Comprendiendo que Caronte no dejaba de recoger a ninguno en su barca, fueron muchos, en cualquier continente o época, los que prepararon todo lo que iban a necesitar para pasárselo en la otra vida igual de bien que se lo habían pasado en ésta. Los más conocidos son los faraones egipcios, pero no fueron los únicos, ni los más fastuosos o espectaculares.
Qin Shi Huang fue el primer emperador de la China unificada a finales del siglo III a.C. (221 a.C. - 210 a.C.) -es decir, justo cuando Aníbal les metía las cabras en el corral a los romanos en la batalla de Cannas (216 a.C.)-. Dedicó 38 años a construir su mausoleo (lo mismo que un faraón en su tumba), que ocupa más de dos kilómetros cuadrados de extensión. Como la excavación, aunque se haga con todo rigor científico, es una actividad destructiva los arqueólogos chinos van con poca prisa (ya se sabe eso de que despacio se llega lejos...) y aún no han abierto la cámara funeraria del emperador, pero sí han sacado a la luz el fabuloso ejército de guerreros de terracota, los famosos guerreros de Xian, que deberían otorgar al emperador el mismo poder que había tenido en vida.
En la época en que Imperio romano entraba en una graves crisis, a mediados del siglo III d.C., en los Andes el conocido como Señor de Sipán, un gran sacerdote mochica, se hizo enterrar rodeado de una gran cantidad de objetos de metales y piedras preciosas, de cerámica y madera, de una enorme calidad y riqueza. También lo acompañaron sirvientes, chicas jóvenes y algunos animales.
También la gente que vivió hace cuatro o cinco mil años por la saliega de los Pedroches (durante el periodo que se denomina Calcolítico o Edad del Cobre) se ocupó de que quienes fueron enterrados en los sepulcros megalíticos dispusieran de los bienes materiales necesarios para que pudiesen emplearlos en las faenas del otro mundo. De todos los dólmenes del NE de Córdoba el que más cantidad de objetos de ajuar o depósito ritual (como llaman a este conjunto los especialistas) ha aportado es el dolmen de las Aguilillas (Villanueva de Córdoba).
Antes de realizar el análisis del ajuar, hay que hacer alguna consideración previa. Lo primero es que este tipo de enterramiento se considera que es "colectivo" en su carácter de "sucesivo". El número de personas depositadas en ellos es muy variable, desde centenares hasta muy pocos. Por ejemplo, en el majestuoso dolmen de Alberite (Villamartín, Cádiz), de 23 m de largo, sólo había dos inhumados, uno masculino y otro femenino. En el de las Casas de Don Pedro (Belmez), en el cuadrante NW de Córdoba, en primera instancia se depositaron a dos mujeres, una adulta y otra joven. Sin embargo, es evidente que para levantar esas construcciones fue necesario el concurso de muchas personas que, además, deberían tener una estructura social plenamente conformada, y las habichuelas garantizadas, como para invertir esta enorme cantidad de recursos en levantar estos sepulcros rupestres.
También parece evidente que en Alberite o en Casas de Don Pedro no todos los que construyeron los dólmenes tuvieron derecho a ser inhumados en ellos. Esto entra en contradicción con la imagen tradicional que se tenía de las primeras sociedades agrícolas, a las que se las consideraba igualitarias. Las dos mujeres enterradas en Belmez hace unos 4.500 años vienen a decirnos que, de toda la vida de Dios (que dicen las abuelas de mi pueblo) siempre ha habido unas personas que han sido más iguales que otras.
Dado el tiempo transcurrido, de los objetos que se depositaron en los dólmenes sólo nos han llegado aquellos capaces de resistir el paso de los milenios, como los realizados en piedra, cerámica, metal o hueso, por lo que no debe descartarse, sino al contrario, dar por supuesto, que junto a estos tipos de objetos se depositaran otros como alimentos, recipientes de madera o fibras vegetales, prendas...
Vayamos directamente al análisis del ajuar funerario del dolmen de las Aguilillas. (Los dibujos de los diferentes objetos son de Concepción Marfil Lopera, publicados en la revista Cuadernos del Gallo nº 19 de 1997.)
