Me planteaba qué podemos conocer de los distintos aspectos (economía, sociedad, ideología) de la vida de las gentes que habitaron en los Pedroches orientales en el tiempo en que se levantaron y emplearon los monumentos megalíticos. La información de la que se dispone proviene casi exclusivamente de los propios megalitos y de los objetos aparecidos en ellos. El desconocer sus lugares de hábitat, donde vivieron, nos imposibilita adentrarnos en su componente material. Nos encontramos en un tiempo en que ya hay una economía de producción, agricultura y ganadería, pero resultaría interesante conocer qué especies animales y vegetales emplearon; la aportación de los recursos naturales (caza o bellotas, por ejemplo) a la subsistencia diaria; o, siendo los Pedroches una zona con numerosos filones superficiales de cobre, la importancia o el desarrollo de la metalurgia. Estando estos megalitos asociados al Mundo de la Muerte, quizá a partir de ellos podamos conocer algo de la ideología y sociedad de aquellos grupos humanos.
El elemento que parece ser más antiguo es el menhir de Los Frailes.
En la Europa atlántica la erección de grandes menhires es anterior a la construcción de las primeras construcciones funerarias. Sobre la cronología de los menhires, en general, algunos de ellos de Bretaña y peninsulares han sido datados en el VII milenio a.C. (Bueno y Balbín, 2003, 309), aunque es un tipo de monumento que perduró en el tiempo, pues el burgalés de La Cuesta del Molino, se levantó en la segunda mitad del III milenio. Como ya sabemos, los menhires son piedras alargadas, en bruto o toscamente talladas, con una parte enterrada en el suelo y dispuestas verticalmente. Algunos menhires fueron trabajados de forma antropomórfica, aunque en este caso se denominan estelas, ídolos o estatuas-menhir.
Este menhir en concreto de los Pedroches está realizado sobre piedra granítica porfírica, local, sobresaliendo 110 cm del suelo. Sus caras miden 40 cm y 48 cm, y su cúspide aparece roma, advirtiéndose los retoques laterales. Como es común en este tipo de monumento megalítico, está decorado con cazoletas (pequeñas oquedades).
Del carácter espiritual de los menhires no cabe duda, pues no son algo que "den de comer", sino, al contrario, exigen una notable inversión de esfuerzo en tallarlos, decorarlos, transportarlos, hacer el hoyo y erigirlos. Algunos de ellos están en relación con sepulcros megalíticos, lo que los haría pertenecer al mundo funerario. No sabemos si es así en este caso, pero sí que a pocos centenares de metros del menhir se encuentran cuatro sepulcros megalíticos de distinta tipología, estando dos de ellos alineados con el menhir. Ángel Riesgo, el primero en dar a conocer el megalitismo en los Pedroches, cita otros cinco sepulcros megalíticos a no más de tres kilómetros del menhir de los Frailes.
Las distintas formas de sepulcros megalíticos (cista simple, galería, sepulcro de corredor) a pocos centenares de metros del menhir me recuerda a la propuesta de Chapman para la necrópolis de Los Millares (Almería) de que cada tumba pertenecería a un grupo de linaje amplio, que tendrían en el menhir, o en lo representado en el menhir, su nexo de unión.
En realidad, no se conoce cuál fue la funcionalidad de los menhires, su significado para la sociedad que los creó y empleó. Pero algo tuvo que significar para que una persona se afanase en labrar en una de sus caras esas oquedades o cazoletas, aunque no sepamos concretamente el qué. Sí parece muy probable que el menhir forma parte de un código transmisor de mensajes en un territorio controlado socialmente mediante una serie de códigos.
Los elementos más abundantes relacionados con la espiritualidad en el noreste de Córdoba son las seis decenas de sepulcros megalíticos que conozco. Por ejemplo, éste tipo galería en El Rongil, a 15 km al SE de Villanueva de Córdoba. (La ubicación de este megalito también es interesante: se encuentra fuera del batolito de los Pedroches, en los materiales sedimentarios del Carbonífero, pero en un lugar donde ese mismo batolito emitió a un par de kilómetros de él una bolsada granítica, con cuyos materiales se construyó el sepulcro.)
Al igual que en otros enterramientos de distintos lugares y tiempos, desde el Señor de Sipán en Sudamérica al emperador Qin Shi Huang de China, se depositaron en los dólmenes una serie de objetos. Es lo que se conoce (en la jerga arqueológica, que no en el DRAE) como "ajuar", o, quizá más apropiadamente, depósito ritual. Del mismo sólo nos han llegado aquéllos elaborados en materiales capaces de resistir el paso de los milenios, como piedra, hueso o cerámica.
