La comarca más septentrional de Córdoba es conocida como
“Valle de los Pedroches”, nombre equívoco para los geógrafos. Como explica un
catedrático de Geografía, Bartolomé Valle Buenestado, los dos anticlinales que
cierran la comarca al norte y sur provocan “una
paradoja visual, pues si bien es cierto que de visu da la sensación de que la
zona central de la comarca está deprimida con relación a estos conjuntos, la
altimetría y los perfiles topográficos demuestran lo contrario, con lo que el
mencionado topónimo, que data de mediados del siglo XIX, tiene más de alegoría
romántica que de morfológica” (Valle, 1985, 24).
Esta apelación de “Valle de los Pedroches” está muy extendida,
aunque su uso no está generalizado por toda la comarca, empleándose más en unos
lugares que en otros. En Villanueva de Córdoba apenas si se utiliza en las
conversaciones de la gente, ni existe casi alguna empresa que lo emplee, quizá
porque intuitivamente resulta “raro” y sin sentido: cuando se llega a la Cuesta de la Pizarra por la carretera
de Obejo la blanca silueta de Villanueva se sitúa sobre la línea del horizonte,
porque muy poco al norte de ella discurre la divisoria de aguas entre las
cuencas del Guadiana y del Guadalquivir. Es el resultado del domo, del abombamiento, del centro del batolito, que tan visible se ve desde la “raya de la Pizarra ” o desde la ermita
de la Virgen
de Luna; y esa elevación central en una enorme planicie ondulada no tiene nada que ver con lo que se entiende
por “valle” desde la
Geografía.
Durante los siglos XVI al XVIII no se emplea ningún nombre
de origen geográfico para designar a la comarca. Los diecisiete municipios que
hoy la integran estaban separados en tres subcomarcas perfectamente definidas
bien por pertenecer a un señorío (condados de Santa Eufemia y Belalcázar), bien
por ser de realengo (las Siete Villas de los Pedroches, con un interludio entre
los siglos XVII y XVIII en que fueron de señorío). Conquista se formó a partir
del territorio de Pedroche en el siglo XVI, y en 1930 Cardeña se independizaba
como municipio, formándose su término con unas tierras que habían pertenecido a
Montoro desde la Baja Edad
Media. Pero, insisto, no había en esos siglos, XVI-XVIII, ninguna denominación de orden
geográfico para designar al territorio.
La denominación de “valle” es una invención relativamente
reciente, del siglo XIX, extendiéndose su metástasis rápidamente, como
demuestra la cita de D. Juan Ocaña Torrejón en 1911 (pág. 47): “Dícese por algunos historiados antiguos que
los pobladores de nuestra península mostraron predilección por el Valle de los
Pedroches, y que los fenicios, cuando lo ocuparon, llamáronle por sobrenombre Valle de las Maravillas;
los cartagineses, Valle de las Conquistas; los romanos, Valle de los Metales, y los árabes, Valle de la Ilusión ”. Ignoro quiénes fueron tales
historiadores, y la verdad es que la descripción les quedó muy mona, preciosa
líricamente, pero históricamente tiene el mismo valor que las aventuras de
Caperucita.
No han llegado hasta nosotros fuentes escritas púnicas que
hablen de su presencia en la
Península ni de sus guerras con Roma, así que malamente
podemos saber el nombre que fenicios ni púnicos dieron a la comarca, si lo
hicieron.
Durante el periodo romano los diecisiete municipios actuales
estuvieron englobados en el conventus
cordubensis, aunque la denominación geográfica general, y un tanto
indeterminada, para designar el territorio entre el Guadiana y el Guadalquivir
fue Beturia, dividida en dos secciones según sus habitantes: célticos al oeste y
túrdulos al este. Los Pedroches de hoy estarían en la Beturia de los túrdulos.
No conozco entre los historiadores y geógrafos de la Antigüedad ninguna
referencia a que el NE de Córdoba fuera conocido como “Valle”, ni creo que
nadie la pueda aportar, porque las fuentes literarias antiguas que nos han
llegado guardan silencio sobre los Pedroches. Las dos ciudades romanas de las
que tenemos constancia que existieron (Solia
y Baedro) han sido conocidas por las
inscripciones que dejaron labradas en piedra. Así que el Valle de los Metales romano es otra bonita invención.
