En el dolmen de Las Agulillas

miércoles, 5 de agosto de 2015

Pregón de la feria de Villanueva de Córdoba 2015

     He tenido abandonado al blog durante todo el mes de julio, porque a primeros del mes la Corporación Municipal me propuso que diera el pregón institucional de la Feria y Fiestas de Villanueva de Córdoba de este año. Ser el representante de tu pueblo es un honor, pero también es una gran responsabilidad, y por ello dediqué todo mi esfuerzo al pregón.
     El domingo pasado tuvo lugar su lectura en la Biblioteca Municipal. Desde hace cuatro años se vienen editando los pregones anuales en unos pequeños libritos, y hasta que se edite voy a incluir en este blog una parte de mi pregón. Éste constaba de tres partes: ferias, fiestas y Villanueva de Córdoba; copio la segunda, la referente a las fiestas.



2.- FIESTAS.

2.1.- El carácter de las fiestas.

Las fiestas son el segundo elemento a considerar. Aunque parezca una contradicción, las fiestas son una cosa muy seria. El mismísimo Yahvé, poco dado a las bromas, se lo dejó bien claro, y por escrito, a Moisés en sus tablas de la ley: santificarás las fiestas; él mismo se había tomado un día de fiesta tras la creación del Universo.
Creo que las fiestas tienen su causa primera en una característica de nuestra especie que nos distingue del resto de homínidos: la capacidad para entrar en la mente del otro, para saber lo que piensa. Los conocimientos y la experiencia se multiplican y se transmiten, tanto horizontalmente, entre los miembros de un conjunto, como verticalmente, de generación en generación. Esto nos llevó a evolucionar no como individuos, sino como grupo. Pero esta común unión puede generar tensiones, tanto en las relaciones de los individuos entre sí como entre diferentes grupos. Así que de tanto en cuanto haya que realizar ritos o ceremonias que reafirmen el carácter grupal de una comunidad. Al unirse a la perspectiva religiosa, los ritos y celebraciones impusieron el acatamiento de los principios que permitían la cohesión y el orden sociales.
El carácter comunitario de las fiestas ha sido resaltado por quienes las han analizado desde un punto de vista sociológico y antropológico. Por citar a dos grandes, Émile Durkheim consideraba que la fiesta primitiva era como una efervescencia colectiva, una de las formas elementales de la vida colectiva y la expresión de una solidaridad mecánica. El uno totalitario predomina sobre el átomo individual. Don Julio Caro Baroja, en su obra El carnaval, define a la fiesta como el hundimiento del individuo en el subconsciente colectivo.
El tiempo es un componente esencial de la fiesta, pues, además de su carácter de cohesión social, la fiesta es una ruptura del hábito, la negación de lo cotidiano y la trasgresión de las normas establecidas. El tiempo festivo es universal y cósmico, se produce y reproduce constantemente; hay un nacimiento, un desarrollo y una muerte de la fiesta, lo que sirve para generar y regenerar la cultura de un grupo social.
La fiesta es también el momento de inserción en la comunidad de nuevos miembros, que asumen los valores culturales del grupo, o de reencuentro de los que se encuentran diseminados.
Al igual que el sueño nos sirve para eliminar los residuos de la actividad diaria, las fiestas son también las ocasiones que sirven de catarsis, de limpieza purificadora de la comunidad.
La fiesta, pues, se nos muestra como una Jano Bifronte (o el águila imperial de los Austrias de nuestro escudo), con dos caras aparentemente opuestas pero que forman parte de un único cuerpo, de una única realidad social: ceremonias y ritos de cohesión social de carácter grupal, pero también “regocijo dispuesto para que el pueblo se recree”, como dice el DRAE.
Hasta prácticamente mediados de la década de 1960, cuando la cultura del ocio estaba aún por descubrirse, eran muchas familias que vivían en los campos durante meses, y tenían en esos pocos días de feria el único escape anual a la rutina de las labores agrícolas. Y como tal era vivida, con el regocijo que ofrece lo escaso.
Hoy en día nuestros hábitos han cambiado, los motivos que dieron lugar al cambio a agosto de la feria ya no se dan, y quizá fuera positivo que la feria volviese a septiembre, al primer martes de septiembre, por ejemplo, para que no coincidiera con las vacaciones de agosto de la mayoría de la población, ni tampoco con el calendario escolar. Nuestra feria y fiestas locales deben potenciarse, pues no debemos olvidar que constituyen un elemento primordial de nuestra identidad grupal, tanto para nosotros mismos como ante las comunidades vecinas.

