En el dolmen de Las Agulillas

domingo, 25 de mayo de 2014

Broche de cinturón hispano tipo "Bienvenida" en los Pedroches (tipo hispano "Bienvenida").

Otra pieza inédita de la arqueología de los Pedroches, y también única en la arqueología cordobesa: un broche de cinturón hispano de los siglos IV-V.


   En el número 3 de la revista El Museo del año 2000, editado por el Museo PRASA de Torrecampo, aparecía en la página 15 un broche de cinturón que me tenía despistado:


     Lo anecdótico del asunto (pues con la dirección actual no habría pasado) es que estaba incluido en un artículo titulado "Tartessos en la Casa-Museo Posada del Moro", quizá por la similitud de la placa con el pectoral del tesoro del Carambolo (Castilleja de la Cuesta, Sevilla), hito de la arqueología tartésica:

(http://enciclopedia.us.es/images/thumb/5/57/Pectoral_Tesoro_del_Carambolo.jpg/250px-Pectoral_Tesoro_del_Carambolo.jpg)

     Pero ese broche de cinturón nada tiene que ver con la legendaria Tartessos, sino que es unos mil años, a ojo, posterior. La cuestión era concretar de qué época y de qué tipo. José Ángel Hierro, del Proyecto Mauranus, me puso en la pista: Bajo Imperio romano. Para los cinturones de este periodo en Hispania Joaquín Aurrecoechea Fernández ha realizado un magnífico estudio, así que el siguiente paso era consultar sus obras. Y, efectivamente, allí me encontré los referentes de esta pieza: se trata de un broche de cinturón hispano tipo "Bienvenida", como los de abajo:

 (J. Aurrecoechea, 1999, 71.)

     Este tipo de broche de cinturón se caracteriza por ser de tipo articulado y, sobre todo, porque su placa presenta sus lados mayores cóncavos; la decoración de la mayoría de ellos se basa en círculos concéntricos, aunque también los hay lisos. Sin embargo, la hebilla del broche de Torrecampo es en forma de "D", mientras que lo usual es que sea cuadrada y con apéndices en forma de "cuernos". También los precedentes conocidos tienen en la placa dos anillas para insertarse con la hebilla, mientras que el de Torrecampo tiene cuatro. Ante la duda, y como era mi primer acercamiento a este tipo de objetos, le planteé la cuestión a Joaquín Aurrecoechea, quien, con una gran amabilidad, me confirmó que se trataba de un broche de cinturón hispano tipo Bienvenida, y que no era extraño que tuviese ese tipo de hebilla, pues este tiempo se define por la gran variabilidad en este tipo de accesorios, no existía una producción estandarizada y la imaginación y creatividad del artesano que fabricaba estos objetos también contaba.
     Cronológicamente, se sitúan entre los siglos IV al V d.C. La distribución de los once broches de esta tipología conocidos hasta ahora (sin contar el del Museo PRASA) es mayoritariamente en la Meseta Sur (cinco en la provincia de Toledo, dos en Cuenca, dos en Segovia y uno en las de Ciudad Real y Jaén). En Andalucía sólo se conocía uno procedente de Mengíbar, Jaén (el número 1 de la imagen superior, también representado en este mapa):

( Según J. Aurrecoechea, 2001, 168. El círculo rojo que añado marca el broche de los Pedroches.)

     En el conjunto de la actual Andalucía se conocen muy pocos broches, placas o hebillas de este periodo. La verdad es que nunca había reparado en los cinturones del Bajo Imperio porque, hasta ahora, no me había topado con ellos; como se ha comentado anteriormente en el blog, en el NE de Córdoba lo que abundan en un alto número son los de tipo liriforme, pero son ya posteriores, del siglo VII. Y, sin embargo, me han resultado fascinantes, porque son un fiel reflejo de los avatares de la última etapa del Imperio Romano de Occidente según demuestra J. Aurrecoechea, que une un gran conocimiento a una claridad expositiva que es digna de agradecer. Aprovechemos la ocasión para repasar los -muy escasos- elementos de cinturón tardorromanos conocidos en Andalucía (aunque para el territorio básico de estudio del blog, el NE de Córdoba este planteamiento es algo artificioso, pues los Pedroches tienen muchas más relaciones ecológicas, geográficas o culturales con el SE de Extremadura o el SW de la Mancha que con Málaga o el mismo sur de la provincia de Córdoba).

