En el dolmen de Las Agulillas

domingo, 9 de febrero de 2014

Placas de cinturón liriformes. (Broches de cinturón de época visigoda de los Pedroches, V.)

     El modelo más abundante dentro de los distintos tipos de broches de cinturón empleados durante el periodo visigodo corresponde a los

* Broches de cinturón liriformes.

       Se distinguen de los de placa rígida en que la hebilla es independiente de la placa, articulándose estos dos elementos (junto con el hebijón o aguja de la hebilla) por medio de una charnela. La hebilla es de forma arriñonada, con aguja de base alargada. Lo más característico de ellos es la forma de lira de la placa, lo que les ha otorgado el nombre.
       Es un modelo aparecido en el mundo bizantino que se expandió por todo el Mediterráneo. Escribe la profesora Gisela Ripoll en su tesis doctoral (fº 197): "No existe dentro de las artes industriales hasta ahora estudiadas un broche de cinturón que tenga mayor difusión y extensión geográfica que el tipo liriforme. Se encuentra desde el Mar Negro hasta Gibraltar, ocupando sin excepción todos los países de la cuenca mediterránea. Siempre que aparece un broche de cinturón liriforme en algún yacimiento su clasificación cronológica es rápida: siglo VII".
       Precisamente a partir de este siglo se incrementan las influencias bizantinas sobre el Reino de Toledo, tanto comerciales como de otro tipo, aunque eso no implica que haya que poner en relación estas placas con las tropas imperiales del SE de la península, pues aparecen donde ellas nunca llegaron. El motivo más importante para la difusión de los broches liriformes fue el comercio.
       El tipo originario de placa liriforme bizantina es el que se conoce internacionalmente como "Trebisonda":


       Gisela Ripoll estudió un importante conjunto de broches de cinturón de este tipo, unos ochenta, procedentes del sur de la península y depositados en el Museo Romano-Germano de Maguncia. A partir de ellos y de un par de colecciones depositadas en el Museo Arqueológico Nacional (Ripoll, 1986; Arias y Novoa, 1996), también procedentes del sur de Hispania, elaboró una tipología en la que se pueden incluir la mayoría de las placas originarias de la Bética:

(G. Ripoll, 1998, 133.)

       Hasta Hispania llegaron los prototipos de origen bizantino, comenzando a fabricarse aquí. La serie hispana con el extremo distal arriñonado, dos motivos foliformes en el centro y el otro extremo con un rectángulo partido (el tipo A del cuadro de arriba) deriva directamente del protomodelo "Trebisonda". Posteriormente, los talleres locales realizaron distintas variantes sobre un esquema básico: placa independiente de la hebilla, a la que se articula por medio de una charnela; y extremo distal semicircular (en algunos casos, muy pocos, de forma triangular). Los artesanos hispanos incorporaron a la producción de estos broches elementos de orígenes distintos a los bizantinos, como el Tipo E de G. Ripoll, que se caracterizada por presentar umbos o bossettes (que los llaman los franceses) elevados, adornados con radios curvos. En el Museo PRASA de Torrecampo hay una placa de este tipo:

(V. Serrano, 1999, 116)

       Los umbos son característicos de las producciones aquitanas (como ya hemos visto en el blog), pero los del norte de los Pirineos se realizan mediante remaches, por medio de unos orificios realizados en la placa, mientras que en las liriformes de este tipo estos umbos son estructuralees.
        Es característica de estos broches de cinturón su decoración, especialmente los prótomos de grifo en las producciones de la Bética, que los identifica y distingue de los elaborados en otros lugares del Mediterráneo. "Fuera del territorio peninsular, pero no del ámbito del reino visigodo de Toledo, no existen ejemplares con las características propias de las series hispanas, sólo pueden mencionarse los hallazgos en la Narbonensis" (G. Ripoll, 1998, 166-167).
       Se ha dicho en este blog, por activa y por pasiva, que para que este tipo de objetos tengan un auténtico valor histórico hay que entablar una relación dialéctica entre ellos y los procesos de los tiempos en los que se emplearon. "La distribución masiva de los broches de cinturón de tipo liriforme en regiones hasta el momento muy poco pobladas por los visigodos, y esencialmente en la Bética, está en estrecha relación con un cambio muy claro, no sólo en las ya mencionadas costumbres indumentarias, sino también en la moda, fabricación, comercialización y distribución de los adornos personales... A algún germanista convencido le costará admitir que los visigodos, que ejercían el poder político sobre gran parte de la geografía peninsular, hayan abandonado otros objetos de adorno personal, lo que se explicaría por el proceso de integración y aculturación. Por razón de su romanización, ya antigua, los visigodos podrían considerar en interés propio el integrarse en la sociedad hispano-romana, superior en número, viendo la posibilidad de establecerse en otros territorios más aptos a un tipo de economía diferente a la de la Meseta castellana" (Gisela Ripoll, 1998, 126-127 y 119). El camino que se había impuesto el Reino de Toledo pasaba por un estado territorial, sin diferencias étnicas ni religiosas. Estos nuevos tiempos parecen reflejarse en nuevas modas, en nuevos objetos de adorno personal que ya no responden a modelos de distintos orígenes, germanos o romanos, sino a un único y nuevo estilo.
       Sobre su cronología, "por el momento, con los pocos datos hispánicas y los proporcionados por los hallazgos mediterráneos y centroeuropeos, se debe aceptar una cronología situada entre finales del siglo VI y principios del siglo VIII d.C., siendo la fase de producción más importante la correspondiente a mediados del siglo VII" (Gisela Ripoll, 1998, 175). 