Cerámica. Los tiestos son una invención humana posterior a la implantación de la agricultura y ganadería como medio principal de vida (es decir, en el denominado periodo Neolítico) que apareció en el Próximo Oriente (en el mismo lugar donde nació la agricultura y el Neolítico). Modelar arcilla y secarla en un horno no requiere de grandes necesidades técnicas, aunque sí de pericia, claro está.
El modelado de los objetos se hacía a partir de una masa de barro previamente preparada, o mediante el sistema de aplicar rollos o tiras que se iban uniendo hasta realizar el esbozo del tipo de pieza deseada. Para evitar la plasticidad del material y que se fragmentara en la cocción se le incorporaban unos elementos llamados desgrasantes, que podían ser orgánicos o minerales. Con ello se conseguían distintos resultados: bien recipientes con un buen acabado, en los que se buscaba la belleza, digamos, pero que no podían soportar la acción directa del calor; bien otros más bastos pero capaces de resistir la acción directa del fuego sin peligro de rotura.
Las superficies podían decorarse: se podían alisar o bruñir, para darle brillo; podían recubrirse con una capa de engobe, normalmente rojizo, que le daba ese color; también podían hacerse impresiones en la pasta con algún elemento, como las conchas de los berberechos (caraterística de las primeras cerámicas ibéricas denominadas "cardiales"), cordones, incisiones...; también se le podían aplicar pequeños apéndices denominados mamelones.
En el dolmen de las Aguilillas aparecieron vasijas globulares abiertas, antiguas, de tradición neolíticas, y otras (una con carena y otra con mamelones) que se tratarán en otro lugar, pues corresponden a una época posterior.
Piedra pulida. Es otra de las características del Neolítico, incluso la que le dio su nombre: "Piedra Nueva", frente a la "Piedra Vieja" del Paleolítico anterior, aunque es el resultado de un proceso más complejo que incluye la talla, desbastado, piqueteado y el propio pulido. El pulimento se empleaba para la fabricación de útiles de corte transversal utilizados con percusión lanzada, como hacha y azuela, herramientas empleadas en el trabajo de la madera.
Las hachas se caracterizan por tener un perfil simétrico en su parte activa. Son herramientas relativamente macizas que debieron emplearse en labores de desforestación y un primer tabajo de la madera. Aparecieron durante el periodo Neolítico, continuando durante el Calcolítico hasta ir siedo reemplazadas posteriormente por útiles metálicos. Normalmente, las más antiguas presentan secciones gruesas de tendencia circular u oval, mientras que a partir del Neolílico Medio y Final toman secciones más aplanadas.
Las azuelas se distinguen y definen porque su parte activa tiene un perfil asimétrico. Suelen ser de menores dimensiones que las hachas y con la superficie completamente pulida, al contrario que en las hachas, que sólo tienen pulimentado su filo. Las azuelas se emplearon en procesos más delicados del trabajo directo de la madera.
En el dibujo de abajo puede verse la reconstrucción del enmangue de hachas y azuelas y la forma en que eran empleadas.
(B Martí Oliver, 2007, 199.)
En el Museo Arqueológico de Córdoba hay 59 hachas de piedra pulimentada en la Colección Riesgo (de objetos procedentes sobre todo del NE de Córdoba). Correspondientes al dolmen de las Aguilillas constan un hacha (nº inv. 27989) y una azuela (nº inv. 27942):
La azuela conserva la etiqueta manuscrita de Riesgo (http://ceres.mcu.es/pages/Main ):
Objetos de adorno. Cuentas de collar. Tecnológicamente, se incluirían dentro de la piedra pulida, aunque, por su carácter, merecen mención aparte.
Ya durante el Neolítico aparecieron objetos cuya función era primordialmente decorativa de distinto tipo: brazaletes (como los de mármol de la cueva de los Murciélagos de Zuheros, Córdoba), pulseras, colgantes y cuentas de collar. En la comarca de los Pedroches sólo se conocen éstas dos últimas categorías. Las hay de distintas formas: discoidales, bitroncocónicas (a modo de barrilito), ovales con estrechamiento en la parte inferior (imitando a los caninos atrofiados de los ciervos)... Para realizarlas fueron necesarias unas herramientas especiales, unos taladros, para practicar la perforación central. Eran objetos que, a pesar de su pequeño tamaño, requerían una considerable inversión de esfuerzo, habilidad y tiempo.