     Escribe este autor: "En la antigüedad los cinturones eran usados únicamente en los tipos de vestido en los que realmente eran necesarios. En el mundo romano, tanto tardío como altoimperial, parecen haber sido prerrogativa de un determinado grupo social, el de los soldados y los cargos de la administración. Ello no es óbice para que en ciertos círcuclos sociales cercanos a los anteriormente expuestos pudiera darse la difusión de modelos semejantes" (Aurrecoechea, 2001, 209). Tenían un doble cometido: funcional (para pender de ellos las armas) y simbólico: como otros elementos decorativos situados en partes destacadas de la anatomía, informaban de la condición del portador y de su estatus, en este caso militar o al servicio de la administración.
    Durante los tres primeros siglos de nuestra era existió una gran uniformidad entre los cinturones de los legionarios romanos, desde Britannia al Danubio o al norte de África, pero esta situación cambió en el Bajo Imperio. Diocleciano y Constantino reformaron la estructura imperial, desde entonces dividido en dos, el de Oriente y el de Occidente (aunque la bajo la autoridad teórica de uno de los dos augustos). Cada uno de ellos se desglosaba a su vez en prefecturas, diócesis y provincias. Por ejemplo, las Península ibérica fue dividida en cinco provincias (Bética, Gallaecia, Tarraconensis, Carthaginensis y Lusitania) que junto a Mauritania Tingitana (en el norte de África) y las islas Baleares formaron la Diocesis Hispaniarum, con capital en Emerita Augusta. Esta diócesis, con las de la Galia y la de Britania formaban la Prefectura de las Galias.
     (También se modificó el ejército, incrementando sus efectivos: se calcula que durante el reinado de Diocleciano entre 450.000 y 600.000 soldados defendieron las fronteras desde Siria, el limes del Danubio-Rin, Britannia y el norte de África. Constantino modificó radicalmente la estructura, creándose dos tipos de tropas: de campaña (comitatenses) y de frontera (limitanei). Ante la creciente dificultad de encontrar un número suficiente de romanos para el servicio militar, desde Constantino se incrementa el número de bárbaros alistados en el ejército romano.)
     Los cingula militae, como se denominó a estas piezas en el Bajo Imperio romano, alcanzaron un alto grado simbólico, hasta el "extremo de que [terminaron] sirviendo para identificar al propio servicio público. La entrada en el servicio militar activo se designaba con los términos cingulum sumere o cingulum mereri, mientras que el cese en el mismo era conocido con la expresión cingulum deponere o liberari cingulum". Y si "algo define a los broches de cinturón tardíos es la heterogeneidad" (J. Aurrecoechea Fernández, 2001, 207 y 201). Esto es la consecuencia de las tendencias locales que surgieron cuando el poder imperial comenzó a disgregarse, favoreciendo que aparecieran gustos particulares, aunque tampoco hay que considerar que su fabricación fuera anárquica y que cada cual hiciera lo que mejor le pareciese, sino que estas "modas locales" respondían a unos mismos estímulos, a lo que Joaquín Aurrecoechea designa una misma "koiné bajoimperial", en que la administración militar se preocupó del acceso a la mercancía (a los estamentos militares y oficiales) y de su apariencia, marcando unos parámetros, lo que explica que aparezcan tipos parecidos en lugares muy separados. Así, se puede hablar de dos grandes modelos: los "universales" y los "regionales"; se diferencian tanto por su morfología como por su distribución, apareciendo los primeros en grandes áreas del Imperio, mientras que los segundos tienen su presencia en territorios definidos.
     Para los cingula militae bajoimperiales hallados en la Península se han establecido tres categorías: "no hispanos", "pseudohispanos" e "hispanos". Los dos primeros, que deben analizarse a la par, se encuadran dentro de los modelos "universales", y los "hispanos" en los regionales.
     Los broches "no hispanos" son los cinturones empleados por las tropas establecidas en zonas de combate y por los funcionarios civiles del Estado. Los "pseudohispanos" se inspiran en los cíngulos "no hispanos", pero adaptados a los gustos de la diócesis; la principal diferencia estriba en el modo de unirse al cuero, con roblones, mientras que los "no hispanos" lo hacían mediante remaches. Los "hispanos" se caracterizan por mantener un gusto por los antiguos cinturones altoimperiales, aunque recibieron algunas ideas de los nuevos cíngulos "universales"; son característicos de la Península. Veamos los ejemplares conocidos en Andalucía de cada categoría.

