En el dolmen de Las Agulillas

martes, 9 de abril de 2013

Inscripciones latinas de los Pedroches. El CIL (y esto, ¿qué es?).


El tema central del 6º Salón del Libro de Pozoblanco, Grecia y Roma, es motivo de alegría para los amantes de la historia (además de llenarnos de orgullo y satisfacción), pues la cultura grecorromana es la base de nuestra civilización. Contribuyamos al conocimiento de este periodo en los Pedroches divulgando una parte de él: las inscripciones latinas. Vamos con una de romanos.

            Las inscripciones que se han preservado de otras épocas son unos preciosos testimonios primarios que nos han llegado sin intermediarios, directos, de las sociedades que los generaron. Para una época en que la información disponible no es muy abundante, como la romana, las inscripciones renuevan de forma continua nuestra visión del mundo antiguo. La Epigrafía es la ciencia, a caballo entre la arqueología y la filología, que estudia la escritura sobre un soporte duro, normalmente piedra o metal.
A mediados del siglo XIX una comisión de eruditos y sesudos señores alemanes, encabezada por Theodor Mommsen, emprendía la tarea de realizar un corpus de todas las inscripciones del periodo romano. Se entiende por corpus cualquier compilación o colección de textos con un carácter monográfico; en este caso, se pretendía hacer un compendio de todas las inscripciones latinas aparecidas en lo que fue el Imperio Romano. Nacía así el Corpus Inscriptionum Latinarum, CIL para los amigos.
La obra se organizó geográficamente, correspondiendo al volumen segundo las inscripciones aparecidas en la antigua Hispania (la forma de representarlas es CIL II). De este segundo volumen se encargó otro señor alemán no menos sesudo, Emil Hübner, que hizo un trabajo tan bueno que ha sido la base de toda la investigación epigráfica hispánica durante buena parte del siglo XX.
Con el paso del tiempo el número de inscripciones romanas conocidas en la península fue aumentando considerablemente, por lo que en 1995 se inició la segunda edición del CIL, mientras la primera sigue en curso. En esta segunda edición el criterio de clasificación ha sido por conventus, un tipo de administración territorial romana con funciones judiciales, y de los que había catorce en Hispania durante el imperio romano. A cada convento jurídico se le ha adjudicado un número. En la dirección del equipo encargado de realizar esta labor está, como no podía ser menos, un sesudo señor alemán, Armin Ulrich Stylow, habiendo agrupado unas 21.000 inscripciones desde época romana hasta la conquista musulmana. La Universidad de Heidelberg tiene una base de datos epigráfica del periodo romano accesible por Internet, con más de 66.000 inscripciones catalogadas: http://edh-www.adw.uni-heidelberg.de/home
En la actualidad, sólo se han publicado tres conventos de la segunda edición del CIL, entre ellos, con gran suerte para nosotros, el Conventus Cordubensis, en el que se encuadraba nuestra tierra, correspondiéndole el número 7. La forma de representar las inscripciones halladas en él es: CIL II2, 7, … seguido del número de orden. (Si una inscripción se encuentra en ambas ediciones del CIL, se representan ambas entre el signo “=”. Por ejemplo, el trifinio embutido en la pared de la torre de San Miguel de Villanueva de Córdoba tiene como código CIL II, 2349 en la primera edición, y CIL II2/7,776 en la segunda.)

Entrada sobre el trifinio de Villanueva de Córdoba en la primera edición del CIL.


La importancia de la epigrafía para la historia de los Pedroches en el periodo romano es muy grande, pues gracias a ella se conoció el nombre de dos ciudades de la época que no fueron citadas por las fuentes literarias que se han preservado: Solia y Baedro.
Sobre las inscripciones del nordeste de Córdoba, a comienzos del siglo XX el gran epigrafista español P. Fidel Fita publicó varias que no estaban incluidas en el trabajo inicial de Hübner, a partir del trabajo de campo de su corresponsal en la zona, el erudito natural de Belalcázar D. Ángel Delgado.
En 1962 Juan Ocaña Torrejón y Antonio Rodríguez Adrados hacían una compilación de las inscripciones conocidas hasta entonces, tanto en municipios de los Pedroches en general como en el yacimiento de Majadaiglesia en particular (Ocaña y Rodríguez, 1962). Fue un trabajo encomiable, y aunque su bagaje cultura era inmenso, no eran epigrafistas, y en sus lecturas hubo alguna errónea que se mantuvo en la bibliografía de Majadaiglesia: por ejemplo, creyeron leer una lápida del siglo VI cuando era al menos tres siglos anterior, error que se mantiene en un artículo sobre el lugar del año 2008.
Mas como Stylow se encargó de las inscripciones del Conventus Cordubensis, estuvo por nuestra tierra viéndolas personalmente, lo que es garantía de fiabilidad. Aunque el que su trabajo se publicase en 1986 en alemán no ha contribuido a su difusión: Beiträge zur lateinischen epigraphik im norden der provinz Cordoba. I. Solia. En la segunda edición del corpus de inscripciones latinas, CIL II2, se incluyen todas estas inscripciones analizadas por A. U. Stylow y las que hubiesen aparecido después de la fecha de publicación de su artículo en 1986. (El estudio de Stylow está en alemán porque lo publicó en la revista Madrider Mitteilungen, editada por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid. Esta institución fue la que patrocinó la excavación en la basílica de El Germo, cerca de Espiel, por lo que la arqueología del norte de Córdoba le está doblemente agradecida.)
Como incluirlas todas las inscripciones de la comarca en una entrada sería excesivamente largo, es preferible hacerlo en varias, bien sea de una en particular como el trifinio de Villanueva de Córdoba, bien todas las del yacimiento de Majadaiglesia, en El Guijo.