     En los Pedroches este tipo de broche de cinturón es muy numeroso. En el Museo de Villanueva de Córdoba están depositadas una quincena de placas de este tipo, y hay otra, procedente también de Villanueva de Córdoba, en el Museo Arqueológico de Córdoba (nº inv. 32.479), mas el lugar donde mayor número se conservan es el Museo PRASA de Torrecampo. A partir de lo publicado en el número 1 (mayo 1998) en la revista El Museo, Boletín Informativo de la Obra Cultural del Grupo de Empresas PRASA, y por Verónica Serrano en Antiqvitas 10 (1999), he podido distinguir 21 broches y placas de este tipo en ese museo, aunque su número podría ser muy superior, pues V. Serrano sólo estudió 31 objetos del centenar de este periodo que compone su colección de esta época:


       Sumándolos todos, el número de broches de cinturón liriformes procedentes de los Pedroches asciende, al menos, a 40. Este número es verdaderamente alto, pues cuando la profesora G. Ripoll realizó su estudio en 1998 se conocían unos 250 broches o placas de cinturón de este tipo procedentes de Hispania (el 70% de la Bética), lo que hace que el conjunto de este tipo de broches de cinturón originario de los Pedroches signifique el 16% de lo conocido para Hispania a finales del siglo XX, en un territorio con una superficie del 0,5%, aproximadamente, del total peninsular.
       Esta abundancia de placas liriformes concuerda con los centenares de sepulturas de la misma época, y parece ser el reflejo de un notable incremento demográfico en la comarca de los Pedroches en la etapa de la Hispania Tardía (s. V al VIII). Durante el periodo romano en el NE de la actual provincia de Córdoba sólo existió, que sepamos, la ciudad de Solia, que los especialistas ubican en el centro de los Pedroches, en Majadaiglesia (El Guijo, Córdoba). Algunos enterramiento aislado de comienzos del siglo II d.C. o casi tres decenas de inscripciones del periodo del Alto Imperio, en su mayoría funerarias, son testimonios de un poblamiento, diseminado, que parece pequeño. Pero, como decía, desde que los monarcas godos comienzan a interesarse por la Bética aumentan de modo exponencial las evidencias materiales de ocupación humana en los Pedroches durante la etapa del Reino de Toledo. Creo que hay una explicación para esta circunstancia.
       La presencia de tropas bizantinas en el sur de la Península era un grave problema para la monarquía de Toledo, y "obligó a los visigodos a centrar de forma más decisiva su atención en esa zona. Por lo pronto, tuvieron que aumentar sus efectivos militares en el valle del Guadalquivir. Quizá por primera vez , copiando también el ello el cercano ejemplo del enemigo, fueron instalados colones militares de forma permanente en tierras reales a cambio de sus servicios" (J. F. Rodríguez Neila, 1987, 144). El escaso poblamiento de los Pedroches podría haber favorecido el asentamiento en una zona situada a un par de jornadas de camino de Córdoba. Una ciudad que, por cierto, se mantuvo rebelde desde que derrotaron a Agila en el 550 hasta su conquista por Leovigildo en el 572, y que apoyó la rebelión de su hijo doce años después, por lo que resultaría de interés para la monarquía contar en los Pedroches con tropas adictas (que no tenían por qué ser necesariamente germanas: el rey Teudis asentó su dominio gracias al ejército hispano que pudo reclutar por los recursos de su esposa). 
       En estas circunstancias, además de su posible valor logístico los Pedroches adquirieron valor estratégico, pues por el NE de Córdoba transitaba el Camino de la Plata por Adamuz y Conquista, la principal vía de comunicación entre el valle del Guadalquivir y Toledo, la más rápida, cómoda y corta. Precisamente a menos de un par de kilómetros de esta calzada es donde encontró Ángel Riesgo el 70% de los tres centenares de sepulturas de época visigoda que excavó. Creo que ambos factores explican la abundancia de vestigios del periodo de la Hispania Tardía en los Pedroches.