Cíngulos "no hispanos": 

Tipo "Mainz": son de placa rígida, que forma una sola pieza con la hebilla, con forma triangular calada y apéndice circular perforado en el extremo distal. Su cronología abarca todo el siglo IV, y quizá sean los más antiguos de los encontrados en Hispania. Sólo se conocen en la Península dos ejemplares, presumiblemente, pues forman parte de conjuntos procedentes de anticuarios de Andalucía depositados en los museos Romano Germano de Maguncia y el Arqueológico Nacional de Madrid. (Quizá no esté de más aclarar que el nombre español de la ciudad alemana de Mainz es Maguncia). A pesar de su rareza en Hispania son frecuentes desde Britania o Marruecos hasta Panonia; por ejemplo, sólo en la actual Serbia se conocen una docena de broches de este tipo.


Tipo "Teba": Su aro suele ser peltiforme (derivado de las hebillas altoimperiales), y cuentan con una pequeñísima placa calada cuya función era unir el cuero al broche. Cronológicamente se sitúan entre finales del siglo IV o comienzos del V d.C. De los nueve ejemplares de este tipo conocidos en la Península tres de ellos (procedentes presuntamente de la Bética) se encuentran también en el Museo Romano Germano de Maguncia; dos sí tienen origen conocido en el sur peninsular, en Teba (Málaga) y Jauja (Lucena, Córdoba), a izquierda y derecha en el dibujo de abajo:

(J. Aurrecoechea Fernández, 2001, 125.)

     Las familias más comunes de broches "no hispanos" en el resto de España están casi ausentes en Andalucía. Son los broches delfiniformes y los ejemplares excisos y troquelados.
     Se considera por algunos autores que los conocidos como broches excisos se realizaron bajo el mandato de Valentiniano I (364-375) para los que se han denominado "bárbaros imperiales" al servicio del ejército romano, continuando hasta el reinado de Honorio (384-423). Si lo que se pretendió con ellos fue reflejar el estatus militar de sus portadores, de distinguirlos e identificarlos, se consiguió plenamente, pues son ciertamente espectaculares, como el depositado en el Museo Arqueológico de Munich:

(http://www.romancoins.info/MilitaryEquipment-cingulum.html#Fourth%20Century%20Cingulum)

     Pero, como decía, no se conoce ninguna placa de este tipo, o de las denominadas troqueladas en Andalucía, aunque es posible que pertenezca a una de estas categorías la hebilla encontrada en la Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba). Este tipo de hebillas es también zoomórfica, y se distinguen por tener en los extremos del aro cabezas de las fieras que "muerden" el eje de la charnela sobre el que se articula la hebilla:

 (J. Aurrecoechea Fernández, 2001, 144.)

     No se conoce ningún ejemplar en Andalucía de los tipos denominados "pseudohispanos".

Cíngulos hispanos.

Tipo "Simancas": Es el modelo más extendido por la Península, con casi cuatro decenas (entre boches completos, placas y hebillas sueltas). Es de tipo articulado, con hebillas y placas que se articulan mediante una charnela. La placa es rectangular, alargada y con decoración calada. En la fotografía de abajo puede verse un broche completo del tipo "Simancas" procedente de Fuentespreadas (Zamora). (Al verlo es difícil no evocar las placas caladas que aparecerán también sobre todo en la Meseta unos dos siglos después, ya en el periodo visigodo.)

 (http://ceres.mcu.es/pages/Main)

     Cronológicamente, se sitúan en el siglo IV y comienzos del V. Este tipo abunda en la mitad septentrional peninsular. En la actual Andalucía sólo se conoce un broche (con placa fragmentada, aunque conserva la hebilla) en Castulo, y dos hebillas cornudas correspondientes a este modelo, una también de Castulo y la otra del Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén):

(Cebrián, Repullo y Alarcón, 2013, pág. 86.)

