En el dolmen de Las Agulillas

sábado, 1 de agosto de 2020

Antonio de Espejo: de Torremilano a Texas.

(Grabado de Tom Lee, 1947. En http://www.texasescapes.com/Byron-Browne/Don-Antonio-de-Espejo.htm )

     En la colonización española del Nuevo Mundo participaron personas nacidas en los pedroches. Algunas fueron especialmente relevantes, como Sebastián Moyano o de Belalcázar, uno de los personajes más destacados de los primeros tiempos; o Pedro de Moya y Contreras, nacido en Pedroche, quien llegó a ser arzobispo de México e, incluso por un tiempo, Virrey de Nueva España. También se puede recordar a Francisco Fernández de Contreras, fundador de la ciudad de Ocaña (Colombia).

     Aunque menos conocido, otro natural de las Siete Villas que dejó su impronta en América, siendo uno de los primeros exploradores del sur de los actuales Estados Unidos fue Antonio de Espejo, natural de Torremilano. Siendo este un blog dedicado a la historia de los Pedroches, es justo que divulguemos su historia, pues en Nuevo México o Texas en más conocido que en la tierra donde vio la luz.

     En algunas biografías se le hace natural de Córdoba, en general, pero él mismo declaraba el 30-05-1578 ante el tribunal del Santo Oficio de México ser natural de Torremilano, del Obispado de Córdoba.

     No se sabe cuándo nació Antonio de Espejo. En 1572 declaraba tener 34 años, por lo que habría nacido en 1538. En 1578 decía ser de 36 años, por lo que habría nacido en 1542. Por último, en 1584, manifestaba tener 50 años, y que ya llevaba 24 en Nueva España. Se puede establecer su fecha de nacimiento entre 1534 y 1542, aproximadamente.

     Tampoco se sabe cuándo llegó a América. En general se data su llegada a América en 1571, coincidiendo con la de don Pedro de Moya y Contreras, primer inquisidor en el virreinato de Nueva España y, como se ha dicho, también luego arzobispo de México. Al instaurarse la Inquisición en América con don de Pedro de Moya llegaron los integrantes necesarios del tribunal, como el fiscal y el secretario. Antonio de Espejo podría haber llegado como “Familiar del Santo Oficio” acompañando a su paisano don Pedro de Moya.

     Se conoce poco de su vida personal, excepto su localidad de nacimiento y que estaba casado con Juana de la Vega, que había venido con él a México. Espejo tuvo una hija, llamada también Juana, nacida fuera del matrimonio en México, a quien reconoció legalmente en 1575, cuando tenía tres años. Los documentos también nombran a un hermano de Antonio, Miguel Muñoz de Espejo, y a un tío, Francisco de Santiago. Su mayordomo, o criado de confianza, era Francisco Muñoz Colchado, cuñado de su hermano Miguel y “natural de Santofimia en el Obispado de Córdoba”.

     Uno de las primeras tareas de Espejo como familiar de la Inquisición mexicana fue la aprehensión de Morgan Dilbert, alias Miguel Morgan, un corsario inglés que había sido forzado a tierra en septiembre de 1568, cuando los asaltantes de Hawkins fueron derrotados en San Juan de Ulúa. Morgan pasó unos años aparentemente desapercibido, hasta que el recién llegado inquisidor decidió hacer un auto de fe con los “luteranos ingleses” que vivían en México. La detención de Morgan por Antonio de Espejo, y el interrogatorio posterior en 1572 fueron recogidos por G. R. Conway (New Mexico Historiacal Review, vol. VI, enero 1931, nº 1) y que se pueden leer en este artículo.

     Antonio de Espejo prosperó notablemente tras su llegada, habiendo acumulado una fortuna considerable en mayo de 1578, cuando se vio envuelto en el primer choque serio con la autoridad civil en México. Era dueño de un negocio mercantil en Ciudad de México y otro en Texcoco, y tenía corrales en Tacuba “donde tenía el contrato para el suministro de carne al matadero del municipio”. En sus tiendas vendía ganado, lana y otros productos procedentes de las seis haciendas que poseía junto a su hermano Miguel.

     En esa fecha, mayo de 1578, comenzó el primer conflicto de Antonio de Espejo con la justicia, al enterarse que un rebaño de 44 reses que tenía en sus corrales de Tacuba había sido incautado por orden del Corregidor de la ciudad de México, Lorenzo Sánchez Obregón. Hubo una escasez de alimentos y el Corregidor y Pedro de Oro, contratista para el suministro de carne, habían secuestrado el rebaño en nombre del bienestar público, procediéndose al sacrificio de las reses para su distribución en los mercados de carne en el capital virreinal. Los registros del juicio sugieren que Espejo pudo haber estado reteniendo la venta del ganado hasta que los precios alcanzaron su pico.