2.2.- Otras fiestas de Villanueva de Córdoba.

La feria de agosto, antes de San Miguel, es la fiesta que celebra de forma institucional la comunidad de Villanueva de Córdoba, pero hay en el ciclo anual otras que también pueden definirse de jarotas, tanto por su forma o por la manera de manifestarse.
La primera en el calendario es la de San Sebastián, el 20 de enero. Es la fiesta de los aceituneros, pues era en esos días cuando se estaba desarrollando la plena recolección de aceitunas. Es una fiesta jarota en tanto otras localidades cercanas celebran la misma fiesta días antes, el de San Antonio. Cuando las gentes pasaban largos periodos en los olivares, este era un día especial; la víspera del Santo se hacían grandes candelas en los cortijos, visitándose unas faneguerías a otras y culminando la velada con cantos y bailes. Hoy en día, las candelas que se hacen en lo Alto del Santo, junto a la ermita de su titular, mantienen esta tradición.
Prosiguiendo en el calendario, a la espera de la primera luna llena de la primavera, la Semana Santa se inaugura en Villanueva diez días antes del Domingo de Ramos, en una procesión exclusivamente jarota: La procesión de las Velitas. Su origen pudo estar en el traslado de la imagen de la Virgen de los Dolores desde la iglesia de San Miguel a la ermita de Jesús, en la calle Real, aunque luego acabara consolidándose como uno de los elementos más singulares de la cultura jarota, pues junto a la Virgen, los protagonistas de ella son los niños, que la acompañan portando velas, cuyo adorno tradicional eran azucenas de papel. El desfile de los niños acompañando a la Virgen de los Dolores es absolutamente entrañable y lleno de emotividad, y sientes que es el futuro de Villanueva el que pasa delante de ti.
Cincuenta días después del Domingo de Resurrección, en el Lunes de Pentecostés, tiene lugar la que considero la auténtica fiesta nacional jarota: la romería de la Virgen de Luna, en la que su imagen es traída desde su ermita a Villanueva, donde permanece hasta el segundo domingo de octubre, en que es llevada de nuevo al santuario. El que podamos hacer hoy esta romería no fue gratuito, nuestros antepasados jarotes tuvieron que luchar, y no solo en sentido metafórico, para realizarla. Los primeros pleitos con otro municipio cercano datan de 1589, reactivándose durante 1681-1685. No cejamos en nuestro empeño, y cada año celebramos su llegada. La procesión del Lunes de Pentecostés en Villanueva de Córdoba es como el Aberri Eguna o la Diada jarota, pero con la diferencia de que es mucho más antigua, y no es artificial, sino que  nació del pueblo, quien la mantuvo y la vive con júbilo. Es cuando se muestra de modo inequívoco el, digamos, sentimiento nacional jarote. Por eso, cuando se produjo el gran éxodo migratorio de los años 60-70 del pasado siglo, en los dos lugares donde residían más personas naturales de Villanueva, en Barcelona y Madrid, se crearon hermandades de la Virgen de Luna. Fue usual entre los emigrantes andaluces que, para reafirmar su identidad al residir en otros lugares, se unieran o crearan cofradías de la Virgen del Rocío. A los jarotes que habitaban en Madrid o Barcelona no les hacía falta, nuestra Virgen de Luna era el símbolo, el icono de nuestra comunidad, Villanueva de Córdoba, lo que la representaba y lo que la definía. No nos hacía falta nada más, y mucho menos si era ajeno a nuestra tradición. Bien visto, ¿cuántos pueblos hicieron lo que nuestros paisanos allí, seguir manteniendo su cultura, ritos y símbolos, allá en tierra extraña?