(Grabado de Tom Lee, 1947. En http://www.texasescapes.com/Byron-Browne/Don-Antonio-de-Espejo.htm )
En la colonización española del Nuevo Mundo participaron personas nacidas en los pedroches. Algunas fueron especialmente relevantes, como Sebastián Moyano o de Belalcázar, uno de los personajes más destacados de los primeros tiempos; o Pedro de Moya y Contreras, nacido en Pedroche, quien llegó a ser arzobispo de México e, incluso por un tiempo, Virrey de Nueva España. También se puede recordar a Francisco Fernández de Contreras, fundador de la ciudad de Ocaña (Colombia).
Aunque menos conocido, otro natural de las Siete Villas que dejó su impronta en América, siendo uno de los primeros exploradores del sur de los actuales Estados Unidos fue Antonio de Espejo, natural de Torremilano. Siendo este un blog dedicado a la historia de los Pedroches, es justo que divulguemos su historia, pues en Nuevo México o Texas en más conocido que en la tierra donde vio la luz.
En algunas biografías se le hace natural de Córdoba, en general, pero él mismo declaraba el 30-05-1578 ante el tribunal del Santo Oficio de México ser natural de Torremilano, del Obispado de Córdoba.No se sabe cuándo nació Antonio de Espejo. En 1572 declaraba tener 34 años, por lo que habría nacido en 1538. En 1578 decía ser de 36 años, por lo que habría nacido en 1542. Por último, en 1584, manifestaba tener 50 años, y que ya llevaba 24 en Nueva España. Se puede establecer su fecha de nacimiento entre 1534 y 1542, aproximadamente.
Tampoco se sabe cuándo llegó a América. En general se data su llegada a América en 1571, coincidiendo con la de don Pedro de Moya y Contreras, primer inquisidor en el virreinato de Nueva España y, como se ha dicho, también luego arzobispo de México. Al instaurarse la Inquisición en América con don de Pedro de Moya llegaron los integrantes necesarios del tribunal, como el fiscal y el secretario. Antonio de Espejo podría haber llegado como “Familiar del Santo Oficio” acompañando a su paisano don Pedro de Moya.Se conoce poco de su vida personal, excepto su localidad de nacimiento y que estaba casado con Juana de la Vega, que había venido con él a México. Espejo tuvo una hija, llamada también Juana, nacida fuera del matrimonio en México, a quien reconoció legalmente en 1575, cuando tenía tres años. Los documentos también nombran a un hermano de Antonio, Miguel Muñoz de Espejo, y a un tío, Francisco de Santiago. Su mayordomo, o criado de confianza, era Francisco Muñoz Colchado, cuñado de su hermano Miguel y “natural de Santofimia en el Obispado de Córdoba”.
Antonio de Espejo prosperó notablemente tras su llegada, habiendo acumulado una fortuna considerable en mayo de 1578, cuando se vio envuelto en el primer choque serio con la autoridad civil en México. Era dueño de un negocio mercantil en Ciudad de México y otro en Texcoco, y tenía corrales en Tacuba “donde tenía el contrato para el suministro de carne al matadero del municipio”. En sus tiendas vendía ganado, lana y otros productos procedentes de las seis haciendas que poseía junto a su hermano Miguel.
En esa fecha, mayo de 1578, comenzó el primer conflicto de Antonio de Espejo con la justicia, al enterarse que un rebaño de 44 reses que tenía en sus corrales de Tacuba había sido incautado por orden del Corregidor de la ciudad de México, Lorenzo Sánchez Obregón. Hubo una escasez de alimentos y el Corregidor y Pedro de Oro, contratista para el suministro de carne, habían secuestrado el rebaño en nombre del bienestar público, procediéndose al sacrificio de las reses para su distribución en los mercados de carne en el capital virreinal. Los registros del juicio sugieren que Espejo pudo haber estado reteniendo la venta del ganado hasta que los precios alcanzaron su pico.
Al tener conocimiento de los hechos Antonio de Espejó, que parecía ser hombre de carácter, se presentó en el matadero con un indio y su criado de confianza, Francisco Muñoz, y espada en mano sacó a las vacas del lugar.
El Corregidor de Su Majestad en la ciudad de México ordenó su detención, pero al ser familiar del Santo Oficio fue este tribunal el que vio el asunto. También ordenó el Corregidor el secuestro de sus efectos personales para asegurarse el pago de las costas judiciales, cuya relación nos demuestran que Antonio de Espejo era una persona refinada que vivía con gran comodidad y lujo: por ejemplo, poseía ocho tapices de cuero en relieve con diseños en oro, y otros seis tapices de cuero con relieve en oro.Poco después de superado este conflicto con la justicia, comenzó el segundo, mucho más grave. En la primavera de 1581 se presentaron dos cargos de asesinato contra Antonio de Espejo y su hermano. Varios de sus vaqueros se habían negado a recoger el ganado de los dos hermanos por la amenaza de los indios chichemecos. Se enfrentaron con los desertores, con las funestas consecuencias dichas.