También lo que es los musulmanes designaran a estas tierras
como Valle de la Ilusión o, para colmo
de la vesania, Valle de las Bellotas,
como dicen algunos ignaros actuales, cucúrbitos vocacionales. Hay unanimidad entre quienes estudian el
periodo de al-Andalus en decir que los Pedroches (o al menos su parte granítica) formaron parte de una kura, provincia, llamada Fash al-Ballut. Y todos, desde Gil
Pérez, el cura que en el siglo XIV tradujo al cristiano la Crónica del Moro Rasi, hasta el arabista
contemporáneo D. Antonio Arjona Castro, traducen Fash al-Ballut como "Llano de las Bellotas" o "Campo de las Encinas". La descripción que
hacen los geógrafos árabes se ajusta a la realidad: “Desde el punto de vista geográfico se ha definido a Fash al-Ballut como una extensa y fértil región, donde
había un llano rodeado de montañas… A nivel global se considera un lugar habitado
por beréberes y con minas de mercurio, una extensa y fértil región donde “non
ha otros árboles sino azijeros, e por eso le llaman el llano de las Bellotas; e
son tan dulces e tan sabrosas que las non ha tanto en España’ ” (Del Pino y
Carpio, 1998). En ausencia de grandes ciudades o núcleos urbanos de interés se
la denominó, no por el nombre de algún núcleo de población importante, sino atendiendo a sus particularidades paisajísticas de región llana y
fértil, en la que la encina, su principal protagonista, le dabe el nombre y la identidad.
¿De dónde procede el apelativo de “Valle de los Pedroches”?
Pues ni en las descripciones que hacen los párrocos de cada municipio de la comarca a finales del siglo XVIII y que hacen llegar al geógrafo Tomás López; ni en la Corografía o descripción histórico-geográfica que redactó Luis María Ramírez de las Casas-Deza en 1840, aparece la palabra "Valle" (y Casas-Deza, médico de profesión, vivió algunos años en los Pedroches y Fuencaliente (Ciudad Real), por lo que sabía perfectamente cómo se denominaba al lugar.) El primer artículo sobre la serie referente a la minería en Villanueva de
Córdoba que escribió el ingeniero de minas D. Antonio Carbonel Trillo-Figueroa
en El Defensor de Córdoba, en enero
de 1928, comenzaba así: “En 1861 decía el ingeniero Sr. Arrúe que la comarca minera
al NE de Córdoba comprende el Valle de los Pedroches y parte del término de
Montoro, que es si continuación, es sumamente rica en minerales”.
Ésta es la referencia más antigua que conozco al apelativo
“Valle de los Pedroches”, y parece ser coherente con su posible carácter
exógeno a las gentes de la comarca, pues el propio D. Antonio Carbonell lo
emplea frecuentemente en su abundante bibliografía. Es muy probable que fueran
los ingenieros de minas quienes crearan y propagaran el erróneo término de
“valle” para designar a los Pedroches. “Los Pedroches”, simplemente, les debió
parecer muy vulgar, había que darle rimbombancia anteponiéndole el “Valle”. Y
lo que hicieron fue caer en un vulgarismo (según el DRAE, “dicho o hecho
vulgar que carece de novedad e importancia, o de verdad y fundamento”).
El pueblo llano, que comenzó a emplear este nombre porque
así lo hacían personas ilustradas y de formación como los ingenieros de minas o
historiadores antiguos, es inocente de su uso, pues la comarca no es un valle
ni por equivocación. ¿Y qué más da que se llame de una manera u otra? Pues la
verdad es que sí da, porque entiendo que esa designación ni nos define, ni nos
distingue; ni nos interesa a los habitantes de la comarca de los Pedroches que nos identifiquen o confundan con un valle suizo. Aquí no hacemos relojes de cucú, sino jamones ibéricos de bellota de los mejores, que para eso estamos en plena Fash al-Ballut..