El domingo pasado tuvo lugar su lectura en la Biblioteca Municipal. Desde hace cuatro años se vienen editando los pregones anuales en unos pequeños libritos, y hasta que se edite voy a incluir en este blog una parte de mi pregón. Éste constaba de tres partes: ferias, fiestas y Villanueva de Córdoba; copio la segunda, la referente a las fiestas.
2.- FIESTAS.
2.1.- El carácter de las fiestas.
Las
fiestas son el segundo elemento a considerar. Aunque parezca una contradicción,
las fiestas son una cosa muy seria. El mismísimo Yahvé, poco dado a las bromas,
se lo dejó bien claro, y por escrito, a Moisés en sus tablas de la ley:
santificarás las fiestas; él mismo se había tomado un día de fiesta tras la
creación del Universo.
Creo
que las fiestas tienen su causa primera en una característica de nuestra
especie que nos distingue del resto de homínidos: la capacidad para entrar en
la mente del otro, para saber lo que piensa. Los conocimientos y la experiencia
se multiplican y se transmiten, tanto horizontalmente, entre los miembros de un
conjunto, como verticalmente, de generación en generación. Esto nos llevó a
evolucionar no como individuos, sino como grupo. Pero esta común unión puede
generar tensiones, tanto en las relaciones de los individuos entre sí como
entre diferentes grupos. Así que de tanto en cuanto haya que realizar ritos o
ceremonias que reafirmen el carácter grupal de una comunidad. Al unirse a la
perspectiva religiosa, los ritos y celebraciones impusieron el acatamiento de
los principios que permitían la cohesión y el orden sociales.
El
carácter comunitario de las fiestas ha sido resaltado por quienes las han
analizado desde un punto de vista sociológico y antropológico. Por citar a dos
grandes, Émile Durkheim consideraba que la fiesta primitiva era como una efervescencia
colectiva, una de las formas elementales de la vida colectiva y la expresión de
una solidaridad mecánica. El uno totalitario predomina sobre el átomo
individual. Don Julio Caro Baroja, en su obra El carnaval, define a la
fiesta como el hundimiento del individuo en el subconsciente colectivo.
El
tiempo es un componente esencial de la fiesta, pues, además de su carácter de
cohesión social, la fiesta es una ruptura del hábito, la negación de lo
cotidiano y la trasgresión de las normas establecidas. El tiempo festivo es
universal y cósmico, se produce y reproduce constantemente; hay un nacimiento,
un desarrollo y una muerte de la fiesta, lo que sirve para generar y regenerar
la cultura de un grupo social.
La
fiesta es también el momento de inserción en la comunidad de nuevos miembros,
que asumen los valores culturales del grupo, o de reencuentro de los que se
encuentran diseminados.
Al
igual que el sueño nos sirve para eliminar los residuos de la actividad diaria,
las fiestas son también las ocasiones que sirven de catarsis, de limpieza
purificadora de la comunidad.
La
fiesta, pues, se nos muestra como una Jano Bifronte (o el águila imperial de
los Austrias de nuestro escudo), con dos caras aparentemente opuestas pero que
forman parte de un único cuerpo, de una única realidad social: ceremonias y
ritos de cohesión social de carácter grupal, pero también “regocijo dispuesto
para que el pueblo se recree”, como dice el DRAE.
Hasta
prácticamente mediados de la década de 1960, cuando la cultura del ocio estaba
aún por descubrirse, eran muchas familias que vivían en los campos durante
meses, y tenían en esos pocos días de feria el único escape anual a la rutina
de las labores agrícolas. Y como tal era vivida, con el regocijo que ofrece lo
escaso.
Hoy en
día nuestros hábitos han cambiado, los motivos que dieron lugar al cambio a
agosto de la feria ya no se dan, y quizá fuera positivo que la feria volviese a
septiembre, al primer martes de septiembre, por ejemplo, para que no
coincidiera con las vacaciones de agosto de la mayoría de la población, ni
tampoco con el calendario escolar. Nuestra feria y fiestas locales deben potenciarse,
pues no debemos olvidar que constituyen un elemento primordial de nuestra
identidad grupal, tanto para nosotros mismos como ante las comunidades vecinas.
