Como fuentes de información se
emplean los Libros de Bautismos de la Parroquia de San Miguel de 1591 a 1610; los de
Matrimonios sólo se han computado hasta 1605, para evitar que la misma persona
pudiera aparecer en los dos registros. En total, se han recogido 2.898 nombres
propios de personas nacidas o casadas en Villanueva de Córdoba entre 1591 y
1610. Para una población global de unas 1.850 personas al comienzo del periodo,
es una muestra significativa y representativa.
Nombres de mujer en Villanueva de
Córdoba, 1591-1610.
Figura 1: Proporción de los nombres femeninos en Villanueva
de Córdoba, 1591-1610.
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Existe una gran concentración en unos pocos
nombres de pila femeninos. Prácticamente, nueve de cada diez mujeres se
llamaban María, Catalina, Ana, Francisca, Juana, Isabel o Marina.
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Sólo hemos encontrado una mujer con nombre
compuesto, Francisca María.
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Hacia 1600 no había mujeres en Villanueva
llamadas Carmen, Dolores, Rosario o Concepción. Eran, simplemente, María. El
uso de las distintas advocaciones marianas en la onomástica apareció después.
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Aún perviven nombres medievales, como Mayor o
Aldonza (¿cómo no recordar a esa “moza
labradora de muy buen parecer” llamada Aldonza Lorenzo, e inmortalizada
como Dulcinea del Toboso?). Pronto desaparecían, al no contar con un apoyo en
el santoral.
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El elevado porcentaje de Isabel y Juana quizá se
deba a que fueron los nombres de las reinas apenas un siglo antes.
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Tras la muerte de Teresa de Jesús en 1582 su
fama de santidad se extendió rápidamente. A partir de 1598 comienza a aplicarse
este nombre a las niñas jarotas durante su bautismo (no hay mujeres con este
nombre que se casaran en el periodo 1591-1605).
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Algunos nombres
(Elena, Benita, Luisa) sólo aparecen en los matrimonios. Posiblemente sean de
mujeres nacidas en otros lugares.
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No aparece el nombre
de Josefa, acaso por considerar entonces que no era apropiado que una mujer
llevara el nombre del Padre Nutricio de Nuestro Señor. (Lo de Padre Nutricio es
una de las lindezas que le atizaron al Santo Varón. De otra, Pater
Putativus Incarnatii Verbum, Padre
Adoptivo del Verbo Encarnado, surgió su hipocorístico, Pepe.)
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El santoral cordobés
está representado por Victoria, noveno nombre en cuanto a su frecuencia.
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Hemos comprobado que en algunos casos de
mellizas se les ponía a las dos hermanas el mismo nombre.
Cuadro 1: Relación completa, y porcentaje de frecuencia, de
los nombres de mujer empleados en Villanueva de Córdoba, 1591-1610.
Nombres de varón en Villanueva de
Córdoba, 1591-1610.
Figura 2: Proporción de los nombres masculinos en Villanueva
de Córdoba, 1591-1610.
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Los nombres masculinos son más abundantes, 42 en
1.416 hombres, igual a casi 34 hombres por nombre.
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También están mucho más distribuidos que los
femeninos: si en éstos los dos primeros (María y Catalina) suponían la mitad de
las mujeres, los dos más frecuentes de hombre, Juan y Pedro, no llegan a un
tercio.
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Sobre los nombres compuestos hemos encontrado
sólo a dos seguros, Juan José y Miguel Martín. Hay un nombre muy peculiar,
Pedro Martín, y frecuente en Villanueva de Córdoba, pues hay personas en la
actualidad que lo portan. Lo hemos hallado en la serie de matrimonios, con la
misma proporción de Pedro que de Pedro Martín; pero no hemos visto ninguno en
los bautismos. Ante la duda de si era en verdad el nombre aplicado en el
nacimiento, o una costumbre en ciertas familiar, se ha preferido omitirlo del
listado, e incluirlo con el resto de “Pedros”.
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Al igual que con las mujeres, hemos encontrado
nombres en los matrimonios que no tuvieron correspondencia en los bautismos,
que sospechamos pudieran pertenecer a emigrantes que vinieron a Villanueva por
esas fechas: Fabián y García. Los dos últimos, sin santo que los
avalase, no tendrían continuidad en una España católica marcada en la
onomástica por el Concilio de Trento.
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Consta el nombre de un santo mártir cordobés del
periodo romano, Acisclo, pero no aparece Rafael, arcángel que, por este tiempo,
se convertía en el Custodio de la ciudad de Córdoba.
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San Sebastián era el abogado contra la peste.
Parece que no es sólo coincidencia que tras la epidemia que asoló a la capital
cordobesa en 1583 se levantara, un par de años después, una ermita bajo su
advocación, fuera del casco urbano pero en el mismo camino que conducía a
Córdoba. El nombre de Sebastián es más frecuente por esta fecha, 1585,
disminuyendo su frecuencia ya entrado el siglo XVII.
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Gregorio comienza a aparecer en 1601, en la
época, precisamente, en que se estaba construyendo su ermita extramuros de
Villanueva.
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En la grafía se refleja “Alonso”, no hay ningún
“Alfonso”. También es mayoritario el uso de “Antón”; “Antonio”, como tal, sólo
comienza a escribirse en 1599. “Fernando” y “Hernán” se emplean
indistintamente: por ejemplo, en la nota marginal del nombre aparece “Hernán”,
y en el desarrollo de la partida consta “Fernando”. Sebastián aparece muchas
veces como “Bastián”, y una luz de inspiración me alumbró que “Cisco” era, en
realidad, “Acisclo”.
Cuadro 2: Relación completa, y porcentaje de frecuencia, de
los nombres de varón empleados en Villanueva de Córdoba, 1591-1610.