     Al tener conocimiento de los hechos Antonio de Espejó, que parecía ser hombre de carácter, se presentó en el matadero con un indio y su criado de confianza, Francisco Muñoz, y espada en mano sacó a las vacas del lugar.

      El Corregidor de Su Majestad en la ciudad de México ordenó su detención, pero al ser familiar del Santo Oficio fue este tribunal el que vio el asunto. También ordenó el Corregidor el secuestro de sus efectos personales para asegurarse el pago de las costas judiciales, cuya relación nos demuestran que Antonio de Espejo era una persona refinada que vivía con gran comodidad y lujo: por ejemplo, poseía ocho tapices de cuero en relieve con diseños en oro, y otros seis tapices de cuero con relieve en oro.

     Poco después de superado este conflicto con la justicia, comenzó el segundo, mucho más grave. En la primavera de 1581 se presentaron dos cargos de asesinato contra Antonio de Espejo y su hermano. Varios de sus vaqueros se habían negado a recoger el ganado de los dos hermanos por la amenaza de los indios chichemecos. Se enfrentaron con los desertores, con las funestas consecuencias dichas.

     A Antonio le pareció lo mejor dirigirse del centro de México a la frontera norte, mientras su tío Francisco de Santiago intentaba en la capital que, al ser familiar del Santo Oficio, fuera de nuevo la Inquisición quien se encargara de la cuestión. Pero la autoridad civil actuó antes de que lo hiciera el Santo Oficio, quien finalmente envió a un comisario especial, Gerónimo Luguín, para investigar las acusaciones de asesinato. Los autos del proceso han sido investigados por Richard E. Greenleaf (“Antonio de Espejo and the Mexican Inquisition”, The Americas Vol. 27, No. 3 (Jan., 1971), pp. 271-292), y también pueden consultarse.

     Finalmente, fue la Audiencia de México, la jurisdicción civil, la que emprendió el juicio que concluyó el 24 de mayo de 1582. En el veredicto se consideraba a Miguel Muñoz de Espejo como el autor material de los disparos, y su hermano Antonio de Espejo condenado como acompañante. Las penas fueron condena de cinco años de prisión para Miguel, y una fuerte multa para Antonio.

     Pero, mientras se solventaba la cuestión, Antonio, como se dijo, se dirigió al norte, a las minas de Santa Bárbara, en Nueva Vizcaya, a unas 160 leguas de México. Allí conoció a unos frailes franciscanos, quienes le mostraron su pesar por no tener noticias de tres hermanos suyos de religión, quienes hacían marchado al norte en una expedición comandada por Francisco Sánchez Chamuscado en 1581, para cristianizar a las tribus indígenas. Bien fuera por colaborar y hacer méritos, bien por poner tierra por medio, Antonio de Espejo se mostró dispuesto a ir en la búsqueda y auxilio de los franciscanos. Obtuvo permiso para equipar una expedición que dejó San Bartolomé, Chihuahua el 10 de noviembre de 1582, y regresó el 10 de septiembre de 1583.

     La expedición al mando de Espejo estaba formada por franciscanos fray Bernardino Beltrán y fray Pedro de Heredia,  catorce soldados, algunos indios, y unos 115 mulas y caballos de transporte.

      Uno de estos soldados era Diego Pérez de Luján, que escribió una “Relación” de la expedición de Antonio de Espejo, con la forma de un diario escrito en la marcha, que complementa el relato que hizo el propio Espejo.

     Se encaminaron hacia el norte por las márgenes del río Conchos, hasta llegar al río Grande. En febrero de 1583 supieron de la muerte de los frailes que buscaban. Aun así decidió proseguir su expedición, hasta que el 12 de abril de 1583 el franciscano Bernardino Beltrán, disgustado con la gran distancia que habían recorrido y porque ya conocían el destino de sus compañeros, decidió regresar con gran parte de la escolta. Antonio de Espejo prosiguió con nueve españoles y algunos indios zuñis, pero al encontrar resistencia en el país de los tamos también decidió retornar, siguiendo el curso del río Pecos (al que llamó “de las Vacas”), por la abundancia de bisontes que había en sus orillas hasta llegar al río Grande, que cruzó hasta llegar a su punto de partida tras diez meses de viaje. Según los cálculos del propio explorador habían andado unas ochocientas leguas, unos 4.500 km. Espejo denominó a la tierra que había explorado Nueva Andalucía, en homenaje a su tierra natal, pero el nombre no prosperó y se impuso el que aún mantiene, Nuevo México.

