Le había dicho a Juan que, además de nuestro objetivo principal, buscar espárragos, iba a ver otro dolmen más.
Mientras íbamos hacia él me comentó que debía ser la tumba de un hombre sabio; interesante reflexión, para seis años de edad. No sabemos si sabio, pero quien se enterrara allí tuvo que tener una alta consideración entre su gente, para invertir tanto tiempo y esfuerzo en levantar un monumento de este tipo.
Desde su parte norte se aprecia mejor la estructura dolménica:
Habría que decir mejor "los restos" de la estructura, pues el dolmen colapsó en un tiempo indeterminado. Aquello no parecía convencer a Juan, quien me preguntó: "¿Esto es la tumba de un hombre sabio de los antiguos?"
La pregunta es muy interesante, pues ya dijo Agustín de Hipona que la duda era lo que le demostraba su existencia. También porque hay ciertas criaturas que cuando ven un montón de tierra ya lo consideran directamente como un túmulo dolménico.
El niño demostraba tener sensatez y sentido común, pues lo que estaba viendo no se ajustaba a lo que él conocía. Todos los dólmenes que habíamos visto hasta ahora conservaban la cámara formada por grandes ortostatos de granito:
Comentamos por qué aquello era un dolmen, y no otros peñascos más a los que a él le gusta trepar. Las piedras no son naturales, sino que están clavadas en la tierra, lo que es obra indudablemente humana. También hay unas piezas largas, de más de un par de metros, y convinimos en que debía de ser la tapa del dolmen. Igualmente es muy característico el túmulo de tierra y piedras que lo cubría. No sólo debemos fijarnos en lo que vemos, le decía, también debemos imaginarnos cómo era antes de que se derrumbara (o alguien lo destrozara, también por la época de la Prehistoria Reciente). Quedó convencido de que aquello era en verdad "la tumbra de un hombre sabio de los primitivos.