(Riesgo Ordóñez, 1936, 10.)
"Las tablillas mágicas conocidas habitualmente como defixiones son textos de carácter mágico, cuyo soporte es el pomo -por lo general, laminas, pero a veces también muñequitas- y cuyo contenido es siempre la maldición" (A. López Jiménez, 1997, 23). Parece ser que fue en la Grecia clásica, hacia el siglo V a.C., cuando surgió la costumbre de escribir en plomo una invocación a ciertas divinidades para perjudicar y causar diversos males a un enemigo, por lo que pertenecen al contexto de la magia negra. Desde su lugar de origen se expandieron por todo el Imperio romano en los primeros siglos de nuestra era. Su denominación procede del término latino defixio-is, con significado de embrujamiento, necromancia. En griego se denomina katadesmos.
Para que causasen efecto debían depositarse en un lugar concreto, siempre relacionado con el mundo subterráneo, donde residen las dividinades ctónicas. La mayoría de ellas ha sido encontrada en sepulturas, aunque también han aparecido en pozos, fuentes o corrientes de agua en general, que se suponían conectadas con el mundo de Hades. "Muy frecuente es el hallazgo en necrópolis, debido a la extendida creencia grecorromana de que el espíritu o el alma de las personas muertas, especialmente de aquellas fallecidas prematuramente o de muerte violenta, permanecían en las cercanías de su tumba vagando sin descanso con una actitud maligna y vengativa". Su lectura es difícil incluso para los epigrafistas más avezados, al estar generalmente escritas en cursiva y con frecuencia con particularidades como escritura retrógrada (de derecha a izquierda), uso de varias lenguas, signos pseudosepigráficos, etc. (A. Ventura Villanueva, 1996, 143).
Han aparecido en otros materiales como estaño o mármol, mas mayoritariamente se hicieron sobre plomo, una elección que "no es gratuita, sino cargada de simbolismo: además de las ventajas prácticas que su maleabilidad y fácil obtención ofrece, su frialdad, pesadez, esterilidad e impotencia lo hacen sumamente adecuado para la maldición, se le considera por estas cualidades regido por Saturno, en astrología el planeta maléfico por excelencia, y por su color gris, vinculado con la muerte... Aunque el objetivo o fin de estas maldiciones es siempre el mismo [perjudicar y causar males mediante la magia] en función de su contenido se pueden establecer diversos tipos de defixiones: eróticas, deportivas, judiciales, comerciales y de negocios, contra ladrones, incluso políticas, aunque bien es verdad que la mayoría de las láminas no indican explícitamente el motivo de la enemistad, sino que se limitan a alguna fórmula general, del tipo "hago una atadura mágica" seguida del nombre/s de la/s víctima/s. Su denominador común es el deseo de perjudicar, de causar un daño a la víctima, enemistada con el autor por el motivo que sea. Algunos textos, como los eróticos, no buscan el daño como fin en sí, sino como medio de atraerse al ser amado. Lo que las incluye en el terreno de la maldición es el pretender hacerlo con contra de su voluntad y por medio de la tortura, además de apartarlo, por supuesto, de otros posibles amantes" (López Jiménez, 1997, 23-24). Un ejemplo es este plomo griego procedente de Hermúpolis Magna, de s. II-III d.C., en el que una mujer pugna por el amor de otra: "Atraedme a Gorgonia, a la que parió Nilogenia, atraédmela, torturad su cuerpo noche y día, sometedla hasta que abandone todo lugar y toda casa por el amor de Sofía, a quien parió Isara, que se entregue a ella como esclava(...)". Una tablilla mágica típica de las del carácter erótico es ésta encontrada en Antinoópolis, de los siglos III-IV d.C: "(...) haz una atadura mágica a Ptolemaide, a la que parió Ayade, la hija de Orígenes, para que no pueda tener relaciones sexuales, ni por delante ni por detrás, que no pueda obtener placer con otro hombre sino sólo conmigo, Sarapamón, a quien parió Area; no le permitas comer ni beber, ni obtener placer, ni salir, ni conciliar el sueño apartada de mí, Sarapamón... Arrástrala por los cabellos, por las entrañas, hasta que no se separe de mí, Sarapamón, a quien parió Area, y yo posea a Ptolemaide, a quien parió Ayade, la hija de Orígenes, sometida a mí para todo el tiempo de mi vida, amándome, enamorada de mí y revelándome lo que tiene in mente" (cit. por A. López Jiménez, 1996, 25).
La finalidad de estas tablillas mágicas parece haber sido diversa: las relacionadas con procesos judiciales tendrían una intención "neutralizante" o "paralizante", o en las amorosas de atraerse al ser amado, aun en contra de su voluntad. Aunque no fueran mayoritarias, también las hubo que buscaban la destrucción del enemigo. Lo más plausible es que no fueran hechas por el interesado, sino por magos o escribas profesionales, pues escribir la tablilla era solo un paso más de un complejo ritual destinado a forzar a obrar a las divinidades ctónicas, y ese ritual no permitía fallo alguno.