(Mapa de la expedición de Antonio de Espejo. En Craddock, J. R, & De Marco, B. (2013). Diego Pérez de Luján, Relación de la expedición de Antonio de Espejo a Nuevo México, 1582-1583. UC Berkeley: Research Center for Romance Studies. https://escholarship.org/uc/item/5313v23h )

     La expedición de Espejo, con la anterior de Sánchez Chamuscado, despertaron el interés en Nueva España por las tierras norteñas, envueltas en leyendas de fabulosos tesoros. Antonio de Espejo le dirigió una carta al rey el 23 de abril de 1584, solicitando el derecho a la conquista del territorio de Nuevo México y sus partes adyacentes al Norte que fueron exploradas por él. Pero su reciente condena prácticamente impedía que se le concediera, por lo que solicitó al rey el indulto, apoyándolo en su intento varios frailes franciscanos, agradecidos por la búsqueda de sus hermanos. Espejó embarcó en 1586 rumbo a España para defender sus intereses en la Corte, pero murió en el barco antes de llegar a la Habana.

      En la carta al rey incluía una detallada "Relación" de su exploración, en la que Antonio de Espejo se muestra como un gran observador, recogiendo una detallada descripción de la gente, la fauna, la flora… de los lugares por donde pasó. Detalla las formas de vida, costumbres, vestimentas, rituales de las tribus que conoció, a la par que se interesaba por los recursos naturales y posibilidades de explotación de los nuevos territorios. Al final mostramos unos fragmentos de su “Relación”.
      Es un excelente documento para conocer de lo que hoy es el sur de Estados Unidos antes de la llegada de los europeos, aportando datos que van desde la etnografía a la geografía, y que muestran que Antonio de Espejo está al mismo nivel de otros exploradores más conocidos de esos lugares como Coronado o Cabeza de Vaca.

(Agradezco la colaboración de Fabián Pulido Díaz para la elaboración de este artículo.)

[Fragmentos del] Expediente y relación del viaje que hizo Antonio Espejo con catorce soldados y un religioso de la orden de San Francisco, llamado Fray Agustín Rodríguez; el cual debía de entender en la predicación de aquella gente. (1582-1583.)

[Salimos] a diez de noviembre de mil e quinientos e ochenta e dos años, con ciento y quince caballos y mulas, y con alguna gente de nuestro servicio, y cantidad de armas, municiones y bastimentos, fuimos caminando, derechos hacia el Norte, y a dos jornadas de a cinco leguas, hallamos mucha cantidad de indios, de nación conchos, en rancherías, y muchos dellos, nos salieron a recibir en cantidad de más de mil, a los caminos por donde íbamos; estos hallamos que se sustentan de conejos, liebres y venados que cazan y hay en mucha cantidad, y de algunas sementeras de maíz y calabazas y melones de Castilla; y sandías, que son como melones de invierno, que siembran, labran y cultivan; y de pescado y mascale, que son pencas de lechuguilla, que es una planta de media vara de alto con unas pencas verdes; las cepas desta planta cuecen y hacen una conserva a manera de carne de membrillo muy dulce, que llaman mascale; andan desnudos, tienen unos jacales de paja por casas, usan por armas, arcos y flechas; tienen caciques a quien obedecen; no les hallamos que tuviesen ídolos ni que hiciesen sacrificios algunos…

Acabados de salir desta nación, entramos en otra que se llama de los xumarias, que por otro nombre los llamaban los españoles, los patarabueyes, en que parecía había mucha gente y con pueblos formados, grandes, en que vimos cinco pueblos con más de diez mil indios y casas de azutea, bajas, y con buena traza de pueblos; y la gente desta nación está rayada en los rostros; y es gente crecida, tienen maíz y calabazas, y caza de pie y vuelo, y frísoles y pescados de muchas maneras, de dos ríos caudalosos, que es el uno que dicen derechamente del norte y entra en el río de los Conchos, que este será como la mitad de Guadalquibí, y el de Conchos será como Guadalquibí, el cual entra en la mar del Norte; tienen salinas de lagunas de agua salada, que en tiempos del año, se viene a cuajar y a hacer sal como la de la mar…

