“Aunque ni siquiera cree la mayoría que necesiten más consejo para su tarea que la relativa habilidad que necesitan para andar, para ver o para comer, sino que piensan que es facilísimo y está al alcance de cualquiera escribir historia, con tal de ser capaz de explicar con palabras lo ocurrido. Pero tú sabes, sin duda, querido amigo, tan bien como yo, que la historia no es una de las cosas fáciles de manejar, ni de las que pueden componerse con negligencia, sino que necesita, como lo que más en literatura, mucha meditación, si se intenta componer, como dice Tucídides, un bien para siempre.” Luciano de Samósata (125 d.C. – 181 d.C.), Cómo debe de escribirse la historia, 5.
Me comentó estos días un amigo que había oído hablar en la televisión unos peculiares petroglifos que se habían descubierto al sur de Villanueva de Córdoba. Comentaron, me dijo, de la existencia de una divinidad prehistórica de rotundas formas, lo que hacía suponer que entonces el ideal femenino de belleza era el de una moza tipo Rubens (apretá, que se decía hogaño). "¿En el programa de Íker Jiménez?", preguntéle; "No, eran científicos serios", me dijo. Bueno, pues entonces es que no han visto la cosa, sino que se basan en referencias que son cualquier cosa menos científicas. Como conozco el tema desde el primer momento y de primera mano, me siento obligado, aunque a disgusto, a escribir sobre él.
Por abril de 2004 fuimos tres amigos a buscar gurumelos: Antonio Rodríguez (STTL), Javier Nevado (agente de Medio Ambiente de Cardeña) y yo. El gurumelo (Amanita ponderosa) es una seta hipogea a la que nunca se le había prestado atención gastrómica, pero desde finales del siglo pasado algunos aficionados comenzamos a reconocerla y recolectarla. Con ese objetivo fuimos a las Aguzaderas, unos 13,5 km al SSE de Villanueva, para mostrarle a ambos cómo se reconocían al estar enterradas en el suelo.
El lugar está en la zona al sur del batolito granítico, sobre estratos sedimentarios entre los que destaca la pizarra. Fue la litología la que le dio nombre, llamándola popularmente "la Pizarra" desde al menos finales del siglo XVIII. Y "pizarreros" a quienes moran en ellas.
Fue Javier Nevado el primero en percatarse de la presencia de unas figuras labradas en una lastra de pizarra. Helas, en la fotografía de hace diez años:
En la asignatura de Prehistoria de la UNED, que cursaba entonces, se instaba a desarrollar en el alumnado un cierto espíritu crítico. Con ese ánimo subí esta cosa a los foros de estudiantes de Historia de la UNED, donde hubo diferentes interpretaciones. Unos la veían como el epígono de la Venus de Willendorf, pero con orejas. Para otros, sin embargo, no eran orejas de soplillo, sino el precedente de las rodelas de la Dama de Elche. Hubo incluso quien creyó ver en la cosa un híbrido entre Bob Esponja y Mortadela, con numerosos paralelismos en las parades de Lavapiés. Al final se impuso la nominación de una compañera malagueña: la Venus Oronda, a tenor de la manía de los arqueólogos de denominar "Diosa" o "Venus" a cualquier representación femenina que no se sabe adscribir bien a algo.
Mientras esto hubiera quedado dentro del saludable ámbito de la coña marinera no hubiera pasado nada, pues está demostrado que la risa es muy saludable. Lo malo es que hubo una persona que creyó que esa cosa eran unos petroglifos prehistóricos. Y no sólo lo creyó, sino que lo publicó en una revista cordobesa.
Estando convencido de que había hecho un descubrimiento similar al de don Marcelino Sautuola, al menos, no hizo mención ninguna en el artículo a quién había descubierto la cosa, como hubiese sido lo legítimo de haber sido algo "bueno". En el título del artículo se decía haber encontrado unos petroglifos plasmando un sacrificio humano. Y, parece ser, relacionaba a la Venus Oronda con la famosa Venus de Gavá:
Como dijo mi amigo José María, el mayor parecido está en las orejas... Ignoro también porqué se relacionó la cosa con la Prehistoria Reciente, y no con cualquier otra etapa. Como cada cual se siente libre para interpretar la historia, puede ver en el panel un sacrifio humano o la bajada de un marciano (mejor, marciana) con traje espacial, pero hay algo claro: las figuras no tienen pátina ni casi líquenes, y en la parte superior de la lastra donde se encuentran sí los hay en abundancia:
Si las figuras fueran de la Prehistoria Reciente debieran tener líquenes en su superficie, pues ese tipo de roca es susceptible de albergarlos. Pero es que no son de ese tiempo, sino muchísimo más recientes. Hay varios factores que demuestran que esas figuras tienen una muy escasa antigüedad, que se basan en el sustrato donde se labraron. La cuarcita de Fuencaliente o el granito del dolmen del Torno sí permiten que pinturas prehistorias se hayan conservado durante milenios, pero no esta pizarra.
Es de sobra conocido que la pizarra es una roca que tiene como principal característica su división en capas o láminas , y que por ello es muy deleznable. Además, la lastra donde se halla la cosa tiene otra característica que la hace más vulnerable a la erosión: sus láminas están en forma vertical. Esto es una consecuencia de los procesos geológicos de la comarca, pues la pizarra se forma, lógicamente, por acumulación horizontal de sedimentos. Al subir el batolito creó una gran presión en los estratos colindantes, algunos de los cuales se plegaron y tomaron esa forma vertical. Cuando están horizontales los superiores protegen a los inferiores, pero al estar verticales todos los bordes de las láminas se ponen en contacto con los procesos de dilatación y contracción térmica, efecto de las aguas, la acción biótica de los líquenes... En definitiva, que estando vertical las placas de pizarra son mucho más susceptibles a la erosión de lo que ya son de por sí. De lo que se deduce que la cosa no puede tener muchos años.
A pocos metros de la lastra de marras existe una alambrada que sustutiye hoy a una pared de piedra de pizarra, y poco más abajo de ella hay dos canteras de donde se extrajo la piedra necesaria para construirla:
Como está de sobra estudiado por el profesor Valle Buenestado, los cercados de piedra aparecen tras las desamortizaciones civiles de mediados del XIX; y también es por esas fechas cuando se produce la colonización agrícola de la Pizarra. Por lo que es a partir de ese tiempo cuando hay que buscar el origen de la cosa, que está en la construcción de dicha pared, pues en la fotografía de abajo se aprecia perfectamente a la izquierda que de allí se extrajo piedra para realizarla:
Ya lo decía Luciano de Samósata, en cuestiones de historia cualquier indocumentado se cree capaz de hacer un reloj de palo, y que además dé la hora. Puede ocurrir, también, que un pollino toque una vez la flauta por casualidad, y se crea Mozart. Pero en este caso no hay duda posible, por los motivos antedichos la Venus Oronda pertenece al periodo Pizarriense Reciente, o sea, del tiempo de Pascual Madoz para acá.
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