Se conocen un millar y medio de defixiones en todo el orbe romano fechadas entre los siglos V a.C. y V d.C., mas las conocidas en Hispania no llegan a docena y media. Cinco de ellas aparecieron en Córdoba, a las que hay que sumar tres "muñecas de vudú", procedente una del cerro de Masatrigo (Fuenteobejuna), donde estuvo la antigua ciudad de Mellaria, y las otras dos de la propia capital cordobesa.
Mucho antes de que las mafias nigerianas las usasen para coaccionar a sus víctimas, en la Antigüedad ya fueron empleadas lo que hoy conocemos como "muñecas de vudú": figuras realizadas sobre diversos materiales (cera, tela, barro, plomo...), antropomorfas, que imitan la figura de una persona, y sobre la que se aplican diversos males para que le ocurra lo mismo a la persona representada por el principio de simpatía cósmica: lo igual produce lo igual. Su origen parece estar en Egipto. En tiempos de la XII Dinastía, a comienzos del II milenio a.C., comenzaron a usarse los textos execratorios, que se grababan sobre figuras de barro, cera o madera, que representaban a los enemigos del faraón (en Saqqara en forma de prisioneros atados), destruyéndolas posteriormente y depositando los restos en las cercanías o interior de las sepulturas o edificios en construcción. (Algo evidente y que quizá no esté de más comentar: el que en Egipto y otras culturas de la Antigüedad se empleasen figuras parecidas a las muñecas del vudú actual no quiere decir que estas religiones o creencias estén todas relacionadas, sino que en sus ritos emplearon objetos similares, sin más.)
En la Grecia del siglo V a.C. algunas de estas figurillas (que se han preservado al estar hechas de plomo) eran usadas en los rituales públicos para aplacar los espíritus de los difuntos insepultos, y en el ámbito privado como un complemento de las defixiones. Usualmente éstas llevaban el nombre de la víctima inscrito y en ellas se realizaban mutilaciones diversas que deberían de afectarla, aunque también se encuentran otras de tipo amoroso, como las dos encontradas en Córdoba. Las dos figuritas de plomo representan a una mujer que abraza a un hombre en actitud de sometimiento o indefensión. Son parte de un encantamiento amoroso,
(A. Ventura Villanueva, 2001, 194.)
En general, las defixiones son sumamente interesantes para conocer las concepciones religiosas populares que no formaban parte de los ritos oficiales durante la Antigüedad, aunque, como demuestra el vudú actual, el recurso a la magia se ha dado en más lugares y tiempos. El mago intenta obligar a los entes espirituales a actuar según su voluntad, realizando con exactitud una serie de encantamientos, como introducir textos o figuritas de plomo en las sepulturas y, como también sabemos por las mafias nigerianas, su efectividad está en función de la creencia de la víctima en ellas. Para el solicitante de estos rituales en el mundo antiguo, bien para que los caballos de un auriga se matasen en una carrera, bien para que en Córdoba "Quédese mudo el liberto Príamo de todas las maneras" durante un juicio por herencia (Ángel Ventura, 2001, 193), este método tenía la ventaja de la inmunidad, de que no podría probarse su responsabilidad en el mal de una persona. También nos quedaremos con la duda eterna de saber si ese angelito llamado Sarapamón, a quien parió Area, obtuvo al amor despendolado de Ptolemaide, a la que parió Ayade, la hija de Orígenes...
A partir de convertirse en la única religión oficial en el Estado romano desde finales del siglo IV d.C., la Iglesia combatió con todo el rigor que pudo estas prácticas, aunque en autores cristianos del fin de la Antigüedad y comienzos de la Edad Media se encuentran referencias al mantenimiento del uso de "plomos mágicos". Sofronio de Damasco, Patriarca de Jerusalén (muerto en 638), contaba que un paralítico escapó a una atadura mágica, al encontrar una figurilla que lo representaba atravesada de clavos. Al ir quitándolos, recuperó la movilidad (cit. por Amor Jiménez, 1997, 27).
La láminas de plomo encontrada en una sepultura de época visigoda en Huerta Barberos (Villanueva de Córdoba) puede encuadrarse dentro de este mantenimiento de rituales mágicos aún a pesar de su prohibición y persecución. Es cierto que hasta que no se leyese e interpretase correctamente no existe la certeza al cien por cien de que sea una tablilla mágica de maldición o defixio, pero es que todas sus características se dan en ella: la forma, una lámina delgada y doblada sobre sí; el material, plomo; la escritura, ilegible para su descubridor, quien sí transcribió inscripciones romanas; el lugar del hallazgo, una sepultura. Con todas esas particularidades a la vez es muy difícil que sea otra cosa; cualquier arqueólogo que se encontrara un objeto con todas ellas pensaría inmediatamente en una tablilla mágica de maldición. Por ejemplo, cuando se hallaron dos láminas de plomo de distintas formas y tamaños en la necrópolis de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba), "fueron abiertas y revisadas ante la posibilidad de tener grabada alguna inscripción que nos llevara a asociarlas a las tabellae defixionum" (Carmona, 1998, 160).