prosiguiendo el dicho río arriba, en dos días, hallamos diez pueblo poblados, riberas de este dicho río y de una y de otra banda junto a él, demás destos pueblos, que parecían desviados, en que pasando por ellos parecía haber más de doce mil ánimas, hombres y mujeres y niños; pasando por esta provincia, nos salieron a recibir de cada pueblo la gente dél, y nos llevaban a ellos y nos daban cantidad de gallina de la tierra, y maíz y frísol y tortillas y otras maneras de pan que hacen con más curiosidad que la gente mexicana; muelen en piedras muy crecidas y muelen maíz crudo, cinco o seis mujeres juntas en un molino, y desta harina hacen muchas diferencias de pan; tienen casas de dos y tres y cuatro altos y con muchos aposentos en cada casa, y en, muchas casas dellas, tienen sus estufas para tiempo de invierno; y en las plazas de los pueblos, en cada una dellas, tienen dos estufas que son unas casas hechas debajo de la tierra, muy abrigadas y cercadas de poyos, dentro dellas para asentarse; y asimismo tienen a la puerta de cada estufa una escalera para abajar, y gran cantidad de leña de comunidad, para que allí se recojan los forasteros, en esta provincia se visten algunos de los naturales, de mantas de algodón y cueros de las vacas, y de gamuzas aderezadas; y las mantas de algodón las traen puestas al uso mexicano, eceto que debajo de partes vergonzosas traen unos paños de algodón pintados, y algunos dellos traen camisas, y las mujeres traen naguas de algodón y muchas dellas bordadas con hilo de colores, y encima una manta como la traen los indios mexicanos, y atada con un paño de manos como toalla labrada, y se lo atan por la cintura con sus borlas, y las naguas son que sirven de faldas de camisa a raíz de las carnes, y esto cada una lo trae con la más ventaja que puede; y todos, así hombres como mujeres, andan calzados con zapatos y botas, las suelas de cuero de vacas, y lo de encima de cuero de venado aderezado; las mujeres traen el cabello muy peinado y bien puesto y con sus moldes que traen en la cabeza uno de una parte y otro de otra, a donde ponen el cabello con curiosidad sin traer nengún tocado en la cabeza; tienen en cada pueblo sus caciques conforme a la gente que hay en cada pueblo; así hay los caciques, y dichos caciques tienen sus tequitatos que son como alguaciles que ejecutan en el pueblo lo que estos caciques mandan, ni más ni menos que la gente mexicana; y en pidiendo los españoles a los caciques de los pueblos cualquier cosa, llaman ellos a los tequitatos y los tequitatos publican por el pueblo, a voces, lo que piden; y luego acuden con lo que se les manda, con mucha brevedad; tienen todas las pinturas de sus casas y otras cosas que tienen para bailar y danzar, así en la música como en lo demás, muy al natural de los mexicanos; beben pinole tostado, que es maíz tostado y molido y echado en agua, no se sabe que tengan otra bebida ni con que se emborrachen; tienen en cada uno destos pueblos una casa donde llevan de comer al demonio, y tienen ídolos de piedra pequeños donde idolatran; y como los españoles tienen cruces en los caminos, ellos tienen enmedio de un pueblo a otro, en medio del camino, unos cuizillos a manera de humilladeros hecho de piedras donde ponen palos pintados y plumas, diciendo, va allí a reposar el demonio y a hablar con ellos; tienen sementeras de maíz, frísol y calabaza, y piciere, que es una yerba muy sana; y de todo esto hay sementeras de riego y de temporal con muy buenas sacas de agua y que lo labran como los mexicanos; y cada uno en su sementera tiene un portal con cuatro pilares donde le llevan de comer a medio día y para la siesta, porque de ordinario están en sus sementeras desde la mañana hasta la noche a uso de Castilla; en esta provincia alcanzan muchos montes de pilares que dan piñones como los de Castilla, y muchas salinas de una parte y de otra del río, hay más de una legua y más de cada banda de arenales, natural tierra para coger mucho maíz; tienen por armas arcos y flechas, macanas y chimales, que las flechas son de varas tostadas y las puntas dellas de pedernal esquinadas, que con ellas fácilmente pasan una cota; y los chimales; son de cueros de vacas como adargas, y las macanas son un palo de media vara de largo, y al cabo del, muy gordo, con que se defienden en estando dentro de sus casas; no se entendió tuviesen guerra con ninguna provincia…