Paleolítico (Vieja Piedra): desde los orígenes de la humanidad hasta 6000 antes de nuestra era en la península. Se caracteriza porque la economía es básicamente de caza y recolección.
Neolítico (Nueva Piedra): en la Península Ibérica, desde el 6000 a.n.e. hasta el 3000 a.n.e.; es más antiguo en el este. Su principal definición es que aparece la economía de producción, el hombre cultiva vegetales y cría animales para su consumo. También hay grandes cambios en la tecnología o en las creencias respecto al tiempo anterior. A mediados del periodo aparece el fenómeno megalítico, que se mantiene en el periodo posterior.
Calcolítico -del griego chalcos, cobre y lithos, piedra-, equivalente a Eneolítico -del latín aeneos, cobre- y Edad del Cobre: 3000 a.n.e. - 1500 a.n.e. Como su nombre indica, aparece la metalurgia, aunque ésta no parece que tuviera una gran repercusión en el comienzo en aquellas sociedades. Los útiles de piedra alcanzan notables logros técnicos y siguen siendo los más empleados. Son formaciones sociales en los que los lazos de parentesco otorgan primacía a la comunidad. Los sepulcros megalíticos siguen siendo usados en gran parte de la península (como en la comarca de los Pedroches, en el NE de Córdoba). Los megalitos, en general, se inutilizaron a mediados del III milenio a.n.e. En unos lugares las entradas se bloquearon, en otros hay pruebas de que fueron destruidos por el fuego. Es posible que se deba a un cambio radical en las creencias. También hay evidencias de que fueron reutilizados en tiempos muy posteriores a los de su creación.
Vaso campaniforme: 2500-1700 a.n.e. Considerado como la fase final del Calcolítico, es cuando se produce el esplendor de la metalurgia del cobre. Su nombre procede de las cerámicas de la época de época acampanada, que se extienden desde Irlanda y Portugal hasta Hungría, y desde Polonia a Marruecos. Hay nuevos modelos sociales y valores religiosos, o al menos eso se desprende de que ahora los enterramientos son individuales y con ajuares de gran riqueza.
Edad del Bronce: 1800-725 a.n.e., aunque es el periodo con mayores problemas par su ordenación y cronología, teniendo muy diversas manifestación en la península. Técnicamente se define por la aparición de las aleaciones a partir del cobre con otros minerales, especialmente estaño, dando lugar al bronce, que tiene mejores cualidades. Con este material se fabrican objetos de prestigio, como las primeras espadas. La sociedad se transforma mediante un proceso de jerarquización en los que se rompen los lazos parenterales de las sociedades calcolíticas. El ritual funerario es individual, como reflejo del nuevo modelo social en el que se han roto los lazos de parentesco e individualidad que reflejaban los ritos funenarios megalíticos.
Fin del exordio.)
La preocupación de los hombres por tener otra vida tras ésta quizá sea poco posterior al descubrimiento de que "Hermano, morir habemus". Los egipcios fueron un pueblo especialmente preocupado por la cuestión, aunque la búsqueda de la inmortalidad atravesó distintos estadios en el antiguo Egipto. Hasta el Imperio Antiguo era privilegio exclusivo del faraón; después, se abrió la opción a los más allegados al monarca, hasta que en el periodo de máximo explendor, en el Imperio Nuevo, el privilegio de acceder a otra vida ya estaba abierto a un mayor número de personas. No se puede decir que fuera una "democratización de la vida eterna", sino más bien un aburguesamiento de la misma, pues sólo podían conseguirla las élites.
¿Qué ocurría mientras con la gente que se enterraba en los megalitos del oeste europeo? Ya hemos visto que se consideran colectivos en tanto que en el sentido de "sucesivos", de que se fueron depositando cadáveres en ellos a lo largo del tiempo, pero no parece que toda la colectividad tuviera acceso a ellos. Por ejemplo, en el magno megalito de las Casas de Don Pedro (Belmez, en el cuadrante NW de la provincia de Córdoba), sólo se depositaron en él, en principio, a dos mujeres, una joven y otra de edad más avanzada. Parece pues muy posible que el poder vivir en la otra vida después de ésta no fue algo común a todos los componentes de las sociedades del Calcolítico penínsular.