En el dolmen de las Aguilillas se anotaron cuatro cuentas de collar, aunque fue en los dos tholoi de la comarca (Minguillo I y Minguillo IV) donde se recogió mayor número de cuentas de collar, como éstas del tholos Minguillo I en una fotografía de Ángel Riesgo:
En ésta otra, también de Á. Riesgo, pueden verse un par de collares elaborados con cuentas de collar de los sepulcros megalíticos de los Pedroches:
Son los que están a la izquierda y derecha, pues el del centro es como tres mil años posterior, del periodo de la Hispania Tardía. Procede de la misma zona donde se encontró el anillo de los ibis. (Igual ocurre con las otras piezas: los dos platos de vidrio son también de la época de la Antigüedad Tardía o de la etapa visigoda, mientras que los tres objetos cerámicos pertencen a la Prehistoria Reciente, al Calcolítico; dos de ellos, como se indica en la anotación, proceden del dolmen de las Aguilillas.)
Las cuentas de collar, o los brazaletes, no son objetos con una funcionalidad práctica directa, es decir, no por llevar un hermoso collar se cazaba un cierzo más gordo o se recogían más frutos. Son algo que tienen más que ver con la sociedad de la época, con la necesidad de señalar las necesidades de diferenciación y prestigio, siendo vehículos con los que se desarrollaban los aspectos del imaginario del individuo y de la colectividad. Pero al carecer de fuentes escritas que nos informen sobre el sistema social, este es un aspecto que apenas si se puede bosquejar.
Piedra tallada. El nombre de la etapa Calcolítico, Edad del Cobre, puede resultar engañoso, pues, en puridad, los objetos de metal son raros aún en este tiempo, y no por ese nombre se deja de trabajar la piedra del mismo modo que se venía haciendo desde millones de años, tallándola. Incluso se llega a una mayor perfección técnica que en la etapa anterior, como muestran las puntas de flecha de forma triangular. El sílex será la materia lítica preferida, aunque también se trabajará en otras como cuarcita o cristal de roca.
Uno de los elementos más característicos de los dólmenes del Calcolítico son las puntas de flecha triangulares que presentan una diversa tipología: con aletas, con pedúndulo, con la base plana, cóncava o bien convexa. De los dólmenes estudiados por Concepción Marfil (no se incluye el tholos Minguillo IV) proceden 146 puntas de flecha, 64 de ellas de las Aguilillas. Frecuéntemente eran retocadas para otorgarle un filo de corte. La longitud oscila entre los 13 y los 30 mm, y la anchula de 9 mm a 30 mm; el grosor es de 2 mm a 9 mm.
En esta fotografía de las puntas de flecha de los tholoi Minguillo IV y Minguillo I se pueden apreciar mejor estas pequeñas joyas:
Láminas de sílex. Otro útil típico del Calcolítico son las laminas de sílex, como la de esta fotografía:
(http://www.museo3d.faico.org/Pieza/Details/15)
La gente de la Prehistoria Reciente conocía bien como sacar partido a los elementos naturales. El material preferido fue, como se apuntó, el sílex, incluso en aquellas zonas como el batolito granítico de los Pedroches, donde este tipo de roca no es nada frecuente. Aplicando calor, y mediante presión, conseguían extraer del núcleo principal pequeñas láminas con aguzados filos en los bordes. En los dólmenes del NE de Córdoba obtuvo Riesgo 46 de estas láminas, 30 de ellas en el del Peñón de las Aguilillas.
No encontró Ángel Riesgo nada que pueda relacionarse directamente con la espiritualidad en el dolmen de las Aguilillas. Los únicos objetos que pueden considerarse así en el conjunto del megalitismo de los Pedtroches son los peculiares ídolos-falange del Atalayón de Navalmilano.
En definitiva, quienes fueron enterrados en el dolmen del Peñón de las Aguilillas portaron para el otro mundo un nutrido conjunto de enseres prácticos: herramientas para trabajar la madera (con la que se conseguían materiales de construcción, combustible, útiles como cuencos o cucharas...); tiestos con los que preparar y almacenar comida y bebida; puntas de proyectil para la caza o la defensa; pequeños cuchillos con bordes cortantes en ambos lados, útiles para la vida cotidiana; cuentas de collar que reflejaban la identidad y el estatus de cada persona. Lo imprescindible para pasar una vida eterna feliz.