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situado unos 9 km al sur de Villanueva de Córdoba.
Es interesante la dicotomía que se advierte en Europa durante el Neolítico: en el sudeste europeo, Europa central y parte de la península itálica, las arquitecturas domésticas, granja o poblado, se muestran "visibles" arqueológicamente, aunque sus prácticas funerarias no han dejado demasiadas evidencias. Sin embargo, en la Europa occidental, atlántica y nórdica, los lugares donde vivió la gente, sobre todo a partir del Neolítico Medio, tuvieron estructuras muy débiles, y apenas si conocemos esos sitios. Sus prácticas funerarias, en cambio, sí estuvieron marcadas por la visibilidad y la monumentalidad de sus construcciones, algo que se ha conocido genéricamente como "megalitismo". Como se aprecia en el mapa de abajo, su presencia en la península es amplia, quedando excluida la Meseta oriental, la Mancha y los territorios levantinos desde Murcia al Llobregat (en estos lugares también se conocen enterramientos colectivos, pero con otras formas menos visibles en el paisaje externo, generalmente en cuevas naturales o artificales, en "silos" o bajo la propia arquitectura doméstica).
(Mapa de distribución del fenómeno megalítico en Europa. Marcado en rojo la comarca de los Pedroches.)
Este término, megalitismo, no es demasiado adecuado, pues no toda la arquitectura se basó en "grandes" (mega) "piedras" (litos), y con este nombre se designa a diferentes construcciones, levantadas en un periodo de más de dos mil años, que con gran probabilidad tuvieron diferentes funciones o simbolismos a lo largo de los tiempos. Además de las construcciones funerarias, dentro del megalitismo se incluyen otras construcciones, como alineamientos o menhires (recordemos, esas grandes piedras alargadas que repartía Obélix), considerados como lugares cultuales. Los menhires son más frecuentes en el norte peninsular o europeo, pero también contamos en nuestra tierra con algún ejemplar, como el menhir de la fotografía de abajo, sito en Los Frailes, 5 km al SE de Villanueva.
En función de la solución arquitectónica se han establecido diversas categorías. La primera es la que le dio nombre al término, formadas por ortostatos o grandes piedras que conforman la planta del edificio, y con cubierta generalmente adintelada. Según la forma de la planta se distingue entre:
* Dólmenes o cámaras rectangulares o poligonales, a modo de una "cista" (caja) de piedra con diferentes formas. Unos 250 m al este del menhir de Los Frailes hay un ejemplo de este tipo de dolmen con cámara simple, sin corredor.
* Sepulcros de corredor: aquellos que tienen una cámara a la que se accede por un pasillo, pudiéndose distinguir perfectamente una de otro (la primera foto esta entrada, de El Torno, o la foto que encabeza el blog, en Las Aguilillas, corresponden a este tipo).
* Galerías cubiertas: cuando la cámara y el corredor no se pueden diferenciar, como en la foto de abajo, también en Los Frailes y a poco más de trescientos metros del menhir.
* La segunda solución arquitectónica se basa en la construcción de una cámara de planta circular, con ortostatos o de mampostería, y la cubierta por aproximación de hiladas o en falsa cúpula. Por su similitud con los sepulcros micénicos, recibieron el nombre de tholoi. En los Pedroches conocemos dos, muy cercanos uno de otro, en la zona de El Minguillo, unos 12 km al E de Villanueva. En la fotografía de abajo, tholos de Minguillo IV.
A veces, se aprovechaba el roquedo natural, incorporando ortostatos para conformar la cámara, como en este ejemplo del Peñasco de Navalmaestre, a 6,5 km al SE de Villanueva y a 3 km al NE del menhir de Los Frailes.
Los sepulcros megalíticos de los Pedroches no son de un gran tamaño, los mayores, como el Atalayón o las Aguilillas, tienen cámaras de un par de metros. Muchos de ellos han llegado hasta nosotros al descubierto, aunque, quizá, todos estuvieron cubiertos por túmulos, acumulaciones de piedras y tierra, que ocultaban la mayor parte de la construcción. La mayor o menor monumentalidad de la estructura del túmulo tendría que destacar sobre el paisaje de ondulada penillanura de la antigua Fash al-Ballut, como se comprueba en el Atalayón de Navalmaestre
(este megalito, un sepulcro de corredor diferenciado, llegó intacto hasta nuestra época, cubierto por su majestuosa cubierta tumular, siendo abierto por Ángel Riesgo en 1924).
En el interior de los recintos fueron depositados unos objetos, conocidos como "ajuar" o "depósito ritual", con el presumible fin de que fueran empleados por los finados en el Más Allá. Algunos tipos de ellos, como las puntas de proyectil y cuentas de collar del tholos de Minguillo I (fotografía de su tercer excavador, Ángel Riesgo),
platos de borde almendrado o ídolos-falange, nos permiten establecer una cronología relativa (no se ha hecho ninguna datación absoluta, tipo C14 o termoluminiscencia en ningún megalito de los Pedroches) para las estructuras megalíticas de los Pedroches en el Calcolítico, el periodo intermedio entre el Neolítico y la Edad del Bronce. Es precisamente en el amplio tiempo entre estas dos edades cuando se desarrolla, en unas partes o en otras de la península, el fenómeno megalítico. (Un apunte: esas pequeñas puntas de flecha, de entre uno y dos dos centímetros, son un alarde de habilidad al estar fabricadas con herramientas de piedra, hueso o asta).
Fueron las dataciones radiocarbónicas las que revelaron que el origen del megalitismo del occidente Europeo no estaba en la llegada de colonos del Egeo, sino que era un fenómeno que tenían su origen en el mismo área occidental europea, aunque no se tiene claro si su origen fue único o múltiple, su significado o sus causas. Ya no se tiene la concepción del megalitismo como un fenómeno unitario europeo, ni se habla de la cultura megalíticas, sino de culturas con megalitos.
En el sur peninsular la expansión de los megalitos durante el Calcolítico se ha interpretado como consecuencia de la presión demográfica consecuente a la implantación de la agricultura y la ganadería, aunque en el caso concreto de los Pedroches creo que había otro motivo muy atractivo: los numerosos filones de cobre que afloraban por doquier en el batolito; aunque de pequeño tamaño, eran de fácil laboreo y gran riqueza mineral. Algo muy importante en plena "Edad del Cobre".