A Antonio le pareció lo mejor dirigirse del centro de México a la frontera norte, mientras su tío Francisco de Santiago intentaba en la capital que, al ser familiar del Santo Oficio, fuera de nuevo la Inquisición quien se encargara de la cuestión. Pero la autoridad civil actuó antes de que lo hiciera el Santo Oficio, quien finalmente envió a un comisario especial, Gerónimo Luguín, para investigar las acusaciones de asesinato. Los autos del proceso han sido investigados por Richard E. Greenleaf (“Antonio de Espejo and the Mexican Inquisition”, The Americas Vol. 27, No. 3 (Jan., 1971), pp. 271-292), y también pueden consultarse.Finalmente, fue la Audiencia de México, la jurisdicción civil, la que emprendió el juicio que concluyó el 24 de mayo de 1582. En el veredicto se consideraba a Miguel Muñoz de Espejo como el autor material de los disparos, y su hermano Antonio de Espejo condenado como acompañante. Las penas fueron condena de cinco años de prisión para Miguel, y una fuerte multa para Antonio.
Pero, mientras se solventaba la cuestión, Antonio, como se dijo, se dirigió al norte, a las minas de Santa Bárbara, en Nueva Vizcaya, a unas 160 leguas de México. Allí conoció a unos frailes franciscanos, quienes le mostraron su pesar por no tener noticias de tres hermanos suyos de religión, quienes hacían marchado al norte en una expedición comandada por Francisco Sánchez Chamuscado en 1581, para cristianizar a las tribus indígenas. Bien fuera por colaborar y hacer méritos, bien por poner tierra por medio, Antonio de Espejo se mostró dispuesto a ir en la búsqueda y auxilio de los franciscanos. Obtuvo permiso para equipar una expedición que dejó San Bartolomé, Chihuahua el 10 de noviembre de 1582, y regresó el 10 de septiembre de 1583.
La expedición al mando de Espejo estaba formada por franciscanos fray Bernardino Beltrán y fray Pedro de Heredia, catorce soldados, algunos indios, y unos 115 mulas y caballos de transporte.
Uno de estos soldados era Diego Pérez de Luján, que escribió una “Relación” de la expedición de Antonio de Espejo, con la forma de un diario escrito en la marcha, que complementa el relato que hizo el propio Espejo.Se encaminaron hacia el norte por las márgenes del río Conchos, hasta llegar al río Grande. En febrero de 1583 supieron de la muerte de los frailes que buscaban. Aun así decidió proseguir su expedición, hasta que el 12 de abril de 1583 el franciscano Bernardino Beltrán, disgustado con la gran distancia que habían recorrido y porque ya conocían el destino de sus compañeros, decidió regresar con gran parte de la escolta. Antonio de Espejo prosiguió con nueve españoles y algunos indios zuñis, pero al encontrar resistencia en el país de los tamos también decidió retornar, siguiendo el curso del río Pecos (al que llamó “de las Vacas”), por la abundancia de bisontes que había en sus orillas hasta llegar al río Grande, que cruzó hasta llegar a su punto de partida tras diez meses de viaje. Según los cálculos del propio explorador habían andado unas ochocientas leguas, unos 4.500 km. Espejo denominó a la tierra que había explorado Nueva Andalucía, en homenaje a su tierra natal, pero el nombre no prosperó y se impuso el que aún mantiene, Nuevo México.
La expedición de Espejo, con la anterior de Sánchez Chamuscado, despertaron el interés en Nueva España por las tierras norteñas, envueltas en leyendas de fabulosos tesoros. Antonio de Espejo le dirigió una carta al rey el 23 de abril de 1584, solicitando el derecho a la conquista del territorio de Nuevo México y sus partes adyacentes al Norte que fueron exploradas por él. Pero su reciente condena prácticamente impedía que se le concediera, por lo que solicitó al rey el indulto, apoyándolo en su intento varios frailes franciscanos, agradecidos por la búsqueda de sus hermanos. Espejó embarcó en 1586 rumbo a España para defender sus intereses en la Corte, pero murió en el barco antes de llegar a la Habana.
En la carta al rey incluía una detallada "Relación" de su exploración, en la que Antonio de Espejo se muestra como un gran observador, recogiendo una detallada descripción de la gente, la fauna, la flora… de los lugares por donde pasó. Detalla las formas de vida, costumbres, vestimentas, rituales de las tribus que conoció, a la par que se interesaba por los recursos naturales y posibilidades de explotación de los nuevos territorios. Al final mostramos unos fragmentos de su “Relación”.[Fragmentos del] Expediente y relación del viaje que hizo Antonio Espejo con catorce soldados y un religioso de la orden de San Francisco, llamado Fray Agustín Rodríguez; el cual debía de entender en la predicación de aquella gente. (1582-1583.)