más fina arena o arcilla, hallándose el ajuar cual había sido depositado con el yacente. También parece no ser enterrado con vestimenta ni mortaja, pues a pesar de hallar muchas con su esqueleto y ajuar intacto, por estar en lugares de pronunciada vertiente y lugares areniscos y secos, no hay el menor vestigio de vestidos. Todas guardan una orientación determinada de saliente a poniente, con los pies al saliente, y en grupos paralelos entre sí, de dos a cinco como máximo".
Hay algo importante que aclarar sobre este la forma de la sepultura. En la obra de Silvia Carmona Berenguer sobre el mundo funerario rural en la Andalucía tardoantigua y de época visigoda se afirma (pag. 61): "Según el inventario de Riesgo, el conjunto de tumbas documentadas presentan sus fosas abiertas en la roca". Riesgo no dice eso. Es cierto que en los Pedroches existen docenas de sepulturas talladas en lastras de granito, y que Riesgo informa de 23 de ellas. Pero también dice claramente que todas las encontró abiertas y expoliadas de antiguo: "Todas ellas profanadas de tiempo inmemorial, cuyas tapas correspondientes no recuerdan los más viejos habitantes y pastores haber visto ni una sola". Por esta razón no he incluido este tipo de sepulturas en las 291 citadas arriba.
De estos tres centenares de sepulturas en los Pedroches (sin incluir, repito, las excavadas en lastras de granito) un centenar de ellas contenía algún tipo de "depósito ritual". De ellas, una veintena contenía nuestros platos (o cuencos) de vidrio.
A partir de las libretas de campo de Ángel Riesgo se puede determinar qué apareció en las sepulturas en las había platos de vidrio. (No es correcto, como dice la autora citada (pág. 65), que "la Colección Riesgo nos presenta un material disperso y poco esclarecedor"; la prueba son las entradas del blog que estamos dedicando a los platos de vidrio gracias a las libretas de Riesgo.)
También parece apropiado considerar qué otros objetos aparecieron en el mismo grupo de sepulturas en las que se encontraba una que contuviera un cuenco de vidrio (el segundo nivel que se nombra arriba). No puede hacerse con todos, ya que de los aparecidos en la basílica del Germo (Espiel) no tenemos información, y algunos de los hallados en Sancho (números 20, 21 y 22) fueron entregados por el dueño de la finca a Ángel Riesgo, por lo que tampoco sabemos a ciencia cierta dónde y con qué aparecieron.
En la Viñuela (unos 7 km al SW de Villanueva de Córdoba) encontró Riesgo un grupo de seis sepulturas, una de las cuales contenía uno de los platos de vidrio que se estudian, un cuenco de terra sigillata hispánica tardía y un jarro de barro con boca trilobulada:
(Fotografías de Guadalupe Gómez Muñoz en http://ceres.mcu.es/)
En el cortijo de los hermanos Ochoa, en la zona de la Alcarria (unos
12 km al SSE de Villanueva de Córdoba), inmediato a un lugar de vivienda localizó
Riesgo tres sepulturas. Tanto Alejandro Marcos - Ana María Vicent (1998,
217), como en las fichas sobre estos tres objetos que aparecen en las
fichas de la Red Digital de Colecciones de Museos de España, se dice que
todos los objetos aparecieron en la misma sepultura. Pero Ángel Riesgo tampoco escribe eso, copio de sus libretas de campo:
"Finca hermanos Ochoa. Octubre 1924. Tres sepulturas iguales a las anteriores [tipo "cista"] próximas al villar, obteniendo:
1 plato de cristal Nº 3, entero, de 19,5 cm diámetro con una cruz patada en la base, color verdoso.
1
cacerola Nº 29, de arcilla rojiza semifina, con adorno en zigzag, de 14
cm alto, 11 cm diámetro en la boca y 51 cm perímetro la panza.
1
jarro Nº 30. De arcilla ocre rojiza. Boca desportillada, asa rota, no
hallando estos trozos, que demuestra haber sido colocado ya roto. Altura
hasta el trozo de la boca que conserva, que es la vertedera, 21 cm;
perímetro de la panza, 53 cm. Liso, sin adornos.