2.2.- Otras fiestas de Villanueva de Córdoba.
La
feria de agosto, antes de San Miguel, es la fiesta que celebra de forma
institucional la comunidad de Villanueva de Córdoba, pero hay en el ciclo anual
otras que también pueden definirse de jarotas, tanto por su forma o por la
manera de manifestarse.
La
primera en el calendario es la de San
Sebastián, el 20 de enero. Es la fiesta de los aceituneros, pues era en
esos días cuando se estaba desarrollando la plena recolección de aceitunas. Es una
fiesta jarota en tanto otras localidades cercanas celebran la misma fiesta días
antes, el de San Antonio. Cuando las gentes pasaban largos periodos en los
olivares, este era un día especial; la víspera del Santo se hacían grandes
candelas en los cortijos, visitándose unas faneguerías a otras y culminando la
velada con cantos y bailes. Hoy en día, las candelas que se hacen en lo Alto
del Santo, junto a la ermita de su titular, mantienen esta tradición.
Prosiguiendo
en el calendario, a la espera de la primera luna llena de la primavera, la Semana Santa se
inaugura en Villanueva diez días antes del Domingo de Ramos, en una procesión
exclusivamente jarota: La procesión de
las Velitas. Su origen pudo estar en el traslado de la imagen de la Virgen de los Dolores desde
la iglesia de San Miguel a la ermita de Jesús, en la calle Real, aunque luego
acabara consolidándose como uno de los elementos más singulares de la cultura
jarota, pues junto a la Virgen,
los protagonistas de ella son los niños, que la acompañan portando velas, cuyo
adorno tradicional eran azucenas de papel. El desfile de los niños acompañando
a la Virgen de
los Dolores es absolutamente entrañable y lleno de emotividad, y sientes que es
el futuro de Villanueva el que pasa delante de ti.
Cincuenta
días después del Domingo de Resurrección, en el Lunes de Pentecostés, tiene
lugar la que considero la auténtica fiesta nacional jarota: la romería de la Virgen de Luna, en la
que su imagen es traída desde su ermita a Villanueva, donde permanece hasta el
segundo domingo de octubre, en que es llevada de nuevo al santuario. El que
podamos hacer hoy esta romería no fue gratuito, nuestros antepasados jarotes
tuvieron que luchar, y no solo en sentido metafórico, para realizarla. Los
primeros pleitos con otro municipio cercano datan de 1589, reactivándose
durante 1681-1685. No cejamos en nuestro empeño, y cada año celebramos su
llegada. La procesión del Lunes de Pentecostés en Villanueva de Córdoba es como
el Aberri Eguna o la Diada
jarota, pero con la diferencia de que es mucho más antigua, y no es artificial,
sino que nació del pueblo, quien la
mantuvo y la vive con júbilo. Es cuando se muestra de modo inequívoco el,
digamos, sentimiento nacional jarote. Por eso, cuando se produjo el gran éxodo
migratorio de los años 60-70 del pasado siglo, en los dos lugares donde
residían más personas naturales de Villanueva, en Barcelona y Madrid, se
crearon hermandades de la
Virgen de Luna. Fue usual entre los emigrantes andaluces que,
para reafirmar su identidad al residir en otros lugares, se unieran o crearan
cofradías de la Virgen
del Rocío. A los jarotes que habitaban en Madrid o Barcelona no les hacía
falta, nuestra Virgen de Luna era el símbolo, el icono de nuestra comunidad,
Villanueva de Córdoba, lo que la representaba y lo que la definía. No nos hacía
falta nada más, y mucho menos si era ajeno a nuestra tradición. Bien visto,
¿cuántos pueblos hicieron lo que nuestros paisanos allí, seguir manteniendo su
cultura, ritos y símbolos, allá en tierra extraña?