Volviendo al Egipto de los faraones, mientras que quienes podían invertían una gran cantidad de recursos para garantizarse una eterna vida feliz, otros los aprovechaban para mejorar sus condiciones de vida en ésta. Escribe un egiptólogo español, José Miguel Parra: "La verdad es que resulta complicado que una tumba egipcia llegue intacta, o al menos solo sujeta a los estragos del tiempo, sobreviviendo a las ganas de los egipcios de apoderarse de las riquezas que contenían. Es un hecho conocido desde los comienzos mismos de la egiptología: los habitantes del valle del Nilo gustaban de enterrarse con un abundante ajuar funerario, y a sus vecinos les gustaba todavía más entrar en sus tumbas y robarles esos objetos preciosos destinados al Más Allá" (La Aventura de la Historia 186, p. 72). Mientras que los egipcios estaban entretenidos con "este peculiar gusto faraónico por la redistribución de la riqueza enterrada", en la Península ibérica, en los tiempos posteriores al Calcolítico, las gentes de la época también estaban ocupadas con los menesteres funerarios, pues existen numerosos testimonios de que después de dejar de ser empleados los sepulcros megalíticos volvieron a ser reutilizados en la Edad del Bronce.Un buen exponente de esto se produjo durante la Edad del Bronce en Almería, en la conocida como cultura de El Argar. Aquí se ha propuesto que fue debido a las poblaciones sometidas a las élites del Argar, que quisieron seguir así manteniendo la memoria de sus ancestros. Es una hipótesis sugerente, pero la cuestión es que la reutilización dolménica no sólo tuvo lugar durante el tiempo de El Argar, sino también en otros ámbitos peninsulares.
Un buen ejemplo lo tenemos documentado en el citado dolmen Casas de Don Pedro (Belmez), en el noroeste de Córdoba. Tras la primera inhumación de dos mujeres fue vuelto a abrir para depositar otro cadáver que contaba en su ajuar con objetos metálicos, ausentes en el primer momento.
En los Pedroches también se cuenta con algún caso de reutilización dolménica, en concreto el de las Aguilillas.
Escribe sobre él Ángel Riesgo en sus libretas de campo: "Fue hallado por mí este túmulo al iniciar las exploraciones de cistas en esta finca, al notar el rectángulo que aflorando a ras del suelo formaban las piedras de la cámara con el peñón... Las tierras estaban en desorden completo, mezcladas con piedras de muy diferente tamaño; el fondo debió ser enlosado son varias piedras, las cuales fueron levantadas de su sitio por los profanadores del túmulo. El ajuar se halló en todos los horizontes y aun entre las piedras de los paramentos de la cámara... Las vasijas halladas estaban juntas, unas dentro de otras en el ángulo del sudeste, y casi a flor de tierra, como colocadas allí según el profanador fue hallándolas, dejándolas por objetos sin importancia".
Entre los objetos cerámicos se encuentra éste:
(Fotografía de Valme Rodríguez Escudero. http://ceres.mcu.es/pages/Main )
Por su forma alta y de borde exvasado no corresponde al periodo Calcolítico, sino al siguiente, la Edad del Bronce, lo que confirma la impresión de Riesgo de que el sepulcro megalítico había sido abierto y expoliado. Esta cerámica indica que lo fue para depositar, como en el de las Casas de Don Pedro, otro cadáver posteriormente.
En época histórica esta costumbre pasó a ser anecdótica, aunque de tanto en cuanto los viejos dólmenes continuaron siendo utilizados en su función funeraria, hasta en periodo romano: en el Llano de los Frailes 2 (Almería) se encontraron monedas de Constancio II y Juliano (Lorrio y Montero, 2004, 106). Probablemente también ocurrió algo similar en el NE de Córdoba, pues en septi8embre de 1926 Ángel Riesgo descubría en el dolmen Navas II (Villanueva de Córdoba) una lucerna que califica de saguntina (es decir, de terra sigillata). Comente en broma en otra entrada que podría ser de algún romano aficionado a las antigüedades al que se le hizo de noche, pero es más probable que se tratara de un enterramiento romano, pues sabemos que las lucernas eran objetos frecuentes en los ajuares funerarios del Alto Imperio romano.
No sabemos con seguridad a qué se debió esta costumbre de mantener a los dólmenes en su función funeraria mucho después del Calcolítico. Es el problema de no contar con fuentes escritas.