Estos objetos fueron hallados uno en cada sepultura".
(Fotografías de Guadalupe Gómez Muñoz en http://ceres.mcu.es/)
Es una información muy interesante la que se puede extraer de esas
notas, como que cada uno de estos objetos
apareciera en una sepultura, siendo, como se ven, piezas dispares: plato
de vidrio, olla y jarro cerámicos. Estas tres sepulturas formaban el
todo de una pequeña necrópolis que estaba asociada a un lugar de
hábitat, por lo que que a pesar de las diferencias formales del
depósito ritual creo que existía entre todas las piezas una relación derivada del
tipo del ritual de inhumación. El jarro, parece ser, fue depositado ya
roto en el interior de la sepultura, lo cual abre a su vez más interrogantes.
El resumen de los objetos que acompañaban a los platos de vidrio en las tumbas se muestra en la siguiente tabla: Destaca que el 56% de sepulturas con plato de vidrio contuvieran también un jarro de barro, cifra que aumenta al 70% si incluimos el depósito ritual de todas las sepulturas de la micronecrópolis.
La presencia de jarros de barro es lo más común en las necrópolis rurales de Andalucía en el tiempo de la Hispania Tardía, y también en las tumbas del NE de Córdoba. Ángel Riesgo da cuenta en sus libretas de campo de unos 60 (la gran mayoría de los cuales se encuentra en los museos arqueológicos de Córdoba y Madrid). Hay un buen número de ellos en la colección del Círculo de Bellas Artes de Pozoblanco. En el Museo de Historia Local de Villanueva de Córdoba también se encuentra un buen número de éstos, muchos procedentes de la campaña "Misión Rescate" de la década de 1970:
Así que la presencia de jarros, digamos, es lo que se esperaba. Lo auténticamente extraño en las necrópolis de Andalucía de este tiempo es la existencia en el depósito ritual de otras formas cerámicas abiertas, como ollas o cuencos; sólo conozco la existencia de una necrópolis con platos de vidrio (similares a los del tipo "Pedroches") y cuencos de barro en las Delicias de las Ventas de Zafarraya, Granada.
Sólo en una tumba de las Aguilillas (Villanueva de Córdoba) se encontró con el plato de vidrio una cacerola, pero en otras seis sepulturas de las micronecrópolis donde se encontraban esas tumbas con platos sí que existían estas ollas o cacerolas.
Los cuencos de barro son menos frecuentes, pero igualmente constan en tres sepulturas junto a los platos de vidrio. En este tipo de forma se incluyen piezas de terra sigillata como modeladas a mano o torneta, cronológicamente posteriores:
(Ángel Riesgo Ordóñez, 1934, 200)
Abajo se muestra en los mapas de Ricardo Izquierdo Benito sobre la dispersión de cuencos y ollas en necrópolis peninsulares:
(R. Izquierdo, 1977b)
Aunque este trabajo tenga ya bastantes años, todavía veo que sigue siendo usado como referencia para la materia, pues se han hecho muchos estudios regionales, pero se nota la falta de uno conjunto para toda la península. En general, las ollas son más frecuentes que los cuencos; en los Pedroches, Riesgo informa sobre 18 cuencos y 20 ollas. Una cifra muy alta para la dimensión del ámbito territorial que se trata. Y más si se considera que todavía quedan bastantes objetos de este tipo por analizar en los museos comarcales. No he incluido en esta entrada la colección del Círculo de Bellas Artes de Pozoblanco, donde creo recordar que también hay objetos similares. En la siguente fotografía del museo de Villanueva se aprecian dos ollas, dos cuencos y dos platos de vidrio:
Ya que estamos de ámbito espacial, en el mapa siguiente se muestran los lugares donde aparecieron sepulturas con cuencos de vidrio, cuencos y ollas de barro.
Quedan aún bastantes respuestas por responder: cuándo, quién, por qué. Lo que sí podemos tener ya bastante claro es que la colección de cuencos de vidrio de los Pedroches, junto con las ollas y cuencos de barro, es auténticamente algo único y excepcional en toda Andalucía.