     En los broches tipo "Simancas" se aúnan dos tradiciones. Por un lado, el ejército altoimperial, del que tomó un broche muy característico de ese periodo (rectangular con apéndices globulares en los extremos, por lo que es conocido como hebilla "cornuda") para hacer la hebilla del tipo Simancas. Abajo se muestran varios ejemplos de estas hebillas "cornudas" del Alto Imperio, procedentes de los Balcanes (fotografía) y Suiza (dibujos):

(http://www.roma-victrix.com/armamentarium/cingvli_fibula_cingulae.htm)

     Por otro lado, también influyeron en el diseño del tipo "Simancas" los broches "no hispanos" calados, decorados con lo que se conoce como "ojos de cerradura" y que aparecen en la segunda mitad del siglo IV:

(http://www.roma-victrix.com/armamentarium/cingvli_fibula_cingulae.htm)
    
      Parece lógico considerar que los broches "no hispanos" fueron portados por soldados y funcionarios procedentes del exterior de la Diócesis, y por personal de la misma los "pseudohispanos". La cuestión es quiénes eran los que llevaban los broches hispanos. Por su concentración en la Meseta Norte y en el medio rural, sobre todo el tipo "Simancas", se pensó que podrían pertenecer a las tropas privadas de los aristócratas, pero recientemente Bautista Ceprián, Carmen Repullo y Jorge Alarcón (2013) han presentado una hipótesis muy sugerente y atractiva: basándose en análisis estadísticos sobre los lugares donde aparecieron plantean que podrían haber pertenecido a las tropas destinadas en Hispania que, con ellos, pretendían identificarse y distinguirse de los soldados extrapeninsulares, que portaban unos cinturones muy diferentes.
     Tras la conquista definitiva de Hispania, desde finales del primer siglo de nuestra era sólo se mantuvo en la Península una legión y algunas unidades auxiliares, se calcula que entre 10.000-11.000 soldados, y, durante el Bajo Imperio, unas 1.500 personas al servicio de la administración estatal. Fueron tropas alejadas de los grandes frentes de batalla, en los que el oficio pasaba de padre a hijo, y habrían tenido cometidos de policía, vilancia, avituallamiento... y, como se ha apuntado por algunos investigadores, para controlar la annona militar, los impuestos en especie para mantener el ejército, pues la gran cantidad de tropas de las fronteras era un enorme devorador de recursos. Se ha estudiado en Hispania el tránsito y control de esta annona por el oeste y norte peninsular, pero sería más que extraño, aberrante, que una de las regiones agrarias más ricas de Hispania, la Bética, se hubiera mantenido al margen de esa aportación. Así que los autores citados arriba consideran que podría haber habido destacamentos de tropas en determinados lugares para este control, como en Castulo (Linares, Jaén) o Sisapo (La Bienvenida, Almodóvar del Campo, Ciudad Real). Con la contribución annonaria se ha puesto en relación el amurallamiento de ciudades a partir del siglo III d.C., por lo que particularmente me planteo si en Solia (Majadaiglesia, El Guijo, Córdoba) se levantaron sus murallas en este tiempo precisamente para esta función, pues una antigua calzada romana la comunicaba con Córdoba, y desde Solia  había una buena comunicación con Mérida, capital de la Diócesis de Hispania.
      Las tropas hispanas habrían adquirido a lo largo de los siglos una conciencia de pertenecer a las gloriosas legiones romanas, en la que también militaron sus antepasados, por lo que no les tendría que haber hecho muy mucha gracia compartir sus insignias con una gente a la que, hasta hacía muy poco, había estado combatiendo. La situación se habría agravado cuando a comienzos del siglo V Constantino III protagonizó una usurpación desde Britania contra el emperador Honorio que afectó a toda la Prefectura de las Galias. Geroncio, un general al servicio de Constantino III, penetró en la Península ibérica, enfrentándose a las tropas reunidas por los parientes del emperador Honorio. El ejército romano en Hispania, con escasos efectivos y probablemente disperso, poco podría haber hecho ante la invasión del ejército de Constantino III, y esto se habría reflejado en unos elementos particulares del ejército, los broches de cinturón, diferentes por completo de los portados por las tropas extrapeninsulares, los modelos "hispanos", como el tipo "Bienvenida" del Museo PRASA. Es una hipótesis interesante, abierta, como todo en Historia, a nuevos conocimientos o investigaciones.