Sólo excepcionalmente se han conservado todos los elementos originales del depósito ritual. Es lo que ocurrió en Cueva Sagrada, un yacimiento de la sierra de la Tercia (Lorca, Murcia). En una sala aislada de la cueva, y sobre la misma superficie, reposando en una estera de esparto, se descubrió un enterramiento compuesto por un cráneo infantil, junto al que se depositó un plato de madera de roble con una bellota y una semilla de uva; un vestido compuesto por dos piezas grandes de lino; cuentas de collar en gran número, alfileres de hueso para el cabello; tres punzones de cobre; un huso de madera de pino y un ramo de flores. Además, se encontró en el yacimiento un ídolo oculado similar a la de los de la cultura de Los Millares (Almería). El análisis de C-14 dio una datación de 1920 a.C. [datación sin calibrar, v. la nota final].
En los ajuares funerarios de las sepulturas megalíticas de los Pedroches aparecen sobre todo puntas de proyectil, muchas elaboradas con la técnica de retoque plano:
(Fuente: R. Mª Martínez Sánchez, 2007).
Los sepulcros megalíticos de la Península, en general, tienen "un recorrido temporal que abarca desde el V milenio cal.[***] BC al II milenio [a.C. ]" (Bueno y Balbín, 2003, 297), es decir, desde el Neolítico hasta los inicios de la Edad del Bronce, dependiendo de los lugares. Si, grosso modo, se adscriben los megalitos de los Pedroches al Calcolítico es por la similitud de sus ajuares con los de otros yacimientos que sí han podido ser mejor estudiados y datados. Además, no se conocen en los Pedroches los más característicos elementos de la cultura material de esos periodos
A partir de los elementos artísticos provenientes de los megalitos podemos continuar en el intento de adentrarnos en la ideología y la sociedad de estos grupos humanos, pues, como expresó D. Plácido, las formas expresivas que conforman la Historia del Arte contienen una funcionalidad inmediata, bien sea decorativa bien para indicar las necesidades de diferenciación y prestigio. Son un eficaz vehículo para desarrollar los aspectos más íntimos del imaginario colectivo e individual. Los especialistas distinguen entre el arte mueble y el arte megalítico. De ambas modalidades se conocen ejemplos en los Pedroches.
El arte mueble, formado por objetos que pueden transportarse, está representado en los ídolos-falange de El Atalayón de Navalmilano, un tipo de objetos sobre los que nos hemos detenido en otra entrada. Las muy interesantes pinturas del sepulcro de corredor de El Torno se adscriben al arte megalítico. Vamos a detenernos en este tipo de manifestación artística, tanto por lo que nos atañe para la historia de los Pedroches como por el radical cambio que ha tenido su interpretación en los últimos treinta años.
Hasta prácticamente la década de los ochenta del pasado siglo se consideraba que el arte megalítico, es decir, pinturas y grabados que ornan los sepulcros megalíticos y menhires, eran propios del Noroeste peninsular, formando el resto de la península una enorme "área marginal" de este fenómeno. En esta visión se impuso "una línea de interpretación de fuerte contenido nacionalista" (Bueno, Balbín y Barroso, 2006, 59). Se suponía que en el norte los menhires y ortostatos de los monumentos megalíticos estaban decorados, pero no los del sur; y que, en cambio, los sureños poseían piezas exentas, "ídolos", ausentes en los del norte. El magnífico trabajo realizado a partir de entonces (en el que hay que destacar a Mimí Bueno) puso de manifiesto que no era así, sino que se debía a algo más prosaico: se había investigado poco en otros lugares. En la recopilación sobre el arte megalítico que hizo E. Shee en 1981 se recogía este tipo forma plástica en el noroeste y zona atlántica peninsulares. Tras el trabajo realizado desde entonces (en el que, insisto, hay que destacar a Mimí Bueno) se ha comprobado que el arte megalítico está presente en todo el territorio peninsular donde existen megalitos, y en otros lugares del continente europeo (SE de Francia, Alemania y Dinamarca). En el mapa de abajo, con puntos verdes están representados los puntos conocidos con arte megalítico en 1981; con triángulos rojos, de los que se sabe hoy en día:
(Fuente: Bueno y Balbín, 2003, 302.)
(Fuente: Bueno, Balbín y Barroso, 2006, 33.)
Quedan cosas aún por contar, y para evitar tochos, continuamos en otra entrada.